Por Miguel Ángel Avilés
Alguien me dijo una vez que "la lectura de un buen libro es un diálogo incesante, en que el libro habla, y el alma contesta". Yo no le contesté nada, pero casi. Mejor me subí a una bicicleta veintiochona y le di la vuelta al mundo en ochenta días, sin contar los inhábiles, porque los descansé. Quema mucho el sol de mediodía, dije al volver de mí, como para cambiar de tema y él, lector empedernido pero más inocente que un perro San Bernardo, volteó pal’ cielo como si con esa mirada pudiera medir la temperatura del astro rey, más, cegatón que era , se encandiló de volada y mientras limpiaba sus lentes, se le quedé mirando, compasivo, al ver en aquel hombre tantísimo candor. Esa frase que se aprendió de memoria, la había leído en alguno de esos libros del altero que guardaba en unas jabas y ahora venía conmigo a lucirse, bajo su premisa, a mi parecer equivocada ,de que la lectura es un carburante infaliblemente transformador en las personas y que todo aquel que lo haga pasará a formar parte de una cofradía de selectos iluminados, apartados de la vida terrenal por ratitos, gracias a ese picaporte que le dio esa afición de acabarse libros enteros en un dos por tres y el resto del gentío es algo menos que la nada. Para cuando mi amigo discursó lo anterior, este que les escribe ya no estaba pues opté por dejarlo que, nuevamente, hablará solo y fui a seleccionar unos textos que fotocopiaría para llevarlos al club mágico de colores de Villa de Seris, a tres colonias que alguna vez fueron invasiones y al poblado Miguel Alemán, donde se intentaba que un titipuchal de niños ,además de ir a donde se les pedía que fueran- lo cual ya era ganancia pues estaba retiradito- se volvieran loquitos por sus ganas de leer, antes que perderse en un mundo delincuencial, o en la frivolidad del entorno o en esa ola que se llevó a la hermana de esa niña Alondra, para siempre y por eso sus padres no le permitían ir al mar, ni en su imaginación, así estuviera a unos metros o a muchos llantos de distancia. No tengo a la mano el dato exacto del número de programas, intentos, planes, ocasiones, cruzadas, ocurrencias, círculos, proyectos y demás que se han intentado para que la gente lea y por fin podamos dormir agusto pero el asunto es que la mayoría de esos propósitos han fracaso, pese al dinero invertido pues nadie leerá- ni cazará, ni pescará, ni estudiará artes marciales aunque sea una semana en el DIF, ni se aficionará por la lucha libre, la gastronomía, el Derecho, la música, las bellas mujeres y otras cositas, ay ,arriba y arriba -si no es por gusto, placer o imitación como decía mi tío Germán Dehesa. Por eso ahora, nomás para ver si a esas instituciones, institutos, y más utos le da tantita pena, bosquejaré un retrato hablado de seres locales, quienes hacen más por el fomento a la lectura que dos que tres dependencias, de ayer y hoy, las cuales nos ofertan sus actividades como si nadie más en este planeta hiciera lo mismo para que nos aficionáramos con la lectura. Entonces les puedo contar de El Pollo Ayón, que ya se fue a no sé dónde, y además de una librería ambulante hipersingular que el Fernando trae consigo, o de la librería Lugo y de Los Portales quienes, bajita la mano, le dan una revolcada a dos tres intelectuales fanfarrones que lejos de ponerse a realizar la chamba por la cual le pegan, antes bien- o mal- andan jactándose de lo que hacen, como el padrino que apoquinó para la comida de la boda, “desinteresadamente” pero en plena fiesta, subido en una silla, se lo echa en cara a los comensales sin avergonzarle los desfiguros de su malacopa. Chale, así no. Con los libros, no. Mejor les cuento de esta gente, dos puntos y aparte, y les hablo con conocimiento de causa: EL POLLO Cuando fui a verlo para despedirme, no lo logré, porque ya era ceniza tal como era su pelo y así no se podía. No obstante, salí