Por Miguel Ángel Avilés
Según este dicho, y de acuerdo al significado que me estoy plagiando, cada uno debe ocuparse de sus asuntos, de su profesión y opinar sólo de lo que entiende, evitando meterse en lo que no le afecta ni entiende… Ni más ni menos. Habrá otras pero con esta explicación me quedo. Pero esto no es suficiente. De lo que se trata, más bien ,es que con ella también se quedarán, la entendieran pero sobre todo que la practicarán los y las que desobedecen, desacatan esta máxima y ahí andan inmiscuyéndose, muy expertos, en todo, menos en lo que saben. Claro, si es que algo saben. Y opinan con admirable suficiencia, convencidos de que saben, de que en tal o cual tema, nadie les gana, por más que sea notoria su ignorancia o revele muchas carencias. Les aseguro que ya pensaron en alguien. Calma. Ahorita vamos con los ejemplos. Mientras, un poco de historia: Atribuido al pintor griego Apeles se cuenta la leyenda que este refrán, apotegma, máxima, aforismo o adagio, viene del siglo IV AC, y se lo debemos al pintor griego Apeles. Él era de los más afamados de la Edad Antigua y un día, supongo que luego de una rigurosa encuesta casa por casa, fue el elegido por Alejandro Magno para perpetuar su imagen. Conociendo el tamaño del ego que caracterizaba a "El Grande" como.le decían a don Alex,quien por cierto, se parecía mucho a Enrique Borja, un día, Apeles- digamos que un sábado como a las diez de la mañana pero bien crudo - se puso a pintar un retrato y lo expuso en la plaza pública. Un metiche zapatero pasó por allí, lo miró, y criticó duramente la forma de las sandalias en la pintura. “¡En tu cara te lo digo, Apeles!”, fanfarroneo el entrometido Y sí se lo dijo. Al reconocer su descuido el pintor, con mucha humildad , volvió a su estudio con el retrato, no sin antes pasar por un clamato preparado y corrigió el detalle de las sandalias... Luego, Apeles lo colocó de nuevo en la plaza. El terco zapatero volvió a pasar, vio que se le había hecho caso, y eso lo envalentonó, al punto de creerse con autoridad para criticar otros aspectos de la obra. Se la creyó, pues. ¡Y entró a opinar! Pero como ignoraba en su totalidad el arte de la pintura, a este se le acabaron los argumentos y empezó a decir una cadena de babosadas, sin parar. Hasta que Apeles, ya harto, le paró los tacos, sugieriéndole: -"Zapatero, no juzgues más allá de tus zapatos..." “¿Zapatos? ¡Se llaman sandalias, ignorante!” –seguramente le gritó el zapatero sabihondo al pintor genial. Y seguramente mantuvo la” crítica “en voz alta, para que lo escucharan los demás. Nomás que retroalimentación ya no había, solo estridencia . Mientras tanto Apeles lo dejó hablando solo y pudo volver a su estudio a seguir pintando, tranquilo, sin darse cuenta que acababa de acuñar un refrán que se mantiene vivo hasta la fecha. “Ne supra crepidam sutor judicaret», es decir «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias». Yo no sé si el zapatero tuvo la desfachatez de seguir opinando o mejor se fue de ahí , dándose cuenta que estaba hablando demás, sobre lo que no sabía y nunca más se le vio aparecer en público. No sé. El punto es que ahí no acabó este mal sino que se expandió por el mundo entero y ahora tenemos que soportar a esos que sin ser doctores, confrontan al doctor y casi terminan recetándoles ellos a él. Lo mismo pasa en el terreno de la abogacía en donde alguien te pide una asesoría, digamos al encontrarte en una reunión familiar, en una carne asada, en el mercado, y antes que respondas, no falta quien, siendo mecánico, agrónomo, dentista o contador, te arrebate la palabra y se suelte disertando , con mucha seguridad, con respecto a lo preguntado, no importándole si sabe lo mínimo o peor aún, no sabe nada. Estos últimos, los contadores, son los más propensos a invadir, con su aparente sabiduría jurídica, los terrenos del profesionista del derecho. Obvio, no son todos, pero en algunos casos, en el pecado llevan la penitencia y quien paga el pato de su atrevimiento, es el cliente. También sucede con los doctores, los cuales son víctimas de la competencia de quienes , habiendo vivido en carne propia dos o tres enfermedades, ya rivaliza con aquellos al momento de dar un diagnóstico o decir que se toma y que no. Todavía van más allá: se aprenden los nombres de los medicamentos, como si fueran canciones o las capitales de todos los países del mundo. Solo están esperando un quejido, la confesión de un dolor ,o el mínimo síntoma para sentenciar que es lo que tiene su interlocutor y ya entrados, también le incluye, sin costo alguno, lo que se habrá de tomar. Lo que era una reunión para jugar canasta, tomar café, o disfrutar de un ceviche dominguero, se vuelve, de pronto, en un congreso de representantes médicos, en un módulo de las farmacias similares o una estación de la cruz roja. Si acaso está presente un médico, regularmente nunca habla. Porque no quiso o porque, de plano, no lo dejaron hablar. Pasa igual en algunos oficios. Su fuerte es la repostería, no sabe tanto sobre mecánica pero ahí está con el cofre levantado toda la tarde como haciéndole algo pero haciendo nada. A su vez, el chofer de autobus medio aprendió a cocinar pero en cada terminal, está dale que dale, metiendo su cuchara, queriendo decir a una doñita como rebanar el birote para las tortas, aunque esta lleve años haciéndolo. Pero hay dos oficios que, por necesidad o por ambición, se llevan las palmas, en esto de ser invadidos por sujetos que si fueran conscientes de su atrevimiento, se irían tan rápido como llegaron o ni lo intentarían. Me refiero a los que ,de pronto se meten de taqueros, al ver la prosperidad del maistro de la esquina, pero a las tres semanas se dan cuenta que no era lo suyo y dejan todo tirado y a los improvisados conductores de uber, esos que por ganarse unos pesos extra se suben al carro asumiendose como el heredero del Checo Perez, que según conocen la ciudad como la palma de su mano, pero al momento de probar su destreza, si le señalan como destino una ubicación en el norte, agarran para el sur y si es para este lado, agarran para el norte. No, así no se puede. Zapatero a tus zapatos, o como haya dicho Apeles o como se llamara ese pintor. Es más: hasta en el narcotráfico debería existir un control de calidad para evitar que llegue a este globalizado negocio cualquier hijo de vecino o cualquier villamelón. Porque si no lo previenen a tiempo, cuidado,pudiera llegar alguien como ese experto en el calzado que incidió para tan popular refrán y puede acabar con cárteles enteros. Sí, puede que sea un erudito en física nuclear pero nada fácil le resultará andar de burrero cruzando esa maldita hierba para el otro lado. Sí, es el más cotizado matancero de la comarca, pero eso no le alcanza, ni es una garantía para que quiera dar consejos de cómo descuartizar a un cristiano o hacerle al pozolero. Sí, trabaja en un rancho cinegético críando diferentes animales para luego vender permisos para cazarlos, pero de eso a que en una borrachera presuma que puede emplearse también como sicario el día que así le digan, sí que hay mucha mucha distancia. Sí, pero no. No, pero sí. Tan fácil que es: Zapatero a tus zapatos y ya.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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