Por Miguel Ángel Avilés
Si he de ponerme sangrón, empezaré diciendo que estos conceptos son las dos caras opuestas de una sola moneda, el día y la noche, el sí y el no, de quien siendo la nada, terminó por serlo todo con respecto a quien nunca fue más allá en su vida de responsabilidades porque así supo que se podía vivir de los demás o porque, definitivamente, le dio cus cus. La cultura del esfuerzo supone que las cosas, objetivos o metas se consiguen esforzándose y trabajando. No hay de otra. Esto no es una fórmula, más bien es la realidad. Así debería ser en todos los casos. Por ser lo más justo, creo yo. Tanta gente hay que únicamente de esta manera ha conseguido lo que tiene. Tanta la hay, también, que se apropia de este discurso y, como si en este México de mis amores se le estuviera negada la participación política a los que nacieron en buena cuna, algunos la agarran en el aire, sabiendo que esto vende, fingen ser hijos de esa cultura del esfuerzo y en un parpadear de ojos, ya son presidentes. Neta. Y para mejor ejemplo, ahí tenemos Ernesto Zedillo quien, en su campaña, a la que le precedió un magnicidio, usó este slogan. Neta. ¿o quise decir Neto? Ya no sé. Lo cierto es que él se vendió frente al electorado como quien venía desde lo más bajo de los extractos sociales y gracias a su tenacidad, su perseverancia, su resiliencia ante los difíciles momentos, había llegado donde estaba y merecía, por ello, el reconocimiento popular mediante el voto. Como si fuera un requisito para cualquier candidato: "el aspirante se tendrá ofertar siempre como un menesteroso y por nada del mundo podrá decir que jamás batalló con nada" La cultura del esfuerzo nos enseña a ser adaptativos, a asumir compromisos y responsabilidades, a tomar los resbalones de forma positiva y, y por supuesto favorece el desarrollo de la personalidad. Eso dicen y por tanto quienes conforman el padrón de estos hombres y mujeres especiales tienen ganado el cielo por no claudicar al momento de echarle ganitas en cada uno de los peldaños que iban subiendo. Si me pongo muy dramático, lloraré. Me cae que sí lloraré. Y es que no deja de ser admirable o conmovedor lo que hace gente como esta, la verdadera, porque también merecen desaprobación o abucheo todas aquellas personas que se asumen como tal nada más para sacar raja de su victimización, cuando bien se sabe que eso de luchar a contracorriente durante su vida, no fue tanta y si lo fue, no garantizaba que fuese una persona buena. Además, la palabra esfuerzo tiene diferentes significados según algunos estudios del tema Para tal o cual, es sinónimo de conseguir resultados y cumplir objetivos. Pero para otras, significa cansancio y agotamiento, estar harto de tanto, a punto de gritar que paren al mundo porque se quieren bajar. En el otro frente de batalla, a modo de antítesis, tenemos a los que padecen el Síndrome de Peter Pan. Esto se refiere a cierta manifestación de personalidad de algunos adultos que se comportan como niños o adolescentes sin ser capaces de tomar la responsabilidad de sus actos y la vida adulta. Así se caracterizan: Se niegan a crecer, son preponderantemente inmaduros emocionalmente, con una fuerte inseguridad y un gran temor a no ser queridos y aceptados por los demás. Es más frecuente en varones que en mujeres. Suelen comportarse como niños cuando su edad real es considerada la de un adulto (superior a los 30). Se siente muy atraído por la juventud (idealiza la infancia y la adolescencia). Tienen miedo a la soledad. Padecen mucha inseguridad y baja autoestima. Tienen necesidad de la atención de quien le rodea. Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar con poca tolerancia a la frustración. Se muestran centrados en sí mismos y en sus problemas, sin preocuparse por quien les rodea. Sienten insatisfacción constante con lo que tiene, desea tenerlo todo sin ningún esfuerzo. Considera el compromiso como un obstáculo a la libertad. No se responsabilizan de sus actos y culpan a los demás por lo que no le va bien. Mienten o se esconden detrás de excusas. Y en un parpadeo también llegan a ser presidentes. Aquí sí les debo el ejemplo.
