Por Miguel Ángel Avilés
Cuando se realizaron las festividades para celebrar los doscientos años del inicio de la lucha armada por la Independencia, algunos hechos supuestamente ocurridos en aquellas fechas que nos habían contado en la escuela como irrefutables se pusieron en duda o fueron desmentidos por un buen número de investigadores. Después de eso, al menos en mi, todo se volvió confusión y, ahora, para serles franco, si un día un extranjero, un alumno, o un nieto, quieren que yo les cuente esa parte de la historia de mi patria, no sabré decirles, a ciencia cierta, qué pasó. No sé si lo tenían ya planeado o fue una manera de boicotear el orgullo nacional, pero si querían arruinar el momento histórico, desde aquí les digo que pueden sentirse muy contentos porque lo lograron. No exagero, pues todo lo que a lo largo de muchísimos años nos habían impuesto digamos como un dogma, en un dos por tres se volvía una mentira, una teatralidad romantizada, una película oficial con lo cual no habían tenido emocionados, haciendo de nosotros unos devotos, unos feligreses, unos, unos verdaderos groupie de una lista de personajes cuyo arrojo eran un ejemplo para chicos y grandes, al grado tal que más de uno los tomó como referencia para llegar a ser como ellos, y hasta se vistieron para un festival o para un desfile, llenos de contento y de felicidad. Como decir Rubén Olivares en la Bondojito,o Fernando Valenzuela en Etchohuaquila o Rodolfo Guzmán Huerta en Tulancingo Hidalgo, o el nombre de este columnista en toda sudcaliforniana, así con esa pleitesía acogíamos en el salón de clases a tales héroes y heroínas que nos dieron patria. Cómo decir San Martin de Porres, San Judas Tadeo, San Pascual Bailón o San Francisco de Padua, así mero, con esa veneración íbamos por las estampitas a la papelería en busca de José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez o cualquiera del padrón de esta insurgencia, para dibujar a modelo dado sus caras aunque al final ninguno se parecía al real, o transcribir su biografía que venía al reverso y luego pegar su figura en una cartulina blanca, lo más pulcra posible y lucirte frente al profesor o la profesora el lunes siguiente que esperaba la tarea a cambio de merecer algunos un diez, otros un ocho, otros un cinco, una regañada, una tache o un coscorrón. Eran épocas en donde todos y todas querían ser exitosos y había una batalla a muerte entre niños y niñas liberales contra niños y niñas conservadores , gritándose de banco a banco “Lero, lero, maromero” o candelero, ya ni sé. Pero de pronto, cuando más los idolatrábamos, pues resulta que dijo mi mamá que siempre no y de repente, justo al cuamplirse esos doscientos años, cuya efemérides, por cierto, también fue puesta en duda, llegaron esos aguafiestas a decirnos que Miguel Hidalgo no era solo un inmaculado, un impoluto sacerdote, reconocido como el artífice del movimiento de Independencia en México, sino que tambien tenia un lado profano, avalado por historiadores, "donde el centro de sus intereses está en el juego, las tertulias y las fiestas". ¡Válgame el señor! Quesque eso del celibato nomas no era lo suyo, que por ahí tenia mas de un hijo, que le encantaban los gallos ( de pelea) y los otros, que le entendía muy bien a la baraja y en particular a la malilla y otras aficiones de relajada moral , por lo que ya no sabe uno si me están hablando de él o de Juan Charrasqueado o Martin Estrada Contreras, un tahur profesional. Para no alargarme mucho , resulta que por arte de magia, de acuerdo a los modernos revisionistas, el sábado 15 de septiembre de 1810, a las 11 de la noche, no ocurrió nada, absolutamente nada. Que el virreinato durmió tranquilamente y en su mayor parte tuvo un plácido domingo 16. Los únicos nerviositos fueron los conjurados de Querétaro. Pero el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, no tañó la campana ni llamó “a coger gachupines” a las estrafalarias 11 de la noche. ¡Nada de eso! Lo cierto, dicen, es que Don Miguelito, prudentemente, llamó a misa de siete o de ocho porque era domingo y muchos rancheros llegaban de las cercanías para cumplir el mandamiento de oír misa, y de paso ir al mercado, comprar y vender. Pero ya que había logrado el acarreo, y teniendo el atrio lleno, el cura les pidió que fueran por palos, machetes, resorteras, piedras, chacos, manoplas