Por Miguel Ángel Avilés
Si la idea es abreviar, les adelanto que la palabra Roomie significa compañero de cuarto y es la persona con la cual se comparte un lugar para vivir, ya sea, una casa o departamento. Listo. Traducido al español, roomie es un compañero de cuarto sin ser tu pariente Punto. Ignoro desde cuando empezaron a llamarle así pero se me hace que fue después de los años ochenta, periodo en el cual me tocó, me vi obligado, quise, disfruté, pedí, fui invitado o no me quedó otra, que vivir con un roomie, según le llaman ahora. En aquel entonces-ignoro si en la actualidad-el estudiante foráneo era la persona que dejaba su lugar de origen en busca de una carrera profesional, ya sea porque no existía tal carrera en su pueblo, ciudad, puerto, bahía, aldea, comunidad o simplemente no existía una universidad. Algunas páginas también dicen que es la persona que busca salir adelante, con terminación y decisión propia enfrentándose a no sé qué pero eso es como ponerle al tema un tono muy dramático y a mí ese ingrediente no me gusta, matarile rile ron. La cuestión a despejar aquí ,es si desde hace añales existían los roomies, llamásense como llamásense o estos surgen a partir del día que les empezaron a nombrar así. A propósito: ¿Desde cuándo les empezaron a llamar así? ¿Hay roomies en todo el planeta o en algún lugar habrá una ley que los prohíba? ¿Los roomies en antaño, serían más honorables que los de ahora, o no gozaban de mucho prestigio? ¿Eres roomies nomas por compartir un cuarto o hay varios tipos de roomies? ¿Se empieza a ser roomies desde que pactas vivir juntos, desde que empiezan a vivir juntos o por haber vivido juntos, ya son roomies toda la vida? ¿Hay roomies que al tercer día ya quieren darle uno al otro, con la plancha en la cabeza o los conflictos tardan en llegar? ¿Esos o esas que un día optaron por ser roomies , a los años terminan odiándose a muerte, se ven y se sacan la lengua, nunca más se dirigen la palabra o se vuelven los mejores amigos como esos venían de Mapimí? Para seguir en este agudo análisis, ocupo que me respondan lo anterior, de lo contrario, puede ocurrir que yo agarre monte y olvidándome del hoy, me ponga a escribir de un ayer- no tan lejano- donde, según mi experiencia, a un roomie no lo aceptabas así nomás porque sí, mientras no transcurriera un mes, en el cual el aspirante a roomie ,estaba sujeto a prueba y concluido ese tiempo, una asamblea se erigía en el gran Tlatoani para deliberar, por mayoría simple , quien era aprobado como tal, hasta que, por voluntad propia se quisiera ir a ese rancho de Palenque, Chiapas, donde nuestro presidente de la república suele descansar o era expulsado por haber violado de pe a pa ,el reglamento entre todos aprobado. Es un decir, pero me entienden. Porque da la casualidad, según puedo entender el término, que yo viví con cincuenta roomies como mínimo porque llegamos a ser más en esos años ochenta que les cuento. Había quien vivía con dos o tres, ya sea por decisión entre ellos; alguno aceptaba irse a una casa que era propiedad del que lo invitaba porque sus papás se la había comprado para cuando se viniera a la capital. Existencia, además, los abonados o casa de asistencia, a la que por cierto la llamábamos de resistencia, en donde, mensualmente, pagaban una cuota con derecho al alojamiento y/o comida y, por supuesto existían las casas de estudiantes, unas subsidiadas por el respectivo ayuntamiento con el cual se les identificaba y otras independientes que se rascaban con sus propias uñas o, excepcionalmente, con el mínimo apoyo que recibían de las autoridades universitarias. No me puedo quejar: todas estas modalidades, las viví, o las sufrí, o las gocé, o las padecí, o las recorrí, o las añoré, o las lloré o las defendí o las soporté, pero no me puedo quejar. No. Menos ahora que me puedo dar cuenta que fui roomie ¡fui roomie! y que de esa experiencia, me sobran historias y me falta el tiempo para contarlas. Y sobre todo la autorización de los que de ellas fueron parte. Les repito que,en una de las casas que viví, pasabamos de los cincuenta miembros, es decir, de roomies y sumadas la biografía vivida en ese domicilio de cada uno de ellos y cada una de ellas, harían posible la edición de varios tomos. Me muero por contar aquí algunos ejemplos de esas epopeyas, anécdotas, tragedias o no sé cómo llamarlas. Pero me moriría, literalmente, a mano de alguno de los involucrados en caso de que me ponga a soltar la lengua sin su legítimo consentimiento. No estoy bromeando. No. Pero ya lo haré cuando así se pueda. En tanto eso ocurre, prefiere escudarme en la máxima: _Entre los roomies, como entre sus colchones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”__ Pero yo fui roomie y ni quien me lo quite, ni tampoco quiero olvidar.