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Por Miguel Ángel Avilés
“Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas”. (Hannah Arendt, escritora y teórica política alemana,) Fue Gabriel García Márquez quien, en Cien años de soledad, dijo que el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. El mundo ya no es así y, sin embargo, ocupamos de alguien que de tantas palabras que hay en la tómbola de nuestro lenguaje, tenga la habilidad de sacar la más oportuna, la precisa, la que sitúa al lector en el lugar de los hechos como si estuviera ahí, de mirón con todos lo sentidos como el propio escribano que se dio a la tarea a punta de imágenes de exponemos eso que puede ser la realidad o se parece tanto a esta. Para cumplir con esa misión, hay periodistas que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año, pero son malos. Hay quienes luchan muchos años, y son malísimos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los cronistas imprescindibles. Al respecto del género, Daniel Samper, periodista colombiano dice que el ingrediente principal de la crónica, es su mirada curiosa que descubra lo que estaba allí y otros miraban, pero no veían". Pero el también libretista de series de televisión no nos dice el por qué los otros, solo miraban, pero no veían. Con tal de no dejarlos en ascuas, improvisaré tres hipótesis a saber que intentan explicar por qué pasa esto: a) por distraídos b) por interés personal, ideológico o político. c) me autocensuré. Como sé que Arturo Soto no viajó hacia la isla llevando consigo estas características, al menos no para hacerse de la materia prima o la carpintería que a la postre trajo consigo este libro , luego entonces, por más que hubiera viajado inicialmente, por otras razones , luego de tantos años en el oficio -como el cazador que esta piense y piense cómo matar a su siguiente presa o el viejo Santiago de la novela de Hemingway que no desiste, pese a todo, en sacar el mas grande pez así sea incompleto, así , como las cabras tiró al monte y escaneó con la mirada y los oídos , cada uno de los paso que dio en la República de Cuba en donde , contra su terca voluntad , casi terminaron por hacer con él, la versión caribeña de la canción de Los mandados: Crucé el Río Grande nadando Sin importarme dos riales Me echo la migra pa afuera Y fui a caer a Nogales Entre por otra frontera Y que me avientan pa' Juárez No fue tanto pero si tantito, nomás que, no ser periodista en un país que se proclama socialista es una contradicción hasta genética y para cuando le dijeron que se amarrara una mano en la pierna, ya era demasiado tarde , púes el daño –pongámosle así - ya estaba hecho por parte del orgullo de mi nepotismo, el mismo que con ese radar que parece llevar como un quinqué el verdadero cronista, atrapó en una fotografía mental ,todos y cada uno de lo que encontró a su paso, incluyendo los pasos que no dio, por obvias razones y se estuvo quieto para observar contrarrevolucionariamente, a Deisy , (la que le dijo desde antes que no se preocupara por nada) para decirnos que “trae recogido el cabello en una cola de caballo. Ni una arruga en el azul marino de su traje sastre. Pisadas quedas como de gato y mirada profunda tras el cristal de sus lentes graduados “y a uno, de por sí propenso a la imaginación (gracias, a la lectura del libro, por supuesto) pero muy escéptico, quiere agarrar el primer vuelo para constatarlo, así me decomisen todas mis maletas y me acusen, frente al paredón de fusilamiento, de contrarrevolucionario. Con ese rigor informativo que exige el buen periodismo pero a la vez con la riqueza expresiva de la literatura, el autor , como antropólogo forense , escudriña en cada detalle y nos presenta , como si lo tuviéramos frente a si, a la morena de ojos almendrados que le da para que firme la carta-advertencia, y al hombre de la barra en La Habana Vieja que habla consigo, haciendo el largo cuento de su vida, de los años que han pasado “desde que el peso valía en Cuba y a la calle Obispo y de ese viento que entra por el portal del bar Lluvia de Oro y del promotor cubano que había