Por Miguel Ángel Avilés
Recuerdo cuando murió el ingeniero Heberto Castillo. Era un fin de semana y el domingo que machacaban la noticia en la televisión, no aguanté más y me solté llorando. Nunca lo había hecho por alguien que no fuera mi familiar o amigo y menos por un político, sobre todo de esa época o cualquiera, que nada me significaban que no fuera una maloliente trayectoria en su vida partidista, su cuestionable labor en el servicio público, su escasa aportación en lo personal ni se diga en lo profesional, en donde habían logrado muy poco y lo más cómodo entonces era servirse del erario. Este hombre, en cambio, además de ser candidato presidencial por el Partido Mexicano Socialista (PMS) en las elecciones federales de 1988, fue miembro fundador de varios partidos. También fue candidato a la gubernatura del estado de Veracruz y se desempeñó como diputado federal y senador. Asimismo por cerca de 18 años aportó sus conocimientos dentro de la academia, al ser docente de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, situación que lo llevarían a sumarse al Movimiento Estudiantil de 1968, destacando como uno de los principales líderes. Aparte, como si le sobrara tiempo, en su carrera como ingeniero, en 1966 desarrolló la tridilosa, un sistema que consta de una estructura tridimensional altamente ligera y de tablero mixto, combinando la zona comprimida de concreto (hormigón), con la zona traccionada de acero y ha sido utilizada en más de 200 puentes en México, en el World Trade Center de la Ciudad de México, la Torre Chapultepec, Centro Médico Siglo XXI, Plaza Cuauhtémoc, Plaza Tabasco 2000, Hotel Morelia Misión y en el edificio Biósfera 2 (Arizona, EE. UU) cuando menos. Heberto Castillo era todo eso y por tanto, ahora entiendo, había razones para sentirme así, en duelo, como me sentí ese domingo, pues frente a mí, estaba la trayectoria de alguien que no pretextó una actividad para abandonar otra ni se excusó frente a un auditorio, contando su biografía, quejumbroso, con tal de justificar porque andaba buscando un país mejor y no estaba en un aula, en un cubículo, en una biblioteca, en su cuarto de estudio, ocupado en su labor de ingeniero para ser también ahí un vencedor y dejar huella, sin petulancia, luego de no estar en este mundo. Quizá lo anterior era el motivo de mi llanto: porque el legado de este ser humano era sin duda grande, asimismo por cerca de 18 años aportó sus conocimientos dentro de la academia, al ser docente de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, situación que lo llevarían a sumarse al Movimiento Estudiantil de 1968. A pesar del alto riesgo que significaba ser opositor al gobierno en aquella época, desde perder un trabajo hasta terminar en la cárcel, el ingeniero no calló, sino todo lo contrario, su voz denunció la injusticia social, política y económica que se estaba viviendo en todo el país. Para rematar, el ingeniero tenía un sentido del humor corrosivo o al menos eso observé esa vez que conferencia en la prepa C.C.H. Morelos a donde fue llevado para beneplácito y orgullo de quienes formábamos parte de esa escuela. Por eso y más, la noticia sobre la partida de este señorón me dolió hasta el tuétano. Porque se iba un ciudadano excepcional, porque no era cualquiera en ese universo de la clase política, sino que era alguien que había logrado trascender y, porque esa noche, me impidió ir animoso a villa de Seris y disfrutar de una buena charla, de la música, de una cerveza, de la familia y los amigos, en fin, de lo mundano como tantos y tantos fines de semana. Como Heberto Castillo, hay más personas que en su vida se convierten en seres únicos e irrepetibles. Son quienes se vuelven trascendencia y trascender en este sentido, significa hacer notar tu unicidad, tu particularidad, tu personalidad genuina y a nosotros nos queda reconocerlo así. Para entender esa magia en ellos y en ellas, resulta oportuno recurrir a la síntesis del pensamiento del filósofo y jesuita, Emerich Coreth quien al abordar el estudio de la esencia del hombre dice que esta se define como ser un Ser autoconsciente, que busca el autodesarrollo y su autorrealización; lo que define al hombre es su libertad. El hombre debe entenderse