de ahí, donde lo habían velado, recordándolo en el Mercado- con su gorra de siempre- en espera o buscando quien le diera para vender o para obsequiar algo que leer y, después de estar ahí, comiendo su conchita y saboreando su café, aprovechar el mediodía para caerle al bar El Campo y en ese, lo que fue su territorio, hacer en la práctica, lo que en tantos discursos se farolea, pero nada más en eso queda. El Pollo Ayón cargaba su bolsita y en ella iba cayendo lo que recolectaba - libros y más libros entre mezclados con periódicos del día o semanales - no sin antes ponerle su firma en una esquina de cada publicación para dejar constancia que eran de su propiedad, hasta que llegara el momento ya descrito y vendérselos a los parroquianos que lo encontraran a su paso o departieran en esa mesas rústicas de aquel famoso establecimiento donde, me han dicho, que la cerveza se vende muy helada, aunque ya no esté, de cuerpo presente, El Pollo Ayón. LOS PORTALES Conocí a Don Abel una mañana de enojo, pero como ya me doctoré en aguantar perfiles así, lo aguanté y al tiempo, hasta amigos fuimos. Pero de eso no les quería contar, porque lo dejaré para otra entrega, nomás quise introducirlos pa que se ubiquen, ahí casi llegando al Ayuntamiento, en donde ahora se ofertan café, dulces, tortas, esto y lo otro pero ante todo libros, de viejo, nuevos o usados- que puedes llevarte a módico precio, sin andar presumiendo de que, por fin, hemos salvado a la patria desde el otro lado del charco como si nos hicieran un favor. Este joven le ha sacado jugo al puesto y hasta Facebook tiene donde se anuncia la venta de sus libros, como quien instala un changarro de barras de hielo en Oymyakon y sin embargo, le ha resultado, casi con harto éxito y si no me creen, al pasar por ese puestecito, échenle un ojo al repertorio de libros que tienen y puede que se encuentren con cada joyita afanosamente buscada. LIBRERÍA LUGO Es un comercio al por menor de revistas y periódicos. Está en pleno corazón de la ciudad. Su propietario, joven y luchón, optó por este giro y ahí la lleva desde hace rato. Revistas por aquí y revistas por acá de todo tipo. Desde el Semanario Proceso, hasta el Tv Notas, pasando por alguna colección de Letras Libres a bajo precio y una que otra mas farandulera o de subido de erótico color. Él quiso y la hizo y ahí tienen que le ha pegado y si tampoco creen, dense la vuelta quien quite se topen con algún libro de literatura universal que andaban averiguando. Recorran la larga mesa donde están o chequen los aparadores, que hay de donde escoger por más modesta que sea. De paso, si les entra el hambre, a un ladito, intentando otro negocio, el propio dueño abrió una pollería y el aroma de los bien asados impedirá que se resistan. EL FERNANDO Lo han visto. Estoy seguro que lo han visto. Cincuenta años - medio siglo, me diría recientemente, al platicar sobre el tiempo que el Fernandosotomayorpaterson lleva promoviendo la lectura a su manera. Donados, expropiados, canjeados, pedidos, según los consiga y haciéndose de su cargamento, loco de contento, anda las calles de esta ciudad, llevando la bolsa de libros o el tercio de ejemplares de autores diversos, apilados entre sus brazos, para ofrecerlos a los transeúntes o al mero mero de ese otro changarro banquetero que también le apuesta a la venta de obras clásicas, bestseller o uno que otro que son novedad editorial si le atraviese en el camino y ninguno de los dos le hacen el fuchi. Lo han visto. Estoy seguro que lo han visto. Recién levantado, muy de mañana, afuera de ese cajero automático que unas veces sí y otras también ha sido su recamara para resolver la noche. Si lo has visto. Si. Caminando por la Serdán, con esos pantalones cortos, sombrero y unos botines, como quien recorre un safari lleno de emoción Lo que tienen tocando The Rolling Stones es lo que tengo