Por Miguel Ángel Avilés
Las personas con trastornos depresivos y/o con ansiedad, no es que traigan sueño o que sean flojos, lo que buscan, a ratos, es dormir para siempre. Tranquilos, no se asusten: ellos o ellas, aman la vida y lo que menos quieren, es sentirse así. Porque es horrible y, salvo que sea un masoquista emocional, no creo que viva esas crisis por gusto. "Déjenme presumirles: anoche la depresión me hizo sentir como una cucaracha y no saben cuánto disfruté" "Como tengo ganas de que lleguen esos momentos en que mi autoestima se encuentra en el subsuelo y pienso que lo que haces y tú mismo no sirve para nada" “¿Nunca has estado en depresión?... ¡no sabes de lo que te pierdes! , te lo recomiendo..” Claro que no es así. Puede serlo, bien lo comentaba un especialista en esos casos, en que una joven, un joven, no saben de lo que hablan y casi ven esto como una fascinante moda: “Ando depre”, “traigo la depre” y, sin embargo, en ese mismo rato, se arreglen y salen locos de contento y de felicidad rumbo a un antro o a la party convocada una semana antes, cuando, de encontrarse de verdad en un estado depresivo como el que presumen, lo que menos lucirían es el ánimo y unas ganas inmensas de socializar y reventarse. Una persona que sí ha sido diagnosticada con esos trastornos, optaría, sin más remedio, el permanecer dormido como si ensayara, para cuando llegue el momento final. Pero lo que menos desean es que llegue. Por el contrario, desearían que esas horas cero les fueran repuestas por días enteros sin vivir eso que a ratos es indescriptible y que la madre de un generoso psiquiatra, la definía como un dolor incesante en el alma. Sí, muchos no han podido soportarlo y han tomado la decisión muy personal de irse. De optar por esa puerta o esa otra alternativa para volverse invisible (nadie muere, solo nos volvemos invisibles). Las cartas están echadas: a) irte antes de nacer b) irte a los trece años por un pelotazo en la cabeza o irte a los catorce por culpa debido a un lupus c) irte a los cincuenta por culpa del corazón o a los 80 por culpa de un cáncer d) irte por voluntad personal. Es una decisión propia, de cada quien, y no anden con esa anacrónica discusión de que, si fue por valiente o por cobarde, pues nada, nadita aporta al tema. Claro, lo anterior se puede evitar (o se pudo evitar, como suele decirse, tardíamente). Sí. Muchas veces ni al nacer lloró o ni un ápice de sospecha les mandó para detectar lo que vivía por dentro. Sí. Y eso se puede deber a que así como aman la vida, así aman a los que lo rodean, por tanto lo que menos quieren es su preocupación y más lágrima, pues de por sí con las suyas son bastantes. Quiero decir que depende de ellos, pero también del resto de los que conforman su entorno, que no lo hagan. Aquí sí que somos inclusivos. Es decir, si digo "también del resto de los que conforman su entorno "es porque aquí caben todos y más, hasta el que menos piense que puede ser determinante, a la hora de las decisiones. Pero no se asusten. A quien no le toca, no le toca. Pero a los que sí, sí. Y lo saben. En algunos casos la diferencia radica en que la persona ya hizo conciencia de lo que vive y tiene por qué lo averiguó o porque ya le dieron un diagnóstico y se atiende, se previene, busca herramientas para defenderse del monstruo que lo ataca a diario, permanentemente. En otros se sufre el padecimiento, pero se ignora la enfermedad y en otros más se sabe lo que tiene, pero se oculta ya que la cultura imperante dicta que tienes que ser fuerte, aguantar, resistir, mostrar tu “valentía” . Por si fuera poco, aún se sigue rechazando social y laboralmente a las y los que pasan por una situación así y tuvieron la mala suerte, frente al mundo, de tener esa enfermedad y no otra más permisible entre el círculo de amigos o en la planta de trabajo. Alguien puede llamar a su trabajo, diciendo que no irá ese día porque tiene gripa, se le subió la presión, amaneció en estado inconveniente después de la posada o le duelen las rodillas y casi les puedo asegurar que su falta será justificada. Pero decir que no se irá porque está viviendo