Por Miguel Ángel Avilés
Dice mi compadre que una noche estaban en el pueblo de Terrenate platicando después de la cena, de seguro en rueda como se acostumbra, y de pronto su tío Rafai, muy dado y proclive a las echadas , soltó como si nada, que desde aquel cerro a donde apuntaba con su mano, había bajado dieciocho mil perros salvajes. Absortos los presentes por lo que acababan de escuchar, aun sabedores de esa manía del narrador, alguien se asumió como la voz de todos y lo interpeló: _ Tío, no la amuela ¿cómo que dieciocho mil perros salvajes? Eso ni mi tía se lo cree. _ Mmm, bueno, dieciocho mil no eran ...pero doce mil sí, dijo," rectificando"" , sin dar su brazo a torcer. Es con esa soltura, esa desfachatez como mienten algunos porque, al fin y al cabo, es una enfermedad- progresiva e inmortal- al menos que, consciente y premeditadamente, el embustero tiene claro que nos está cuenteando y disfruta eso, porque sabe que, frente a sí, hay unos en rueda asando elotes, o en un auditorio o en una plaza o en un auditorio que, sin albur, se la tragarán toda. Esto último, no les miento , resulta mortificante pues quiere decir que pululan alrededor del mundo unos que echan mentiras nomas para disfrutar el rato como Don Rafaí ,el tío de mi compadre y otros que con una nunca atendida perturbación,engatusan a su pareja, a una familia, al barrio, a una comunidad o al pueblo entero , de manera dolosa , viéndoles la cara y luego se aprovechan, sacando raja, alcanzando así un lucro personal o de grupo. Puede que estos padezcan de mitomanía, el trastorno psicológico de la conducta que lleva a una persona a mentir compulsivamente. Según mi diccionario Yasmin- Español sobre el cual ya les hablé, una persona mitómana engaña e inventa anécdotas fantásticas de manera repetitiva con la finalidad de obtener un beneficio de manera inconsciente que suele ser atención, admiración, o evitar un castigo. El psiquiatra alemán Kurt Schneider, quien, por cierto, murió un año después de que yo naciera, no se anduvo con medias tintas y, categóricamente, afirmó que "los mitómanos resultan una peligrosa mezcla de narcisismo e histrionismo. Como narcisistas, son personas que necesitan sentirse grandiosas. Como histriónicos no saben vivir sin ser el centro de las miradas". ¡Pácatelas! Ya se me vinieron a la mente como siete nombres. Creo que, para esa gente, ya es hora de hacer algo. Sí, porque quedarnos sin hacer nada trae sus consecuencias. Sí, porque, recurriendo al diccionario ya citado, "hay dos formas básicas de mentir: la primera es ocultar, y consiste en retener cierta información sin decir nada que no sea verdad. La segunda es falsear, y se basa en presentar la información falsa como si fuera cierta". De plano, algo tenemos que hacer ya. ¿y qué podemos hacer? Supondré que tratamientos ya hay muchos, pero confieso de antemano y les digo que no sé si pudiera fundarse algo así como los doble AA, en donde dos mentirosos, tal como dos alcohólicos, fundan lo que, a la postre, habrá de llamarse, “Mentirosos Anónimos"(M.N). Estaríamos hablando de una comunidad internacional de ayuda mutua conformada por mentiroso en recuperación quien, así como surgió AA en Akron tras una reunión entre don Bill W. y el Doctor Bob, de igual forma, pudieran surgir dos valientes que, admitiéndose como irremediables mentirosos o compulsivos farsantes, se pusieran manos a la obra y lograran, en el menos tiempo posible, cierta abstinencia hasta conseguirla, poco a poco, al cien por ciento. Ya sobrios en eso de la cábula, ambos se pondrían a trabajar inmediatamente con los mentirosos que aquí y allá encontraran a su paso o, valga la paradoja, los llevaran engañados hasta el cuartel general de los apóstoles del no mentir. No tienen idea a cuántas almas ayudarían, no dimensionan lo mucho que harían por esos hombres y mujeres que han llevado a la mentira como forma de vida. Es preciso aclarar que no estoy hablando de cualquier mentiroso que puede decir no cuando es sí o al revés, por el bien del otro, o inventarse algo para no preocupar o no lastimar a un ser querido. No. Me parece que es necesario diferenciar muy bien las mentiras esporádicas de la mitomanía. Porque es cierto:es que la mentira, llamémosla normal, no es ajena en nadie, recurrimos a ella desde morritos y no se diga cuando ya