como un ser dimensional, corpóreo y espiritual; manifiesta su corporeidad porque ocupa un lugar en el espacio y en el tiempo, porque se relaciona con la naturaleza y con los otros seres, con ellos se comunica, dialoga y desde su ser físico, experimenta cansancio y fatiga; desde su ser espiritual manifiesta su vitalidad, es su dimensión espiritual desde donde el cuerpo se vivifica y se anima y no podemos percibirlo sensiblemente. Emerich recorre en su estudio las diversas maneras como se ha concebido el ser del hombre y hace una distinción entre ser antropológico y el ser del universo; el primero tiende hacia la trascendencia. La esencia solo se alcanza y se desarrolla en la propia conciencia con la puesta en marcha de la libertad, en la realización de las posibilidades humanas, en el despliegue espiritual ético, en las realizaciones histórico culturales. La esencia es el principio de autodesarrollo activo. Pero, ¿qué diferencia al hombre corriente de una persona "que trasciende"? Pues bien, toda persona que intenta superar los límites que le pone la vida, que intenta buscar sentido y conocimiento de su "yo" y de su existencia trasciende a un plano en el que la vida enseña su verdadera esencia y verdad. Una persona ha trascendido, cuando con lo que ha hecho o dicho ha sido contribución, ha generado algún cambio en la sociedad o en su entorno, lo cual le lleva a gozar del respeto y la admiración a través del tiempo.» “La trascendencia es un efecto, no es una causa en sí misma, es el resultado de ser consciente.” No requieres ser de tal o cual profesión, tampoco de ese o aquel oficio ni andarlo pidiendo a voz en cuello. Mucho menos tienes que pertenecer a una clase social determinada pero tampoco puedes negarte a buscar esa trascendencia, justificándote por todas las limitaciones o carencias que tenía tu entorno de niño o en tu familia sino por el contrario, eso puede ser el carburante para brillar desde ahí y sobresalir como el que más, para que un día, en esa calle, en ese barrio, en esa materia, tu gente sepa recordarte no por lo que tienes, sino por lo que has sido, por lo que diste, sin negar nunca nunca la cruz de tu parroquia. Mecánico, pintor, carpintero, controlador de aviones, poeta ,,carrocero, costurera, partera, médico,cantante,declamador,abogado, dentista, pintor, bailarina, electricista o ingeniero pero intenta ser el mejor y ofrenda todo lo que esté en ti sin esperar, cómo una condición, algo a cambio porque si lo haces desde el corazón, la retribución a tu generosidad llegará por añadidura. Esa es la gran diferencia. Porque hay hombres que luchan un día y son buenos/Hay otros que luchan un año y son mejores. /Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos/Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles, decía Bertolt Brecht (y aquí puede empezar Silvio con su arpegio y enseguida entonar “Sueño con serpientes, con serpientes de mar, o cualquiera” de él o de Serrat o de Sabina, o Mercedes Sosa, o de Ana Belén o Amaury Pérez o de Víctor Manuel o de Pablo o de Alejandro Filio). Total, que aquí la dejo porque viene el fin de semana y no quisiera ponerme a llorar como esa vez que a Don Heberto le llegó la rayita que, según otro ingeniero, tenemos todos. Por cierto, este último de quien hablaré en presente porque ya les dije que los muertos no se van, solo se vuelven invisibles se llama Julio Cesar. Yo le digo Julio, o El Julio, a secas y su apellido es Ferrá Gutierrez. También a quienes prefieren decirle César, nada más y punto. De cualquier forma que se le diga, él será así, tal cual como hasta la fecha, un tipo auténtico, un profesionista ejemplar que se las sabe de todas, todas, en eso de las ingenierías y sobre todo un amigo-familiar-cómplice- y miembro destacado de lo que, en esa terraza, en ese corredor, en la carpintería, en la cancha o donde se improvise la ocasión, en cada fandango sabatino, sobre todo, o en cada bullicio convocado en calle Mina 39 de la Colonia Villa de Seris, ahí, en la casa grande donde hay un pasado que revive, diariamente y una comunión que se parece mucho a una lupercalia romana pero sin excesos, puede volverse protagonista o un invitado discreto, hablado lo menos y escuchando