Por Miguel Ángel Avilés
La Navidad es una de las festividades más importantes del cristianismo, y conmemora el nacimiento de Jesucristo, aunque la fecha exacta al respecto no se encuentre registrada ni en el Antiguo Testamento ni el Nuevo Testamento. A pesar de eso, la navidad sigue siendo una de las fiestas con mayor historia y tradición. Conocer el origen es útil para saber cómo surgió, conocer los factores históricos que la envuelven y por qué resulta tan especial para la mayoría de la población seguramente también ha de servir de algo pero a estas alturas poner el tema sobre la mesa, digamos poco antes de servir la cena, o al momento de que se quiere abrir los regalos es más inoportuno que programar un disco con todos los éxitos Silvio Rodríguez en una quinceañera o llegar con un galón de bacanora a una reunión de alcohólicos anónimos. No tiene caso, dirían algunos, para qué moverle a la alineación o hacer cambios si así estamos jugando muy bien. Se imaginan: pedir la palabra para abrir un debate sobre qué es la Navidad y por qué se celebra, además de profundizar en qué se hace durante este día, o si es correcto festejarla ese día o simplemente preguntar si es apropiado celebrar, antes que llamar a la reflexión o a la meditación aprovechando el bíblico acontecimiento , no solo se corre el riesgo de que esa noche no comas guajolote, tamales , menudo, pierna, romeritos ni bacalao, nomás por inoportuno o aguafiestas o ya no vuelva a llegar a tus manos ninguna copa de vino, botella de aguardiente, caballito de tequila o bote muy helado de cerveza. Quien le manda, por impropio. Y es que en la actualidad, su importancia ha derivado más en reunirse con familiares y amigos, intercambiar regalos, decorar árboles de Navidad, participar en festivales, cantar villancicos y disfrutar de comidas especiales, antes que ponerse a checar si la efemérides que se acogió como la verdadera, la real o la decretada en que nació Jesús es la cierta o no. Es decir, nadie se pone a deshojar culposamente la margarita, sobre si estamos haciendo mal o somos unos apóstatas, unos herejes o debemos realizar cuanto antes una consulta para saber si el pueblo bueno y sabio del mundo entero quiere continuar dándole rienda suelta a lo pagano, profano o mengano el 24 de diciembre, el día siguiente más una semana después o cambiamos de ocasión. No, para nada. Y si lo duda, nomás haga memoria y verá que no o vaya a entrevistar a los vecinos para saber que opinan, pero hágalo ahorita porque si se tarda, puede que no le encuentre en sus cinco sentidos. Aquí lo esperamos. Mientras tanto, se aceptan propuestas, nomás que cualquier resultado a ejecutar, sería para el 2024 pues la navidad es mañana y ya todo está comprado. “¿Y quién era el sol invicto? Pues Jesús. Por eso se cristianiza esa fecha y se determina que el nacimiento de Jesús fue el 25 de diciembre", explica Antonio Piñero, filólogo, historiador, académico y escritor español, especializado en la vida de Jesús de Nazaret. Aparte, el natalicio de Jesús quedó establecido en el 25 de diciembre del 753 ab urbe condita, y el 1 de enero del año siguiente sería el inicio de una nueva forma de contar: el año 1. Listo, para que meternos en camisa de once varas. No solo se corre el riesgo de que se hagan uno y mil sondeos, gastemos millones de pesos, nos agarremos al chongo los que sí contra los que no y al final, los organizadores hagan lo que les dé la gana con la decisión final, sino también que nunca se pongan de acuerdo y por largo tiempo estemos con la incertidumbre de cuando festejaremos la noche buena. Qué terrible: no sé qué haría si no como pavo o si no saboreo una pierna al horno o no abro un regalo y no doy un montón de abrazos. Algo le haría falta al año y los consumidores compulsivos estarían con la ansiedad hasta el tope por no poderse gastar su aguinaldo o sus ahorritos. Cómo privarse de