aceptado presentar el libro, alguien quien por cierto, luego de que un asoleado Arturo le explica lo sucedido y los aprietos en que anda, deja constancia de que eso de motivar a la gente y dar ánimos a los desvalidos, nos es lo suyo : “Te jodiste mi hermano. Ya mismo tú traes a alguien siguiéndote a cada lugar. Tienes cámaras por todos lados detrás de ti. Saben cada paso que das, ahora mismo saben que estás conmigo” dice el improvisado Coach frente a su pálido amigo y casi huérfano de patria. Soto Munguía, además, nos lleva por El Florida y por otro bar que presume en un letrero su estatus de “tercera categoría”. “Digamos que es como el Pluma Blanca en Hermosillo, pero más chico, sin rockola y sin Ismael Mercado “advierte el narrador. Sobre esto y más nos cuenta el que irremediablemente anduvo en la habana como buey, no sin estar exento de culpa a la hora de hacer corte de caja respecto al decomiso, o de lo que lo pasaran a la báscula o de ser considerado como CR o traer marcación personal durante todos los días que pasó en La llamada Perla de las Antillas, pues a quien carajos le da por llevar consigo un libro de su propia autoría en donde refiere, a modo de cita o paráfrasis, que Fidel es un promotor del Turismo Sexual, a quien le da por hospedarse en la casa de una señora que se llama Marcolfa ¡Marcolfa! y de su esposo, Don Carlos , un teniente coronel retirado y miembro del Partido Comunista desde hace cincuenta años y sobre todo a quien se le ocurre , primero , traer doblado en la bolsa trasera del pantalón el ejemplar del Granma y segundo, apenas bajándose de un popular Camello, limpiarse los zapatos con dicho ejemplar que justamente ese día y por causalidad, traía en la portada al alicaído comandante en jefe Castro Ruz en lucidor pans rojo , que por esas fechas encontrábase enfermo y en la foto compartía una pastel Hugo Chávez , indicios suficientes para concluir que el turista-periodista-y cronista nacido y medio crecido en Ciudad Obregón más que tener madera de contrarrevolucionario, tiene sobrada vocación de kamikaze. Fue de este periplo de donde nace el libro que hoy nos tiene aquí reunidos y aquellos hechos quien quite y no vayan más allá de una anécdota, riesgosa, pero anécdota al fin que no tuvo más consecuencias, a no ser que el expediente hubiese quedado abierto y no tarda mucho para que el terrorista de ocasión sea extraditado. . Dije quien quité, porque este episodio que vivió nuestro compatriota no puede ser considerado nada mas como tal,. No, compañeros. Y es que, si bien uno puede entender la situación interna de un país y ser congruente con la política exterior de México, respetando la doctrina Monroe y la doctrina Calvo y demás, esto no significa que seamos cómplices o debamos tolerar la violación a las libertades individuales que se cometen en nombre de una revolución con prácticas actuales tan cuestionadas que nada tienen que ver ya con las razones que la motivaron .no sin aclarar, para evitar malentendidos, que yo estoy hablando de Cuba. Porque ya lo escribió el dramaturgo vienés Johann Nestroy, pero. contagiado por el síndrome de Yasmin Esquivel, y pura indignación , yo lo cito como si fuera enunciado mío: “La Censura es la menor de dos hermanas despreciables: la otra se llama Inquisición.” Es que no se vale. No se vale con ninguno, pero menos con alguien que siendo joven (porque créanme que si lo fue) se entregó a una causa que estimaba legítima por encima de “desvelos interminables y amor revolucionario entre el mimeógrafo y las cobijas sobre el piso, oyendo a Silvio, a Pablo, a Viglietti (en donde Cuba) era la referencia y en sobrados casos, el ejemplo” Por eso el adulto que fue joven o la nostalgia del joven que un día serio adulto, no podía creer lo que estaba pasando y tratando de hacer algo por él, pensé en escribirle la siguiente carta a modo de despedida: La Habana (Table Dance). Junio de 2023, año de la Agricultura Arturo: Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en la casa de la calle Garmendia 133, de cuando me propusiste ir la tienda Ley, de toda la tensión de los preparativos. Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber de presentar este libro en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío. Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas. Solo a todos y a todas le digo con fervor revolucionario: Que, así como los derechos humanos y la respetuosa libertad de opinión, de expresión, de circulación, de pensamiento, de conciencia, de religión y el derecho a la vida privada, así como las nalgas de la esposa de La Berenjena que se parece a Sonia Braga, así tampoco, en menesteres y celebridades de la crónica, al Chapo Soto, no se toca. Por Miguel Ángel Avilés
