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Mi Gusto ES… (O LA OTRA MIRADA) 

Igualitas a las verdaderas

2/16/2022

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Por Miguel Ángel Avilés

"IGUALITAS A LAS VERDADERAS"
 
Algo me dice que debo de hablar sobre las armas.
 
Es como un llamado, una inquietud, una apuesta con tal de que nadie más pierda la vida ni de mentiritas, en todo el mundo o en este México que también, a ratitos, es de mentiritas).
 
Así como el título de esta entrega, así mismo se anunciaban los juguetes que promovían para que papá o mamá, vestidos de Santaclos, nos trajeran en navidad.
 
Lo vi y lo escuché en la televisión local, en mi ciudad natal cuando era un niño, como este que, a veces o a ratitos, vuelvo a ser y soy.
 
Si eran tal, entonces podíamos adquirirlas y apuñalarla, muy seguro, muy macizo, muy acá, muy hombre y jalarle al gatillo en el momento propicio para dar en el blanco y reventarle las vísceras a un cristiano o mandarlo para el otro mundo, ingratamente, indolentemente, luego de tres disparos en su estómago, y después fingir que fue un asalto.
 
Así.
 
Sí, así tan fácil como lo era recibir una pistola en navidad, "igualitas a las verdaderas" así con esa facilidad se pueden conseguir hoy pero no como juguetes decembrinos, sino auténticas, al mejor postor, como si compráramos un reloj, unas palomitas en el cine, un pollo asado los miércoles o una boina calada al estilo de la che.
 
Con una de esas mataron al Coby, al Homero, al Cuate y a otros del barrio. Con otras llegaron a la casa del Teldy, él les abrió la puerta y ahí le vaciaron toda la carga. Con un arma  apuntaron a un juez y a su esposa, frente a sus hijos, para luego quitarles la vida. Con ellas se disparan de carro a carro o se caza a la víctima en turno, sea un rival entre ellos o sea una persona inocente. Con armas entraron en la madrugada y en esa vivienda dos cuerpos inertes quedaron.
 
Las agresiones dolosas con armas de fuego se han vuelto cada vez más comunes en el país: durante enfrentamientos entre organizaciones criminales y policías (de cuya organización algunos ha salido para ser criminales de tiempo completo) robos, defensa contra un atracador, y solo para traerla fajada al cinto, total que ya es casual y nadie puede que me diga nada.
 
Tras este drama de violencia en el país se esconde la facilidad con la que se puede tener acceso a las armas sin hacer mayor esfuerzo.
 
“En todos los estados es muy fácil salir y conseguir un arma”, contaba, no hace mucho, un experimentado agente de la extinta Policía Federal mexicana, quien pidió anonimato, en entrevista con la Agencia Anadolu.
 
En ello coincide Francisco Rivas, titular del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC): “Prácticamente cualquiera sabe dónde comprar un arma ilegal”.
 
Para el agente federal, si bien el flujo más grueso de armas proviene de Estados Unidos (una migración de armas pero de allá para acá) también llegan de muchas partes del país. Ciudad de México y el Estado de México, son dos ejemplos. Oferta y demanda  como en la Plaza Santo Domingo pero en cuestión de armas.
 
Es decir, no todo viene del norte, en especial del gabacho. Para qué ir tan lejos si aquí también se cuecen armas ,no hay que ir tan lejos a buscarlas.
 
--Ande, llévesela, ĺlévesela, pásele, pásele, ĺlévese su arma... ¿qué arma busca, joven? Pásele, pásele, bara bara barabara…
 
Claro, si queremos tranquilizarnos aún no estamos a un nivel tal como para exigir, en este asunto, la denominación de origen. Hay otros lugares peores, nomás que, de seguir esta tendencia, no tardaremos en decir a esos otros países, quítate que ahí te voy.
 
Recordemos la fascinación de los tailandeses por las armas de fuego, de las que hay 15 por cada 100 habitantes, lo cual hace que Tailandia sea uno de los países con un mayor promedio de homicidios cometidos por gente propensa a apretar el gatillo.
 
