Por Miguel Ángel Avilés
Esta frase sugiere la idea de que nadie tiene la verdad absoluta, y que es importante que se tenga la disponibilidad y voluntad de aprender, así como de adquirir nuevos saberes. En resumen, así es interpretada la frase de Sócrates que todo mundo citamos pero muy poco la entienden. Me incluyo entre estos últimos. Lo que yo creo es que el hijo de Don Sofronisco y Doña Fainarate, más que andar acuñando frasecitas, en realidad lo que buscaba era hacerle creer al mundo entero y dejar constancia de que lo de su erudición filosófica era mentira y que, desde ese momento en adelante, cualquiera que viniera con él a preguntarle algo, se llevará un fiasco. Mi teoría es que este pobre hombre, formado en la educación tradicional como literatura, música, gimnasia y más tarde familiarizado con la dialéctica y la retórica de los sofistas, terminó harto de ver como en la práctica a los que más se les cargaba la mano a la hora de encomendar trabajo o una chamba o una tarea o la elaboración de un escrito o el hacer tal o cual diligencia, era a los que más sabían - en cuanto a conocimientos, fuese en la teoría o fuese en la práctica-. Mientras tanto, los que tenia fama de inutil y buenos para nada, jamás se le requería pues era obvio que no sacarían a una gallina de un garbanzal, pero aquí radicaba la trampa que observó Don Socrates ya que en lugar de premiarse el saber, la que salía ganando y era recompensada,era la ignorancia. Por esa razón Sócrates insiste en que él no sabe nada, y que solo pretende poner a prueba el saber que los demás dicen tener. Mira pues, según mi aguda teoría entonces, él hace un alto en su afán de cultivarse y manteniéndose en un bajo perfil, le da por averiguar si esos que se jactan de muy sabiondos, en realidad lo eran o a la mera hora resultaban ser puros pájaros nalgones. Para esto, platicó con distintas personas que tenían fama de ser muy sabias y lo que descubrió fue que en realidad no lo eran. Creían saber muchas cosas, pero en el fondo no sabían nada. Ahí se dio cuenta de que el oráculo tenía razón. Sócrates era el más sabio porque lo único que sabía era que no sabía nada”. Además se percató de que si le daba por demostrar sus capacidades, no se quitaría de encima a todos, sobreexplotando su trabajo intelectual, porque en otra parte estaba el que en realidad no sabía nada, pero, lejos de estar sufriendo por ser un unútil, gozaba de lo lindo y no había quien lo molestara pa’ pedirle tal o cual trabajo o proyecto, so pena que tuviera como resultado un auténtico fracaso. Si bien Don Sócrates ya no se encuentra entre nosotros ,su herencia vista hoy como dicho, de la cual saque esta teoría, es un asunto que merece estudiarse más allá de lo filosófico , por parte de la sociedad actual, de lo contrario, seremos cómplices de este mundo al revés, en donde el que muestra diversas habilidades se le vé cansado y con pocas ganas de seguir produciendo, en tanto que el neófito en todo, se la pasa sin que se le pida hacer algo, cachetonamente. No se vale. Pero aunque no se valga, esto sigue prevaleciendo ,sobre todo en el sector público en donde el jefe superior, por ejemplo, tiene muy claro quién le sirve o no, quien tiene iniciativa o no, quien dará un plus cada que lo ocupe o no, quien es creativo o no, quien lo saca del atolladero o no. Es así como uno de ellos le saca la chamba, y el otro anda por ahí, deambulando en los pasillos, sin ningún pudor, o haciendo como que hace algo, esperando nada más que le den las tres, para irse más descansado que como llegó. No suele darles vergüenza, son atenidos y comodinos. El no saber hacer nada,ni aprender nada, fue lo más que aportó a su vida. En cambio el otro, ese que siempre estuvo dispuesto a dar todo y aprender lo más, llega a colmarse un dia al ver que eso dones no son lo mejor recompensados ni se le paga en forma proporcional a todo lo que da, y una tarde de viernes, harto de estar harto, termina por gritar socraticamente: "YO SOLO SÉ QUE NO SE NADA" Y ahí se la echan, los que "saben".