Un día como los de esta primera semana de Junio, pero de 1997 Las chivas se coronaron y los Toros Neza, quedaría en la orilla, otra vez. Tres días antes, yo me encontraba en el malecón de Ensenada y Ernesto Zedillo más un revolotear de gaviotas, estaban a mi lado, cerquita de ahí. El 1 de junio es día de la Marina, pues recordarán que el Presidente de la República, General Manuel Ávila Camacho, decretó que se les festejara en esa fecha de cada año y esa vez, con Zedillo asoleado, y con la lengua de fuera, no fue la excepción, aunque lo hiciera días antes. Yo había ido desde acá, para formalizar el embargo de un barco, el "Mexicanos Unidos”, que así se llamaba y junto conmigo iba el actor del juicio laboral, es decir, el cliente que, el muy canijo, optó por pagar los gastos por carretera, no por aire, pero allá me las cobré. Llegamos al amanecer y sin más, instruí al taxista que nos llevara al hotel fulano, del cual mi alter ego detectivesco ya tenía referencia, así es que mi acompañante, mordiéndose una oreja, hubo de cubrir el primer día y el que siguió. Dormitada, baño, desayuno - en ese orden - y enseguida, rumbo a la Junta exhortada para diligenciar cuanto antes lo necesario, y regresarnos ya. ¿Desayuno continental? ¡Para nada! Quien le manda: no soy rencoroso, pero tengo buena memoria. Huevos divorciados, café, fruta, bufete, de todo un poco, qué sé yo, pero ese viaje de doce horas le saldría caro. Quien le manda. Algo hicimos bien, porque no siempre te va así al jugar de visitante, pero en nuestro caso, pa’ pronto, ya teníamos a un actuario, para diligenciar el trabajo del embargo. Cuando nos dijo que estaba listo, no supe si agradecerle o pedirle una de Ramón Ayala, pues la máquina de escribir que traía consigo, era muy parecida a ese alegre instrumento que porta, como temeraria carrillera, el rey del acordeón. Bajo de estatura, bigote poblado, notoria calvicie y una expresión de malacara. Así era este funcionario. Como si en él estuviera caracterizado Héctor Suárez, en alguno de sus personajes de “¿Qué nos pasa?" " Vámonos" ordenó y nos fuimos. _ "Ya que terminemos, iremos a los pollos”, ofrecí, refiriéndome a unos muy famosos que me habían recomendado, pero cuyo asadero no sabía a donde estaba. Y nos fuimos. Era una mañana fresca, pese a la fecha y el cielo nos ofreció, a ratitos, algunos nublados. El camellón se mantuvo poblado siempre de gringos viejos y deportistas, aunque madrugaron a trotar. Algunas palmeras, sosegados pelícanos, un puñado de marinos y las gaviotas inquietas por culpa de un gentío inusual. Allá, a unos metros, un maestro de ceremonia daba por terminado en el evento y despedía a invitados especiales, esos que ratito antes, vieron, con solemnidad la colocación de una ofrenda floral en memoria de los marinos caídos en cumplimiento de su deber y la entrega preseas y condecoraciones a dos tres elementos. Durante su mensaje, y con esa “frescura” que lo caracterizaba, el presidente Zedillo recordó pasajes históricos, habló de la patria, su independencia, su soberanía y demás lugares comunes en estos casos. Bueno, eso me imagino porque si bien aún andaba por ahí cuando llegamos, nadie del estado presidencial se ocupó en darme la versión estenográfica de lo que dijo. Pero yo tuve otros datos. Acá, mientras tanto, con la diligencia en curso y la marea subiendo un poco, vimos que, entre muchos, ahí estaba el Mexicanos Unidos y pa pronto fue identificado, se le hizo del conocimiento a la capitanía de puerto, le recordé al actuario