Por Miguel Ángel Avilés
Me entero, justo un día antes de navidad, que los antiguos griegos usaban cuatro palabras distintas para definir lo en la actualidad conocemos por el término “amor”. Estas eran: eros, storge, philia y ágape. Cada una de ellas tiene un sentido más profundo que el que le damos actualmente a una sola palabra. Por un lado, el eros comprende el amor pasional, aquel que se deja llevar por el deseo y la atracción. Por otro lado, está el amor storge que es fraternal e implica la admiración y el cariño recíproco. Mientras tanto philia es similar a la amistad, supone fraternidad y admiración. En cambio, el ágape refiere al amor incondicional, aquel que acepta al otro tal y como es. Estoy seguro que todos hemos pasado por cada uno de ellos. Por amor hacemos todo, sin amor no hacemos nada. Necesitas estar enamorado de la vida para vivirla. Requieres amar a tu padre y a tu madre, para no blasfemar frente a su presencia o su ausencia. Es indiscutible que amas a tus amigos y amigas que, aun con el pasar de los años, sigues ahí, en medio de las coincidencias y también en las divergencias. Es amor y no otra cosa es que te hace tomar de la mano a tu pareja y seguir el camino, como la primera vez que la visitaste en su casa, o estuvieron en el parque o le diste el primer beso en la puerta cuando nadie quería irse o se levantaron de esa banca que sigue ahí, desde aquel pacto eterno y en silencio. Pero si el amor ágape refiere al amor incondicional, aquel que acepta al otro tal y como es, yo, ahora, me quedo con ese. Digo ahora porque no estaría mal reconocer que no siempre hemos sido así. Pero la edad, la entrega, lo entrañable, lo recibido, lo dado, lo compartido, el apego, la generosidad, las miradas, la entrañable presencia, lo imprescindible, los años, los años, los años, te hace preferir un amor así, por más que los otros no sean necesariamente despreciables. “El dar y no esperar nada a cambio, eso es lo que yace en el corazón del amor” refirió Oscar Wilde. "Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día". Escribió Rosario Castellanos. “El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos” consideró Octavio Paz Es diciembre y qué mejor oportunidad para expresar nuestro amor ágape. Porque no basta creer en él sino ponerlo en evidencia, salvo que el posible destinatario tenga poderes extrasensoriales y sepa leer la mente para que solo así se entere que lo amas o a la amas y listo, todos contentos. Jacinto Benavente refiere: “En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca”. Y la iniciativa debe estar en uno, a pesar de que , en esta sociedad tan fría , tan poco expresiva, tan masculinizada, por llamarla de algún modo, no exteriorizamos nuestros sentimientos de amor para no proyectarnos como débiles, raros, extraños, locuaces, sentimentales, ilusos, cursis y todos los adjetivos posibles que siempre llevan una carga denostativa. Me parece entonces que no hay que quedarse en buenos deseos, nomás. “Te deseo un año lleno de alegría y felicidad”, “que estas navidades sean de paz, amor y alegría para todos” y cumplidos por el estilo, no son suficiente si lo anterior no se acompaña de la materialización de ese amor, entendido como tal, no al amor visto como valor monetario sino como la manifestación, sin ambages ni contenciones, de eso que sientes. Da un abrazo y otro y otro más, cuántas veces se dé la oportunidad. Ofrece los besos que puedas y apapacha a la pareja, a tu hijo o hija, al resto de la familia y al amigo o amiga ya sea porque vino a ti o tú fuiste hacia ellos. “La angustia de este mundo no es diferente del amor que insistimos en contener” dijo el historiador, columnista, novelista, poeta y artista Aberjhani al cual no le falta nadita de razón. Puede que sean años, tres días, mil noches o un siglo de lluvias lo que nos hemos pasado así, resistiéndonos a decir amor y ofrecer amor. Amor ágape, sin cuestionamientos, sin recelo ni escamoteo, tampoco con dudas ni titubeos como volteando a ver quién te ve, sonrojado, como si lo que sale del alma, fuera un asunto de alta traición. ¿Traición a quién? No sé. A su fingido estoicismo, a su "fortaleza”, a su pose, a su serenidad, a su virilidad mal entendida, a su Yo decimonónico, a su variopinta personalidad de las cuales no se hace una, al "qué dirán", a los mirones, a la otredad que reclama. No sé. Yo creo que el amor ágape es más útil de lo que parece y sobre todo en estos tiempos. Y si digo "en estos tiempos", no lo reduzco a la temporada navideña, en donde lo almibarado del corazón puede ser engañoso y/o temporal. Me refiero a estos episodios actuales en donde el mundo está convulso y para rematar aterriza en inapropiado horario la ovejita negra de una familia de virus y nos pone contra la pared o frente a un espejo donde está toda la cosecha de lo que sembramos. No es que ya no nos quede tiempo, que evite postergar o procrastinar, más bien es ese tiempo, en presente, el que no hay que dejar ir para rendirle culto al amor sincero y a la amistad que de él también nace. “El amor conquista todas las cosas. Démosle paso al amor”, pidió Virgilio. Una llamada, un mensaje, un comentario halagador, un "te quiero" inesperado, una palmada en el hombro, un halago a sus virtudes, un requiebro a su belleza, un apretujón como de bienvenida, un guiño cómplice, un amor ágape sin miramientos.