vendiendo, comenta. Cincuenta años, medio siglo, dice y revuelve el vaso de café con la cuchara. No se mete nada, le responde a un preguntón inoportuno y a mí me consta porque el Fernando es sano y trata bien a las reglas del respeto, aunque gracias a su cara, pareciera que es maldito. “Ponme como gran promotor de la cultura” me sugiere y yo le cumplo, faltaba más, en tanto que le traigo, por fin esos libros que me ha pedido. Porque al Fernando lo aprecio y lo aprecio bien desde que lo conocí hace tres décadas, en algún lugar de la mancha(urbana) de cuyo nombre no quiero acordarme. …Válgame, cuanta lectura hay en estos personajes. Válgame, cuanta lección.
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Miguel Ángel Avilés
El primer maestro de inglés que tuve en la secundaria, decía que la risa únicamente abundaba en la cara de los tontos. Esto lo comentó frente a la mitad del grupo porque el resto ya se había salido, sin que él se diera cuenta y afuera nomás se escuchaban las puras carcajadas. De maestro tenía muchos años y, de edad, tenía más, no sé cuántos, pero yo le calculo todos como para que hubiera hecho miles de cosas, entre otras, reírse y reírse mucho, pero estaba convencido de esa premisa que les comento al principio y, supongo, que ni haciéndole cosquillas lo haríamos cambiar de opinión. Admiro al Memo, al Alfredo, a Marigé y a otros apreciados amigos más, que dominan ese idioma a la perfección ya que yo no tengo esa virtud (en realidad no tengo ninguna) pero supongo que esa confesión de que la risa blablabla…, aquel profe nos la expresó en español, único idioma que apenas domino, de lo contrario no le hubiera entendido ni papas. Tan así fue como ahora se los cuento que se me quedó grabada para siempre. No dije nada, pero mi memoria sí y aquí está la prueba de que nunca lo olvidé, si se trataba de registrarla por si lo quería contar en mi casa al regresar de clases ese mismo día que ocurrió o en el barrio entre la raza que nos juntábamos, abajo del poste o en el rancho, donde ha pasado la vida a puro golpe de bromas o muchos años después, frente al pizarrón de fusilamiento, donde el coronel Miguelito habría de recordar aquella tarde re/mota en que su profe de lo llevó a evocar recuerdos y lo escogió como tema para esta semana. Ese teacher acaso es el pretexto nomas, el material didáctico o lo materia prima de la que ahora me apropio, por haber dicho expresamente lo que ya dije, pero en realidad lo que deseo destacar es que no puedo concebir que alguien en este planeta - así hable francés, alemán, húngaro, árabe japonés, o purépecha - considere que reírte es sinónimo de estupidez. Y no es un asunto de estar viejo o estar joven, para hacerlo o no hacerlo. No. Conozco a más de un adulto mayor haciendo reír y haciendo por reír, lo cual no es tan fácil o difícil, según lo vean. Sé de adolescentes que no ríen ni pagándoles. No lo dice este tontito que leen, me lo encontré en una página del ABC del bienestar cuya redactora fue Melissa González y aquí lo cito: "La risa, además de ser una forma más de expresar emocionalmente bienestar y felicidad, también ha demostrado tener una función altamente beneficiosa a nivel neurobiológico. Cuando nuestro sistema nervioso percibe un estímulo que nos provoca risa, se ponen en marcha muchos de los neurotransmisores implicados en procesos biológicos del día a día. Nuestro cerebro, al parecer, libera endorfinas y oxitocina, sustancias involucradas en producir efecto analgésico, sensación de placer, estado de relajación y fortalecimiento del sistema inmunitario". Eso lo concluyen lo que saben y me enteré recientemente, pero, la neta, no creo que lo anterior sea el motivo para que yo suelte las curas si algo me parece gracioso o me provoca una risotada. Imagínense en una reunión: "Perdón, señores, no puedo reírme y me tendré que aguantar porque la risa únicamente abunda en la cara de los tontos". Imagínense a cualquiera explicando las razones: " No vayan a tomarlo a mal, pero si ahorita no paraba de reírme, es porque quería fortalecer mi sistema inmunológico..." Por dios, ex profe de inglés ¿quién le dijo a usted esa barbaridad? (calmados, esto lo estoy preguntando desde una ouija, pero hasta ahorita, nadie contesta). Mientras me devuelven la llamada, yo les traigo aquí, lo que ya otras veces les he citado: "El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa."(Friedrich Nietzsche). "Es una ley de la compensación justa, equitativa y saludable, que, así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor."(Charles Dickens). Ignoro si mi profe leía a estos autores o si lo hizo, arremetería contra sus libros. ¿Por qué? Porque eran pro risa y él una anti risa. Hagan de cuenta los pro vacunas, recibiendo improperios de los antivacunas. Algo así. La risa no está compuesta por una suspensión de microorganismos atenuados o muertos que se introducen en el organismo para prevenir y tratar determinadas enfermedades infecciosas. No. Pero llega a ser un infalible antídoto para desaparecer, momentáneamente o para siempre, algunas intoxicaciones: tristeza, agüite, pesadumbre, desolación, melancolía, ansiedad, estrés, tensión, dolor y otras cargas. Ahora entiendo a ese filósofo griego, René Casados, cuando decía: " Sonríe y la fuerza estará contigo..." y te apuntaba con el dedo, como si te quisiera picar un ojo. No quiero imagi...bueno, si quiero: imagínense en un cuarto, a solas, o en un ring o en aquel salón de clases, a Nietzsche, a Charles Dickens, a René Casados y a mi profe, debatiendo sobre el tema. No lo quiero hacer, porque me daría mucha risa o como esa otra mitad del grupo, soltaría la carcajada. Miguel Ángel Avilés
El primer registro de una gran pandemia de gripe fue la que ocurrió en Europa en el año 1170 d.C. a la que siguieron por lo menos 47 epidemias y, más adelante, aquello se apaciguó. Así empezó esto en el viejo continente, al que por cierto no sé por qué le siguen llamando así pero ya se le quedó. Porque todo llega y se queda, aunque parezca que se fue. Pero eso que se queda es recordación, muy parecido a la anécdota, y sirve para reírnos de lo que nos acarreó el momento, el destino, los tiempos, las circunstancias o la muy complicada situación. Lo peor se fue y si algo de ello queda, aquí la ciencia o la resiliencia verán cómo domarlo y tan tan. En el mundo entero llevamos dos años en una encrucijada, frente a lo que, primeramente, significó lo desconocido. Acaso la información que teníamos al principio era la historia de un murciélago que no se coció del todo, pero, aun así, los comensales no dejaron nada en el plato ni para el recalentado. Éramos superficiales o esas bromas con respecto a dicho animal, únicamente simbolizaban la negación generalizada, como un acto de defensa colectivo a fin de ignorar o desconocer una situación demasiado intensa para protegernos de esta broma de mal gusto que nos jugó Jesús, Zoroastro, Buda, Sócrates, o Mahoma y cuya triste numeralia ya estaba a la vuelta de la esquina. El virus COVID-19 había sido reportado por primera vez el martes 7 de enero de 2020, por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, luego de que el 31 de diciembre de 2019 la Comisión de Salud Municipal de la ciudad de Wuhan en la provincia de Hubei, avisara de 27 casos de un tipo de neumonía de etiología desconocida, siete de los cuales eran severos. Un mes después, el número de infectados había aumentado a 9.692 casos, de ellos, 1.527 se enfermaron de gravedad. La relación en común de todos estos casos, es que se trataba de personas con algún tipo de relación con el Mercado de Huanan en Wuhan, en el cual se vende al mayoreo pescados, mariscos y animales vivos. La primera muerte por causa del virus, se reportó el 11 de enero, pero