Por Miguel Ángel Avilés
*__Tuve un sueño anoche_ _Y yo otro_ _Bien, ¿y qué soñaste?_ _Que los soñadores suelen mentir.”__ ( William Shakespeare)** El miércoles pasado cené tarde y en exceso como no lo hacía desde que, años atrás, mi nutriólogo y mi instructor en el gimnasio me lo prohibieron. Las consecuencias resultaron funestas al dormir, pues durante toda la noche tuve pesadillas y cuando por fin el diablo me autorizó despertar, juré, aún bañado de sudor, que en cuanto la inflación, el litro de la gasolina y el precio del tomate me lo permitan, lo necesite o no, me pondré la manga gástrica y listo, asunto arreglado, a cumplir uno que otro antojo y pernoctar como un bebé. Para que entiendan la magnitud de lo vivido, les resumo diciendo que fue como un popurrí muy pero muy selecto de alucinaciones raras, tanto así que estuve a punto de notariar la promesa de que, en este torneo que apenas empieza, me volvería cruzazulino, escucharía de un jalón todas las grabaciones de Natanael Cano y haré una detecti comercial igual de ridículo como los de Dante Delgado, si en ese momento se marchaban todos los fantasmas y me dejaban en paz. Supongo que estos se apiadaron y pude volver en mí, horas más tarde, cuando el sol ya entraba por esa rendija de la ventana y el Pushi clamaba exigiendo su desayuno, nada más que, al tratar de hacer un corte de caja sobre todo lo vivido por andar cenando de más, no recordaba los episodios que ahora son tema para esta entrega. Corrijo : no recuerdo y sigo sin recordarlo todo. Ya intenté eso que sale en las películas, cuando alguien pierde la memoria y para recuperarla, requiere de un trancazo en la cabeza, pero todo ha sido inútil y no pienso estar aquí de masoquista pegándome contra la pared, con el riesgo de desnucarme para saber que tanto hicieron de mi esos esos capítulos en los que estuve en los brazos de Morfeo. Pero gracias a dios, nada es para siempre y justo cuando escribía el final del párrafo anterior, llegó una especie de recordación, digamos como si alguien no pudiera con su inconsciente por más dañado que esté y un duendecillo valiente, con la pericia que tiene para con los pianos mi amigo Jorge, o una neurocirujano frente al paciente con el cráneo abierto, se puso a reconstruir uno a uno los hilitos y miles de fibras microscópicas , hasta completar todo el rompecabezas vivido en esos sueños o casi todo. A riesgo de no ser preciso, recuerdo que estaba en uno de tres debates que llevaría a cabo una autoridad electoral de no sé qué país del primer mundo, solo que no alcanzaba a distinguir la cara de los participantes ni mucho menos si eran mujeres o eran hombres, pero a diferencia de otros que había visto en los años recientes, este tenía la peculiaridad de que el formato era como una especie de ejercicio de autocrítica de cada uno de ellos en los días previos a una contienda. El recinto para tal ocasión estaba en penumbras y en lugar de un moderador, se encontraban presentes un par de tipo quienes era los encargados de controlar un polígrafo y todo lo que este aparato conlleva, amén de lo cuestionable de los resultados que arroja y de lo certero que esté siendo yo al contar parte de mis pesadillas, capaz que estoy todavía confundido o lo que sigue de confuso y lo que yo pensé que era un detector de mentiras, era una estufita, un combo de juguetes sexuales o las luces del arbolito de navidad que todavía no han guardado. Aquello no parecía abobar a la democracia, más bien era muy opresivo , pero según el instituto electoral de esa nación, resultaba ser lo más vanguardista y lo más genuino para que cada participante sacara su verdadero yo pues cada uno hablaría de sí mismo y se hiciera pedazos él sólo sin esperar a que en la primera oportunidad lo consiguieran sus rivales. Una vez prendido el detector, el aspirante a colgarse la banda presidencial no hablaría de promesas, ni arremetería contra quienes estaban a su lado sino que tenía que hablar desde lo más recóndito de su conciencia y dejando para otra ocasión la impostada oratoria , tenía que declarar con respecto a todos los muertitos que tenía guardados en el armario , siendo la más genuina confesión de estos lo que incidiría