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Por Miguel Ángel Avilés
Resulta que los diseñadores no inventan tendencias de moda, si no compran servicios a agencias especiales que se dedican a investigar, analizar y como resultado predecir las tendencias futuras. Hasta donde sé, algunas de las agencias más famosas son WGSN, Carlin Group, The Future Laboratorio y Trend Union. De esta manera podemos decir que las tendencias de moda populares no nacen en los talleres de diseño, sino que se deben a la calle, es decir, a nosotros. Eso yo no lo sabía, lo tuve que averiguar, porque me pareció muy curioso que esa bella joven que vi en una tienda de reconocida cadena comercial, afirmara, sin duda alguna, que en el 2022, imperará el color plateado. Ella traía un corte de cabello que la hacía verse más atractiva, quizá porque eso le dictaron los modistos de 2020, en plena pandemia, pero eso es lo de menos, pues después de una pregunta que no sé de dónde vino- si de la cajera que, aburrida, la atendía -o del clásico amigo de esta que siempre tiene a un lado, sin hacer nada, o de otro consumidor, o de mi o del más allá pero ella soltó la premisa que para enero en adelante, andaremos todos de ese color. En un vestido, en la falda, en el pantalón, en el traje de sastre, en los zapatos, en los calzones, en una chamarra, en una guayabera, en una pañoleta, en la gorra, en los calcetines, vaya usted a saber, pero el color que tiranizó la moda es ese y ni para donde hacerse. Así lo dijo la joven, antes de pagar lo correspondiente por esa botella de agua, un yogur y unas galletas de avena que agarró del mostrador porque estaban en oferta. Le hicieron la pregunta o se puso a contar por iniciativa propia, para lucirse frente a nosotros, quien sabe, pero no le tembló la mano para sentenciar que durante doce meses el color plata es lo que debe de imperar y punto. Eso se me figura a mi como una pena: como decir “se condena a un año de prisión“, se nos sanciona, sin respetar el debido proceso, a “lucir” durante todas las estaciones del año-ya me lo estoy imaginando- como personajes galácticos, nomás porque a una bola de entrevistados se les ocurrió. Las temporadas primavera-verano y otoño-invierno no tardarán en llegar, así es que ya es momento de ajuarearse para no desentonar con las tendencias. Tal vez yo me esté precipitando y aún no hay nada en el mercado para ganarles el tirón a otros por si hay compras de pánico al iniciar el mes de enero, pero no está de más que les advierta por donde viene la pichada en estos menesteres para que luego no se anden lamentando si no les dieron gusto a los dictadores del vestir. Lo que a mí no me queda claro, es en qué momento se da el anuncio oficial de lo que nos advirtió la muchacha en esa tienda. Porque no olviden que se limitó a emitir su comentario, pagó y se fue. Lo único que anunció fue el color y dejó la víbora chillando. No dijo nada en cuestiones de diseño o si imperará lo retro o lo futurista. Esto último no es poca cosa, si pensamos que lo que nos dio por usar en algunos años atrás como lo más actual, hoy se observaría muy ridículo, al menos que se ponga de moda y así andaremos fascinados por traer lo que está en boga. Siguiendo a Alejandro Garduño, la moda, definida como aquello en boga durante algún tiempo en determinado espacio, con énfasis en el vestido, telas y accesorios, propone más que el simple acto de cubrir el cuerpo: Un estilo capaz de identificar tanto a una sola persona, como a una comunidad entera. Ortega y Gasset, por su parte, considera que la moda es un fenómeno de integración y también un medio de expresión. ... Puesto que la moda, con respecto a la sociedad, funciona como un ámbito de integración y también como un medio de expresión. Los dos tienen razón. Pero lo que no concibo no es su definición sino su exigencia, su afán de manipularnos para hacernos sentir importantes por el solo hecho de sumarnos a este reclutamiento téxtil, así se trate de las prendas más horribles. Nuestro libre albedrío tiene el poder de elegir y tomar sus propias decisiones: qué nos