Por Miguel Ángel Avilés
Una vez decía que uno de los lugares donde se aficionaron algunos a la lectura, no fue en una biblioteca o en la escuela o en la casa. Más bien creo que fue en una peluquería Aclaré, sin embargo, que eso era un recuerdo individual, muy mío. No porque ahí me haya flechado la lectura a mí. A otros sí, a mí no pero ahorita ese no es el tema. Más bien es el interés por la lectura y la lucha eterna que, a lo largo de los años se ha tenido, para inculcar ese hábito entre la población. La titánica labor se ha impulsado desde lo institucional, es decir, desde lo público, como del privado, por parte de ciudadanos y ciudadanos que valoran y le dan importancia a la lectura en lo individual y en lo colectivo. Nomás que programas van y programas vienen, algunas nomas van, pero ya no vienen y seguimos renegando de que la gente no lee y por lo tanto eso hace que tengamos un país o un mundo etcétera etcétera y más etcétera. Mejor dicho: de la lectura depende de que seamos más buenos o más malos. De la lectura depende de que se me quiten algunas mañas o las siga practicando. Así lo ven o así lo miden quienes ponen los huevos en esa única canasta. Si me muestro compasivo y generoso, con mente abierta y dispuesto a socorrer al prójimo, es gracias a la lectura. Si agarro a patadas a un perro, si soy el único que guarda silencio en una reunión cuando están hablando de tal o cual autor, o citan una frase larga de memoria o no te ríes luego de que alguien contó la anécdota de un escritor emblemático de la novela equis, es porque no fuiste capaz de leer en tu vida ni el reverso de los legendarios cerillos de color rojo, donde venía una biografía de un histórico personaje. Dehesa algo comentaba al respecto y creo que Argüelles lo ha tratado en sus libros. Creo. Pero si la intención es aumentar el número de lectores (el gran antídoto para que todos seamos buenos y felices) no desproporcionemos las bondades de la lectura, porque nos toparemos con pared y ahí está el detalle, mi chato, ahí está. En la medida que nos bajemos de esa nube en que andamos y que, ante todo, convenzamos a la gente de que la lectura, ante todo, es un acto de placer y que lo demás, posiblemente llegue por añadidura, gracias a eso otros valores inculcados en la familia o en el barrio o donde sea, entonces conseguiremos ser unos seres humanos ejemplares y hasta de exportación. Mientras tanto, no ofrezcamos lo que a través de ella no se puede cumplir. Porque resulta que entre las posibles bondades de la lectura -que sin lugar a dudas las tiene y muchas- han construido algunas muy almibaradas. "La escritura es la pintura de la voz». “Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra». “Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida”. ¿Le sigo? "La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso". Y así por el estilo. Entonces algunos lo creen a la letra, como si sucediera por arte de magia y piensan que si se ponen a leer, un rayo de luz entrará por su cabeza y lo convertirá en el Übermenschen quien, desde la filosofía de Friedrich Nietzsche, es una persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al que considera el del hombre (y la mujer ) común. No sé de dónde sacaron eso. Tal vez ocurra a partir de cierto número de libros leídos y ni José López Portillo, ni otros voraces lectores, ni yo que no leo tanto, más bien, soy desordenado y parsimonioso a la hora de leer, hemos llegado a eso y por lo tanto seguimos siendo las miserias humanas que conocen hasta ahorita. Sea como sea, haré de tripas, corazón y como tantos y tantos más, le seguiré apostando a la lectura y a la necesidad de practicarla, con tal de que tengamos una calidad de vida más óptima, todos seamos unas lumbreras con ese perfil nietzscheano que cité arriba y, sobre todo, para que impere la paz y no haya más guerras, dios guarde la hora. Le seguiré apostando, dije, pero no con las estrategias que, hasta la fecha, sino han sido un fracaso, le andamos rondando, razón por la cual, yo quiero proponer que, en vez de fomentarla, creo que obtendríamos más resultado si criminalizamos la lectura, al grito de "lo prohibido es deseo”, ya que el consenso general es que cuanto más se prohíba algo, más gente quiere hacerlo. Por tanto, considerando que todo lo anterior es mi exposición de motivos, vayamos al resumen de mi iniciativa en el ámbito federal: “Se impondrá prisión de diez a veinticinco años y de cien hasta quinientos días multa al que: I.- Produzca, transporte, trafique, comercie, suministre aun gratuitamente o prescriba alguno libro, sin la autorización correspondiente a que se refiere la Ley General de educación; II.- No se permitirá la posesión ni portación de los libros prohibidos por la Ley, ni propios ni aquellos de los reservados para el uso exclusivo de la Secretaría de Educación Pública. En cuanto a los Estados o en la concurrencia entre estos y las federación , hay que prevenir la corrupción de menores y por supuesto, el lectomenudeo, por tanto, el tipo penal se propone así: “Comete el delito de corrupción el que procure, facilite, induzca, fomente, propicie, promueva o favorezca la corrupción de un menor de dieciocho años de edad, o quien no tuviere capacidad para comprender el significado del hecho, mediante acciones u omisiones tendientes o que concluyan en la realización de actos de lectoescritura o conductas depravadas similares. A quien cometa este delito se le aplicará de cuatro a diez años de prisión y multa de veinte a doscientas Unidades de Medida y Actualización. “La misma pena se le aplicará a quien obligue, procure, facilite, induzca, fomente, propicie, promueva o favorezca la promoción o consumo de libros o la generación o práctica de algún otro vicio como este; o que induzca a persona menor de dieciocho años de edad a formar parte de círculos de lectura, involucrarse en una asociación delictuosa o pandilla lectora, o a cometer cualquier delito de los señalados en este capítulo”. “A quien obligue, procure, facilite, induzca, fomente, propicie, promueva o favorezca el consumo de libros impresos, video libros o audiolibros por parte de un menor de edad o de quien no tuviere la capacidad de comprender el significado del hecho, se le aplicará la pena de cinco a doce años de prisión y multa de cuarenta a trescientas Unidades de Medida y Actualización. “Cuando los actos de corrupción se realicen reiteradamente sobre el mismo menor o la misma persona que no tuviere capacidad para comprender el significado del hecho y, debido a ello, éstos adquieren los hábitos de la lectura u otras prácticas que produzcan efectos similares, o a formar parte de un club de lectura, la sanción señalada en los párrafos anteriores se aumentará en un tercio de la misma”. Reza un proverbio italiano: “Un libro cuya venta se prohíbe a todos los hombres, la prohibición convierte a un lector en tres”. Esto lo leí en un libro, pero no le digan a nadie. Cuando se apruebe esta iniciativa y se prohíba la lectura, pero, aun así, logran conseguir en el mercado negro o en una lectotiendita, un libro, tampoco se lo digan a nadie. A punto estamos de ver un crecimiento exponencial en el hábito de la lectura y el vicioso gusto por los libros. Desafiemos a la ley y vayamos buscando a nuestro dealer de cabecera para no sufrir del síndrome de abstinencia. Claro, mientras no le revienten su biblioteca o su librería, a punta de cateos.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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