Por Miguel Ángel Avilés
Ayer que veía la tele, pensaba que eso de andarse peleando unos con otros, no es de Dios. Es cierto, al hijo de Dios le echaron montón y terminaron crucificándolo, pero aun así no se vale ni se valía. Porque a.C. y d.C, todo el mundo se la ha pasado agarrado del chongo y es hora de ponerle un hasta aquí a esto. Nomás que unos quieren, pero otros no y ahí está el detalle. Es que si para casarse (hasta ahorita) se necesitan dos, y también para que un conflicto se apacigüe, se requiere de ambos, porque de lo contrario, el pleito no tiene para cuando terminarse y en esto se nos puede ir la vida. Es una asimetría exponencial, dirían algunos estudios de la mediación. Sí, ahí está el detalle, referí, porque es donde, casi siempre, empieza todo: El que se jura frente al público o las multitudes querer la paz y hacer las paces, es, la mayoría de las veces, el que menos la desea porque el negocio se le acaba y sin embargo, usted lo verá acusando al otro o a la otra, tirándose al piso, haciendo pucheros frente a la familia, los amigos, correligionarios, roomie de cubículo o su terapeuta , sabedor de que, no tiene un contrapeso que lo desmienta y el muy cretino, se la pasa " ganando " por default". Comentará tras bambalinas que aquel le hizo un daño, que incumplió la palabra, que faltó a la verdad, que lo desprestigian, que los difaman y habrá quién le creerá, pero ni el confesor ni el confidente, rastrean la verdad. El primero porque sabe que está mintiendo, que alteró los hechos, que está esquivando su responsabilidad pactada yendo a salto de mata por aquí y por allá pero es incapaz de buscar al que según le hizo daño, más bien afirmará que este no se deja ver , pues todo es un teatro y a la hora de que llegue el debate, su versión frente a la realidad del materia probatorio, significara la nada como siempre lo ha sido él. El segundo porque se niega a reconocer que ese mundillo donde están estacionados es pestilente y por comisión o por omisión, no hay nadie que se salve. Es pues, el patético triunfo de la comodidad frente a la razón y la evidencia. En tanto pasa eso, existe otra parte que no ha sido escuchada, ni se le deja ni se le quiere escuchar. Porque el victimismo siempre recurre al monólogo o al soliloquio, ya que, de la otra forma, el viento sopla y cómo soplaron los tres cochinitos, aquella casa de apariencias, se viene abajo, y entonces el juego de la simulación se acaba. Fingimos ser lo otro- la bondad, el apedreado, el perseguido, el calumniado, quien pone la otra mejilla - en tanto no esté frente a esa dramatización, una loza de argumentos que quita máscaras o tijerea cabelleras. Perdón, se me olvidaba: "El victimista (es el que), se disfraza de víctima, consciente o inconscientemente, aparentando una agresión o un menoscabo que es inexistente y responsabilizando erróneamente al entorno o a los demás". "En lógica, el victimismo es una retórica demagógica que busca desprestigiar de una forma falaz la argumentación del adversario denotándola como impuesta o autoritaria. Para ello, el sujeto victimista posiciona a su adversario de forma implícita como atacante al adoptar una postura de víctima en el contexto de la discusión". Lo han hecho las naciones más poderosas para justificar sus guerras o invasiones. Lo han hecho políticos blindados por los medios para reprimir insurgencias ciudadanas o estudiantiles. Lo hace el holgazán para evadir el pago de alimentos, lo han hecho algunos criminales hasta que ya no puede más y se desvanece su carita de mártir y de inocencia. Lo hacía Carlos López Moctezuma en Río Escondido hasta que llega la profe Rosaura Salazar interpretada por María Félix quien encabeza el alzamiento para acabar con las troleias de este canalla. "Don Regino no es un cristiano, es una fiera", se escucha por ahí el grito , que es tanto como decir “El rey va desnudo “ o “ Esa es una mustia “ o los rudos por más graciosos y carismáticos que sean durante el combate, la justicia se impone y los técnicos o los verdaderamente buenos, no los charlatanes, acaban con ellos , tal como los vimos tantas veces en las Películas de El Santo o los Tigres del Ring o de Blue Demón o en las cintas de Mario Almada o Sergio Goiri o Pedro Infante que ponen al descubierto a los criminales y al final reciben todo el peso de la ley o son destinatarios de una balazo en el pescuezo o se resbalan en un acantilado muriendo bien desnucados. Conste: la definición de victimista lo entrecomillé y los que lean esta columna , habrán de atestiguar de que lo hice, sopena de que me retiren algo - mi título, mi apócrifa licencia como periodista , o mi identificación del INE ,el que no se toca -pero de que algo me retiran por contagiarme del síndrome de Yasmín , me lo retiran. En fin. De eso no hablaré porque desde hace un tiempo he optado por autocensurarme. Vuelvo al tema: Sí, esos personajes o personajas de las que les hablo , pululan y desde el big bang a la fecha, viven de la provocación y el conflicto , de sentirse o creerse no lo que son, sino lo que apuntan a otro, porque su discurso es una inversión de un poder que carbura su existencia. Saben que cuando su falacia termine, él, ella, ellos también se acaban y su prestigio cae al precipicio como caían los villanos en el cine de oro mexicano. Por tanto, su consigna es que hay que envejecer peleándose y si nadie se da cuenta o peor aún, lo admira por valentón, ahí seguirá, hasta que incluso el más ingenuo, señale que va encuerado. Los agoreros de esas prácticas, no parecen tener entre sus habilidades sociales, el recurso de la prudencia. Uno, bueno, dos fantasmas recorren y dominan este mundo: el de Catalina Creel y el de Enrique de Martino. El mal contra el bien, donde los primeros la jugaban de muy felones desde que salían de los vestidores y le daban con todo a los segundos, ante a un público que abarrotó la arena pero que al paso del tiempo, esos mismos que se dejaban seducir por el fanfarrón, al estar babeando en la primera fila, quedaban estupefactos, sin poder creer que la máscara del engaño del que aparentemente no traía máscara, caía y todo se era tan simple, tan obvio, como desde primer día que alguien dijo: "Eso de andarse peleando unos con otros, no es de Dios". Pero lo apedrearon unos, ordenados por una voz que les había el pensamiento y los hacía caminar, gozosos, por entre los escombros de una guerra.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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