los que atinadamente el Heriberto Duarte en su libro Un Menú Para El Futuro llama la santísima Trinidad : barbacoa, frijoles y sopa fría. Sería un caos, la anarquía total en todo el orbe si no se celebra igual y se quedarían cientos de arbolitos embodegados, miles de lucecitas sin prender, fábricas enteras de juguetes repletas de estos al poderlos acomodar. Salvo la mejor opinión de ustedes, creo que al respecto el calendario debe quedar inamovible este año y los siguientes y si en algunos quedara duda sobre si se cambiará el día, hay que ir a los medios de comunicación y a donde sea, para informar a la comunidad toda que la navidad es y seguirá siendo el 24 de diciembre para amanecer y seguirla el 25, con el recalentado de rigor y la cerveza que quedó. Porque además no hay que olvidar que la Navidad es uno de los acontecimientos favoritos de los niños y las niñas, lo que son ahorita, los que han sido y los que seguimos siendo, amén del registro que se tenga en el calendario y es que es una época que vimos en su momento todos y que ellos y ellas viven con gran ilusión, felicidad, diversión y alegría. Punto… …y seguido. Es que no solo se alborotan por los regalos, que les quede muy claro, sino porque tienen más cerca a sus familiares, les gusta ver la decoración de la casa con adornos navideños, hay vacaciones, ven películas de don Noel, se suspenden temporalmente los regaños y en algunos casos los golpes, no los miran feo si le entran con enjundia a los dulces y demás comida y de paso los dejan dormirse tarde. Qué maravilla y que felicidad. La navidad, repito, sigue siendo una de las fiestas con mayor historia y tradición. Lo es, incluso, para cualquiera, sin distinción alguna : cristianos, aleluyas, católicos, gnósticos y los más alborotadores: los ateos. Esto si que es democracia o inclusión. Por tanto, que se oiga bien y lejos: de este festejo no nos moverán. No nos moverán. Unidos en la sala , no, no, no nos moverán Unidos en la cena , no, no, no nos moverán Como un árbol firme junto al río No nos moverán, no nos moverán. Unidos en la estufa, no , no, no nos moverán. En la hornilla y en el patio, no nos moverán Juntito a la hielera, no nos moverán. Programando musiquita, no nos moverán. En la propia casa o en la ajena, no nos moverán No, no. No nos moverán.
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Por Miguel Ángel Avilés
Uno cree que lo imposible nunca habrá de suceder. Se piensa por ejemplo, que a la hora de enfrentarse a los malos , los que encarnan a los buenos o al bien, siempre habrían de estar juntitos , por los siglos de los siglos, amén. Uno cree. Al menos hasta el día de ayer así lo consideraba este que escribe y ustedes seguramente , también, no se hagan . Pero ellos , los dos grandes ídolos de la pantalla chica o de la grande , de los que les hablaré ahorita destruyeron mi creencia; Frente a unos asalta bancos o en contra de una pandilla encabezada por Jorge Reynoso y Eleazar Garcia Jr, en contra de unos contrabandistas o buscando a quienes le dieron muerte a su familia pero siempre juntos o si quieren por separado pero nunca como rivales, uno contra el otro, odiándose a muerte, riñendo como jamás lo hubiera imaginado. Sí: me refiero a Mario y a Fernando Almada quienes anoche, poco antes de dormirme cayeron del pedestal que al respecto los tenía y rompieron mi marco teórico, recurso mediante el cual yo daba por sentado que eran unos muéganos, así como viruta y Capulina por tantos años, Dimas y Gestas, Carlos y José, Reynoso y Borja, Los Villanos III y V, hagan de cuenta. Pero de pronto vi correr a uno tras el otro, y al rato el otro en contra del primero, mientras que los que por décadas juraba que eran los malos , estaban locos de contento y de felicidad porque los famosísimos hermanos Almada , uno con el personaje de Gatillo y el otro identificado como Halcón, en la película Gatilleros