Por Miguel Ángel Avilés
La izquierda me está fallando y en los últimos años más. Lo tengo que decir, aunque eso implique contarles de mi vida. A estas alturas, ya que. Fue desde muy chico que supe de su valía y siempre ha estado ahí, junto a mí y en el seno familiar se tuvieron que entregar a ella por convicción o por miedo a que esta me llevara, en definitiva, por el mal camino. No les quedó otra, supongo, pues siendo los principios de los años setenta ya daba ejemplos de sus manifestaciones las cuales se radicalizarían por las noches, durante ese periodo y aunque más adelante lograron apaciguarla con vigilancia y encierros a fin de que se estuviera quieta, pasada la tempestad vino la calma y suponiendo que en mi era pasajero, aquello acaso nomas acabaron en tintes biográficos y de atormentados recuerdos. Por supuesto que nada de lo conseguido fue espontáneo y se los voy a contar pues, a estas alturas, ya que. Pudo ser mi madre la que se enteró primero cuando una noche que yo dormía, empecé a expresar mucho coraje y alzando mi brazo izquierdo, cerré el puño y lo puse en todo lo alto de la cabecera de la cama. En un inicio, tal vez unos segundos, ella supuso que sería pasajero, calentura por un rato muy propio de mi edad pero al ver que yo me mantenía firme, decidió llamar a todos y temiendo algo peor, me sacaron en peso de ahí, para llevarme, sometido, a un inmueble cercano en donde me recibió una pareja vestida de blanco y después de agudos estudios, concluyeron, un tanto con obviedad, que lo mío se trataba de una enfermedad infantil y al respecto ni como desmentirlos porque, en efecto, yo tenía apenas siete años de edad, pero eso no me impedía enterarme que de ahí en adelante la izquierda sería, vaya paradoja, mi talón de Aquiles, mi sombra, mi punto débil sobre la cual gravitarían muchas cosas de mi vida. Si bien la cosa se apaciguó durante mi adolescencia, lo que significó un periodo de tranquilidad para mi madre, eso no impidió que fuera vigilado, procurando saber cada una de mis actividades, a donde iba, con quien iba, hasta donde iba, a fin de que no cayera otra vez en las garras de lo aceleres nocturnos que los hacía perder el sueño. Nunca lo supe yo, pero tampoco lo supieron ellos, cuál fue la táctica y la estrategia para vencer en esta lucha, a la que pensábamos que ya le pondríamos fin, pero en realidad apenas comenzaba. Era joven, muy joven, es cierto, sin embargo, tenía que cuidarme y tenían que cuidarme para que pudiera apartarme de raíz de esos movimientos. Pudo ser una sobreprotección mal entendida porque las instrucciones es que se me tuviera vigilado para que no surgiera ningún ataque, pero se les pasó la mano y casi me condenan al encierro. No fue tanto, pero de que anduve de las restricciones al confinamiento, anduve, lo cual era sofocante porque mis libertades se veían cortadas, por más que dijeran que era por mi bien, pero en esa etapa volverte un sedentario es casi una condición antinatural, en tanto que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Queriendo o no, hice una tregua y los problemas con la izquierda desaparecieron considerablemente por algunos años. Sí, me cuidé más de la cuenta y aparte mi madre no quitó el dedo del renglón para conseguirlo. “son demasiados los sustos que me metes” “verte inmóvil y con el puño cerrado o en ese movimiento que te hace perder el juicio ... ¡Ay no!" Llegó la preparatoria y todo parecía ir en calma. Viví tres años maravillosos y aun cuando en ocasiones regresaba lo inquietante, el enojo, lo convulso, ya sea en el plantel o en la calle, no iba más allá de un respirar profundo, que al poco rato ahuyentaría cualquier amenaza. Entonces le tomé confianza y me entregué al máximo sin ninguna complicación. Lo hice en ese CCH y también en la universidad. Me sentía más seguro, más firme, dispuesto a no doblegarme ante nadie y de todo esto lo dejaba constancia en cada paso que daba. Fue hasta que casi finalizaba la uni que, nuevamente, aparecieron destellos de su deformación. La izquierda me volvía a fallar y para mi fue un dilema. Me ilusioné pensando que sus fallas y tropiezos, seria nomas un mal recuerdo, pero resultó que no y ahora la izquierda me traía muchos dolores de cabeza. Era muy decepcionante pues, creyendo que ahora si me seria fiel, seguí en lo mío, pero no me convenció del todo, menos cuando sentía que la conciencia me taladraba y no había poder humano que me quitara ese dolor. Es un problema de tono y postura, diría alguien con suma experiencia médica y me indicó un tratamiento para controlar mis emociones, así como para prevenir futuras crisis, igual a esas que vivimos antes. Esa parte de mí, la izquierda, no ha tenido reposo. El cuerpo, el brazo, el hemisferio de este lado y otras partes más, han sido infalibles para espantarme el sueño pero ya no quiero seguir padeciéndolo. Ya son muchas oportunidades y cuando mejor estoy, caigo. La otra vez, por ejemplo, no vi una zanja y me caí. Ni cuál de las dos partes de mi cuerpo irle. Me dolía la derecha, pero la izquierda más, porque nunca se ha podido valer por sí misma. No obstante, aquí sigo. Pese a que ha vuelto a las andadas, aquí sigo. Pero sigue ella dando de qué hablar. Ya es mucho tiempo aguantándola y por mí no ha quedado. Siempre me entregué con fe en todo lo que significaba, solo que poco a poco llegaron las señales de que no tenía ya remedio. No se manifiesta en la forma en que lo hizo en aquella etapa infantil, pero si lo hace en la cabeza y en otros lugares para desestabilizarme en mis ocupaciones, sin vergüenza alguna. Por eso les repito que la izquierda me está fallando y en los últimos años más. Lo tengo que decir, aunque eso implique contarles de mi vida. Esas fallas se hicieron presente hace algunos días y no la soporto ya. Ahora fue en una rodilla y no entiendo bien a bien qué pasa. No quedara otra más que infiltrarme. Ni modo. Solo así me calmará el dolor y vemos que pasa. Sí, me infiltraré y solo así podré saberlo todo. Ni modo, mi rodilla, la izquierda, pagará las consecuencias y me infiltraré. Aunque me acusen de intromisión abusiva, lo haré.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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