Por Miguel Ángel Avilés
En ocasiones pienso que esa frase atribuida a Bertolt Brecht, de que "robar un banco es un delito, pero es más delito crearlo” es exagerada. Nada más en ocasiones. En otras, no sé qué tantas, considero que el poeta y dramaturgo, quien por cierto, a pesar de todo, nunca demandó a su peluquero, tenía mucha razón. Sé que los bancos nacieron ante la necesidad de realizar simples operaciones de cambio y crédito a niveles personales pero hasta ahorita ignoro si estos vinieron a sustituir a los colchones, en dónde abajo de ellos se guardaban los clavitos, o a,esas instituciones les preceden los entierros en los patios o los ahorros que se iban acumulando en un bote que antes fue de café o de manteca. Eso es lo que sé y muy probablemente, por enésima ocasión esté equivocado, pero así les resumiré los antecedentes de esas instituciones que conocemos ahora y que se disputan el amor y la conveniencia de los usuarios. Nunca me ha tocado gestionar la apertura de uno y por lo tanto ignoro, como ignoro miles de cosas, más, que requisitos se piden para hacerlo. Supondré, por el tamaño del negocio , que la lista de papeles y condiciones, debe ser larga, muy larga y no a cualquiera le dan el vobo para que lo regentee, así como pasa, en la actualidad, con un expendio, una tienda de conveniencia o la Federación Mexicana de Futbol. Lo digo por sentido común, ya que, de no ser así, a estas alturas, en cada colonia hubiera más bancos que farmacias Guadalajara y aprovechando esa oportunidad, me iría corriendo a la ventanilla indicada, con tal de que para la próxima semana, esté un sacerdote echando agüita en un nuevo changarro, luego de que unas manos santas habrían cortado un listón y en lo alto podamos leer BanMicky o Michelbank. Respecto a los asaltos de que estos son objetos y sobre los que aludía el nacido en la ciudad de Augsburgo llamándole robo, seguramente al momento de estarse componiéndose ese peinado que tanto lo hacía parecer a uno de los Tres Chiflados, nunca me ha tocado estar presente en ninguno, ni quisiera, pero, si bien constituye una conducta delictiva de sumo reprochable, no impide reconocer que su ejecución tiene un alto grado de dificultad y no cualquiera, al menos que sea una especie de kamikaze, se avienta el tiro. Sí. Asaltos a bancos hay muchos. Sí. Pero así como suponer que hay una interminable cola de amantes de lo ajeno, peleándose para que el líder de la banda los contrate y los cite dos horas antes de gritar ¡nadie se mueva! y lo que sigue en el ABC de paniquear, con metralleta en mano, a los que se vayan apareciendo y enseguida exigir que entreguen todo el dinero que en ese momento tengan, creo que no hay tantos. Es verdad que los encargados de perseguir a los asaltantes en México, no son así como para que los condecore semana a semana el mossad israelí, pero la posibilidad de un enfrentamiento o el supuesto de que no todo salga tal cual lo planeado, es latente y cortando por lo sano, optan por irse con su experiencia delictiva a otra parte. Desvalijar un carro, arrebatarle la bolsa a una viejita, pegar un cristalazo en una tienda y sacar lo que se pueda, son opciones más provechosas y sin tanto riesgo. En fin. No es cuestión de echar un volado para deliberar si lo dicho por Brecht, era un imperativo categórico plagiado a Immanuel Kant o estábamos en presencia sobre lo que, a él, en lo personal, le pudo haber pasado y acuñó esa frase cuando iba rumbo a su casa, llevando a cuestas un rotundo NO, de un banquero que no le quiso prestar. No es cuestión. Qué tal si en realidad, en sus ratos libres era detective o investigador social y como si en ello se pudiera ir ese gran monto que el Sistema Nacional de creadores ofrece a sus miembros, se puso a indagar el origen de los bancos o la apertura de algunos de ellos como muestra y se percató de todas las marranadas que hay en esa ruda desde la primera idea de tener uno, pasando por su creación, los requisitos a cumplir y su funcionamiento. Todo lo anterior, solo pueden ser especulación al dejarme llevar por esa apologista frase y los bancos, actualmente, son instituciones honorables que no se merecen ser asaltados por nadie, al revés, deberían de ser condecorados, sumarlos como la octava maravilla del mundo y declararlos patrimonio nacional… Puede ser. Claro, este beneficio de la duda que le doy, no impide reconocer que, si bien no es peor fundar que robar, tampoco creemos que su servicio prestado esté exento de un reproche. En primer lugar, porque no hay banco que pierda. Segundo: porque si recibes un crédito a tu favor, venido de un banco, probablemente no vuelvas a comer tranquilo el resto de tu vida. Tercero: porque si son asaltados, terminaremos haciendo una vaquita y cubriendo el monte todos nosotros, no sus accionistas. Además ,si bien no es robo, si le anda pasando muy cerquita esas comisiones que se cobran a lo chino los cajeros para darnos nuestro propio dinero. Además, como los juegos de las ferias, esos de "donde quedó la bolita" los cajeros funcionan solo con un sistema que, al momento de estarle pidiéndoles algo y pagando un servicio, uno siente, deveras, que está haciendo un examen del Ceneval o unos ejercicios de ecuaciones lineales de tres incógnitas… Si cualquiera sufre o les cuesta trabajo atinarle a lo que pide la pantalla y funcione, ya se imaginaran ustedes lo riesgoso que son esas máquinas cuando el usuario es un adulto mayor o alguien con miopía, y tienen que elegir una cifra para retirar o el pago de la luz o el cobro de su pensión, y no aplaste el botón indicado o deje abierta su cuenta o se le olvide llevarse su tarjeta, dejándola justo cuando está preguntando: "¿Deseas realizar otra operación?" Pero el que funda o dirige un banco, no es tan malo como el que lo asalta. En tanto la gerencia y el resto del personal, no esté coludido con los asaltantes para darles el pitazo, cuando algún usuario ha retirado un atractivo monto. Eso dicen. "¿Desea donar?" te pregunta, al tiempo que aparecen las caritas de unos niños famélicos y llorando, o con su cabeza a rape, muy peloncitos. Pero sin más explicaciones sobre a dónde irá a parar ese dinero. A mí eso me parte el corazón y en ocasiones, me mocho con algo. Pero en otras me acuerdo de la frase de don Bertolt y reculo. Pobres niños, ellos qué culpa tienen. POSDATA Ella llegó confiada a ese banco y recibió, en efectivo, lo correspondiente a un préstamo que había solicitado. Salió de ahí, de la Institución de Banca Múltiple, Grupo Financiero BBVA México, referida simplemente como BBVA, sucursal Forjadores en esta capital, para que no haya dudas. Un rato después es alcanzada por los asaltantes y la despojan de todo el monto, no sin mostrar espontánea resistencia que nace de la indignación cuando eso pasa. Los asaltantes aún no tienen la habilidad de saberlo, ni se les reporta, oficialmente, por el banco quien pasa a caja para depositar o retirar o pedir una información o poner un reporte. Y creo que no perderían su tiempo, atacando al azar, sin saber antes, quien trae dinero o quien no, quien sale del banco sin nada y quien no, quien retiró una suma atractiva o quien no. Luego entonces, puede que sea desde adentro que reciben la señal, el mensaje, el pitazo ,la llamada en clave, sobre a quien vale la pena seguir y quitarle todo lo que acaban de entregarle. Elemental, mi querido Watson!, elemental. Y supongo que al respecto, a fin de no parecer copartícipes de este delito, la cajera que la atendió, el gerente o los vigilantes de dicha institución, mucho ayudarán a esclarecer esto.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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