del Rio Frio, aparecían como feroces antagonistas sin quedarme claro , hasta ese momento, cuál de los dos quedaría vivo y esa incógnita se despejaría hasta el final. Así ocurre. Hasta el final o a mitad de la película, ya ni sé, cuando nos empezamos a dar cuenta que la idea predispuesta no siempre coincide con el desenlace. Para bien o para mal, no siempre. Hablo de la película en sentido literal por la que ayer estaba viendo y en sentido figurado por lo que a veces ocurre en la realidad , en donde todo se mira tan predecible como si dijéramos en los años setenta que ganaría el PRI , o que Fidel Velazquez se reelegiría o que Pipino Cuevas terminaría con su rival en el segundo round o que el Atlas y el Zacatepec se enfrentarían para evitar el descenso. El riesgo es ese, cuando la idea predispuesta no siempre coincide con el desenlace. Dije riesgo pero quizá pueda ser desilusión. Porque uno cree que lo imposible nunca habrá de suceder. No fue mi caso porque al rato que se anduvieron persiguiendo entre la gente, o en imágenes , carros e imágenes de antaño, de pronto Mario y Fernando se encuentran y el primero le hace entender o le confiesa que lo andaba buscando durante largos años porque son hermano y habían sido separados cuando eran niños . A mi y a ellos nos volvió el alma al cuerpo. Y es que de la misma forma que ahorita lo estoy haciendo, anoche daba por hecho lo impensable, lo nunca visto, lo imposible. No me culpen. Había razones suficientes para suponérmelo : Mario le disparaba a Fernando. Mario lo seguía. Mario le apunta con un riflote. El otro solo se defendía o lograba salvarse de los intentos de agresión. Fernando acaso nomás se defendía. Es cierto, traía un parche en el ojo , lo que haría suponer que era igual de malo pero no era así. Es más: ninguno lo era o lo eran ambos o , en su caso en cuestiones de generosidad y buen corazón había un empate pero además se dedicaban a lo mismo: luchaban contra narcotraficantes y estaban del lado del bien para la sociedad. Para mi fue aleccionador ya que , de lo contrario , siempre y durante el resto de mi vida , consideraría que lo catalogado como imposible nunca de los nunca habría de suceder. Es como si nos aferráramos a la idea de que alguien, tal o cual aspirante o candidato. Pero resulta que llevaban años sin verse y cada uno agarró por su lado , nada mas que ambos se dedicaban a lo mismo: a perseguir narcotraficantes , grupo de donde salieron esos desgraciados que mataron a sus madres. Que alivio. Ahí me volvió el alma al cuerpo Ni a cual irle en bondades y todo eso.. Ni hablar pero mi sufrimiento nació a partir de creer que lo imposible nunca habrá de suceder. Maldita costumbre. Es como pensar que el grinch odiará estas épocas siempre o que el santa claus nunca dejará de ser todo bondad o bonachón , haciendo felices a los niños . No se casen con esa idea porque luego estarán sufriendo como yo. Eso de que alguien ganará y otros perderán en esta vida , en un juego de fut , en la baraja o la siguiente elección nacional, es muy dogmático . Tengan cuidado. No vaya a ser que un día cercano ustedes vean atónitos, cómo el grinch entra por la chimenea cargando muchos regalos y el santa no deja de maldecir la ya cercana navidad. Por Miguel Ángel Avilés
La Organización Mundial de la Salud, OMS, define a la caída como la consecuencia de cualquier acontecimiento que precipita al individuo al suelo en contra de su voluntad. Yo, en cambio, no tengo ninguna definición, pero si he vivido en carne propia esa consecuencia de cualquier acontecimiento que me ha precipitado al suelo en contra de mi voluntad. Otra vez: en contra de mi voluntad. Como de la voluntad de todo o toda que se cae. Por eso hasta la fecha continúo sin entender porque sueltan la carcajada los testigos o se ríen a la sorda cuando miran que alguien se cayó. He vivido esas caídas y les juro que ni cuándo