en la intención del voto ya que la madura ciudadanía al momento de sufragar, tomaría muy en cuenta su sinceridad y lo reprobable que sean los trapitos al sol que cada uno se sacara. Si no mal recuerdo, los niveles de preferencia de la gente se medían, preguntándole por el teléfono, al final de ese raro debate, quién de todos o todas les pareció que no se guardó ni una leperada que hubiera realizado por ahí y que arrojó todo lo que arrastraba desde que empezó a militar en las juventudes de su correspondiente partido, nomás que en mis pesadillas no se les llamaba así, partidos, sino les nombraba con un nombre italiano que ahorita sinceramente se me olvida. Lo que sí me quedó muy grabado fue la justificación de porque ese ejercicio y ya no esa anacrónica manera de organizarlos. Una voz femenina en off, pero en y una lengua extranjera, decía lo que a continuación traduzco: “En la actualidad, esa parte de la autocrítica se olvida por completo cada vez que hay un debate y no se diga durante el tiempo que dura la campaña, menos cuando son ya servidores públicos. El que acusa (al otro, desde luego) siempre lo hace desde el púlpito de su casi beatificación; él y solo él es la gran opción y sus oponentes representan la peor calaña. El adversario es el que obstaculiza su gran labor, mientras que ellos son el ejemplo a seguir entre todas las legislaturas que hayan existido”. “Actualmente los debates, en teoría, tienen un formato para que impere el orden, para que haya un sano intercambio de opiniones, para que los candidatos abran su fuente inagotable de ideas y aquello sea una encerrona de altura. Pero nadie lo respeta. En cuanto se medio presentan y el moderador les indica el tiempo que tienen para disertar como los grandes estadistas todos empiezan a sacar tarjetitas, los buenos modales se olvidan, vienen los descantones cantineros, comienzan a resaltarse las virtudes propias, tienen una solución a cada problema y una vez hecho lo anterior, se van sobre el contrincante y lo acusan de maldad y media, sin importarles que unos meses atrás hubiera coqueteado con él para una alianza o unos días después, presumiendo su pluralidad, lo anuncie como el hombre más probo de su gabinete”. El electorado no olvida ejemplos como los siguientes que a la postre eran tediosos y desalentaban el voto: _ Aquí tengo este documento (y lo pone frente a la cámara como si pudiéramos corroborar su autenticidad desde nuestra casa) donde el candidato… (Aquí le sigue un adjetivo como “oficial” “de la violencia”, “del continuismo”, según sea el caso) donde hace quince años le extendió una carta de recomendación a fulano de tal que ahora está en la cárcel por haber atropellado a una viejita. _ Ahora vienes a presumir de tu decencia, pero cuando fuiste alcalde de San Loquesea te llevabas a tu casa todas las lámparas que eran para el alumbrado público. Hoy vienes aquí diciendo que acabarás con la corrupción, pero ya no te acuerdas cuando tu esposa se puso a vender todas las cobijas que eran para los damnificados del chubasco que azotó el año pasado. _ Aseguras que acabarás con el nepotismo y que no solaparás las influencias de nadie, pero te niegas a reconocer que tres de tus nueve hijos cobran como aviadores en el Municipio que preside tu compadre, otro bueno para nada. * Esa misma noche el comité de campaña de cada aspirante pagaba un desplegado carísimo que aparece a la mañana siguiente, nomás para decir que el debate lo ganó su candidato y que, de plano, los otros, deben de declinar antes que ese hombre de Estado les pase por encima. Todo eso solo provoca el abstencionismo, cunde el hartazgo y al final el famoso debate termina por no servir para nada. Por eso consideramos que la autocrítica sincera, francota y con el corazón en la mano, puede ser la opción que salve esto. Cuando menos ya sabríamos a qué atenernos y no nos desgastaríamos acusándolos de esto y de aquello tal como lo hacemos ahora. En este nuevo formato, cada uno de los candidatos o candidata irá pasando al estrado a confesar sus fechorías y a reconocer las triquiñuelas que en el pasado se le han endilgado o haya sabido ocultar. Hasta aquí me acuerdo de esa explicación y después