una fuerte depresión, una crisis de ansiedad o de pánico no solo no es común que lo hagan quien la sufre sino que allá su jefe lo mirará como un pretexto para ausentarse o su reglamento interno no contempla esa causal para faltar. Sí, tener dificultad para pensar, concentrarse, tomar decisiones y recordar cosas o mantener pensamientos frecuentes o recurrentes sobre la muerte, pensamientos suicidas, intentos suicidas o suicidio o se tiene preocupación y sentimientos de miedo, terror o intranquilidad excesivos. Otros síntomas son sudoración, inquietud, irritabilidad, fatiga, falta de concentración, problemas para dormir, dificultad para respirar, latidos cardíacos rápidos y mareo. Nada de esto es motivo suficiente para quedarte en casa, de ser posible debajo de la cama, porque allá afuera la ignorancia y la incomprensión no la incluye entre las razones para hacer un alto en tus actividades y atenderte. A la hora de confesar o compartir cómo emocionalmente te sientes, también se está en desventaja. Es común que en la sobremesa, a la hora del café, en un chat, por teléfono o de cerco a cerco se diga – ya iba a decir , se presuma – que trae muy altos los triglicéridos , que el colesterol anda hasta el tope, que se trae un dolor en la espalda o que de nuevo le brotó un uñero en el pie derecho y le sobrará comentarios , recomendaciones, nombres de doctores, remedios caseros, medicina alternativa, chamaneria, pastillas infalibles, bendiciones y demás. Por el contrario, expresar, decir, confiar, desahogarte frente a otros, que ya no puedes más, que la depresión ha vuelto, que tu ánimo anda besando el suelo, que sientes un preocupación excesiva sin razón aparente es, en buena parte de los casos, el banderazo de salida para que, hasta los más allegados, se aparten de ti o hagan como la virgen les habla. En parte es por desconocimiento, pero en otras no. Nomás que le sacan, o lo evaden o están hasta lo coronilla, o porque andan peor que ese que les quiere decir cómo está en cuestión de ánimos y no quieren verse en un espejo. Escogen- por costumbre, por negación, ignorancia, por falta de una aceitada inteligencia emocional, por darle un placebo a su dolor - el salir a la calle y gritar que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando, Oh-oh-oh, ay, no hay que llorar (No hay que llorar, que la vida es un carnaval, y las penas se van cantando, oh-oh-oh, ay. Todo esto dicho a un destinatario que sufre de un trastorno que, entre otras cosas, lo que provoca es la pérdida de la voluntad. Eso lo toman para sí, mientras que para su interlocutor que clama por menos preguntas y cuestionamientos y más apapacho y comprensión, se tiene lo que, según estos terapeutas, es infalible: “Échale ganas … ¡ánimo!” ¿Di en el clavo o hablé de más? Contéstense ustedes. Ustedes y las noches a solas Ustedes y el Insomnio Ustedes y esas lágrimas Ustedes queriéndolo explicar. Ustedes y su ansiedad Ustedes y la desesperanza Ustedes y el sentirte la nada El Día Mundial de la Salud Mental se conmemora todos los 10 de octubre; el objetivo que persigue, es el de recordar que la salud de cada individuo es la sólida base para la construcción de vidas plenas y satisfactorias. Entonces pues, que no se olvide. Porque a diferencia de otros males, aquí nada se extirpa. Tampoco, hasta ahora, no hay cirugías tal como las que se realizan en un brazo, en un ojo, en el corazón. No, no hay operaciones a depresión abierta o prótesis que remplacen tu estado de ánimo o el alma o eso que se circuitan en los neurotransmisores ni hay estaciones de servicio como las gasolineras a donde puedas llenar tu cuerpo de la serotonina necesaria. No les teman, no evadan a estas personas. Las has conocido en un estado normal, cuando logran alcanzar la superficie y reconocerás que son hombres y mujeres incapaces de dañar a alguien por iniciativa propia o con dolo. Acaso nada más, están haciendo todo que está a su alcance, para sacarse, por fin, el cadáver ajeno y putrefacto que llevan arraigado dentro.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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