Por Miguel Ángel Avilés
Algunas veces creo que este mundo está al revés. Quiero decir, pues, que los que deberían ser los buenos resulta que son considerados los malos y, en cambio, los malos se vuelven honorables, muchos de los que están muertos merecerían estar vivos, algunos de los que quedan vivos deberían estar en la cárcel y así. En un discurso colectivo que antepone los valores más preciados no debiera de ocurrir lo anterior, pero la voz populi que clama por la eliminación de estas prácticas, en el fondo lo hace de dientes para afuera y nos quedamos frente a un panorama donde del dicho al hecho, hay mucho trecho. Ya lo decía el gran filósofo griego- neoleonés, e intelectual ( in)orgánico, Eulalio González, Piporro: "la cárcel se hizo pa' los hombres. Pa' los hombres de delitos, pero (ahí) están unos cuantos y, en la calle, los peorcitos". Aquí está, en palabras del intérprete de Don Baldomero, la síntesis de lo que afirmo y para mí, que eso lo venimos arrastrando de tiempos inmemoriales pero por conveniencia o lo que gusten, no nos damos cuenta o nos hacemos ojo de hormiga para pasarla bien aunque juguemos a querer cambiar las cosas. Quizá se hace porque se está del lado de los que se favorecen gracias a este mundo raro y de cabeza o es porque no te percatas, por lerdo, que quien acusa debiera ser acusado, el que exige merecería que se le exigiera y el que proclama desde el púlpito de su honorabilidad, debiera estar abajo, rindiendo cuentas, antes asumirse como el venerable. Yo digo que el mundo está así, pero a lo mejor me extralimito y me veo muy facultativo para generalizar, de tal suerte que para delimitar mi hipótesis, mejor opto por ubicarme en este México de mis amores y busco un punto de partida desde el cual nos dio por vestir a ciertos pillos como naturales candidatos al premio de la filantropía y a los que pican piedra a diario para mejorar su vida, sin necesidad de pasar por encima de nadie, los volvimos unos merecedores de la marginación, el reproche y el olvido. Antes de lanzar la mía, diré que las hipótesis solo proponen tentativamente las respuestas a las preguntas de investigación para guiar el estudio y surgen de los objetivos y preguntas de investigación. Son proposiciones tentativas acerca de la relación entre dos o más variables y se apoyan en conocimientos organizados y sistematizados. Lo que hoy diserto en esta página, es lo que yo me respondo frente a lo que sucede a diario en lo público y en lo privado, la cual afirma: el mundo está al revés, pero quien quite que después de entrarle a la investigación, resulta que mi suposición es puro embuste o falsedad. Punto. Galeano está más convencido y afirma: “El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. En la escuela son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación”. Aclarado lo anterior, yo me aventuro a decir que esta situación injusta donde no necesariamente se pone a cada quien en su lugar, quiero decir ,en el lugar que merece , gracias a sus logros y a su esfuerzo, nació de esa estrofa , a mi parecer gachita , muy victimizada, que se le ocurrió a mi admirado Pancho González Bocanegra y que luego musicalizó Jaime Nunó, con tal de ganar, ese concurso (con el espaldarazo de Santa Ana, según comentan) misma que dice así: ¡_Para ti las guirnaldas de oliva! ¡Un recuerdo para ellos de gloria! ¡Un laurel para ti de victoria! ¡Un sepulcro para ellos de honor! ¡Un sepulcro para ellos de honor!__ No, no y no. Se me hace que por eso no les dieron el premio, arguyen ciertos historiadores y, en venganza (contra el jurado no contra los historiadores) la familia ofertó en Estados Unidos, los derechos patrimoniales para cuando se quisiera interpretar en aquellos lares y poder cobrar la regalías por la ejecución. Es decir, conforme a dicha letra, el muerto es el sacrificado y el otro, muy vivito, literalmente, sale airoso y listo, será este quien cuente la historia, así sea, ridículamente, con un laurel en la cabeza pero nada le importará si en esta batalla él será el ganón,sepa o no sepa nada de nada, en tanto que a ellos, tres metros ya bajo tierrita, nomas le tocará un recuerdo de gloria y un sepulcro de honor. ¡Ay, qué consuelo! O sea que el muerto al pozo y el vivo al gozo. El primero es ese que se esforzó, pero resulta que llega otro, menos dedicado y lo desplaza. Puede ser también, ese que genuinamente lidera, pero un