lo más, o deslizando un recuerdo o un pedacito de historia del barrio, del mundo, de la música, del box, de un poema, de una canción, de un hermano o del otro o de la semana pasada, sobre la cual, la más reciente o la más remota, parece quedar toda la vida en su memoria. Y es que parece que tiene calculado todo, para ir bajando temas como si en un juego de mesa, fuera bajando las cartas, una a una, según el momento, según la ocasión, para que ello sea fiesta si eso se quería o sea un rato solemne si ese ratito lo exige. Tras esos lentes, hay precisas miradas, lo sé, pero también silencios que solo guarda para sí, o para las doce de la noche en un cumpleaños. Entonces alzará la cabeza, hará una pausa, soltará una risita gozosa y contará de pe a pa, lo que un dia de niños ocurrió en esa casa grande llena de luz y espacio, cual si tuviera en un restirador los planos biográficos de cada uno, de él, y de un pato negro que una mañana surcó los aires de esa ciudad chiquita que significaban todas de esas calles, como última vez, sin darse cuenta, antes de volverse carne y aroma, comunión y suspiro, asi cual si fuera la imaginación que cada quien quisiera: un cocido de verduras llamado 'cholent', 'jaroset' de sabor dulce), aceitunas con hisopo, hierbas amargas con pistachos y pasta de nuez o el maná tan deseando o ese pan que cae del cielo, así como cae la lluvia en las casas de cartón, o sobre un catre, o un andamio, o un largo corredor que tantos bellos fantasmas de antaño ,cada fin de semana ,entre acordes de guitarra, le da por revivir. Se me olvidaba decirles que la grandeza de figuras tan notables como ellos, es proporcionar a su sencillez y a su humildad. Pero ustedes no le cuenten que aquí, como un simple hasta pronto, les dejaré esto: Yo te saludo en nombre de los nuevos/los que no han de acusarte por amar/los que amando contigo se hacen buenos/porque buena es, tu savia original.
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Por Miguel Ángel Avilés
Como soy un aficionado al deporte de las patadas desde tiempos inmemoriales, siempre que escuchaba que alguien andaba bajo en defensas, por cuestiones de asociación mental suponía que se referían a un equipo en particular de la primera división en México, de menguado presupuesto, que no había podido invertir en mejores contrataciones. El Atlético Potosino, el Unión de Curtidores, el Zacatepec o algo así porque lo que era el América, desfilaban de los setenta a los ochenta, grandes zagueros como Popeye Trujillo, Sánchez Galindo, Pichojos Pérez y el Confesor Miguel Ángel Cornero. En los ochenta pues quién más: Trejo, Tena, Manzo y, claro, mi apreciado amigo, Vinicio Bravo. Los bajos en defensas, pues, eran otros, suponía yo, al tiempo que escuchaba una tos seca que venía de lo penumbroso de un cuarto, o veía a mi madre que se acercaba con un té de borraja para que se fuera esa despiadada gripe que, durante una semana , me traía tan aporreado, casi como quedó Wilfredo Gómez contra Salvador Sánchez por andar de hablador. Pasado el tiempo, pero no tanto, pude enterarme que tener las defensas bajas significaba que tu sistema inmunológico o inmunitario está debilitado ante la amenaza de bacterias, virus y otros elementos externos que puedan agredir a tu organismo. ¡A la bestia! Eso me hace suponer que esa vez que me dió gripe, la cual, por cierto, se contagia por vía aérea (tos o estornudos), por contacto con superficies contaminadas (mantas o picaportes), por saliva (besos o bebidas compartidas),por contacto directo con la piel (apretón de manos o abrazos), yo andaba bajo en defensas por no hacerle caso a mí’Ama como ahora algunos no le hacen caso al sector salud. Sus guisos- los de mí’Ama, no loas del sector salud, llevaban todo lo indicado - verduras, carne, y uno que otro menjurje - pero su servidor optaba, a veces, por esquivar el menú que ahora tanto extraño y optaba por zamparme chucherías llenadoras para seguir jugando en la calle pero no me dejaban nada bueno, acaso nomas una peste a mayonesa por culpa de ese taco que me convidó alguien pero que no me gustó y me seguí tomando una soda engordadora mientras disfrutábamos un descanso en el porche de la casa o abajo de esa mata de mango que