vamos en el aire ni cuando azotamos en el piso o en la tierra, nos causa gracia. Por razones motrices, por alguna discapacidad, porque tropezamos con una piedra, porque se nos atravesó un perro, porque te resbalaste, porque te metieron el pie, porque los peatones carecen de garantías para caminar con seguridad por la banqueta, porque sufriste un desmayo, por infinitos motivos, pero alguien se cayó o nos hemos caídos. Hace apenas unos días pude ver como una señora de las que antes identificábamos nada más como viejitas y ahora entiendo que debemos referirla como una adulta mayor, trastabilló por unos segundos frente a un hospital a donde iba, enseguida trató de controlarse, pero no pudo y cayó en medio de la callé ante el asombro de los que vimos y los lamentos entendibles de la hija que la acompañaba. No sé si alguien de los presentes se rio estúpidamente ante lo ocurrido pero el resto auxiliaron a la señora y después de checar que no tuviera alguna herida o estuviera lastimada, la ayudamos a levantarse y ella sintió que revivía. Lo que en mi causó un tanto de sorpresa o quizá no tanto, es que al estarse levantando nos pedía disculpas. ¿Pero de qué? o más bien ¿por qué? Ah, por eso que hemos construido , supongo , en donde el desvalido , aparte de la caída misma , se duele por la posible vergüenza que le provoca lo ocurrido como si hubiera infringido algún código moral el cual prohíbe caerse, so pena de exponerse al escarnio de los presentes o de ser sancionado por la burla de los que creen que lo visto es algo que se estuvo ensayando por meses para que en una sola e irrepetible puesta en escena le mostremos lo que para ellos es una comedia , siendo tragedia . Andamos mal, muy mal. Digo, salvo tu mejor opinión. En mi caso yo le busco y le busco y a no ser la caída de un gobierno unipersonal, despótico o déspota a secas, demagogo, mentiroso, frívolo, manipulador, incongruente, corrupto y borracho de tanta soberbia como esos que hay en otros países, no veo cual pueda ser merecedor de un aplauso. Nadie ensaya para caerse del modo que les digo, nadie agenda una caída, ni nadie, por afición, calcula el momento exacto para caerse a fin de que un grupo de idiotas observen la desgracia de uno y disfruten del espectáculo como si frente así tuvieran la pista del circo y a los payasos. _ Cómo tengo ganas de caerme _ Mañana, como a las doce, me caeré para que todos se rían de mí. _ Espero un día caerme, dicen que se siente bien bonito. _ Llevo tres días sin caerme, algo me está pasando Bueno, así lo considero y de esta forma lo he vivido. Hay quienes no opinan igual y quieren explicar lo que para mí es reprobable. Es el caso de Geneviève Beaulieu-Pelletier, psicóloga, conferenciante y profesora asociada de la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM), Canadá. quien asegura que nos reímos del sufrimiento o la angustia del otro, sino que reaccionamos a su sorpresa, a la incongruencia de la situación y a su expresión de desconcierto, tras haber descifrado que en realidad no está afligido ni se ha hecho daño. Ah, mira nomas, que suave. Ella se pregunta: “¿no deberíamos sentir empatía por esas personas, que, después de todo, se encuentran en una situación vulnerable y potencialmente humillante? Puede ser, pero tengan la seguridad de que nuestra risa no está provocada por falta de empatía o por el sadismo.” Considerándose experta en el campo de la regulación de las emociones (pero no en caídas, supongo), dice que le gustaría esclarecer algunos aspectos sobre estas situaciones que tienen el potencial de desencadenar nuestra risa, normalmente bienintencionada. Señala que hay dos factores claves que inducen a la risa: Imprevisibilidad e incongruencia. El primero de estos ingredientes es la sorpresa. Más concretamente, es ver a una persona sorprendida por una situación de la vida cotidiana, cuando parecía que lo tenía todo