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Por Miguel Ángel Avilés
Cuando se realizaron las festividades para celebrar los doscientos años del inicio de la lucha armada por la Independencia, algunos hechos supuestamente ocurridos en aquellas fechas que nos habían contado en la escuela como irrefutables se pusieron en duda o fueron desmentidos por un buen número de investigadores. Después de eso, al menos en mi, todo se volvió confusión y, ahora, para serles franco, si un día un extranjero, un alumno, o un nieto, quieren que yo les cuente esa parte de la historia de mi patria, no sabré decirles, a ciencia cierta, qué pasó. No sé si lo tenían ya planeado o fue una manera de boicotear el orgullo nacional, pero si querían arruinar el momento histórico, desde aquí les digo que pueden sentirse muy contentos porque lo lograron. No exagero, pues todo lo que a lo largo de muchísimos años nos habían impuesto digamos como un dogma, en un dos por tres se volvía una mentira, una teatralidad romantizada, una película oficial con lo cual no habían tenido emocionados, haciendo de nosotros unos devotos, unos feligreses, unos, unos verdaderos groupie de una lista de personajes cuyo arrojo eran un ejemplo para chicos y grandes, al grado tal que más de uno los tomó como referencia para llegar a ser como ellos, y hasta se vistieron para un festival o para un desfile, llenos de contento y de felicidad. Como decir Rubén Olivares en la Bondojito,o Fernando Valenzuela en Etchohuaquila o Rodolfo Guzmán Huerta en Tulancingo Hidalgo, o el nombre de este columnista en toda sudcaliforniana, así con esa pleitesía acogíamos en el salón de clases a tales héroes y heroínas que nos dieron patria. Cómo decir San Martin de Porres, San Judas Tadeo, San Pascual Bailón o San Francisco de Padua, así mero, con esa veneración íbamos por las estampitas a la papelería en busca de José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez o cualquiera del padrón de esta insurgencia, para dibujar a modelo dado sus caras aunque al final ninguno se parecía al real, o transcribir su biografía que venía al reverso y luego pegar su figura en una cartulina blanca, lo más pulcra posible y lucirte frente al profesor o la profesora el lunes siguiente que esperaba la tarea a cambio de merecer algunos un diez, otros un ocho, otros un cinco, una regañada, una tache o un coscorrón. Eran épocas en donde todos y todas querían ser exitosos y había una batalla a muerte entre niños y niñas liberales contra niños y niñas conservadores , gritándose de banco a banco “Lero, lero, maromero” o candelero, ya ni sé. Pero de pronto, cuando más los idolatrábamos, pues resulta que dijo mi mamá que siempre no y de repente, justo al cuamplirse esos doscientos años, cuya efemérides, por cierto, también fue puesta en duda, llegaron esos aguafiestas a decirnos que Miguel Hidalgo no era solo un inmaculado, un impoluto sacerdote, reconocido como el artífice del movimiento de Independencia en México, sino que tambien tenia un lado profano, avalado por historiadores, "donde el centro de sus intereses está en el juego, las tertulias y las fiestas". ¡Válgame el señor! Quesque eso del celibato nomas no era lo suyo, que por ahí tenia mas de un hijo, que le encantaban los gallos ( de pelea) y los otros, que le entendía muy bien a la baraja y en particular a la malilla y otras aficiones de relajada moral , por lo que ya no sabe uno si me están hablando de él o de Juan Charrasqueado o Martin Estrada Contreras, un tahur profesional. Para no alargarme mucho , resulta que por arte de magia, de acuerdo a los modernos revisionistas, el sábado 15 de septiembre de 1810, a las 11 de la noche, no ocurrió nada, absolutamente nada. Que el virreinato durmió tranquilamente y en su mayor parte tuvo un plácido domingo 16. Los únicos nerviositos fueron los conjurados de Querétaro. Pero el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, no tañó la campana ni llamó “a coger gachupines” a las estrafalarias 11 de la noche. ¡Nada