Miguel Ángel Avilés
Alguna razón tuve que tener para recordar a ese interno al que, pese a los años transcurridos, no se le otorgaba un beneficio de libertad anticipada y él admitía, culposamente, la decisión del Consejo interdisciplinario del Centro de Readaptación Social, porque la psicóloga, basada solo en una entrevista, alguna vez le dijo que él tenía " el Yo fragmentado". _ ¿Y tú por qué no sales? _ Es que tengo el Yo fragmentado. ¿Qué era tener el "yo” fragmentado?, sepa dios, quizá ni la psicóloga sabia, pero él creyó y fielmente se aventó la sentencia de punta a cola, es decir, todita o hasta que llegó alguien más enterado o enterada, o con ganas de enterarse o estudiosa o estudioso o con voluntad para estudiar sobre el tema la cual le dijo que se dejara de cosas, que la ignorancia había llevado a su colega a estigmatizarlo con eso y que no tenía nada. Nada referente a ese trastorno, al menos y que para evaluarlo bien a bien , pues se ocupaban diversas baterías de pruebas, o sea un conjunto de instrumentos o herramientas validadas, administradas a una persona , necesarias para inferir y obtener información confiable respecto a aspectos de la dinámica de su personalidad, aptitudes, estilos de procesamientos psíquicos del sujeto, además de su estructura y fortaleza Yoíca, capacidad defensiva, modalidades de afrontamiento, estructura de personalidad, nivel de salud psicosomática o déficit cuando se encuentran signos psicopatológicos. Estas definiciones no crean que son mía, la copié de un ensayo de una ministra de la corte y doy por hecho que es suya pues no tengo elementos para opinar lo contrario. Pero ustedes no cometan este erro666r, ni tampoco en el que, de buena fe, incurrió ese interno. Es decir, no crean todo y menos a mí. Hagan lo posible por averiguar, informarse, interrogar, consultar ya que, si bien no es sano andar desconfiando de todo, también lo es que hay charlatanes dispuestos a verbearse a quien se deje para obtener algún provecho. Qué grave. Puede sucederles en el trabajo, en la colonia, en el deporte, entre amigos e incluso en la política, no obstante que aquí no tiene modo de colarse nadie que no sea honorable. Estos alevosos pueden ser burdos a la hora de atracar o puede hablarte al oído palabras de amor y cuando menos piensas, ya caíste a los pies de su seducción. Porque han de saber que existen de varios tipos: El que sabe y a su vez sabe que el otro no sabe. El que no sabe que no sabe pero le hace creer que sabe al que tampoco sabe. El que no sabe, pero el que sabe le cree ¿por qué? Pues sabe El que no sabe pero no reconoce que no sabe y se la pasa ,simulando que no sabe. El que no sabe pero no hace por saber porque sabe que otro que no sabe, cree que sabe. Y así. Frente a esto, las estafas pueden ser mayúsculas. Para no incurrir en imprudencias recordando vilezas actuales , pondré de ejemplo al ex boxeador mexicano Víctor Rabanales quien en la cúspide de su carrera compró el Popocatépetl entero, para criar conejos y otras actividades más. La historia es más larga, lo cierto es que los supuestos vendedores le hablaron bonito y él, ingenuo, cayó. Al despertar a la realidad, ya no le quedaba nada de dinero, del tanto que ganó. Pero para entonces, el o los que lo engañaron, ya no estaban. Mi amigo el interno compró lo vendido por la psicóloga y esta no fue lo suficientemente responsable para reconocer que estaba improvisando en su perjuicio, sin medir las consecuencias que le podía traer, como, en efecto, le trajo. Si tenía algo fragmentado el reo, era nomás la frente, producto de una riña en el barrio que le dejó una hilera de cicatrices como al Perro Aguayo, pero hasta ahí. No tenía los pómulos saltados ni su cráneo era prominente como describía don César Lombroso al delincuente nato. Había cometido múltiples asaltos, hacía algunos lustros, cuando joven, pero ahora ya caminaba lento, como perdonando el viento, de tal suerte que la curva de su peligrosidad era descendente y por lo tanto, esta era menor. De esta forma e Informado el paciente, se quitó las telarañas que tenía frente a sí, recobró su libre albedrío y reflexionando por cuenta propia, se echó un clavado a biblioteca del centro y sumado a la determinación del nuevo profesionista, enterado y vigente, fue con los que decidiría si se iba o no y defendiendo tantas cosas que el dogma no le había permitido, tuvo como resultado que le abrieran las puertas y se fuera libre a donde él quisiera. Esto último está puesto ya de mi cosecha, solo para quitarle un poco lo aburrido al texto, aunque sea demasiado tarde. Pero la imagen me recordó a Goyito Cárdenas que, ingresado como homicida – ahora sería feminicida - al privar de la vida a más de una mujer, ahí en la cárcel estudió leyes, pudo defender a otros internos y más delante, en un hecho sin precedentes, en 1976 el presidente Luis Echeverría, le concedió el perdón público, y, según relatan las crónicas de aquellos polvos, lo llevó o fue llevado ante el Congreso de la Unión, donde fue recibido como un héroe, porque, se dijo, representaba un claro caso de rehabilitación. “También fue reconocido en San Lázaro, como “inspiración para los mexicanos”, en donde fue ovacionado de pie, a pesar de la indignación de muchos.” (esto no me lo dijo la ministra, solo transcribo parte de la nota). Bien por haber logrado su readaptación, pero se me hace que en eso que pudiera ser una especie de desagravio, como que se les pasó la mano. Eran otros tiempos, entiendo y lo había decidido el presidente, y sus determinaciones nadie las ponía en tela de duda. Lo dijo él y habría que creerle. Punto. Eran otros tiempos, repito y lo entiendo. Pero cuando menos hubieran checado si no tenía su yo fragmentado. Me refiero a Goyito, no al presidente.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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