Por Miguel Ángel Avilés
“Ese perro no es de aquí”, dijo el taxista, mientras el animal caminaba lentamente y cabizbajo. De pronto, otros dos perros le empezaron a ladrar, enfurecidos, como marcando territorio, como si lo odiaran, solo por no ser de por aquí o ser distinto. Eso fue: nomas por ser distinto. “Te dije, lo desconocieron. Pobrecito, trae hambre y quién sabe desde donde venga caminando “esgrimió, de nuevo, el chofer, al tiempo que recibía en su mano el pago por el viaje. Al bajarme del carro, el perro ya iba algunos metros adelante, pero no tantos como para no observar su delgadez, esa escuálida figura que lo representaba todo. Habría caminado una, dos, tres cuadras, sin destino cierto. Tal vez el pánico activó su instinto de huida, ya sea por un estruendo o un accidente o suceso traumático y apenas se reponía de esa sobrevivencia. Tal vez. Pudo ser un perro mostrenco, sin nombre actual , con una herida fresca en un costado y un par de garrapatas escondidas en cada oreja. Quien quite. Pero también pudo ser la mascota extraviada cuyo dueño lleva algunos días en la pura angustia al no encontrarlo. Esa rara sensación de pesadumbre por no saber dónde ni cómo estará su acompañante de años, este que, maltrecho y abrumado, busca el camino a casa. La ausencia es una de las constantes de la vida, no solo de la muerte. No se está, aún encontrándose presente. Sin ese otro, todo es un vacío. Un hijo desaparecido, el hermano que hace años fue tragado por el mar, la amiga de una amiga que salió de fiesta y sigue sin volver, el indigente que habla solo desde hace mucho tiempo, en una ciudad que no es la suya. El que busca tiene la zozobra a cuestas, pero se acompaña de la esperanza. El buscado puede suponer que lo buscan y esa ilusión es su carburante. Pero el buscado, a veces, ya jamás supo si lo habrán buscado, si lo encontrarían y cómo lo encontraron. El final de la historia jamás la conoce. El perro que les cuento parecía ya rendido. Sin embargo, así como se le fueron encima esos otros perros iracundos e intransigentes a lo distinto, abanderados del sentimiento de odio, la repugnancia y la hostilidad frente a lo diverso, así de la misma forma pudo ser acogido, tal cual era, tal cual se veía, por una familia que no le tiene fobia ni antipatía a lo otro. Así pasa en todas partes: aquellos sí, estos no. Porque hay lugares, en donde nadie sabe dónde está, ni tampoco donde se encuentra. Nadie. Por eso hay quienes deambulan para buscar, a tientas, a ese ser que se ha perdido y se vaga como buscando una pista: la ropa de la última vez, el nombre que murmuran en la esquina, el apunte con el dedo hacia dónde puede estar una esperanza. Hurgar a cada paso, que ayude a exhumar una ilusión: el olor que orienta, una casa de color inconfundible, la calle sin igual, lo mío, lo tuyo, lo nuestro. Ese perro empezó a deambular buscando a sus propietarios o el camino de vuelta a casa. Por eso caminaba lentamente y cabizbajo. Nadie se extravía por gusto. Tampoco nadie camina triste si decidió salir de casa por su propia voluntad, convencidamente. Menos aún se lleva a cuestas un letrero por si el día de mañana se ocupa: "No soy de aquí y estoy perdido". "por favor, si me pierdo, llamen al teléfono 01800perrossinrumbo. Porque se sale del origen, del punto inicial de sangre, pensando que tarde que temprano estaremos de regreso. Y es que no hay correa tan larga como para que alguien, allá, esté en vigilia, y nada nos pase. Acaso nomás ese cordón umbilical que mencionaba don Tavito Paz y que, según él, nunca se corta, solo se estira, elásticamente y seguimos volteando hacia esa parte, donde nos llama el aullido del coyote. Es la ida y la vuelta, como la de ese perro que no sabía de sí, muy cierto, pero no admitía la derrota, más bien, era uno más en busca de Ítaca, antes que otra cosa suceda y la idea del regreso muera, inevitablemente, en el intento o los otros perros lo dejen como a Don Alfredo Adame en cada una de sus batallas o peor. * LUCÍA Conozco a Lucia Trasviña. La maestra serena y prudente que me impartió la materia de derecho en la prepa Morelos. De pocas palabras y de oportuna seriedad. La conozco y la recuerdo así. Era ejemplar. No conozco a Lucia Trasviña. La senadora que antepone la estridencia y la ofensa cantinera, por encima del intercambio de ideas, el diálogo respetuoso y una labor parlamentaria a la altura de su cargo. No la conozco ni la recuerdo así. No es ejemplar
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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