Leo que, según los datos de las Naciones Unidas, en cerca del 80 por ciento de los homicidios en Tailandia hay de por medio un arma de fuego, un porcentaje que casi va a la par con naciones como Sudáfrica, Colombia, México, Guatemala o Estados Unidos.
 
Órale, lo que no vemos en el medallero olímpico, aquí sí y resaltamos.
 
Allá, justo en el bazar de las armas situado en el corazón de Bangkok, en los escaparates de las armerías se exhiben diferentes tipos de chalecos antibala, colecciones de pistolas, algunos fusiles semiautomáticos modificados o carabinas con mira telescópica para francotirador.
 
Guau, cómo hablar de perfumes, vestidos de noche, chocolates envinados o flores para este 14 de febrero o cualquier ocasión.
 
Cuánta normalidad, cuánta fascinación por algo así.
 
Por eso estamos como estamos, por eso nunca progresamos, dirían los Apson y, porque bien lo decían, están las cosas al revés.
 
Y puede que más adelante, estemos peor.
 
No son armas igualitas a las verdaderas. Son verdaderas y la muerte, como la realidad, también.
 
Y habrá quienes,  quitados de la pena, escriban en su diario íntimo, historias así:
 
"Esto de hacerle al asesino tiene su chiste; no crean que es matar por matar, simplemente.. El asunto es más complicado. Yo, por ejemplo, tengo más de quince años en esto y todavía no me acostumbro; aun siento esa sensación extraña  como la primera vez. Él que me dijo que esto era cuestión de echarse al primero, me mintió. Eso era para que me animara. Y si que me animé. Al tipo aquel le hice pedazos la cabeza con el cuerno de chivo que me prestó mi buen amigo El Frank. Anda, este es tuyo, me dijo y me aventó el arma. Yo titubeé, entonces me gritó más fuerte y me la mentó; eso sí me llegó y empuñé el cuerno. Para la víctima fue el acabose: no, por favor, me suplicó, al tiempo que el muy estúpido se cubría su cara con las manos. Yo apreté los dientes y me llevé el arma a la cintura. Lo miré unos segundos y sin más ni más lo rocié de balas y cayó bañado en sangre: lo seguí con la mirada y miré cómo le salían cuajarones de baba roja por la boca. No tardó mucho en quedarse quietecito y con los ojos bien abiertos. Ahí lo dejamos tirado. En el camino no pensé en otra cosa más que en eso. Mi amigo seguía insistiendo con su teoría del primero. Yo nomás lo escuché y terminé poniéndome bien loco para no acordarme. Así, bien loco, fue como me eché a los otros. Es cierto que el miedo se va quitando, que uno ya no la piensa tanto, pero de eso a que me hormigueé el dedo sino le doy cran al alacrán es mentira. Y que conste que lo he probado de mil maneras: A unos les he dado cuello como le di al primero, así, a quemarropa, sin miramientos, bien de cerca como si jugara a las canicas; a otros tantos los he venadeado: les apunto desde una distancia prudente y hasta eso que no fallo, nomás miro de lejecitos como se doblan y caen desplomado. En ocasiones le pido que corran y cuando ya se van alejando, preparo, apunto y fuego, para luego verlos caer de boca como reses de esas que le pegan una marrazo. Sí, es cierto: con tanto muertito, ya era tiempo de que me hubiera acostumbrado, sin embargo no es así. Y no es porque todavía me tiemble el pulso o me haga para atrás en el último momento. Pero algo me pasea por el estómago que no me deja matar tranquilo. Y es que al final de cuentas, estoy echando al plato a un cristiano, como tú o como yo, como cualquier otro. Es más: como este al que ahora le estoy apuntando y mi dedo ya se está tardando mucho.  
 
Una historia irreal, pero igualita a las verdaderas.
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    Miguel Ángel Avilés 

    Miguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990.

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