bajo control sólo unos segundos antes. La situación inesperada nos sorprende y crea una desviación de lo previsible, de lo que esperábamos ver. O sea que, si le quitamos lo inesperado o lo sorpresivo, nadie se reirá. ¿Pero cómo lo hacemos? ¿pegamos carteles? ¿avisamos un día antes? ¿anunciamos por la radio? “Se le avisa a todo el que ande por aquí, el próximo lunes, como a las siete de la noche, que me caeré “. Sigue diciendo la experta: “Esta situación incongruente pone de manifiesto nuestros errores de predicción: predijimos que la secuencia de X sería Y, pero luego los acontecimientos se desarrollaron de forma inesperada a través de B. Nos equivocamos en nuestra predicción de lo que ocurriría. Ya no es coherente”. “Reírse de esa situación es una forma de resolver la incongruencia formulando una nueva interpretación cómica, más coherente, de lo que presenciamos”. Luego sigue con la expresión facial: “ante esta situación sorprendente e incongruente, nuestro cerebro busca información que nos permita interpretar lo que está ocurriendo y reaccionar en consecuencia. ¿Qué nos comunica el rostro de la persona que tropieza? Lo que descodifiquemos determinará nuestra reacción”. Mostrando unas imágenes de caídos o a punto de caerse, concluye que nuestra reacción también estará condicionada por la cara de la persona que se cae. Así, cuando percibimos perplejidad en la expresión facial de la persona que había sido víctima de su torpeza (una mirada de desconcierto, sorpresa o asombro), esta información crea un contexto que desencadena nuestra risa. Ya entiendo: o sea que cuando vamos en el aire, hay que poner, de inmediato la cara más angelical, más desenfadada, antes de caer y así evitamos risas burlonas. Para eso hay que ensayar y ensayar a fin no ser el blaco de tanta insensatez. Por lo pronto habría que reglamentarse y multar a quien se le ocurre morirse de risa en cuanto otro este el suelo, ya revolcado. Reglamento que regula la risa de terceras personas cuando otra se cae. Iniciativa de ley para erradicar las carcajadas en presencia. Luego aportan ustedes otras. Por cierto: la psicóloga se pregunta al final que sí qué pasaría si ella se cae. Enseguida autoriza, "En este sentido, espero que se rían cuando yo misma tropiece en la calle". Significa que habló desde la barrera, casi refrescante de su consultorio sobre algo que no ha vivido. De acuerdo. Se vale. Pero el día que tropiece, ya veremos. Ya veremos. Por Miguel Ángel Avilés
Yo no sé si la delincuencia se acabará algún día o propio de la condición humana, durará para siempre. Yo no sé. Lo cierto es que, desde que tengo memoria, y considerando que es el Estado el del poder y el dueño de la facultad para ir tras ella y castigarla, pensábamos que todo sería algo así como un combate entre el Canelo Álvarez contra de Alfredo Adame con todo y sus patadas, o Javier Solís en mano a mano con Natanael Cano o Manchester City contra el Cruz Azul. Así de fácil. Así de asimétrico. Atacan dos, defienden cuatro. Esa era mi lógica y no teníamos porqué sufrir los siniestros del crimen. Los buenos eran dueños de lo más efectivo a fin darle en todo un 10 de mayo a los que trasgredían la ley y atentaban en contra de la vida, la integridad, la salud y el patrimonio de esa gente que había decidido vivir de lo cosechado por ellos mismos y no del botín que lograban a costillas de lo ajeno. Así pensaba yo, pero entiendo que eso era parte de mi inocencia que hasta ahora conservo. Preciso: de mi inocencia y de lo que tenía frente a mí en un periódico, en la tele, en las pláticas entre adultos y de los macanazos que le propinaban al delincuente habitual de la colonia que se había robado un estéreo, un tanque de gas, la manguera que vio junto a la puerta, el medidor de la luz o un pantalón levis 501 que estaba colgado en el tendedero expuesto al sol para secarse. Eran muchas las películas que