Miguel Ángel Avilés
El primer registro de una gran pandemia de gripe fue la que ocurrió en Europa en el año 1170 d.C. a la que siguieron por lo menos 47 epidemias y, más adelante, aquello se apaciguó. Así empezó esto en el viejo continente, al que por cierto no sé por qué le siguen llamando así pero ya se le quedó. Porque todo llega y se queda, aunque parezca que se fue. Pero eso que se queda es recordación, muy parecido a la anécdota, y sirve para reírnos de lo que nos acarreó el momento, el destino, los tiempos, las circunstancias o la muy complicada situación. Lo peor se fue y si algo de ello queda, aquí la ciencia o la resiliencia verán cómo domarlo y tan tan. En el mundo entero llevamos dos años en una encrucijada, frente a lo que, primeramente, significó lo desconocido. Acaso la información que teníamos al principio era la historia de un murciélago que no se coció del todo, pero, aun así, los comensales no dejaron nada en el plato ni para el recalentado. Éramos superficiales o esas bromas con respecto a dicho animal, únicamente simbolizaban la negación generalizada, como un acto de defensa colectivo a fin de ignorar o desconocer una situación demasiado intensa para protegernos de esta broma de mal gusto que nos jugó Jesús, Zoroastro, Buda, Sócrates, o Mahoma y cuya triste numeralia ya estaba a la vuelta de la esquina. El virus COVID-19 había sido reportado por primera vez el martes 7 de enero de 2020, por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, luego de que el 31 de diciembre de 2019 la Comisión de Salud Municipal de la ciudad de Wuhan en la provincia de Hubei, avisara de 27 casos de un tipo de neumonía de etiología desconocida, siete de los cuales eran severos. Un mes después, el número de infectados había aumentado a 9.692 casos, de ellos, 1.527 se enfermaron de gravedad. La relación en común de todos estos casos, es que se trataba de personas con algún tipo de relación con el Mercado de Huanan en Wuhan, en el cual se vende al mayoreo pescados, mariscos y animales vivos. La primera muerte por causa del virus, se reportó el 11 de enero, pero aún lo veíamos distante, ajeno, extraño, pero en menos que canta un virus, ya también la teníamos aquí. Nadie podrá decir que estuvo a salvo. Nadie. Del riesgo, del miedo, de la angustia, de la ansiedad, de la desesperación, del dolor, del llanto, del luto. Nadie. Un familiar, un amigo, un vecino, un paisano, un conocido pudo irse o vivió en carne propia el golpe irreversible de esta pandemia. El duelo nos llegó directa o indirectamente. Afuera el peligro del contagio, adentro, en casa, la intranquilidad y la desazón. Con sus excepciones – los incrédulos, los testarudos, los ignorantes, los teóricos de la conspiración, los irresponsables, los soberbios – pero el resto asumimos que esto no era broma y que, un descuido en la prevención o cuidado de tu salud, pudiera significar la muerte. Esto último, – el saberse mortal por algo que, en cuestión de síntomas, era muy parecido a lo que anualmente o dos veces al año – provocaba la diferencia y nos llevaba a los terrenos de la congoja, sobre todo si las cifras fatales no paraban y se volvían ascendentes. Habían pasado años y años y más años desde esa “gran pandemia de gripe” que puso a parir cuates a todos, pero ahora esta infección viral de la nariz y la garganta por lo general es inofensiva, aunque puede que no lo parezca. En la mayoría de los casos, por no decir todos, ninguna persona agripada piensa hoy que se va a morir. De no existir un cuadro neumónico, de preferencia diagnosticado por un médico que nos lo advierte y no a partir de un autodiagnóstico, solemos desafiar a ese catarro o a esa tos y andamos descubiertos o seguimos bañándonos como si nada, al menos que sean un gato para el agua y tomes estos de pretexto para no pegarte un regaderazo. Porque sabemos que en cuestión de atenciones, medicinas y avances científicos ya se está en edad adulta y las posibilidades de que ocurra lo mismo que en aquel año de 1170 D.C. son muy remotas por no decir lo nulo. Nadie sintiéndose con gripe se hubiera puesto alerta ni hubiera encendido los focos rojos de la preocupación, hace dos tres años. “Tendré que hacerme una prueba para confirmar si traigo gripa…” “A todos mis amigos de facebook, quiero avisarles que me hice el examen y resulté positivo a la gripe…recen por mí, yo, mientras tanto, cumpliré con el protocolo y me aislaré”. Imposible. Por el contrario, esa persona dirá que se siente bien, llenará su hielera al tope, andará en mangas de camisa y en la noche puede que esté departiendo en un corredor con sus amigos o ande bailando el “ Tao tao” en un famoso club de la región. “Se baila así, de medio la'o, acurruca‘o el tao, tao, el tao, tao, de medio la'o el tao, tao, el tao, tao, el tao, tao…” repetirá muy “aliviado” sin cubreboca alguna frente a los demás, repartiendo cargas virales sin el menor pudor. Yo no sé si reprochar o aplaudir esa imaginaria escena. Yo no sé. Pero si junto a la también imaginable pista en ese imaginable club de la región, yo viera la presencia de unos médicos o unas enfermeras o cualquier personal del sector salud, agradecidamente por todo lo que han hecho en este par de años, le pediría al mesero que le llevara una ronda de cervezas bien heladas hasta su mesa. Lo que sí sé es que alguien, un día, habrá de registrar como asunto del pasado que el primer registro de una gran pandemia del llamado covid 19 fue la que ocurrió en China en el año 2020. a la que siguieron por lo menos tantas epidemias…. …y, más adelante, aquello se apaciguó.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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