de eso! Lo cierto, dicen, es que Don Miguelito, prudentemente, llamó a misa de siete o de ocho porque era domingo y muchos rancheros llegaban de las cercanías para cumplir el mandamiento de oír misa, y de paso ir al mercado, comprar y vender. Pero ya que había logrado el acarreo, y teniendo el atrio lleno, el cura les pidió que fueran por palos, machetes, resorteras, piedras, chacos, manoplas y lo que hallaren. Fue como inició una revuelta que duró apenas diez meses, no se extendió más allá del reducido triángulo que forman Querétaro, Guadalajara y las cercanías de la ciudad de México, pero le enajenó a Hidalgo todas las simpatías de los independentistas a causa de su desbordado pillaje y sus crímenes contra no combatientes. Es decir, ya encarrerado el gato, no le importó el ratón y entonces dijo "de aquí soy ". A partir de ahí vienen las dudas o la cizaña de los historiadores: que no se sabe , bien a bien quienes eran los cabecillas de esa extraña asonada; que uno punto de debate entre historiadores ha sido establecer qué fregados dijo Hidalgo en su "Grito de Dolores". Hay muchas versiones apoyadas en documentos que se escribieron después de ese acontecimiento, pues en ese rato no hubo un registro documental de sus palabras exactas dichas ante el pueblo en Dolores, ni había una cámara oculta que los pudiera cachar en la movida. Por si fuera poco, nos sobran las versiones sobre lo que gritó y a quien gritó esa noche don Miguel: "¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!" (obispo Manuel Abad y Queipo). "¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!" (fray Diego Bringas). "¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!" (Lucas Alamán). Tras sus investigaciones, Herrejón echa por tierra que Hidalgo se haya referido a la Virgen de Guadalupe o al rey Fernando VII en su grito ante la multitud. Y cita (como yo cito al que cita esto) al capitán independentista Juan Aldama, un testigo del "Grito de Dolores", al indicar cuál fue el verbobque Hidalgo habría dicho esa madrugada: "Hijos, ayúdenme a defender la patria. ¡Se acabó la opresión, se acabaron los tributos! El que me siga a caballo tendrá 1 peso. Y el que me siga a pie, 4 reales". Una parte de la confusión, explica, se da debido a que Hidalgo dio tres discursos ante grupos de seguidores ese día. En el primero, previo al famoso "Grito", fue cuando se refirió a la Virgen de Guadalupe. Aquí nace otra duda y tiene que ver si tenía o no un estandarte de la virgen en la mano. Al respecto, en ilustraciones, dibujos, retratos hablados y murales, el susodicho cura, ha sido pintado luciendo un estandarte de la Virgen de Guadalupe. "Sin embargo, el día del "Grito de Dolores" no sacó a relucir su icónico estandarte rectangular, sino que fue durante las primeras horas de su marcha por la independencia", jura otro investigador. "A las pocas horas del Grito, cuando pasan por el santuario de Atotonilco, ahí sí el cura Hidalgo entra a la sacristía y toma un estandarte de la Virgen de Guadalupe", refiere, de nuevo, el historiador Herrejón. Yo ya no sé a quién creerle. Tampoco sé si al hacer la ceremonia del grito en cada palacio de gobierno de cada estado sea el más fiel homenaje a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, y compañia o a la próxima debamos gritar ¡viva México ! en una cantina, en un palenque o en table dance. Ya no sé. Pero si de lo que aquí se trata y a esas vamos, de aventurarnos cada quien en especular sobre lo que pudo haber pasado aquella gloriosa noche, aquí está mi aportación y ahi nos vemos: Creo que un dia como hoy pero de 1810, en un casa de Dolores, ubicada en la intendencia de Guanajuato, actualmente Dolores Hidalgo, Gto, daba inicio la party organizada por un media docena de adultos mayores quienes, luego de ponerse hasta las manitas y habiéndose acabado los pomos, salieron en busca de un aguaje, en que Don Oxxo , el tendero del pueblo pero, ya de regreso, uno de ellos, que se parecía al Loco Valdez, y andaba bien ondeado, se metió a una