ponemos, qué nos quitamos, cuándo, dónde y por qué. Ignoro si la joven esa que aludí al principio, dará en el clavo y el 2022 será un año plateado. Por si sí o por si no, por ahí tengo mi máscara del Santo y una amalgama retacada en una muela que me salvarán para no desentonar. También pienso comprar una pintura de spray de ese color por si la exigencia me vence y no tengo de otra más que entrar al aro. Y no es que no lo quiera hacer, lo que busco es que esa desea una decisión propia y no una lavada de coco por parte de estos traquetos de la manipulación. Y es que si una vez caes, después quieren imponerte todo y la moda, como la voz de un solo hombre, te lleva hacia donde así lo quieras, por más absurdo y despersonalizado que sea ese mundo del consumo. No es la mayoría la que siempre lleva en hombros la razón ni tampoco la que les hace creer eso. Alzar la mano de vez en cuando para expresar un No, es un buen paso para que se vuelva costumbre eso de no permitir que alguien, mas tonto que uno pero dizfrasado de un ser superior, no quiera decir a quien amar y a quien odiar, a quien cargar en hombros y a quien patear con el insulto, que camiseta o que gorra portar a fin de sentirnos cómodos, dignos y agusto. Por Miguel Ángel Avilés
Algunas veces creo que este mundo está al revés. Quiero decir, pues, que los que deberían ser los buenos resulta que son considerados los malos y, en cambio, los malos se vuelven honorables, muchos de los que están muertos merecerían estar vivos, algunos de los que quedan vivos deberían estar en la cárcel y así. En un discurso colectivo que antepone los valores más preciados no debiera de ocurrir lo anterior, pero la voz populi que clama por la eliminación de estas prácticas, en el fondo lo hace de dientes para afuera y nos quedamos frente a un panorama donde del dicho al hecho, hay mucho trecho. Ya lo decía el gran filósofo griego- neoleonés, e intelectual ( in)orgánico, Eulalio González, Piporro: "la cárcel se hizo pa' los hombres. Pa' los hombres de delitos, pero (ahí) están unos cuantos y, en la calle, los peorcitos". Aquí está, en palabras del intérprete de Don Baldomero, la síntesis de lo que afirmo y para mí, que eso lo venimos arrastrando de tiempos inmemoriales pero por conveniencia o lo que gusten, no nos damos cuenta o nos hacemos ojo de hormiga para pasarla bien aunque juguemos a querer cambiar las cosas. Quizá se hace porque se está del lado de los que se favorecen gracias a este mundo raro y de cabeza o es porque no te percatas, por lerdo, que quien acusa debiera ser acusado, el que exige merecería que se le exigiera y el que proclama desde el púlpito de su honorabilidad, debiera estar abajo, rindiendo cuentas, antes asumirse como el venerable. Yo digo que el mundo está así, pero a lo mejor me extralimito y me veo muy facultativo para generalizar, de tal suerte que para delimitar mi hipótesis, mejor opto por ubicarme en este México de mis amores y busco un punto de partida desde el cual nos dio por vestir a ciertos pillos como naturales candidatos al premio de la filantropía y a los que pican piedra a diario para mejorar su vida, sin necesidad de pasar por encima de nadie, los volvimos unos merecedores de la marginación, el reproche y el olvido. Antes de lanzar la mía, diré que las hipótesis solo proponen tentativamente las respuestas a las preguntas de investigación para guiar el estudio y surgen de los objetivos y preguntas de investigación. Son proposiciones tentativas acerca de la relación entre dos o más variables y se apoyan en conocimientos organizados y sistematizados. Lo que hoy diserto en esta página, es lo que yo me respondo frente a lo que sucede a diario en lo público y en lo privado, la cual afirma: el mundo está al revés, pero quien quite que después de entrarle a la investigación, resulta que mi suposición es puro embuste o falsedad. Punto. Galeano está más convencido y afirma: “El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. En la escuela son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación”. Aclarado lo anterior, yo me aventuro a decir que esta situación injusta donde no necesariamente se pone a cada quien en su lugar, quiero decir ,en el lugar que merece , gracias a sus logros y a su esfuerzo, nació de esa estrofa , a mi parecer gachita , muy victimizada, que se le ocurrió a mi admirado Pancho González Bocanegra y que luego musicalizó Jaime Nunó, con tal de ganar, ese concurso (con el espaldarazo de Santa Ana, según comentan) misma que dice así: ¡_Para ti las guirnaldas de oliva! ¡Un recuerdo para ellos de gloria! ¡Un laurel para ti de victoria! ¡Un sepulcro para ellos de honor! ¡Un sepulcro para ellos de honor!