aún lo veíamos distante, ajeno, extraño, pero en menos que canta un virus, ya también la teníamos aquí. Nadie podrá decir que estuvo a salvo. Nadie. Del riesgo, del miedo, de la angustia, de la ansiedad, de la desesperación, del dolor, del llanto, del luto. Nadie. Un familiar, un amigo, un vecino, un paisano, un conocido pudo irse o vivió en carne propia el golpe irreversible de esta pandemia. El duelo nos llegó directa o indirectamente. Afuera el peligro del contagio, adentro, en casa, la intranquilidad y la desazón. Con sus excepciones – los incrédulos, los testarudos, los ignorantes, los teóricos de la conspiración, los irresponsables, los soberbios – pero el resto asumimos que esto no era broma y que, un descuido en la prevención o cuidado de tu salud, pudiera significar la muerte. Esto último, – el saberse mortal por algo que, en cuestión de síntomas, era muy parecido a lo que anualmente o dos veces al año – provocaba la diferencia y nos llevaba a los terrenos de la congoja, sobre todo si las cifras fatales no paraban y se volvían ascendentes. Habían pasado años y años y más años desde esa “gran pandemia de gripe” que puso a parir cuates a todos, pero ahora esta infección viral de la nariz y la garganta por lo general es inofensiva, aunque puede que no lo parezca. En la mayoría de los casos, por no decir todos, ninguna persona agripada piensa hoy que se va a morir. De no existir un cuadro neumónico, de preferencia diagnosticado por un médico que nos lo advierte y no a partir de un autodiagnóstico, solemos desafiar a ese catarro o a esa tos y andamos descubiertos o seguimos bañándonos como si nada, al menos que sean un gato para el agua y tomes estos de pretexto para no pegarte un regaderazo. Porque sabemos que en cuestión de atenciones, medicinas y avances científicos ya se está en edad adulta y las posibilidades de que ocurra lo mismo que en aquel año de 1170 D.C. son muy remotas por no decir lo nulo. Nadie sintiéndose con gripe se hubiera puesto alerta ni hubiera encendido los focos rojos de la preocupación, hace dos tres años. “Tendré que hacerme una prueba para confirmar si traigo gripa…” “A todos mis amigos de facebook, quiero avisarles que me hice el examen y resulté positivo a la gripe…recen por mí, yo, mientras tanto, cumpliré con el protocolo y me aislaré”. Imposible. Por el contrario, esa persona dirá que se siente bien, llenará su hielera al tope, andará en mangas de camisa y en la noche puede que esté departiendo en un corredor con sus amigos o ande bailando el “ Tao tao” en un famoso club de la región. “Se baila así, de medio la'o, acurruca‘o el tao, tao, el tao, tao, de medio la'o el tao, tao, el tao, tao, el tao, tao…” repetirá muy “aliviado” sin cubreboca alguna frente a los demás, repartiendo cargas virales sin el menor pudor. Yo no sé si reprochar o aplaudir esa imaginaria escena. Yo no sé. Pero si junto a la también imaginable pista en ese imaginable club de la región, yo viera la presencia de unos médicos o unas enfermeras o cualquier personal del sector salud, agradecidamente por todo lo que han hecho en este par de años, le pediría al mesero que le llevara una ronda de cervezas bien heladas hasta su mesa. Lo que sí sé es que alguien, un día, habrá de registrar como asunto del pasado que el primer registro de una gran pandemia del llamado covid 19 fue la que ocurrió en China en el año 2020. a la que siguieron por lo menos tantas epidemias…. …y, más adelante, aquello se apaciguó. Por Miguel Ángel Avilés