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Por Miguel Ángel Avilés
A muchos les pareció graciosamente insólito, lo que esa madre dijo, al pedir justicia: “Mi hijo solo asaltaba, no hacía daño a nadie” Un asalto en un autobús de pasajeros en Guatemala había terminado con uno de los asaltantes muerto y el otro herido. Era por el fallecido por el cual esa madre abogaba: “Mi hijo se levantó temprano a asaltar los buses, como siempre, pero me lo mataron. No le hacía daño a nadie, no le disparaba a nadie, sólo los asaltaba”. Para muchos lo anterior significaba mucho cinismo o una defensa de lo indefensible. Todos lo vimos como un humor involuntario de la señora y nos reímos. Nos reímos por lo que argumentó pero de paso nos reímos de una desgracia familiar. Para el ciudadano promedio ese final no era más que una consecuencia lógica de lo que le puede pasar a quien anda “en malos pasos”. “El que los fierros agarra, a los fierros se atiene” advierte el refrán y ni modo, por su modus vivendi era algo que tarde que temprano tenía que pasar, diríamos. Para el bando de los buenos (o los “buenos”) es reprobable una conducta así y es normal que en esa ruleta ruda que significaba su vida delincuencial, un día terminara como terminó. Para los malos (o “los malos”) en cuyas filas se encuentra la dolida señora lo que hacía su hijo era un empleo , la fuente de ingresos, su sustento, lo común . lo normal, mientras que lo que hicieron con el identificado como el «Tortolita», eso si es chacalearse y pasarse de la raya. Surge, entonces, un proceso que Foucault llama "normalización", porque es ese poder el que define qué es verdadero y falso, correcto e incorrecto, normal o anormal. El poder, lo jura el pensador francés, impone esa normalización para controlar a los individuos y, así, estén obligados a cumplir con su rol social asignado. Conste: no estoy (hasta ahorita) con unos ni con otros, nada más destaco lo que mi tocayo, don Michel, advierte, partiendo en dos una mirada, para que A lo vea normal, en tanto que B lo considere anormal. Valga el "haya " y el "aiga" como ejemplos, para poderme explicar que, según las circunstancias y el contexto es como podemos, no aplaudir, pero sí explicar o entender un fenómeno como una verdad o una mentira, sin antes tomar en cuenta el cristal social con que se mira. Como forma verbal, lo adecuado es usar haya. Formas como "haiga", "hiciste" o "naiden" no son válidas y se consideran sin duda ajenas a la norma culta". Sin embargo, ese "haiga”, en una región agreste, apartada de la “civilización “puede ser mucho más habitual que el “haya” y nadie repara en reprochar a quien lo usa. Ah, pues así mismo ocurre con el tema delincuencial. Para esta señora, quien tiene como único referente normativo su inframundo- pobreza, consumo y tráfico de drogas, violencia y desintegración familiar, era algo común, una costumbre, la regla general, el que los jóvenes aporten su mano de obra en esas gaitas que a otros nos puede significar un imposible. No muestra discernimiento entre el bien y el mal convencional e ignora los derechos y sentimientos de los demás. A esa conclusión pudiéramos llegar si queremos jugar al criminólogo o al sociólogo o algo parecido. Sin embargo, en su declaración va implícito que entiende por una y por otra cosa y hasta donde llega el reproche personal sobre los que hacen tanto la autoridad y el resto de los habitantes de su región. Su pliego petitorio no es un ejercicio de cinismo, aunque así nos parezca, es una exigencia justa dentro de los parámetros de convivencia donde nació, creció, se reprodujo y muy probablemente vaya a morir. Si, cuando lo leemos nos llama a la risa pero no estamos hablando