y lo que hallaren. Fue como inició una revuelta que duró apenas diez meses, no se extendió más allá del reducido triángulo que forman Querétaro, Guadalajara y las cercanías de la ciudad de México, pero le enajenó a Hidalgo todas las simpatías de los independentistas a causa de su desbordado pillaje y sus crímenes contra no combatientes. Es decir, ya encarrerado el gato, no le importó el ratón y entonces dijo "de aquí soy ". A partir de ahí vienen las dudas o la cizaña de los historiadores: que no se sabe , bien a bien quienes eran los cabecillas de esa extraña asonada; que uno punto de debate entre historiadores ha sido establecer qué fregados dijo Hidalgo en su "Grito de Dolores". Hay muchas versiones apoyadas en documentos que se escribieron después de ese acontecimiento, pues en ese rato no hubo un registro documental de sus palabras exactas dichas ante el pueblo en Dolores, ni había una cámara oculta que los pudiera cachar en la movida. Por si fuera poco, nos sobran las versiones sobre lo que gritó y a quien gritó esa noche don Miguel: "¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!" (obispo Manuel Abad y Queipo). "¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!" (fray Diego Bringas). "¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!" (Lucas Alamán). Tras sus investigaciones, Herrejón echa por tierra que Hidalgo se haya referido a la Virgen de Guadalupe o al rey Fernando VII en su grito ante la multitud. Y cita (como yo cito al que cita esto) al capitán independentista Juan Aldama, un testigo del "Grito de Dolores", al indicar cuál fue el verbobque Hidalgo habría dicho esa madrugada: "Hijos, ayúdenme a defender la patria. ¡Se acabó la opresión, se acabaron los tributos! El que me siga a caballo tendrá 1 peso. Y el que me siga a pie, 4 reales". Una parte de la confusión, explica, se da debido a que Hidalgo dio tres discursos ante grupos de seguidores ese día. En el primero, previo al famoso "Grito", fue cuando se refirió a la Virgen de Guadalupe. Aquí nace otra duda y tiene que ver si tenía o no un estandarte de la virgen en la mano. Al respecto, en ilustraciones, dibujos, retratos hablados y murales, el susodicho cura, ha sido pintado luciendo un estandarte de la Virgen de Guadalupe. "Sin embargo, el día del "Grito de Dolores" no sacó a relucir su icónico estandarte rectangular, sino que fue durante las primeras horas de su marcha por la independencia", jura otro investigador. "A las pocas horas del Grito, cuando pasan por el santuario de Atotonilco, ahí sí el cura Hidalgo entra a la sacristía y toma un estandarte de la Virgen de Guadalupe", refiere, de nuevo, el historiador Herrejón. Yo ya no sé a quién creerle. Tampoco sé si al hacer la ceremonia del grito en cada palacio de gobierno de cada estado sea el más fiel homenaje a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, y compañia o a la próxima debamos gritar ¡viva México ! en una cantina, en un palenque o en table dance. Ya no sé. Pero si de lo que aquí se trata y a esas vamos, de aventurarnos cada quien en especular sobre lo que pudo haber pasado aquella gloriosa noche, aquí está mi aportación y ahi nos vemos: Creo que un dia como hoy pero de 1810, en un casa de Dolores, ubicada en la intendencia de Guanajuato, actualmente Dolores Hidalgo, Gto, daba inicio la party organizada por un media docena de adultos mayores quienes, luego de ponerse hasta las manitas y habiéndose acabado los pomos, salieron en busca de un aguaje, en que Don Oxxo , el tendero del pueblo pero, ya de regreso, uno de ellos, que se parecía al Loco Valdez, y andaba bien ondeado, se metió a una iglesia, pensando que era el único bar que encontraban abierto pero, decepcionado, ya de muy mala copa, sacó el cuadro de una virgen grandota y quitándose la camisa, como si un aficionado se quitara playera del Tri empezó a menearlas, al tiempo que le gritaba vivas a México y les mentaba la madre a todos los que se le venían a la memoria, lo cual fue festejado por el resto de la banda. Luego, como batucada, se fueron marchando con rumbo desconocido, sin saber bien a bien hasta dónde fueron a parar, ya los historiadores, al respecto, siguen, los muy indecisos, sin ponerse aún de acuerdo.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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