francotirador o un caballero azteca o un pelotón de fusilamiento o un fraude electoral acaba con tu vida, o con tus aspiraciones, te dan cristiana sepultura de manera literal o en sentido figurado y alguien por ahí se apropia del camino andado, toma la estafeta ,engañosamente y es el que, con vulgar oportunismo llega a la meta, cuando quien debería estar en el pódium, besando la medalla, era aquel, no este. El segundo carece de méritos, le apuesta al mínimo esfuerzo, le da flojera hasta para bostezar y, no obstante, arribará a un empleo, sin que, de acuerdo su intelecto , no hubiera tenido ninguna posibilidad, pero, insisto, el mundo está al revés y en esa volteada de cabeza, este sirve panada cayó parado, no obstante que su única referencia que puede leerse en su currículum, es la mediocridad. Efectivamente: ya sé que a ustedes les ha pasado o lo han visto, pero yo no tengo la culpa o más bien, no toda la culpa porque, con tal de ya no conflictuarte, prefieres reservarte una opinión y así evitar un linchamiento en las redes sociales, únicamente porque te atreviste a decir que en tal designación, encargo o nombramiento, del servicio público o la iniciativa privada donde laboras desde hace años, el emperador va desnudo, en tanto que el resto de los involucrados afirma que su jefe porta el más bellos de los trajes. Puede que me esté refiriendo a esa gente que va por la vida jugando a ser muy honorable en sus quehaceres personales o profesionales y, sin/vergüenza alguna, son capaces de acusar a los demás de no serlo certificando tu honestidad o patentizando, muy intachables, la propia, pero, a la primera de cambio, a la hora de las definiciones y de traducir su evangelio en hechos, muestran el cobre y de aquello que alardeaban no queda nada cuando lo confrontas con sus actos. Tú los ves, y parecen la pura verdad: disertan, exponen, dictan, proyectan, apuntan, acusan, se escandalizan, solemnizan su apariencia, se tiran al piso, discuten, se ocupan, viven, llenan vacíos de conciencia sobre el honor, la ética, la rectitud y suelen reclamar al de enfrente la carencia de todo esto, qué importa que, en el fondo, sepan que están mintiendo, al final y al cabo, acá afuera, frente a la sociedad y ante los que solo le cuentan las medias verdades, lo que interesa es seguir viviendo de esa imagen construida a costa de la simulación y el encantamiento de ilusos, pues hasta ahora es la fórmula que ha dado resultado para mantener este estatus profesional, académico, personal, social, familiar con el cual logran sostener, así sea con pincitas, los cimientos de su ego, sabedores de que el mundo está al revés. Sin embargo, acá, donde nadie sabe todo o nadie los ve, deslizan esa máscara que oculta la incongruencia, se agazapan a la sombra de un testaferro y a la primera oportunidad, o a la primera urgencia, o al primer aprieto o al primer acorralamiento, o al primer riesgo de que aquellos andamios construidos a base de mentiras, se vengan abajo frente a los ojos de todos, lanzan el zarpazo y se descubre entonces su avidez delincuencial, su currículo que es lo mismo que la nada y su comportamiento profesional tan primitivo. Frente a esta gente, sí que hay que andar prevenido, más que frente a un malandro común y confesó que lo es y no lo niega ni lo oculta sin empacho que lo es pero resulta mucho más apreciable que esos y esas que pueden imputar la peor bajeza a unas personas verdaderamente íntegras para que todos distraigan su mirada hacia estos, como el peor de los cínicos tunantes, y luego se ponen a gritar, con dramatismo, que agarren al ladrón, que agarren al ladrón. Para fortuna y al paso del tiempo, todo se descubre y a estos que se visten de honorables como ese rey del cuento de Andersen, los aplasta la escenografía construida a lo largo de los años para representar con maestría tanta simulación. Pero mientras tanto, juegan así, como los pintó Serrat*: Probablemente en su pueblo se les recordará Como cachorros de buenas personas Que hurtaban flores para regalar a su mamá Y daban de comer a las palomas. Son estos los que suelen llevar un laurel para sí de victoria y organizar un sepulcro para el resto del mundo, de honor. Porque en la cárcel nomás están unos cuantos y, en la calle, los peorcitos. *https://youtu.be/RzRNXAd9ZCs
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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