nació de pronto en el terreno de enfrente que un día limpiamos para convertirlo en el campo donde se dirimieron mil batallas hasta el diario obscurecer. Para hacer todo esto y no tener que recibir la aplicación de un buen de inyecciones de penicilina que me aplicaba doña Elisa, para que se me desinflamaran las anginas , la clave era entonces fortalecer el sistema inmunológico , lo cual se lograba lavándose las manitas de forma adecuada y frecuente., hacer actividad física moderada, procurar tener un sueño reparador, manejar el estrés para evitar bajar las defensas, evitar los lugares muy concurridos, no consumir azúcar, comida procesada y/o rápida, ni grasas trans nosequé. Según yo, cumplía con la mayoría de ellas, salvo lo del azúcar, la comida procesada y, de vez en cuando los lugares concurridos si es que íbamos a la playa, al estadio Guaycura o a la Lucha libre un que otro sábado en el Deportivo Corona. Aparte en casa a mi madre solo le faltó sembrar mariguana y por tanto, nunca faltaba la fruta de temporada y la verdura recién arrancada, ahí en el patio grande, a unos pasos de la sala. Tampoco nos faltó la carne porque también creaba gallinas, engordaba puercos o ejecutaba, sicariamente, uno que otro animal traído del rancho. Por si fuera poco, antes de irnos a la escuela nos coaccionaba, so pena de meternos un chanclazo, para que tomáramos a tragos gordos un licuado de Cal-C- tose y, ya entrada, nos suministraba un par de cápsulas de aceite de tiburón que un maistro pasaba en un carrito, vendiéndolas Con muchas limitaciones sobre las que nunca se quejó, pero de que le daba de comer bien bueno a su familia y quien llegara, por tanto, la obtención, asimilación y digestión de los nutrimentos que requiere un organismo con doña Rufina Castro, estaban garantizados. Eso sí, no recuerdo que anduviera distinguiendo entre las opciones que teníamos que cosa era vegana o no, que producto era orgánico o no, ni qué ingredientes eran artesanales o no. Se los juro, a todas las generaciones actuales, anticipadas y remisas, se los juro. Y es que por más esfuerzos que hago, no puedo imaginarme a mí’Ama gritándonos: “Chamacos : ya está el desayuno, vengan a comer estos huevos orgánicos…” “Niños, a cenaaaar… les hice unas tortillas de harina artesanales amasadas con requesón y unos frijoles calduditos… “oigan: dejen ese balón y vayan a cortar unas calabazas, una mano de plátanos para ponerlos madurar, las naranjas que estén maduras, unos mazos de cebolla y un balde de tomates gordos, porque toda la semana les voy a tener que hacer pura comida vegana ..” No, para nada. Ese idiolecto en mi madre santa no cabía y bajita la mano, le hubiera parecido muy ridículo. Lo que sí cabía era un enorme corazón y una gran fortaleza ante la vida hasta que un día se le bajaron todas las defensas y frente a esa fregada enfermedad, no hubo poder humano que diera la pelea como el América o Salvador Sánchez la daban contra sus rivales hasta vencerlos. Dicen también que, para eso del alivio contra el estrés pandémico y tantos males, el llorar es bueno. Y puede que sea cierto. Ya veremos. * Comentarios: Correo electrónico [email protected] Facebook: Miguel Ángel Avilés Castro Por Miguel Ángel Avilés
Caminando una vez por las calles de Puebla de Zaragoza, me encontré con El Barrio del Artista, ese espacio ubicado en lo que se conoce como Plazuela del Torno o del Facto, y luego de recorrerlo todo, confieso que me dio envidia. Envidia de la mala, porque de la otra no hay. Pero luego, mientras me comía un rico mole, olvidé la envidia y pensé que acá ,en el norte, pronto, eso mismo, se podía lograr. En este lugar, los artistas trabajan y exponen su obra a la vista de los turistas y ciudadanos que visitan este corredor. Según me entero, Inicialmente fue un taller para pintores pero con el tiempo se abrió a la exposición de otras disciplinas como la danza, música y teatro y ahora la plaza o el corredor tiene un aire bohemio en el que se han instalado algunos cafés en los que la gente se reúne para admirar el arte. ¡Qué maravilla! Yo no sé si al principio tuvo apoyo institucional, pero pudo empezar desde la autogestión de los propios artistas o a partir de la ocurrencia de alguien