somos adultos. Hay estudios que revelan que el 60% de las personas mienten al menos una vez durante una conversación de diez minutos. A esto se conoce como “mentiras esporádicas”. Pero la recurrencia a mentir compulsivamente sitúa a la persona en situaciones comprometedoras y/o ridículas o lo encamina a inventar historias insostenibles, burdas, de párvulo . No obstante, aunque el mitómano sepa que lo han descubierto, puede seguir mintiendo y complicar aún más su narración. De ese tamaño. Pero volviendo al símil con el alcoholismo, el mentir se convierte en un hábito, es su forma de relacionarse, de interactuar. La persona no solo siente la necesidad de mentir en los momentos que están en su contra para evitar las consecuencias sino también en lo cotidiano, aunque no gane nada con ello. La mitomanía puede incomodarse , no estar agusto si está diciendo la verdad, mientras disfruta del confort, al mentir. Según los especialistas, "una manera para evitar que las mentiras evolutivas den paso a la mitomanía consiste en no castigar a los niños cuando dicen pequeñas mentiras que nacen de su imaginación y/o forman parte de su estadio evolutivo. En vez de reforzar un comportamiento negativo, es mejor explicarle las diferencias entre realidad y fantasía y promover valores como la honestidad y la responsabilidad". Supongo que esta teoría, efectivamente, solo es en el terreno de la niñez , porque con un mitómano adulto , no solo es imposible, sino que aparte, se puede ir encima, lleno de ira, si lo desmientes. Entre otras cosas,reaccionan así, como una estrategia para eludir las responsabilidades. Luego, si los padres dejan que el niño falte a la verdad para impedirlas consecuencias de sus acciones y le echa siempre la culpa a un amigo o a un hermano o a su perro o a su abuelita, entonces se aprenderá el caminito y el recurso de las mentiras se vuelven un sabroso hábito y en la edad adulta, todos serán culpables, menos él. Otra teoría señala que los mitómanos podrían tener una amígdala menos reactiva ante los comportamientos deshonestos. Al principio la amígdala se indigna y se encabrita pero conforme se mienta, una y otra vez, esta se acostumbra, y normaliza la mentira, dejando de activarse más. Hay más pero si les digo que me las sé todas, les mentiría. Ignoro si el INEGI tenga algún comparativo estadístico entre cuantos mentirosos hay por estado y cuántos no lo son . Si tiene registrados a los mitómanos por sexo. Si hay un rango de edad. Si los solteros son más mentirosos que los casados. En fin. Tampoco sé si en alguna parte del mundo existe el museo de la mentira o la estatua al mitómano. Menos conozco alguna especialidad médica que cure lo mentiroso, como pudiera ser un mentirólogo o si existe algún medicamento o ejercicios terapéuticos que quiten lo mentiroso . No sé muchas cosas, se los juro. Por esa razón , solo me limité a proponer la constitución de un grupo de mentirosos anónimos. Viendo todo lo que han logrado los grupos de AA , no me cabe la menor duda que este formato, tendría excelentes resultados con los mitómanos. Me esperanzo y ya casi veo a un mitómano subiendo a tribuna: _ Hola, yo soy Miguel y soy mitómano _ ¡Adelante, Miguel! _ Yo estoy aquí, gracias a mi padrino y porque ya no podía más. Toqué fondo. Empecé a mentir desde que era un niño y nunca nadie me puso un alto. En el barrio,en la escuela, con los amigos, en el trabajo ,en todas partes mentía. Un día tuve una novia que por tres años me creyó que era actor y que me llamaba David. David Zepeda, para mayor precisión. En otra ocasión bebí de gorra toda la noche, al venderles la idea a unos meseros que traía desgastadas las rodillas porque había sido futbolista profesional y me había retirado jugando para el América. Una vez me cuentié a unos amigos, mostrándoles unas fotos borrosas de cuando había sido coronado en el carnaval como rey feo . Obvio, era mentira, rey nunca fui, pero feo sí. En fin, en tanto encontramos el antídoto contra la mitomanía, cuando menos hagamos lo que nos sugiere el escritor y dramaturgo Jules Renard: "De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes» Yo, cuando menos, sí lo intentaré. Se los juro por dieciocho mil perros salvajes.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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