iglesia, pensando que era el único bar que encontraban abierto pero, decepcionado, ya de muy mala copa, sacó el cuadro de una virgen grandota y quitándose la camisa, como si un aficionado se quitara playera del Tri empezó a menearlas, al tiempo que le gritaba vivas a México y les mentaba la madre a todos los que se le venían a la memoria, lo cual fue festejado por el resto de la banda. Luego, como batucada, se fueron marchando con rumbo desconocido, sin saber bien a bien hasta dónde fueron a parar, ya los historiadores, al respecto, siguen, los muy indecisos, sin ponerse aún de acuerdo. Por Miguel Ángel Avilés
Según este dicho, y de acuerdo al significado que me estoy plagiando, cada uno debe ocuparse de sus asuntos, de su profesión y opinar sólo de lo que entiende, evitando meterse en lo que no le afecta ni entiende… Ni más ni menos. Habrá otras pero con esta explicación me quedo. Pero esto no es suficiente. De lo que se trata, más bien ,es que con ella también se quedarán, la entendieran pero sobre todo que la practicarán los y las que desobedecen, desacatan esta máxima y ahí andan inmiscuyéndose, muy expertos, en todo, menos en lo que saben. Claro, si es que algo saben. Y opinan con admirable suficiencia, convencidos de que saben, de que en tal o cual tema, nadie les gana, por más que sea notoria su ignorancia o revele muchas carencias. Les aseguro que ya pensaron en alguien. Calma. Ahorita vamos con los ejemplos. Mientras, un poco de historia: Atribuido al pintor griego Apeles se cuenta la leyenda que este refrán, apotegma, máxima, aforismo o adagio, viene del siglo IV AC, y se lo debemos al pintor griego Apeles. Él era de los más afamados de la Edad Antigua y un día, supongo que luego de una rigurosa encuesta casa por casa, fue el elegido por Alejandro Magno para perpetuar su imagen. Conociendo el tamaño del ego que caracterizaba a "El Grande" como.le decían a don Alex,quien por cierto, se parecía mucho a Enrique Borja, un día, Apeles- digamos que un sábado como a las diez de la mañana pero bien crudo - se puso a pintar un retrato y lo expuso en la plaza pública. Un metiche zapatero pasó por allí, lo miró, y criticó duramente la forma de las sandalias en la pintura. “¡En tu cara te lo digo, Apeles!”, fanfarroneo el entrometido Y sí se lo dijo. Al reconocer su descuido el pintor, con mucha humildad , volvió a su estudio con el retrato, no sin antes pasar por un clamato preparado y corrigió el detalle de las sandalias... Luego, Apeles lo colocó de nuevo en la plaza. El terco zapatero volvió a pasar, vio que se le había hecho caso, y eso lo envalentonó, al punto de creerse con autoridad para criticar otros aspectos de la obra. Se la creyó, pues. ¡Y entró a opinar! Pero como ignoraba en su totalidad el arte de la pintura, a este se le acabaron los argumentos y empezó a decir una cadena de babosadas, sin parar. Hasta que Apeles, ya harto, le paró los tacos, sugieriéndole: -"Zapatero, no juzgues más allá de tus zapatos..." “¿Zapatos? ¡Se llaman sandalias, ignorante!” –seguramente le gritó el zapatero sabihondo al pintor genial. Y seguramente mantuvo la” crítica “en voz alta, para que lo escucharan los demás. Nomás que retroalimentación ya no había, solo estridencia . Mientras tanto Apeles lo dejó hablando solo y pudo volver a su estudio a seguir pintando, tranquilo, sin darse cuenta que acababa de acuñar un refrán que se mantiene vivo hasta la fecha. “Ne supra crepidam sutor judicaret», es decir «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias». Yo no sé si el zapatero tuvo la desfachatez de seguir opinando o mejor se fue de ahí , dándose cuenta que estaba hablando demás, sobre lo que no sabía y nunca más se le vio aparecer en público. No sé. El punto es que ahí no acabó este mal sino que se expandió por el mundo entero y ahora tenemos que soportar a esos que sin ser doctores, confrontan al doctor y casi terminan recetándoles ellos a él. Lo mismo pasa en el terreno de la abogacía en donde alguien te pide una asesoría, digamos al encontrarte