__ No, no y no. Se me hace que por eso no les dieron el premio, arguyen ciertos historiadores y, en venganza (contra el jurado no contra los historiadores) la familia ofertó en Estados Unidos, los derechos patrimoniales para cuando se quisiera interpretar en aquellos lares y poder cobrar la regalías por la ejecución. Es decir, conforme a dicha letra, el muerto es el sacrificado y el otro, muy vivito, literalmente, sale airoso y listo, será este quien cuente la historia, así sea, ridículamente, con un laurel en la cabeza pero nada le importará si en esta batalla él será el ganón,sepa o no sepa nada de nada, en tanto que a ellos, tres metros ya bajo tierrita, nomas le tocará un recuerdo de gloria y un sepulcro de honor. ¡Ay, qué consuelo! O sea que el muerto al pozo y el vivo al gozo. El primero es ese que se esforzó, pero resulta que llega otro, menos dedicado y lo desplaza. Puede ser también, ese que genuinamente lidera, pero un francotirador o un caballero azteca o un pelotón de fusilamiento o un fraude electoral acaba con tu vida, o con tus aspiraciones, te dan cristiana sepultura de manera literal o en sentido figurado y alguien por ahí se apropia del camino andado, toma la estafeta ,engañosamente y es el que, con vulgar oportunismo llega a la meta, cuando quien debería estar en el pódium, besando la medalla, era aquel, no este. El segundo carece de méritos, le apuesta al mínimo esfuerzo, le da flojera hasta para bostezar y, no obstante, arribará a un empleo, sin que, de acuerdo su intelecto , no hubiera tenido ninguna posibilidad, pero, insisto, el mundo está al revés y en esa volteada de cabeza, este sirve panada cayó parado, no obstante que su única referencia que puede leerse en su currículum, es la mediocridad. Efectivamente: ya sé que a ustedes les ha pasado o lo han visto, pero yo no tengo la culpa o más bien, no toda la culpa porque, con tal de ya no conflictuarte, prefieres reservarte una opinión y así evitar un linchamiento en las redes sociales, únicamente porque te atreviste a decir que en tal designación, encargo o nombramiento, del servicio público o la iniciativa privada donde laboras desde hace años, el emperador va desnudo, en tanto que el resto de los involucrados afirma que su jefe porta el más bellos de los trajes. Puede que me esté refiriendo a esa gente que va por la vida jugando a ser muy honorable en sus quehaceres personales o profesionales y, sin/vergüenza alguna, son capaces de acusar a los demás de no serlo certificando tu honestidad o patentizando, muy intachables, la propia, pero, a la primera de cambio, a la hora de las definiciones y de traducir su evangelio en hechos, muestran el cobre y de aquello que alardeaban no queda nada cuando lo confrontas con sus actos. Tú los ves, y parecen la pura verdad: disertan, exponen, dictan, proyectan, apuntan, acusan, se escandalizan, solemnizan su apariencia, se tiran al piso, discuten, se ocupan, viven, llenan vacíos de conciencia sobre el honor, la ética, la rectitud y suelen reclamar al de enfrente la carencia de todo esto, qué importa que, en el fondo, sepan que están mintiendo, al final y al cabo, acá afuera, frente a la sociedad y ante los que solo le cuentan las medias verdades, lo que interesa es seguir viviendo de esa imagen construida a costa de la simulación y el encantamiento de ilusos, pues hasta ahora es la fórmula que ha dado resultado para mantener este estatus profesional, académico, personal, social, familiar con el cual logran sostener, así