Por Miguel Ángel Avilés
La primera vez que Ernesto me invitó a la barra, no llegó. Al día siguiente nos vimos, fue él el que me reclamó porque yo no fui. En eso alguien interrumpió y cambiamos de tema: hablamos de alguna anécdota de las que le gustaba que le volviera a contar y también hablamos de música, de política, de sus hijos, del mes de marzo en el cual ambos cumplíamos años, del menú que vendían en La Colmena, esa fonda chiquita que parece restaurante, pues se había vuelto un su cliente asiduo y después de acabarnos la segunda taza de café, ambos nos dirigimos al edificio de Obregón 59 altos, tercer piso , donde cada teníamos nuestra oficina desde hace algunos años, él antes que yo y yo por invitación de él, siempre por los siempre, agradecidamente. Me había contado que tenía buen tiempo asistiendo a la barra y con entusiasmo llegó a detallarme sobre la creación del grupo de estudios y los temas que solían tratarse. No supe que día por fin optó por agremiarse, pues ahora sé que ya era distinguido miembro, pero al inicio de esta experiencia personal y académica lo era como fue en muchas otras actividades de su vida, independiente, con el único propósito de aprender y sobre todo de aportar sus conocimientos que eran muchos, particularmente en la materia penal y desde unos años para acá, en el ya no tan nuevo juicio penal oral. La mayor parte de su litigio tenían que ver con esto último, ya sea representando directamente a un cliente suyo o maquilándole a otros colegas quienes reconociendo su pericia al respecto le pedían que les trabajara una querella, unos agraviaos, un amparo, suponiendo yo que siempre, remuneradamente. En horas de trabajo, teníamos dinámicas y horarios diferentes, pero esto no impedía que nos llegáramos a cruzar de vez en cuando ya sea para saludarnos nomas con levantadita de puerta a puerta, o al llegar o en el callejón si él iba llegando y yo iba saliendo o al revés. Porque efusivo efusivo no eras, Ernesto ni tampoco la extroversión era lo tuyo. No obstante, eso no impedía que, en la medida de lo posible, nos quedáramos por buen rato en mi cubículo platicando sobre algún tema nuevo, una resolución, un criterio de algún juzgado o un expediente determinado del cual quería escuchar tu opinión. Si era en el mío, muy probablemente habláramos de la materia laboral o familiar, sobre literatura, de los personajes populares del cine de oro mexicano, de tus hijos o de ese amor platónico cuando cursabas la universidad y donde fuiste destacado estudiante, representante estudiantil y maestro. De otras cositas también conversábamos, pero quédate tranquilo, que no pienso decirlas aquí frente a este auditorio donde repetidas veces fuiste ponente disertando con brillantez como destacado jurista que estaba o empezaba a estar, prometedoramente, en su mejor momento. Si era el tuyo me recibirías con cierta parquedad y al ratito , soltando el cuerpo como te insistía a cada rato, ya estabas carcajeándote de lo que sea, frente a mí y si alguien no me cree , desde ahora ofrezco como testigos relacionados con estos hechos a El che Guevara, a San Martín Caballero y a Matty Huitron, quienes, en cuadro, adornaban las paredes y te cuidaban todas la noches el perchero, un sombrero, esa guitarra y algún saco de ocasión que tenías por si se ocupaba trajearte para ir con elegancia, bien presentable, a una audiencia donde le diste más de una pela a los representantes de la fiscalía a los que te tocaba enfrentar o te tocaba visitar a uno de tus representados allá bien lejos , en el cereso federal, y despotricabas con sabrosura, por culpa de la los requisitos y la burocracia que ahí se exige para entrar. Sobre el particular, mi estimado Ernesto, déjame decirte que todo ese esfuerzo valió la pena ya que aún te siguen procurando los actuarios para notificarte ejecutorias con buenos resultados o uno que otro cliente que ha vuelto y que no supo qué pasó en enero de este año cuando Dios, la vida el tiempo o tú dijeron hasta aquí y fue hasta aquí. Valió la pena pues, canijo, tus llegadas a las seis de la mañana o tu obsesión por hacer esos diagramas meticulosos que escribías la mayor de las veces a lápiz en esos rótulos que parecían mantas de protesta en un desfile y que pegabas frente a ti, como si fuese un pizarrón y así darle rumbo a tus ideas en la estrategia que de antemano habías trazado en los razonamientos cuyo término estaba a punto de vencerse. No cabe duda, Ernesto, que uno termina queriendo a los amigos sin saber qué tanto. Y los quiere diciéndoselo o no y los aprecia tal cuando son. en las coincidencias y en las discrepancias. Ni de unas ni de otras hablaré ahora porque ya me estoy extendiendo mucho y no tardan en pasarme un papelito para decirme que ya me calle. Déjenme decirle nomás a él que se le entraña. Que lo extrañan en su casa grande en Obregón y acá Magda y Emiliano y Mauricio y otros más. Que lo extrañan en el mercado tempranito y en la radio. Que lo extrañan en los juzgados y los colegas que se quedaron huérfanos de su sapiencia. Que lo extrañamos en uno que otro desayuno y aquí en este lugar donde ahora se le reconoce. Si, aquí en la barra a donde una vez fui invitado por él y no llegué. Por eso me reclamó porque, según Ernesto yo no fui y yo le contesté lo mismo. Ambos, tan despistados como siempre, teníamos razón. En la hora y el día convenida como las audiencias, los dos estuvimos puntualitos. Pero uno en la barra Hidalgo que nos quedaba a media cuadra y el otro en la de abogados. Sobre esa legendaria confusión ni crean que aportaré otro dato, así me opongan la excepción de obscuridad o me ahogan efectivo cualquier apercibimiento. Al cabo tengo y estoy seguro, que por aquí anda, invisible, un gran abogado: se llama Ernesto. *Texto leído en el marco de la celebración y actividades del séptimo aniversario del grupo de estudios de la Barra Sonorense de Abogados A. C. en memoria del maestro y amigo Ernesto Moreno Bojórquez.
0 Comments
Leave a Reply. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
|