que al mediodía iríamos a los pollos, el actor puso buena cara y luego vendría la duda en todos los presentes, de a dónde y cómo lo remolcaríamos, para dejarlo en resguardo y en depositaria. El Sauzal fue el destino, si bien recuerdo y al día siguiente fue el arrastre. Dejando todo listo para el siguiente día, tomamos agua, pedimos un taxi y nos dispusimos a ir comer. _ Ahora sí, mi Lic.: ¡a los pollos!, anuncié _ “¡No quiero pollos!, quiero cuatrocientos pesos porque se va a graduar mi hija!”, exclamó el actuario, como quien ya no puede más y arroja todo. Por la tarde, en el bar del hotel vimos el primer juego de la final entre Toros Neza- Chivas y aproveché para tomarme unas cuantas cervezas, pero no quise cenar porque aun andaba muy lleno. Temprano, en la mañana, los encargados del arrastre, ya estaban bien puestos. El Mexicanos Unidos se fue por mar y nosotros por tierra hasta el Sauzal. Nos recibió ese lugar de aguas diáfanas y el actuario, presuroso, adelantó parte de la diligencia, mientras llegaba el barco. "Es que hoy es la graduación ' refirió, pero nomas lo oímos. Yo me acerqué a la orilla de la playa y de pronto, veo ese nombre tan buscado: Adriana “. Como esperándonos, moviéndose suave, tranquila, ahí estaba la lancha Adriana, esa misma que habíamos buscado en Guaymas, Huatabampo, La Paz, Mazatlán y Santamaría de todo el mundo. No sé qué expresión haría que todos se me quedaron viendo. Todavía le eché otra mirada y ya no tuve dudas. Pa luego es tarde le hablé a mi jefe: _ Juan: ¿Qué crees? _ ¿Qué? _ Aquí está la lancha Adriana. _ En serio??? _ Si, aquí la estoy viendo _ Embárgala _ ¿¿¿...Y cómo??? Corretea el exhorto y me quedo Díganos que algo así platicamos, nomás que no me acuerdo en que quedó lo de esa lancha. Pero al Juan le dio mucho gusto y a mí también. El Mexicano Unidos era primer objetivo del viaje y se cumplió Ya desocupados, nos fuimos a comer. Al actuario le encantó el pollo y también la ayuda que se le dio. No lo he vuelto a mirar. Ni a Zedillo tampoco. Un día. Por Miguel Ángel Avilés
La izquierda me está fallando y en los últimos años más. Lo tengo que decir, aunque eso implique contarles de mi vida. A estas alturas, ya que. Fue desde muy chico que supe de su valía y siempre ha estado ahí, junto a mí y en el seno familiar se tuvieron que entregar a ella por convicción o por miedo a que esta me llevara, en definitiva, por el mal camino. No les quedó otra, supongo, pues siendo los principios de los años setenta ya daba ejemplos de sus manifestaciones las cuales se radicalizarían por las noches, durante ese periodo y aunque más adelante lograron apaciguarla con vigilancia y encierros a fin de que se estuviera quieta, pasada la tempestad vino la calma y suponiendo que en mi era pasajero, aquello acaso nomas acabaron en tintes biográficos y de atormentados recuerdos. Por supuesto que nada de lo conseguido fue espontáneo y se los voy a contar pues, a estas alturas, ya que. Pudo ser mi madre la que se enteró primero cuando una noche que yo dormía, empecé a expresar mucho coraje y alzando mi brazo izquierdo, cerré el puño y lo puse en todo lo alto de la cabecera de la cama. En un inicio, tal vez unos segundos, ella supuso que sería pasajero, calentura por un rato muy propio de mi edad pero al ver que yo me mantenía firme, decidió llamar a todos y temiendo algo peor, me sacaron en peso de ahí, para llevarme, sometido, a un inmueble cercano en donde me recibió una pareja vestida de blanco y después de agudos estudios, concluyeron, un tanto con obviedad, que lo mío se trataba de una enfermedad infantil y al respecto ni como desmentirlos porque, en efecto, yo tenía apenas siete años de edad, pero eso no me impedía enterarme que de ahí en adelante la izquierda sería, vaya paradoja, mi talón de Aquiles, mi sombra, mi punto débil sobre la cual gravitarían muchas cosas de mi vida. Si bien la cosa se apaciguó durante mi adolescencia, lo que significó un periodo de tranquilidad para mi madre, eso no impidió que fuera vigilado, procurando saber cada una de mis actividades, a donde iba, con quien iba, hasta donde iba, a fin de que