había mirado seguramente y como en estas, los buenos vencerían a los malos, volvería la calma, se iría el peligro y todos viviríamos felices para siempre. El tiempo pasó y de esa delincuencia que viví de niño en donde lo más peligroso lo fue esa banda llamada de Los Pantaloneros de los que hablé tres renglones atrás, pasando por una vecina mal encarada que se metía por las ventanas a las casas para robarse los cuentos de la Pequeña Lulú, Archie, Hermelinda Linda y demás nos trasladamos al crimen de alto impacto, suculenta materia prima de revistas como La Alarma, en donde podías ver a descabezados, apuñalados, quemados y así, hasta llegar en años digamos recientes a los sucesos en los cuales destacaba el bautizado como crimen organizado, ese que no puede explicarse su existencia sin la complacencia del estado. Con sus excepciones, policías y delincuentes vivían aparte y no era común identificarlos como la arena y el mar entrelazándose por la marea, no sabiendo a ratos quien es una y quien es el otro o en qué momento consiguen separarse para dejar claro que no existen el uno para el otro. La ciudad de ustedes y la mía eran más chicas lo cual permitía la interacción gustosa y hasta admirable con los guardianes del orden a quienes se le llegó a ver con cierta idolatría pues frente a una pandilla, dos rufianes o unos cuantos bandoleros eran demasiada pieza. Pudo rayar en el estigma al considerar que alguien de rostro agrio y greña poblada de orzuela indiscutiblemente era un delincuente pero tal vez era una forma de pintar raya y confiar que en el otro frente estaban los honorables y bien portados, incapaces de estrechar lazos de amistad con el equipo contrario o andar intercambiando camisetas entre sí porque luego ocurría el desprestigio de la corporación y esta empezaba a desmoronarse porque algunos elementos habían cruzado la rayita para sumarse al grupo de los forajidos. Creeré que la fuerza pública vencía siempre porque su aliado era el pueblo bueno y sabio, y juntos eran dinamita. Sí, es una cursilería o un lugar común resumirlo así, pero quiero decir que había una especie de pacto ya que, por encima de todo, nos importaba la tranquilidad y queríamos conservarla. Pero de pronto algo pasó y si las causas son muchas, no es ahora ni el espacio suficiente para enumerarlas, más bien, tenemos que aceptar que la corrupción y la impunidad rompieron el dique que separaba a los perseguidores - el Estado - de los perseguidos - los criminales y más pronto que tarde la promiscuidad delincuencial ya no distinguió colores, al punto de que ese antagonismo dejó de ser tan marcado y entre sí ya parecen sinónimos. La violencia agarró parejo y al interior de las fuerzas del orden la trasgresión de la ley, el dinero mal habido, los abusos de poder tomaron un rumbo exponencial que no tiene para cuándo detenerse. Los causantes de secuestros, de asaltos, de robos, de saqueos, y otras conductas parecidas estaban aquí y allá, pero tomados de la mano y a la postre, como gobernados o como ciudadanía, nos quedamos solos, desamparados, sin que nadie garantice nuestra protección y en clara desventaja ante una ofensiva incansable, dispuesta a seguir aumentando las cifras de muertes y de terror. No. Desde años atrás pero sobre todo en la historia reciente, el Estado, en ningún nivel ya no es el gran protector, sino al contrario, jugó a traición y en nombre de la democracia nos grita ¡arriba las manos! "Si no puedes con el enemigo, únete a él" pudo concluir y así lo hizo, sin pensarla dos veces. El mal nos tiene a su merced y a tiro de piedra. Cuánto riesgo y sin mucho por hacer porque es su ofensiva, estamos en clara, muy clara desventaja. Mírenlos: ahí vienen, son insaciables. Así no se puede. Defienden dos, atacan cuatro. Y aún hay más. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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