en una reunión familiar, en una carne asada, en el mercado, y antes que respondas, no falta quien, siendo mecánico, agrónomo, dentista o contador, te arrebate la palabra y se suelte disertando , con mucha seguridad, con respecto a lo preguntado, no importándole si sabe lo mínimo o peor aún, no sabe nada. Estos últimos, los contadores, son los más propensos a invadir, con su aparente sabiduría jurídica, los terrenos del profesionista del derecho. Obvio, no son todos, pero en algunos casos, en el pecado llevan la penitencia y quien paga el pato de su atrevimiento, es el cliente. También sucede con los doctores, los cuales son víctimas de la competencia de quienes , habiendo vivido en carne propia dos o tres enfermedades, ya rivaliza con aquellos al momento de dar un diagnóstico o decir que se toma y que no. Todavía van más allá: se aprenden los nombres de los medicamentos, como si fueran canciones o las capitales de todos los países del mundo. Solo están esperando un quejido, la confesión de un dolor ,o el mínimo síntoma para sentenciar que es lo que tiene su interlocutor y ya entrados, también le incluye, sin costo alguno, lo que se habrá de tomar. Lo que era una reunión para jugar canasta, tomar café, o disfrutar de un ceviche dominguero, se vuelve, de pronto, en un congreso de representantes médicos, en un módulo de las farmacias similares o una estación de la cruz roja. Si acaso está presente un médico, regularmente nunca habla. Porque no quiso o porque, de plano, no lo dejaron hablar. Pasa igual en algunos oficios. Su fuerte es la repostería, no sabe tanto sobre mecánica pero ahí está con el cofre levantado toda la tarde como haciéndole algo pero haciendo nada. A su vez, el chofer de autobus medio aprendió a cocinar pero en cada terminal, está dale que dale, metiendo su cuchara, queriendo decir a una doñita como rebanar el birote para las tortas, aunque esta lleve años haciéndolo. Pero hay dos oficios que, por necesidad o por ambición, se llevan las palmas, en esto de ser invadidos por sujetos que si fueran conscientes de su atrevimiento, se irían tan rápido como llegaron o ni lo intentarían. Me refiero a los que ,de pronto se meten de taqueros, al ver la prosperidad del maistro de la esquina, pero a las tres semanas se dan cuenta que no era lo suyo y dejan todo tirado y a los improvisados conductores de uber, esos que por ganarse unos pesos extra se suben al carro asumiendose como el heredero del Checo Perez, que según conocen la ciudad como la palma de su mano, pero al momento de probar su destreza, si le señalan como destino una ubicación en el norte, agarran para el sur y si es para este lado, agarran para el norte. No, así no se puede. Zapatero a tus zapatos, o como haya dicho Apeles o como se llamara ese pintor. Es más: hasta en el narcotráfico debería existir un control de calidad para evitar que llegue a este globalizado negocio cualquier hijo de vecino o cualquier villamelón. Porque si no lo previenen a tiempo, cuidado,pudiera llegar alguien como ese experto en el calzado que incidió para tan popular refrán y puede acabar con cárteles enteros. Sí, puede que sea un erudito en física nuclear pero nada fácil le resultará andar de burrero cruzando esa maldita hierba para el otro lado. Sí, es el más cotizado matancero de la comarca, pero eso no le alcanza, ni es una garantía para que quiera dar consejos de cómo descuartizar a un cristiano o hacerle al pozolero. Sí, trabaja en un rancho cinegético críando diferentes animales para luego vender permisos para cazarlos, pero de eso a que en una borrachera presuma que puede emplearse también como sicario el día que así le digan, sí que hay mucha mucha distancia. Sí, pero no. No, pero sí. Tan fácil que es: Zapatero a tus zapatos y ya. Por Miguel Ángel Avilés
