Hume, Kant y Kelsen Por Miguel Ángel Avilés
Ya les he contado sobre El Doberman quien era delincuente habitual y también un gran portero. Una de las tantas veces que traía orden de aprehensión y las fuerzas leales no lo encontraban, estas se enteraron que los domingos cubría los tres palos de su equipo en el estadio de la localidad y, sobándose las manos de la emoción porque por fin habían dado con su paradero, con ansias se esperaron que llegara el día, pero cuando entraron, el juego ya había empezado. Entonces, muy respetuosos de la contienda, estos rodearon el campo y esperando que el medio tiempo terminara para apañarlo, se pusieron a ver las acciones y toda la cosa. Pese al motivo que la tenía ahí, más de un agente se maravilló al ver las atajadas que hacia El Doberman y no les quedó más que reconocer que, en eso de cuidar la portería, era tan bueno como para lanzarse contra un transeúnte, ponerle un filero en las costillas y bajarle todo lo que trajera. Fue el equipo de El Doberman el primero que anotó un gol y aquello fue la algarabía. Cuentan que tres agentes aventaron la torta de carne deshebrada que ya se estaban comiendo, y hasta la ola hicieron. La anotación obligó al equipo rival a redoblar esfuerzo para no irse al descanso en desventaja. El partido se puso de toma y daca. De pronto hubo un despeje largo que recibió un extremo derecho y avanzó, como poseído, hacia la portería que cubría El Doberman. Fue entonces que se dieron cuenta que el perseguido ya les había ganado el tirón y, dejando el arco solo, había abandonado el campo por voluntad propia, para saltar la barda que daba al gimnasio de la calle Morelos y echarse a correr hacia el punto más distante. Han pasado más de cuarenta años y es hora que todavía no lo agarran. En efecto, se les peló Baltazar y el muy buscado se les fue para nunca más volver. No sé dónde quedaría o si aún no para de correr a fin de librarse de esa detención, pero si bien entraba y salía del Cereso , El Doberman era delincuente local, es decir, ninguna trascendencia nacional, ni en la de ocho de los periódicos, ni letreros de recompensa para quien lo agarrara, ni fichas rojas de interpol ,ni penales de alta seguridad para cuando llegara la hora, ni solicitudes de extradición ni nadita de estas vainas. Aunque de haber ocurrido en los años recientes, no faltaría el parroquiano que recordara ese episodio así: Un venado lampareado, es difícil de cazar Aunque le pongan la trampa, tiene experiencia al brincar Se quedaron con las ganas, se les pelo Baltazar Pero estoy seguro que El Doberman, no se fue con rumbo a la sierra montado en su bailador, su caballo preferido que lo quiere con amor. A lo mucho pudo clavarse en su barrio por un buen rato, tenderse para el norte, pintarse de colores rumbo a Cabo o andar en su baica, muy campante, entre los callejones de su colonia, sabedor de que eso era un círculo vicioso, una rutina ,una costumbre hecha juego, en los policías y él, como ese del gato y el ratón. SÍ, aquel que consiste en tratar de impedir que el primero coma al segundo. Según se vea, para algunos el bueno es el ratón, al que hay que defender, y el malo es el gato, a quien hay que ponerle trabas a su cacería. En otras opiniones es al revés: al que deben de atrapar es el ratón y es el gato el justiciero, el que merece todos los honores cuando lo logre. Acá, en las gradas, en platea o en galerías, estamos los apostadores, los que, en ese juego entre técnicos y rudos, buenos y malos, honorables e indecentes, impolutos y lombrosianos, creemos que los primeros deben de conseguir el triunfo y los segundos el mayor de los castigos. Porque lo normal (o " normal"), indica que lo bueno está relacionado con el bien y con el sendero de la virtud. Lo contrario a lo bueno es lo malo, es decir, todas esas acciones y decisiones que se consideran incorrectas o dañinas y que se deben evitar. Los policías que correteaban a El Doberman eran honorables. En tanto que el perseguido merecía que le recayera todo el peso de la ley. Baltazar tenía que ser quemado con leña verde, en tanto los que lo querían llevar al presidio, merecían ser condecorados con estrellitas, insignias, broches de medallas, y todo lo demás. El gato y el ratón marcados por el estigma o la conciencia social, esa marca que se impone a fin de que veamos todo solo en blanco y negro, sin distingos, sin matices, sin claroscuros. El Doberman no era un candidato a la beatificación, ni por asomo, pero sentenciarlo nosotros como espectadores, sin conocer la película completa, es una ingratitud que niega cualquier garantía para una adecuada defensa. Los señores policías, en apariencia, hacían su chamba de manera inflexible, persiguiendo a El Doberman hasta donde fuera necesario, como les marcaba su condición de servidores públicos, pero creer que el desempeño de sus funciones se regía siempre por los principios de imparcialidad, legalidad, objetividad, certeza, honestidad, exhaustividad y transparencia, es pecar de una inconmensurable ingenuidad. Los agentes y El Doberman, por más que parecieran irreconciliables, tenían muy claro la teatralidad de sus roles: aquellos lo perseguían cuando y solo si se lo ordenaran sus superiores, en tanto que el otro se dejaba querer para calmar las aguas y verse frente a la sociedad como si en realidad cada uno cumpliera su papel. Si ninguno rompía ese pacto, cada quien seguía trabajando a su antojo, mientras no hubiera la necesidad de montar de nuevo la obra para conformar al espectador que se pone inquieto por que la paz y la tranquilidad a la que aspira se ha puesto muy revuelta. Porque simular es la regla, y apegarse al deber ser es la excepción. ¡Viva Kant, Hume y Kelsen! o cadena perpetua para Kant, Hume y Kelsen, según se vea. Ni hablar: sigamos jugando pues, al gato y al ratón, como hasta ahorita. Es la historia de siempre, una página más. Aunque de pronto ya no se sepa, quien es el gato y quienes los ratones. Comentarios: Correo electrónico [email protected] Facebook: Miguel Ángel Avilés Castro
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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