sea con pincitas, los cimientos de su ego, sabedores de que el mundo está al revés. Sin embargo, acá, donde nadie sabe todo o nadie los ve, deslizan esa máscara que oculta la incongruencia, se agazapan a la sombra de un testaferro y a la primera oportunidad, o a la primera urgencia, o al primer aprieto o al primer acorralamiento, o al primer riesgo de que aquellos andamios construidos a base de mentiras, se vengan abajo frente a los ojos de todos, lanzan el zarpazo y se descubre entonces su avidez delincuencial, su currículo que es lo mismo que la nada y su comportamiento profesional tan primitivo. Frente a esta gente, sí que hay que andar prevenido, más que frente a un malandro común y confesó que lo es y no lo niega ni lo oculta sin empacho que lo es pero resulta mucho más apreciable que esos y esas que pueden imputar la peor bajeza a unas personas verdaderamente íntegras para que todos distraigan su mirada hacia estos, como el peor de los cínicos tunantes, y luego se ponen a gritar, con dramatismo, que agarren al ladrón, que agarren al ladrón. Para fortuna y al paso del tiempo, todo se descubre y a estos que se visten de honorables como ese rey del cuento de Andersen, los aplasta la escenografía construida a lo largo de los años para representar con maestría tanta simulación. Pero mientras tanto, juegan así, como los pintó Serrat*: Probablemente en su pueblo se les recordará Como cachorros de buenas personas Que hurtaban flores para regalar a su mamá Y daban de comer a las palomas. Son estos los que suelen llevar un laurel para sí de victoria y organizar un sepulcro para el resto del mundo, de honor. Porque en la cárcel nomás están unos cuantos y, en la calle, los peorcitos. *https://youtu.be/RzRNXAd9ZCs Por Miguel Ángel Avilés
Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real. Suponía acaso que eso era una historia que duraba media hora y hasta ahí. Luego seguían los comerciales, para enseguida continuar con la programación diaria, reírme mucho con el Chavo del ocho (que era dueño de un talento que nunca tendrá Carlos Ballarta), emocionarme con El Gran Chaparral, desesperarme con las estupideces del Súper agente 86, pasar de largo con Jacobo Zabludovsky, echarle un ojo a Noches Tapatías, si era martes y al rato irme a dormir. Era mi vida. La tuya, la de él, la de muchos. Era pues, casi de tiempo completo, el mundo de la imaginación, de lo no cierto, de lo nunca esperado. Paul Valéry, escritor, poeta, ensayista y filósofo francés, se pregunta o nos pregunta “¿Qué sería, pues, de nosotros sin la ayuda de lo que no existe?; Su colega Francisco Olivié añade que lo que no existe únicamente puede ser creado por la ficción y en cualquier tiempo de la historia humana ésta necesita no sólo de la intuición o de la inspiración. El primero murió en 1945. El segundo, afortunadamente, aún vive y sigue en lo suyo, como yo seguía en lo mío en aquellos años en los que nunca pensaba que mi realidad de adulto, sería tan parecida como lo fue en ese entonces mi imaginación. Pero lo es y ni modo de hacerse a un lado. Aquí nos tocó vivir, diría la gran Cristina Pacheco y al respecto yo diría que sí, pero dejando claro que es en modo, tiempo y lugar. El asunto es que, de pronto, ya no sé dónde estoy. Si en aquella remembranza de mi memoria o en un hoy real que se parece tanto a lo que recuerdo. Este dilema no me quita el sueño pues ya he dicho que la realidad y la imaginación, son amores que se reconcilian a veces. Tan ocurre esto último que ya parecen una y la misma cosa. Lo que sucede es que el pasado ya nos alcanzó. La vida actual, en muchos de nuestros actos es un permanente déjà vu de lo que una vez fuimos nosotros o lo era el mundito en que vivíamos. Repito: Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real. Uno de ellos eran Los Supersónicos, la famosa serie animada creada por William Hanna y Joseph Barbera, cuyos episodios se encuentran ubicadas en el año 2062 , los personajes viven en casas suspendidas en el aire mediante enormes soportes y se transportan en aeroautos. Pues resulta que el economista