Dicen que cada quien habla de la feria, según le va en los caballitos. Otros, como yo, quisiéramos decir que cada quien habla de los regalos, según le va en el intercambio. Y si a mí me pidieran una opinión sobre este juego, no le iría nada bien. Es más, yo exigiría que lo prohibieran. Porque resulta que a mí tampoco me había ido nada bien (en los intercambios, me refiero). Debido a eso y a fin de buscar cierta proporcionalidad entre lo que me ha sucedido y lo que busco a modo de sanción contra los responsable de mi desdicha en eso de dar y recibir cositas, pido al jurado que corresponda que le sea aplicada a estos, los creadores o impulsores o fomentadores de tan odiosa actividad, lo ya contemplado en el propio Código de Hammurabi del año 1760 a. de C., y que no es otra cosa que la Ley del Talión. Perdón, pero ya dije que cada quien habla de la feria, según le va en los caballitos. Sí, porque para que la cuña apriete, debe de ser del mismo palo y si ese jueguito surgió en los tiempos de la fundación de Roma, donde antes de la Navidad se llevaba a cabo la fiesta de Saturnalia, la cual consistía en celebrar a don Saturno, dios del grano, entonces que la pena sea también de aquellos tiempos. Es que resulta que las Saturnales (en latín Saturnalia) eran unas importantes festividades romanas, en donde destacaba, entre otras cosas, un sacrificio en el Templo de Saturno, en el Foro Romano, y un banquete público, seguido por el intercambio de regalos, continuo festejo, y un ambiente de carnaval en el que se producía una relajación de las normas sociales. Es decir, eran unos desenfrenados bacanales. Siendo así, se me hace que ni cuenta se daban qué se regalaban entre unos y otros, fuesen amigos identificados o secretos y, al día siguiente, ni a quien reclamarle. Pero en mi caso fue todo lo contrario: los intercambios que me han tocado, han sido estando sobrio (cuando se decide participar, cuando sabes a quien te toca regalar, cuando compras el regalo y cuando llega el momento del intercambio). Si tengo a quien reclamarle pero me aguanto. Para que se den una idea de cómo me ha ido y el por qué entre la costumbre de intercambiar regalos y yo, hay algo personal, pondré tres ejemplos de lo que di y lo que me dieron. Dí una bolsa de piel que una hermosa dama me ayudó a escogerlo y, de parte de la agraciada, recibí una camisa dos tallas menos de la que en ese entonces usaba , con lo cual, al tratar de ponérmela, quedé con mis brazos atorados, en lo alto en forma de tenaza, de tal manera que parecía una gran jaiba disecada. Di una chamarra de reconocida marca y, en correspondencia me dieron unas pantuflas con garras de tigre y caja de chocolates que me hicieron probar ahí mismo y por su culpa estuve todo un día con migraña. Di un collar con sus respectivos aretes y de aquel lado se me obsequió un libro de Og Mandino qué porque a mí me gustaba leer. En todos los casos di las gracias y sonreí frente a los presentes para no desentonar pero juré que nunca más participaría en estos trotes, a excepción de cuando estuvieran recibiendo el castigo del ojo por ojo diente por diente que sugerí arriba. Nomás que no me mando solo. Al tiempo no me quedó otra más que integrarme al espectáculo, so pena de quedarme mirando como el chinito, la noche de la posada, cuando todos estuvieran extasiados abriendo el suyo. Para mi fortuna, las reglas habían mejorado y era posible correr con mayor suerte. Creí. Se estandarizaron los precios de los regalos y se permitió que cada quien dijera que quería que le regalaran. De seguro alguien filtró la información de cómo me había ido los otros años y entre compadeciéndose y tratando de evitar más injusticias, en honor a mí, acordaron esa modalidad. Sin duda es un gran avance pero apenas es el comienzo, el punto de partida de lo que, inevitablemente, se debe de legislar ya y de paso elevarlo a rango constitucional. CÓDIGO NACIONAL QUE REGULA EL INTERCAMBIO DE REGALOS LAS DISPOSICIONES DE ESTE CÓDIGO SON DE ORDEN PÚBLICO Y DE OBSERVANCIA GENERAL EN TODA LA REPÚBLICA MEXICANA Sí, porque sigue habiendo quejas entre los participantes. El tema del monto y anotar lo que deseábamos, no fue suficiente para garantizar equidad. No falta el que diga que no encontró lo pedido e