Por Miguel Ángel Avilés
Caminando una vez por las calles de Puebla de Zaragoza, me encontré con El Barrio del Artista, ese espacio ubicado en lo que se conoce como Plazuela del Torno o del Facto, y luego de recorrerlo todo, confieso que me dio envidia. Envidia de la mala, porque de la otra no hay. Pero luego, mientras me comía un rico mole, olvidé la envidia y pensé que acá ,en el norte, pronto, eso mismo, se podía lograr. En este lugar, los artistas trabajan y exponen su obra a la vista de los turistas y ciudadanos que visitan este corredor. Según me entero, Inicialmente fue un taller para pintores pero con el tiempo se abrió a la exposición de otras disciplinas como la danza, música y teatro y ahora la plaza o el corredor tiene un aire bohemio en el que se han instalado algunos cafés en los que la gente se reúne para admirar el arte. ¡Qué maravilla! Yo no sé si al principio tuvo apoyo institucional, pero pudo empezar desde la autogestión de los propios artistas o a partir de la ocurrencia de alguien en particular. Ese alguien puso un caballete, exhibió su obra y enseguida le siguieron más y al rato toda el área estaba llena de creatividad e imaginación. Diré nomás que los hermanos José y Ángel Márquez Figueroa, ambos maestros de la Antigua Academia de Bellas Artes llegaron a dar una clase de pintura al aire libre al Parián en 1940. Imaginaron entonces que ese lugar podría ser un espacio para los jóvenes artistas donde podrían trabajar y desarrollar su obra. Los alumnos que en ese momento estaban por salir de la academia se encargaron de conseguir una entrevista con el Dr. Gonzalo Bautista Castillo, gobernador del Estado, solicitando la cesión del lugar para sus actividades. Rezan las crónicas que por ahí hemos leído que “habiendo transcurrido algunas horas, el maestro José Márquez interrumpe la clase y les dice a sus alumnos, “jóvenes, ustedes están próximos a salir de la academia, ya son pintores ¿no les gustaría tener un lugar, como estudio–taller para agruparse, desarrollarse y con el tiempo llegar a ser un núcleo de artistas que representen a nuestra ciudad?” Todos contestaron claro que sí Maestro ¿pero ¿dónde está ese lugar? El Maestro respondió: “aquí, frente a ustedes, imaginen todas estas accesorias ocupadas por artistas, dignificarían y rescatarían del abandono a este lugar haciendo del mismo un “Barrio del Artista”. “Es tarea de ustedes pugnar por que las autoridades les entreguen estos espacios para lograr un Barrio Bohemio como en otras grandes ciudades”. Hasta ahí la dejaré para decirles que, de acuerdo a mi pensar, es así como en este rubro y en otros, se transformará este país. Me refiero a la suma de individualidades ciudadanas quienes, a veces en el anonimato, otras entregados el día entero en su propósito y unas más, sin reflectores ni prensa a su lado, cimientan un proyecto, acaban un mural, remodelan una casa vieja, adaptan un patio para ofrecer una obra de teatro o hacen de unas ruinas, un taller para la lectura y la creación literaria. Se me hace que algo así está pasando ya en otras ciudades y en mi ciudad no es la excepción. Por eso la envidia se me quitó lueguito en Puebla, al tiempo que disfrutaba de una cemita porque un día antes, en Cholula, ya habían pasado por las armas unos chiles en nogada y unas chalupas, que un día volveré a probar, y será cuando vaya a decirles que acá, nuestros artistas mucho están haciendo para que un día que alguien se anime, tengan su propio barrio con el cual se ganaría mucho en oferta turística y cultural ni se diga. De hace algunos años para acá, la identificada como la parte vieja ha recuperado brillo si consideramos que poquito a poco en una barda puede observarse a un saxofonista , más adelante otro mural nos comparte las manos abiertas de una mujer; caminas unos pasos y a ras de banqueta de mirarán de frente El Santo y Blue Demon, pintados rústicamente, en tanto que , frente a ellos, un hombre envejecido y de sombrero, es dibujado sobre la pared carcomida de lo que alguna vez pudo ser una casa habitada. Contiguo a este escenario que ya de por si vuelve colorido el sendero de estas calles, unas voces dramatizan una obra y en otro lugar más, unos cuantos esperan ya la presentación de un libro o nada más cumplen con la cita para disfrutar la tarde y una taza de café. De ese modo y después de no haber nada hace unos años, este corredor, parece infectarse de una venturosa enfermedad contagiada por algunos cultureros y cultureras que, afortunadamente, se han dado a la tarea, con apoyo oficial o no, de iluminar una área casi