Jeffrey A. Tucker escribió en 2011 que Los Supersónicos se "distingue en la ciencia ficción por el hecho de que es un intento raro en este género que realmente logra predecir el futuro”. ¡Pacatelas! Por si fuera poco, hay quienes afirman que Los Supersónicos nos enseñaron a vivir como ahora lo hacemos y que, en un descuido, predijeron el covid-19. ¡Recórcholis!, eso nomás faltaba. Y por qué diablos no nos dimos cuenta o no nos advirtieron Hanna y Barbera lo que vendría para el 2020 y estar prevenidos. Que les costaba mandar una señal a través de Super Sónico sobre los que nos podía pasar si unos chinos se comían un Murciélago o recomendarnos por conducto de Astro, la mascota o de Cometín que nos laváramos las manos diariamente o no anduviéramos tosiendo cara a cara unos a otros. ¡Que les costaba! Nada de eso. Tan solo utilizaban las pantallas para tener consultas médicas o para comunicarse con alguien más y nosotros acusábamos a los autores de la caricatura de exagerados o de locos, sin imaginar que décadas más a delante, médicos, psicólogos, instructores, abogados , profesores y un montón de etcéteras dan su servicio, estudian o trabajan en línea. Los Supersónicos también tenían llamadas y enlaces con amigos, familiares, desde una pantalla, tan igual como ahorita alguien puede estar sosteniendo una videollamada por zoom o las opciones que hay al respecto. Si estiramos la comparación aquellos solían traer unas cápsulas en la cabeza- a modo de protección - para trasladarse en el espacio, tal como traemos desde el año pasado las caretas o el cubrebocas. Si mexicanizo esta analogía que estamos haciendo entre fantasía y existencia pasado- presente, inevitablemente tendríamos que recordar al Santo,el enmascarado de Plata y sus películas las cuales eran increíbles. Desde sus rivales venidos de ultratumba hasta los avances científicos que podían ir desde una resucitación hasta un trasplante de cerebro, desde sus combates contra doce momias a las que vencía a todas, hasta esas puertas secretas que se abrían, incluso sin aplastar ningún botoncito. Increíbles eran esas grandes pantallas a las que se dirigía para hablar a través de ellas con amigos o enemigos. Pero más increíble era su aparato de comunicación, un simple reloj con una luz que se prendía y apagaba y desde el cual podía hablar con este y con aquel. Nos podía parecer ridículo, insólito, sobrenatural, inverosímil, asombroso, demencial, inadmisible , impensable, pero ahí estábamos frente a la tele o en el cine, dedicándole porras para que ganara o echándole aguas porque estaba a punto de ser golpeado por la espalda por un monstruo, un vampiro, un licántropo o un doctor que estaba completamente loco. Muchas de esas cosas, jamás pensamos que las miraríamos en la actualidad. Pero pasaron los años y parece que, tratándose de estas cuestiones de la tecnología, estuviéramos viendo el rodaje de una película de El Santo en todo el mundo: en una oficina, en un aula, en la calle, en una pasillo, en una casa, en una reunión de amigos. Ayer por la noche, precisamente, mientras veíamos una pelea repetida del Canelo, le sonó el celular a un cercano familiar que estaba a mi lado y antes de contestar, me vio con una sonrisita de reojo, como para tallármelo en la cara, como para presumirme, como pa’ que lo envidiara o para hacerme partícipe de lo que haría a continuación: como si quisiera ver la hora, arqueó su brazo, tocó su "reloj" de lucecitas y contestó con un "bueno..buenooo" así , tal cual como contestaba el Santo o llamaba El Santo en las películas. Mi emoción y mis recuerdos fueron inmediatos. Todos los presentes aullamos en una sola carcajada y el estruendo se escapó por una ventanita como si huyera un ser extraño. Hoy no me queda la menor duda así lo nieguen: Martin Cooper si veía las películas del Santo y de paso Los Supersónicos, sin imaginar, de niño, todo esto que en el siglo XXI, para bien o para mal ha parido esta fantasía que algunos aún llaman vida real. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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