improvise con un obsequio igual o peor a los que yo he recibido. Que si sea un perfume pero de otra marca, que si sea la camisa pero de otro color, que si sea el pantalón tan ansiado pero no te cierre de la cintura. La intención es buena y se agradece, nomás que todo sigue quedando al libre arbitrio del que le toca regalar. Es verdad que algunos conocen tus gustos y es muy honroso saberlo pero es bueno saber también que esos son algunos, no todos. Es decir, si te enteraste que le gusta coleccionar aviones, pues formidable pero modérate, no vayas a correr la voz los siguientes años porque en poco tiempo la casa del destinatario parecerá la maqueta de un aeropuerto. Imagínese que ustedes supieran, de mera casualidad, que a mí me gusta la lucha libre y me gusta la obra literaria de Jorge Ibargüengoitia. Es correcto. Pero no quiero estar recibiendo docenas de máscaras diciembre tras diciembre ni atiborrar mi librero con la bibliografía repetida del cachetón de Guanajuato. A quien le toque la fortuna de regalarme a mí , nada le cuesta enterarse que , aparte de lo anterior, me enamoran con una buena loción, una propuesta gastronómica en restaurante gurmé, un cartón de famosa cerveza obscura, una orden de tacos al pastor, un viaje a Colombia, Argentina, España, o el sur del país, un juego en el Estadio Azteca con gastos pagados pero ante todo, un buena charla o convivencia en un café al aire libre o un tarro en una centro de relajada moral, en compañía de mis amigos y amigas. Mientras llega la ocasión, frente a la cual seré infaliblemente recíproco, por mi parte, en nombre de los que están y los que se han ido en este 2021, les dejo los siguientes tres regalos a escoger, y los abrazo a todos con el alma, como estoy seguro que lo harían sus autores: “Hoy quiero darte un regalo/¿pero qué?/Si te compro un pastel, no me alcanza/Si te doy una flor, se te marchita/Si te doy mi corazón, ¿lo entenderías?/Si te regalo un poema, ¿te gustaría?/¿Qué podré darte a cambio de tu afecto?/¿Qué puede ser más valioso, que un pastel,una flor, un corazón o un verso?/¡Ya lo tengo eso es!/Quiero regalarte algo que no cualquiera te pueda regalar/Quiero regalarte mi lucha…Mis contiendas…/Para lograr un mundo, con pasteles para todos./Con flores que nunca se marchiten./Con corazones que realmente amen./Y con poetas que tengan tiempo de cantar a la luna…A las estrellas…A los recuerdos…/Un mundo donde muchos puedan reír como tú,/Y darse mutuamente tanto,/Como tú me lo has dado a mí, con tu SONRISA…” * “Te regalo la paz y su flor pura/te regalo un clavel meditabundo/para tu blanca mano de criatura/en tu sueño que tiembla estremecido”. * Como regalo para hoy/Quiero tu amor/Y un lápiz sin grafito/para escribirle a Dios/en un lenguaje invisible/que solo él sabe leer. /Como regalo para hoy/indícame el camino/Por donde pueda andar este corazón/Que en cada latido/ Deja una huella Con tu nombre./Como regalo para hoy/Dame un beso en mi mano/ Que tiembla/Mientras pinta en la hoja (de un árbol)/La cara de un hombre asustado./Como regalo para hoy/Abrázame fuerte/Como si abrazarás a un payaso /Que llora/ Cuando escucha las manecillas de un reloj./Como regalo para hoy/Enciérrame con el sol en la recámara/para no soñar a obscuras/Porque esta vez quiero verte./ Como regalo para hoy/Préndeme fuego/y apágame hasta el día que tú no estés./ Como regalo para hoy/Piensa en tu libertad y en la mía/y corre descalza alrededor de tus años./Como regalo para hoy/Cuéntame un cuento de ficción/Donde nadie sufra/Y la luna sea feliz para siempre./Como regalo para hoy /Acuérdate/ que, antes de que llegue la hora de partir/habrá una luz encendida/y un lápiz con grafito/para que escribas en la pared del tiempo/que todo tiene un por qué / Hasta la vida/ Pese a todo. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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