en particular. Ese alguien puso un caballete, exhibió su obra y enseguida le siguieron más y al rato toda el área estaba llena de creatividad e imaginación. Diré nomás que los hermanos José y Ángel Márquez Figueroa, ambos maestros de la Antigua Academia de Bellas Artes llegaron a dar una clase de pintura al aire libre al Parián en 1940. Imaginaron entonces que ese lugar podría ser un espacio para los jóvenes artistas donde podrían trabajar y desarrollar su obra. Los alumnos que en ese momento estaban por salir de la academia se encargaron de conseguir una entrevista con el Dr. Gonzalo Bautista Castillo, gobernador del Estado, solicitando la cesión del lugar para sus actividades. Rezan las crónicas que por ahí hemos leído que “habiendo transcurrido algunas horas, el maestro José Márquez interrumpe la clase y les dice a sus alumnos, “jóvenes, ustedes están próximos a salir de la academia, ya son pintores ¿no les gustaría tener un lugar, como estudio–taller para agruparse, desarrollarse y con el tiempo llegar a ser un núcleo de artistas que representen a nuestra ciudad?” Todos contestaron claro que sí Maestro ¿pero ¿dónde está ese lugar? El Maestro respondió: “aquí, frente a ustedes, imaginen todas estas accesorias ocupadas por artistas, dignificarían y rescatarían del abandono a este lugar haciendo del mismo un “Barrio del Artista”. “Es tarea de ustedes pugnar por que las autoridades les entreguen estos espacios para lograr un Barrio Bohemio como en otras grandes ciudades”. Hasta ahí la dejaré para decirles que, de acuerdo a mi pensar, es así como en este rubro y en otros, se transformará este país. Me refiero a la suma de individualidades ciudadanas quienes, a veces en el anonimato, otras entregados el día entero en su propósito y unas más, sin reflectores ni prensa a su lado, cimientan un proyecto, acaban un mural, remodelan una casa vieja, adaptan un patio para ofrecer una obra de teatro o hacen de unas ruinas, un taller para la lectura y la creación literaria. Se me hace que algo así está pasando ya en otras ciudades y en mi ciudad no es la excepción. Por eso la envidia se me quitó lueguito en Puebla, al tiempo que disfrutaba de una cemita porque un día antes, en Cholula, ya habían pasado por las armas unos chiles en nogada y unas chalupas, que un día volveré a probar, y será cuando vaya a decirles que acá, nuestros artistas mucho están haciendo para que un día que alguien se anime, tengan su propio barrio con el cual se ganaría mucho en oferta turística y cultural ni se diga. De hace algunos años para acá, la identificada como la parte vieja ha recuperado brillo si consideramos que poquito a poco en una barda puede observarse a un saxofonista , más adelante otro mural nos comparte las manos abiertas de una mujer; caminas unos pasos y a ras de banqueta de mirarán de frente El Santo y Blue Demon, pintados rústicamente, en tanto que , frente a ellos, un hombre envejecido y de sombrero, es dibujado sobre la pared carcomida de lo que alguna vez pudo ser una casa habitada. Contiguo a este escenario que ya de por si vuelve colorido el sendero de estas calles, unas voces dramatizan una obra y en otro lugar más, unos cuantos esperan ya la presentación de un libro o nada más cumplen con la cita para disfrutar la tarde y una taza de café. De ese modo y después de no haber nada hace unos años, este corredor, parece infectarse de una venturosa enfermedad contagiada por algunos cultureros y cultureras que, afortunadamente, se han dado a la tarea, con apoyo oficial o no, de iluminar una área casi abandonada. Estamos hablando de una buena parte del primer cuadro de la ciudad, el espacio público por antonomasia que suele dejarse a su suerte sin hacerse nada por recuperarlo. Si no me cree, adéntrese por esas calles al caer la noche y a los pocos minutos, cuando este en el pleno corazón, tendrá que apresurar el paso porque sentirá que está usted solo contra el mundo. Acaso se encontrará por ahí a dos o tres empleados que, sin más opción, esperan, inútilmente, que pase el último camión. Se encontrará también, a lo mucho, a un par de perros que olfatean las bolsas de basura y a unas banquetas por donde no transita casi nadie. Casi. Porque por ahí vagabundean