Me queda claro que este día ignoro muchas cosas, pero ayer sabía menos. Eso es el aprendizaje, es decir ,ese tiempo ,ese transcurrir del tiempo durante el cual vamos adquiriendo conocimiento de algo por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia, en especial de los conocimientos necesarios para aprender algún arte, un oficio, una profesión o que vaya surgiendo de la vida misma. El aprendizaje entonces, es ese tiempo que nos tardamos en aprender algo. "Todos nosotros sabemos algo, todos nosotros ignoramos algo, por eso aprendemos siempre” dijo Paulito Freire y tenía mucha razón. Él, por ejemplo, bien sabemos, era una inminencia, una chucha cuerera en cuestiones de pedagogía y filosofía, pero a lo mejor era un neófito o un sirve pa’ nada en el arte de cocinar o rasurarse. Sin embargo, siguiendo su teoría, si él hubiera querido y se aplica, con lo trucha que era, más temprano que nunca, se vuelve un experto en hacer la barba o de la noche a la mañana, aparece como un gran chef y nos presume, como su especialidad, unos huevos estrellados bien bonitos. Subrayo: "si él hubiera querido" ya que, para mí, lo reprochable no es que alguien no sepa, sino que no quiera aprender. Esto último si se me hace gacho. Pero más se me hace si con esa ignorancia no reconocida, te subas al púlpito del autoengaño y, desde ahí verborreas sobre un montón de temas, sean de carácter privado y más que nada públicos, evidenciándote como un profano de todo, experto en casi nada, pero si astuto para engañar a incautos que, en un descuido, puede que tengan un IQ inferior al suyo. Ni modo, hay maderas que, de plano, nunca agarran el barniz. Nada como decir que sobre tal o cual tema no sabemos ni un carajo, pero entiendo que eso de reconocerlo no es sencillo sobre todo si tienes frente a ti a una sociedad que no te perdona un error o una falta de experiencia sobre algo que te pidió solucionarle y tú caes en esa trampa, haciéndote pasar como un todólogo ,así sea a costa de memorables osos que a la postre, ya cuando te cae el veinte de lo que llevaste a cabo para no declararte confeso de un noviciado o de un inexperto que comete pifias y tonterías al por mayor. Para mayor entendimiento, paso a contarles lo que les sucedió a dos inquietos estudiantes que, llenos de ansiedad profesional, querían incursionar ya en el campo del litigio o llevar asuntos y aun sin que fuera el momento de cumplir con su servicio social en la carrera , pidieron a los encargados de esa área que les asignaran el expediente de algún usuario para ponerse manos a la obra y demostrarle al universo entero que estábamos preparados para atender desde el más simple conflicto legal hasta ese que vivía en esos días, en carne propia Caro Quintero en el caso Camarena o el Negro Durazo contra el implacable estado mexicano o el ministro Ernesto Diez Infante quien fue separado de su cargo, al protagonizar, hace tres décadas, el caso de corrupción al más alto nivel en el Poder Judicial por liberar al asesino de una niña en Acapulco, Guerrero y ser acusado de soborno de quinientos mil dolarucos. Convencidos de que nuestro intelecto no estaba siendo desperdiciado, mi hoy compadre, un abogado de incuestionables conocimientos jurídicos sobre todo en materia constitucional, entre otras cosas y yo, aceptamos atender a una doñita cuyo problema radicaba en que un abusivo inquilino no le pagaba las rentas y de paso no le entregaba el inmueble. _ “Si van a la casa, no lo van a encontrar. Donde pueden buscarlo, es en la plaza de la uní, ahí tiene una carreta de hot dog" nos dijo. Pardeando la tarde, ahí mismo estábamos y el señor también. De acuerdo a lo que vimos encima del carrito, estaba claro que el hombre le sabía al negocio: había de todo y olía muy bien (lo cocinado, no el maistro). En cambio nosotros, en materia de arrendamiento y desahucios, a reserva de lo que diga mi compadre, no sabíamos absolutamente nada. Pudimos verbearlo con alguna palabra rara pero apantalladora, pudimos repetirle lo que habían macheteado la semana anterior para un examen de derecho civil, pudimos decirle que si no se iba, caería todo el peso de la ley sobre él, pudimos amenazarlo con floridas palabras como lo hacía una amiga en La Paz cuando hacía sus pininos como litigante. Vaya