no cayera otra vez en las garras de lo aceleres nocturnos que los hacía perder el sueño. Nunca lo supe yo, pero tampoco lo supieron ellos, cuál fue la táctica y la estrategia para vencer en esta lucha, a la que pensábamos que ya le pondríamos fin, pero en realidad apenas comenzaba. Era joven, muy joven, es cierto, sin embargo, tenía que cuidarme y tenían que cuidarme para que pudiera apartarme de raíz de esos movimientos. Pudo ser una sobreprotección mal entendida porque las instrucciones es que se me tuviera vigilado para que no surgiera ningún ataque, pero se les pasó la mano y casi me condenan al encierro. No fue tanto, pero de que anduve de las restricciones al confinamiento, anduve, lo cual era sofocante porque mis libertades se veían cortadas, por más que dijeran que era por mi bien, pero en esa etapa volverte un sedentario es casi una condición antinatural, en tanto que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Queriendo o no, hice una tregua y los problemas con la izquierda desaparecieron considerablemente por algunos años. Sí, me cuidé más de la cuenta y aparte mi madre no quitó el dedo del renglón para conseguirlo. “son demasiados los sustos que me metes” “verte inmóvil y con el puño cerrado o en ese movimiento que te hace perder el juicio ... ¡Ay no!" Llegó la preparatoria y todo parecía ir en calma. Viví tres años maravillosos y aun cuando en ocasiones regresaba lo inquietante, el enojo, lo convulso, ya sea en el plantel o en la calle, no iba más allá de un respirar profundo, que al poco rato ahuyentaría cualquier amenaza. Entonces le tomé confianza y me entregué al máximo sin ninguna complicación. Lo hice en ese CCH y también en la universidad. Me sentía más seguro, más firme, dispuesto a no doblegarme ante nadie y de todo esto lo dejaba constancia en cada paso que daba. Fue hasta que casi finalizaba la uni que, nuevamente, aparecieron destellos de su deformación. La izquierda me volvía a fallar y para mi fue un dilema. Me ilusioné pensando que sus fallas y tropiezos, seria nomas un mal recuerdo, pero resultó que no y ahora la izquierda me traía muchos dolores de cabeza. Era muy decepcionante pues, creyendo que ahora si me seria fiel, seguí en lo mío, pero no me convenció del todo, menos cuando sentía que la conciencia me taladraba y no había poder humano que me quitara ese dolor. Es un problema de tono y postura, diría alguien con suma experiencia médica y me indicó un tratamiento para controlar mis emociones, así como para prevenir futuras crisis, igual a esas que vivimos antes. Esa parte de mí, la izquierda, no ha tenido reposo. El cuerpo, el brazo, el hemisferio de este lado y otras partes más, han sido infalibles para espantarme el sueño pero ya no quiero seguir padeciéndolo. Ya son muchas oportunidades y cuando mejor estoy, caigo. La otra vez, por ejemplo, no vi una zanja y me caí. Ni cuál de las dos partes de mi cuerpo irle. Me dolía la derecha, pero la izquierda más, porque nunca se ha podido valer por sí misma. No obstante, aquí sigo. Pese a que ha vuelto a las andadas, aquí sigo. Pero sigue ella dando de qué hablar. Ya es mucho tiempo aguantándola y por mí no ha quedado. Siempre me entregué con fe en todo lo que significaba, solo que poco a poco llegaron las señales de que no tenía ya remedio. No se manifiesta en la forma en que lo hizo en aquella etapa infantil, pero si lo hace en la cabeza y en otros lugares para desestabilizarme en mis ocupaciones, sin vergüenza alguna. Por eso les repito que la izquierda me está fallando y en los últimos años más. Lo tengo que decir, aunque eso implique contarles de mi vida. Esas fallas se hicieron presente hace algunos días y no la soporto ya. Ahora fue en una rodilla y no entiendo bien a bien qué pasa. No quedara otra más que infiltrarme. Ni modo. Solo así me calmará el dolor y vemos que pasa. Sí, me infiltraré y solo así podré saberlo todo. Ni modo, mi rodilla, la izquierda, pagará las consecuencias y me infiltraré. Aunque me acusen de intromisión abusiva, lo haré. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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