la calma chicha y un airecito fantasmal que entra y sale por esas puertas entreabiertas de las pocas casas particulares de los alrededores. Sucede que el espacio público lo hemos dejado en manos de no sé quién, pero no de nosotros, no de la gente que habitamos esta ciudad como seres libres e iguales y por eso es de gran valía que las ciudades empiecen a iluminarse ya que de lo contrario esa soledad impacta en el comercio, en el turismo, en la seguridad pública, en tantas cosas. Pero si la idea es afrontar el problema, la comunidad artística está poniendo el ejemplo y como ellos, me parece que se pueden hacer muchas cosas que, de alguna manera permitirían recuperar la ciudad y, desde luego, la convivencia ciudadana. Reconozcamos pues, que el primer cuadro de la ciudad, se ha dejado a la buena de dios y hoy es una territorio en tinieblas y agreste. Eso es caldo de cultivo para los delincuentes o para sumarte a la delincuencia. Entonces ¿Cómo iluminar las ciudades? ¿Cómo no tener miedo a realizar lo que hace muchos años realizan otras ciudades del país como Puebla, Monterrey y tantas más ? Les adelanto que esto se logrará solo si se suman esfuerzos y se tiene voluntad por parte de todos los involucrados. En primer lugar, los comerciantes establecidos tienen que arriesgar (no es común en los empresarios locales) y aumenten su honorario de atención al público, es decir, si cierran a las 8, bien pudieran cerrar a las 10 o más. En la medida que esto se publicite y se sepa, llegarán las ventas. En segundo lugar, que el municipio flexibilice la aplicación de un reglamento y se permita a los vendedores ambulantes, ofrecer ordenadamente sus productos en ese primer cuadro y desde luego también en ese horario que le digo. Que las autoridades de cultura se vean en el espejo de los artistas independientes de los que hablamos y también tomen las calles del centro el mayor número de días posible, y se garantice a los posibles asistentes, un horario de camiones al menos hasta las 11:00, como ocurre en ciudades modernas. Y es que bien dicen los urbanistas Jordi Borja y Zaida Mux: “El espacio público es el de la representación, en el que la sociedad se hace visible”. Todo esto entonces es de enorme importancia para identificarnos como ciudadanos. Todo esto entonces es de enorme importancia para identificarnos como ciudadanos. Hay que darnos la oportunidad de recuperar ciudadanía y de tener una ciudad encendida y heterogénea. Hagamos del centro y toda ciudad, un espacio con capacidad de construir diferencias, de organizar encuentros, de provocar la convivencia y la armonía entre culturas, entre sectores sociales, entre individuos que, juntos y diversos, quieren rescatar para sí, lo que, penosamente, se ha dejado en el abandono. Sí, toda ciudad es un desafío...pero, con mole o sin mole, con cemita o sin cemita, afrontémoslo. * HASTA SIEMPRE, DON PORFIRIO. Los vecinos son la familia ampliada, que tan sólo vive en otro cuarto de tu casa. Me acuerdo aun cuando los vi limpiar de espinas ese terreno para habitarlo. Principiaban los años setenta y todavía no tenían todos los hijos que ahora tienen. Yo era un niño. Muchos aún éramos niños. Ellos-Doña Elisa y Don Porfirio- al inicio, hicieron una casa pequeña de color amarillo y quedó un patio grande que, para nosotros, fue como un estadio donde cabía todos los juegos y donde nuestra infancia correteó feliz. El año pasado fui a visitarlos. Ahí estaban en ese amplio corredor de arcos donde ahora disfrutan la vida a su manera. Platicamos y nos reímos por buen rato de no sé cuantas cosas. Cuando voltie hacia el patio, que ya no es tan grande como un estadio, clarito vi correr a unos niños que perseguían un recuerdo. * Comentarios: Correo electrónico [email protected] Facebook: Miguel Ángel Avilés Castro Por Miguel Ángel Avilés