usted a saber. Lo cierto es que aquel hombre se acalambró y casi pidiendo clemencia, nos juró - y cumplió - que al día siguiente o si se podía esa noche, entregaba la casa y tan tan, asunto arreglado. Enseguida, como haciendo una tregua o a modo de bandera de rendición, nos preguntó: _¿No quieren uno ?, y volteo las salchichas con tocino que se doraban en la grasa, antes de echarlas a una ollita. _ ¡Sobres! dijimos al unísono mi compadre y yo, sin quitarle el guante de la cara, para que viera que con la justicia no se jugaba. Dos con todo nos zampamos cada uno, mientras que el señor justificaba, tembloroso, el por qué no se había salido pero sin excusas lo haría mañana a primera hora. Recuerdo que le respondimos, acaso, con sonidos guturales pues teníamos la boca llena y el dogo iba apenas a la mitad y no obstante, él nos agradecía tanta comprensión. Sobre la misión que nos tenía ahí, no sabíamos nada de nada, pero el moroso sabía menos. Esa fue la clave. En cuestiones de perros calientes él era un experto y nosotros nomás sabíamos devorarlos. Sabíamos y no. Sabía y no. En otra ocasión, fuimos voluntariosos al domicilio de una señora que vivía en la colonia El Ranchito y deseaba regularizar su terreno que poseía desde hacía muchos años. Era verano, estoy seguro porque llegamos al lugar al mediodía y a los cinco minutos ya le estábamos pidiendo agua a la doñita. Ella pudo haber querido una prescripción positiva, un declarativo de propiedad, concluyó, pero sus abogados lo que deseaban era un suero y una iluminación de Dios que nos dijera qué demonios teníamos que hacer como abogados para resolverle su problema. Lo único que hicimos fue pedirle a la señora una cinta y en ese terreno a desnivel nos pusimos a medir lo largo y lo ancho como si fuéramos aplicados ingenieros o topógrafos, sin tener maldita idea que haríamos después con esos datos. Nos retiramos de ahí, dejando a nuestra "cliente " muy contenta e ilusionada ya que por fin pondría en regla su patrimonio. Pero jamás volvimos a saber de ella. Ese es el punto: hablar y hablar sin un sonrojo en los cachetes, de lo que no se sabe y continuar por la vida muy tranquilo. El episodio estudiantil nos sigue causando risa, pero admitiendo que no sabíamos nada y menos supimos si esa cena a costillas del arrendatario fue un soborno o el pago adelantado de gastos y costas. Éramos ignorantes o no contábamos las tablas suficientes para estar al frente de un reto así y darle solución, pero lo admitíamos. Que pena. En nombre de esa dupla, les pido perdón a todos. En nombre mío, cuantimás. Porque hay que tener la responsabilidad, la valentía, el cinismo, la humildad de admitir que no sabíamos( tanto) y que existen momentos que hay que confesar que en tal reto profesional o cotidiano no estamos preparados al cien y más vale dar un paso al costado antes que poner en riesgo algo o alguien por andar de atrevidos o macizos. Digo: para que no les pase lo que hace poquito le pasaba a un compañero, quien por más que se le advirtió lo que le podía suceder en esa audiencia , no hizo caso y en su pecado llevó la penitencia. Para no evidenciarlo más, diré nomas, en sentido figurado que la cara de su rival quedó intacta, en tanto que la de él quedó peor que la de Oscar Valdez en su más reciente pelea. Pese a eso, ni se inmutó. “No soy Dios“ se limitó a decir y se fue con el sol cuando moría la audiencia. Así, ni como ayudarle. Bien pudo haberse sometido a esa máxima que equilibra la autoestima con sensatez: “para algunas cosas soy el más buey, pero en otras nadie me gana”. Digo yo. Porque luego se hace costumbre y se vuelve contagioso. Eso es grave, muy grave, ya que a pesar de mostrar tu ignorancia frente a miles de gente, ni te inmutas ni se inmutan los engañados, porque es tanto el ego de uno y la complacencia de los otros que ya no se sabe dónde empieza ni en donde termina este vanguardista juego del engaño. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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