abandonada. Estamos hablando de una buena parte del primer cuadro de la ciudad, el espacio público por antonomasia que suele dejarse a su suerte sin hacerse nada por recuperarlo. Si no me cree, adéntrese por esas calles al caer la noche y a los pocos minutos, cuando este en el pleno corazón, tendrá que apresurar el paso porque sentirá que está usted solo contra el mundo. Acaso se encontrará por ahí a dos o tres empleados que, sin más opción, esperan, inútilmente, que pase el último camión. Se encontrará también, a lo mucho, a un par de perros que olfatean las bolsas de basura y a unas banquetas por donde no transita casi nadie. Casi. Porque por ahí vagabundean la calma chicha y un airecito fantasmal que entra y sale por esas puertas entreabiertas de las pocas casas particulares de los alrededores. Sucede que el espacio público lo hemos dejado en manos de no sé quién, pero no de nosotros, no de la gente que habitamos esta ciudad como seres libres e iguales y por eso es de gran valía que las ciudades empiecen a iluminarse ya que de lo contrario esa soledad impacta en el comercio, en el turismo, en la seguridad pública, en tantas cosas. Pero si la idea es afrontar el problema, la comunidad artística está poniendo el ejemplo y como ellos, me parece que se pueden hacer muchas cosas que, de alguna manera permitirían recuperar la ciudad y, desde luego, la convivencia ciudadana. Reconozcamos pues, que el primer cuadro de la ciudad, se ha dejado a la buena de dios y hoy es una territorio en tinieblas y agreste. Eso es caldo de cultivo para los delincuentes o para sumarte a la delincuencia. Entonces ¿Cómo iluminar las ciudades? ¿Cómo no tener miedo a realizar lo que hace muchos años realizan otras ciudades del país como Puebla, Monterrey y tantas más ? Les adelanto que esto se logrará solo si se suman esfuerzos y se tiene voluntad por parte de todos los involucrados. En primer lugar, los comerciantes establecidos tienen que arriesgar (no es común en los empresarios locales) y aumenten su honorario de atención al público, es decir, si cierran a las 8, bien pudieran cerrar a las 10 o más. En la medida que esto se publicite y se sepa, llegarán las ventas. En segundo lugar, que el municipio flexibilice la aplicación de un reglamento y se permita a los vendedores ambulantes, ofrecer ordenadamente sus productos en ese primer cuadro y desde luego también en ese horario que le digo. Que las autoridades de cultura se vean en el espejo de los artistas independientes de los que hablamos y también tomen las calles del centro el mayor número de días posible, y se garantice a los posibles asistentes, un horario de camiones al menos hasta las 11:00, como ocurre en ciudades modernas. Y es que bien dicen los urbanistas Jordi Borja y Zaida Mux: “El espacio público es el de la representación, en el que la sociedad se hace visible”. Todo esto entonces es de enorme importancia para identificarnos como ciudadanos. Todo esto entonces es de enorme importancia para identificarnos como ciudadanos. Hay que darnos la oportunidad de recuperar ciudadanía y de tener una ciudad encendida y heterogénea. Hagamos del centro y toda ciudad, un espacio con capacidad de construir diferencias, de organizar encuentros, de provocar la convivencia y la armonía entre culturas, entre sectores sociales, entre individuos que, juntos y diversos, quieren rescatar para sí, lo que, penosamente, se ha dejado en el abandono. Sí, toda ciudad es un desafío...pero, con mole o sin mole, con cemita o sin cemita, afrontémoslo. * HASTA SIEMPRE, DON PORFIRIO. Los vecinos son la familia ampliada, que tan sólo vive en otro cuarto de tu casa. Me acuerdo aun cuando los vi limpiar de espinas ese terreno para habitarlo. Principiaban los años setenta y todavía no tenían todos los hijos que ahora tienen. Yo era un niño. Muchos aún éramos niños. Ellos-Doña Elisa y Don Porfirio- al inicio, hicieron una casa pequeña de color amarillo y quedó un patio grande que, para nosotros, fue como un estadio donde cabía todos los juegos y donde nuestra infancia correteó feliz. El año pasado fui a visitarlos. Ahí estaban en ese amplio corredor de arcos donde ahora disfrutan la vida a su manera. Platicamos y nos reímos por buen rato de no sé cuantas cosas. Cuando voltie hacia el patio, que ya no es tan grande como un estadio, clarito vi correr a unos niños que perseguían un recuerdo. * Comentarios: Correo electrónico [email protected] Facebook: Miguel Ángel Avilés Castro
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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