Eso parece advertirnos el reporte del sitio Investigación y Desarrollo el cual señala que, en 1991, la población de burros en nuestro país era de 1.5 millones y, sin embargo, actualmente, solo quedan medio millón de estos animales. Se refiere sólo a los burros, claro. Sí esto es cierto, porque ,según leo hay fuentes que tienen otros datos, resultaría lamentable que eso estuviera sucediendo ahora con ellos, como pasó con la caguama, el ajolote o la vaquita marina y siendo así, urgiría nombrar a un cuerpo colegiado de especialistas en el ramo, que pueda encontrar la causa de su lamentable extinción. Al primero que le tendremos que exigir cuentas, es a Cristóbal Colón pues dicen que los primeros cuatro que llegaron acá, fue gracias a él. ¿Por qué solo cuatro y no diez o veinte o tres manadas? Eso es algo que de antemano resulta sospechoso. Otra de las causas que podrían llevar a esta noble especie hacia la extinción, es la modernización de las labores agrícolas, así como la explotación y el desinterés por su conservación. La conservación de los burros, insisto. Eso es cierto, pero además también puede ser un asunto de autoestima, si consideramos que siempre han estado relegados, solo se le busca para utilizarlos o para ser el símbolo que representa la ineptitud o la falta de inteligencia. De antemano, el referido trato se me hace injusto si consideramos que, entre sus virtudes se encuentra que son pacíficos, amigables, nobles, tienen buena memoria, son resistentes, ágiles y muy fuertes, por eso se ha usado desde hace muchos años para transportar carga. Esto es suficiente para que la Sociedad Protectora de Animales se indigne, así como se indignan por los gatos, un perro café o dos periquitos del amor en una jaula, pero dejarlos a su suerte, pudo haber traído consigo un desánimo en los jumentos, a tal grado que, ya sin ninguna ilusión y sintiéndose desaprovechados, algunos, en estado depresivo, no hicieron por vivir y murieron en soledad, mientras que otros, se lanzaron a una barranco, al grito de que no se culpara a nadie de su muerte. Aquí es donde radica el meollo del asunto, creo yo pero, como suele pasar, una vez que ocurre una desgracia, nadie es responsable y, en este caso, menos, lo cual provoca en ellos mucha culpa por lo que sintiendo la necesidad impostergable de hacerse daño a sí mismo, antes que entender el entorno que los rodea, adoptaron el papel que los demás quisimos que desempeñaran, no permitiéndole expresar sus sentimientos y esto acarreó que perdieran su identidad, es decir, toda relación con su verdadero “yo”, en consecuencia, solo pueden expresar sus sentimientos reprimidos, mediante la autodestrucción que hoy vemos. Este argumento puede ser válido, desde la opinión de Alice Miller y ahí pudiera finalizar todo, porque ella, a la hora de estudiar la psique lo sabía todo; sin embargo, si bien retomo lo anterior, para llevarlo al tema que nos ocupa e interpretar lo que está pasando con los animales en cuestión, hay otros elementos que pueden explicar la relación causal que andamos buscando sobre el trato que se les da y una de esos orígenes recae es la literatura. Por ejemplo, gracias a mi acción emancipadora, me permite saber, para esta entrega que, en las fábulas de Esopo la figura del burro representa el papel de los humildes en diversas situaciones. Además, representa al compañero confiado que es traicionado por un amigo malintencionado como en el burro y la cabra o la zorra y el burro. Los romanos, por su parte, tomaban el encuentro con un asno como presagio de calamidades. Ya ven. En el cuento “Los músicos de Bremen” se narra la historia de cuatro animales: un burro, un perro, un gato y un gallo cuyos dueños han decidido sacrificarlos, porque consideran que, por viejos, estos sólo consumen comida y ya no les son útiles para el servicio doméstico. En la tradición oral europea encontramos referencias al poder curativo de la cola de burro en casos de tos ferina y picaduras de escorpión. Como me la pongan, esto es muy infame para todos y sobre todo para los burros (y aquí sigo refiriéndome a los animales) ya que si esa cola se le tiene que cortar, dejándolos vivos, es humillante para ellos ya que se convierten en víctimas del escarnio por parte de las demás especies y riesgoso para quien ose en cortarselas. Si no es así y para cortarla, los tienen que sacrificar, pues peor y peor ha de ser, desde luego, el beber un tecito de cola de burro, casi tan igual a que nos de la tos ferina o te pique un escorpión. Es cierto, el burro aparece como fiel compañero del protagonista en muchas obras literarias, pero regularmente, queriendo