de un caso aislado. Allende las fronteras y más allá, aquí mismo o del otro lado del continente, un lenguaje normalizado sobre lo conocido como antisocial es moneda corriente, algo tan ordinario que de ese modo se verbaliza y a nadie espanta ya que al ser algo recurrente, pasa a ser normal en la cultura porque es un proceso social que se observa, se imita, se modela, se aprende. Hará algunos años, bien me acuerdo, que este que escribe y un apreciado colega, defendíamos a la apodada La Güera, interna del cerezo por delitos contra la salud y en una de las veces que la fuimos a ver para informarle de los logros, de nuestro trabajo, nos tenía la buena nueva. _ Ya le voy a pagar lo que les debo, porque mi esposo ya está trabajando (su pareja,estaba a un ladito, también recluido, pero en el cereso varonil). _ Ah perfecto, respondimos nosotros, ¿y en que está trabajando? preguntamos. _ "En eso de las extorsiones", nos cuenta ,sin el menor empacho y sigue con la plática, quitada de la pena. Ella en la cárcel, mientras su esposo en la otra, luchón ante todo, cumplía una jornada de trabajo, llamando por teléfono a incautos que caían en el garlito de su extorsión. Qué bonita familia, qué bonita. Algo así tan "natural" vivió mi amiga en una ciudad fronteriza, cuando,atrás tiempo,se dedicó a la venta de telefonía celular y una vez le robaron. Al día siguiente alguien le llevó un teléfono para que lo arreglara y resultó ser uno de los varios que le habían robado. _"Este celular es mio!", acusó al cliente _ No es cierto _ Claro que sí, aquí está la serie y es de los que robaron! ¿quién te lo vendió? _ La mamá del Chango, deje la llamo. La mamá del Chango no tarda en llegar pero trae bajo el brazo la mejor de las coartadas: _No, El Chango no pudo ser, eso es imposible… porque él anda trabajando en el monte asaltando polleros en la noche, regresa casi amaneciendo y se levanta hasta las dos de la tarde. A usted la asaltaron a las 10:00 am y a esa hora, El Chango está dormido. Por eso le puedo apostar que él no fue. Para esta madre, como la de Guatemala, su hijo era incapaz de hacer daño a nadie. Son, para ellas, buenas personas. De la casa al asalto y del asalto a su casa,es toda su vida, nada más. Luego entonces, una acusación así o acciones como la que sufrió El Tortolita, quien no hacía más que asaltar buses, son canalladas de indolentes personas sin escrúpulos En el servicio público también vemos estas "normalidades". " El que no tranza , no avanza " puede cantar alguien, como si se dijera "viva México" o "La Patria es Primero" y al otro dia sentirse ofendido porque le exigen que rinda cuentas del erario que administra. "Si robé pero poquito" aclaró Hilario Ramírez Villanueva “Layín”, ex edil del municipio de San Blas, Nayarit y no faltó quien le aplaudiera por sincero. Quizá pudo ser uno de tantos que se asombra por lo que dijo la madre guatemalteca y ahorita ande justificando tropelías de su jefe porque el anterior hizo cosas peores. Así estamos de normales ya. Pero así también nos ruborizamos muertos de la risa cuando leemos notas como las quecmotivó esta columna. Antes alguien corría serio peligro si acaso pronunciaba la palabra "Marihuana" y más corría si por ahí tenía guardada una poquita. Ahora te la pasan vendiendo ya en frasquitos o la anuncian en la tele quesque para los dolores y las reumas. ¡A dónde iremos a parar, dios mio! Que faltará para que abramos el periodico y ahi esté un seductor llamado: "SE SOLICITAN SICARIOS CON BUENA PRESENTACIÓN. Prestaciones muy por encima de la ley". ...¡A dónde iremos a parar. Oh, dios mío! |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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