de lo expuesto por dicho audio hubo uno segundos de silencio, luego una campanada, y con los cables ya conectados a su cuerpo, dio inicio la pelea: El Turno es para el primero de la ronda: “_ Yo, candidato por el distrito fulano, soy un léro bien hecho y no debería estar aquí pidiéndoles el voto sino que debería estar en una isla, encarcelado. Mi carrera de bandido empezó cuando fui líder juvenil de mí partido, organicé la rifa de un carro para sacar fondos y remodelar el local que teníamos, pero no entregué el dinero, mi esposa se sacó el carro, y, por supuesto, nunca remodelamos el local del partido… más adelante fui subsecretario de desarrollo social y ahí hicimos mucho dinero porque la constructora que levantó los pies de casa para las gentes de las invasiones, era de mi papá”_. El Turno es para el segundo de la ronda: “__ Yo tengo treinta años viviendo en este Estado, que ya es para mí como segunda cuna… Llegué aquí porque venía huyendo de mi pueblo, pues entre un compadre y yo, asaltamos a un ingeniero cuando llevaba la raya para pagarles a unos jornaleros agrícolas. Cuando ya íbamos saliendo del pueblo yo asalté a mi compadre, le quité su parte y lo dejé amarrado en el tronco de una mata de mango. Por mucho tiempo me anduvieron buscando, hasta que una vez me animé, le robé todas las alhajas a la que entonces era mi esposa, las empeñe, me llevé su carro que por cierto tenía reporte de robo en el extranjero, en el trayecto lo vendí, junté una feria más y fui con un amigo que para entonces ya era subprocurador y desapareció mi expediente”_. _ El Turno es para el tercero en la ronda: “ __ Yo estoy encabezando las candidaturas de mi partido porque la mera verdad me ha parecido la forma más fácil de hacer dinero. Me corrieron de una preparatoria donde era conserje porque andaba acosando a las alumnas, y luego entre a la universidad como maestro de horas sueltas y al tiempo me dieron un tiempo completo. Fui maestro de todas las carreras de Sociales, es decir, de Ciencias sociales. “Fui” es un decir, porque en realidad nunca daba clases. A los pocos años me invitaron a participar en una planilla del sindicato y ganamos. Conseguí que le dieran a mi esposa la plaza que yo tenía y me fui de sindicalista. Ella tampoco iba a dar clases. Así estuve como siete años y, cuando perdimos contra otra planilla, mejor pedí una licencia, porque no quería regresarme a dar clases. Trabajé en instituto de estadística y geografía durante varios años, fui diputado suplente por un partido de izquierda, fui senador por un partido de derecha que se volvió de ultraderecha , renuncié a ese partido para venirme de Secretario de Educación hace dos sexenios, de ahí me fui a la contraloría como Secretario, a los dos años me fui a la subsecretaría de hacienda, al año volví a la Controlaría pero ahora a declarar porque me había instruido un procedimiento administrativo por malversar unos fondos para pintar escuelas cuando estuve en la Secretaría de Educación; me inhabilitaron dos años, volví a dar clases en la universidad mientras cumplía con esa inhabilitación, perdí ese trabajo porque me metieron a la cárcel por no pasarle la pensión alimenticia a mi ex esposa; en el sexenio pasado estuve como aviador en un municipio de la sierra y ahora con el nuevo gobierno he estado en tres secretarías pero en ninguna me he querido quedar porque tienen muy poco presupuesto. Hace un año puse una carnicería allá cerca del terrenito que tengo y también puse un cibercafé, pero eso me obliga a estar ahí trabajando todo el día. Me han hecho esta invitación para representar a mi partido y aquí estoy dispuesto a todo…y cuando digo a todo, es a todo. Así es que ya saben a qué se atienen conmigo"_. _ Todo lo anterior lo escribí de memoria y la mera verdad no sé qué tanto de los que dije sea verdad. Sin embargo, esto del nuevo formato del debate, creo que sería un parteaguas en la vida política de cualquier país. Mañana que esta columna esté siendo leída en Suecia o en Noruega, más de un representante popular se estará muriendo por hacer suya esta iniciativa.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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