o no, siempre termina haciéndola de patiño y tocándole la peor parte. En la obra de don Quijote de La Mancha, Sancho Panza anda en un burro, al que le dice “el Rucio” o “mi Rucio”, en una referencia a su piel, que, aca entre nos, era media cochina, pero el que se incluya a este animal en tan magna historia, si bien es para volverlo inmortal, no es la más óptima forma de reivindicarlo, si arriba de él andará y andará el nada anoréxico de Don Sancho y para acabarla de amolar, un dia se le pierde. Es famoso el burro Platero, de la obra de Juan Ramón Jiménez Platero y yo. En efecto, pero solo este animal le gustó a Juan Ramón Jimenez para andar por todo Moguel, arriba de él, que de por sí era pequeño, peludo y suave y muere luego de que un hombre de 150 kilos se le subiera encima, algo que,seguramente, no hubiera pasado si el poeta español se decide por un camello o una vaca, al momento de escribir su obra. Del burro flautista de Iriarte ya ni digo nada. Este puede que haya sido un ejecutante en cierne del singular instrumento, pero, no, como era un burro resulta ahora que nada más fue un resoplido y la tocó por casualidad. Pinocho es otro ejemplo claro, en donde los niños que visitaban la isla de los juegos se convertían en asnos por dejar los estudios por la diversión y la holgazanería. Por este motivo se le da un trato denotativo de burro a una persona ignorante o de poca inteligencia. Cuantos años tuvieron que pasar para que ese mote desapareciera de las escuelas y los niños no tuvieran que quedarse en un rincón luciendo tremendas orejotas. Eso no se vale. Y no se vale ni con los burros ni con los niños. Es más, con nadie. Pero aún estamos a tiempo de salvarlos (me refiero a los burros, no a los niños ) y darles un trato más digno. Están en peligro de extinción , recuerdenlo, pero no se han extinguido. Recuerden que al principio les dije, que hay estudiosos que tienen otros datos. Uno de ellos es Mariano Hernández Gil, especialista de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM, quien explicó que su decremento puede deberse a que en los censos se reportan los animales que están en las unidades de trabajo rural, pero las personas suelen tener más de ellos en cerros y montañas. Expuso que de acuerdo con el INEGI, de 1994 a 2010 el número de estos équidos se redujo en 61.9 por ciento, al pasar de un millón 527 mil ejemplares a 581 mil. La urbanización, explicó, ha generado que en algunas zonas de México se pueda prescindir de ellos, pero en otras contribuye a la seguridad alimentaria, al desarrollo sostenible y a reducir la vulnerabilidad de las personas. “Los burros están lejos de desaparecer porque todavía son muy útiles y son muy apreciados en términos económicos y afectivos, en muchas partes del país”. Carga, piel y machaca, así se puede resumir su utilidad y, atendiendo a los argumentos de este señor, hay burros para rato. "Hay que reivindicar al burro y cambiar de percepción, es un animal que le ha dado mucho a México. En su Breve Historia de México, José Vasconcelos le dedica un par de páginas y dice que habría que construirle un monumento porque sí vino a ayudar al mexicano. Creo que debemos cambiar nuestra percepción hacia esta especie que ha hecho una gran contribución a la sociedad, en términos económicos, sociales, culturales, ambientales, físicos y hasta emocionales”, concluyó este expositor. Lo anterior no hace más que echar por tierra las versiones que ya que ya los dan por extinguidos. "YA NO HAY BURROS" afirman esas catastróficas pesquisas pero, por eso no es bueno no quedarse con una sola versión. Hay que informarnos porque luego cualquiera nos puede engañar o nos engañamos nosotros solos. Pero tenga mucho cuidado, porque implica leer y eso puede significar un acto de consumo capitalista. El otro camino es no hacerlo ,con todas sus consecuencias porque , valga el anacrónico mote, nos incluirían en el bando de los burros. Eso pienso yo, no sé ustedes. Aunque, a ciencia cierta, son muchas las opiniones al respecto y ya estoy muy confundido. Prefiero consultar a los expertos y mañana o pasado, les digo. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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