LA CIUDAD DEL CANAL
DE: Bobby García Ed: Instituto Sudcaliforniano de Cultura.2013 Miguel Ángel Avilés Un libro es identidad y es huella. El espejo para reconocerte y buscar respuestas a las cosas olvidadas que están marinándose en la recordación durante años hasta que sabes que están listas para llevarse al fuego con el punto de sal exacto, con tal de que de ese bebedizo de palabras , nazca una voz que todo lo diga. La Ciudad del Canal, de Bobby García es un reportaje novelado, tan fantástico como la realidad, tan mentiroso como el arte que, gracias a ello, hace posible un impresionismo de 303 páginas que puede leerse aprisa, con una emoción afanosa y un estruendoso disfrute, a tal velocidad, como cuando la furia del agua arranca los arboles del cauce de un arroyo. Bobby García, del merito San Luciano BCS, autor también de los libros Y la palabra se llenó de miedo; Caídos del cielo del infierno; Tres voces, una cruz y el agua, entre otra carretada de publicaciones, esta vez nos cuenta la génesis de Guerrero Negro, esa hoy población de Mulege, que nacería luego de que se decide instalar ahí, en ese punto, una salina que, en un inicio, procuraba abastecer la demanda de sal de la costa oeste de los Estados Unidos. El autor evidencia la ansias contenidas que hubo de tener por largo tiempo, como una promesa a sí mismo o a sus a su gente o, de plano, como un deseo que se piensa al tiempo que nos echamos unas uvas a la boca. Por eso lo cuenta así, como un informe hecho cuento, historia, plática, literatura que embauca para que se vuelva verdad y perduré para siempre. Es, entonces, la voz del abuelo sentado en el patio a lado de una fogata, que nos conversa a nosotros los lectores, como niños sentados en el suelo y con los ojos bien abiertos, la historia de un lugar que llega a la vida allá en la mitad del siglo XX, desde no sé dónde y cae así como si cayera un meteorito de sal que, un día y otro también, se fue haciendo grande y más grande y más grande hasta extenderse por todo ese lugar virgen y poblarse de conquistadores y conquistados que terminaron convirtiéndose en uno solo, para pasar de migrantes que fueron esos que ahí anclaron sus ansias empresariales, a pobladores fértiles y fructíferos que parieron hijos y le pusieron nombre a lo que no tenía. De seguro estaban locos, pues “solo los locos desquiciados aguantan este infierno helado donde el viento y el silencio parece que (los) quiere sepultar”. Pero no se pudo ni se podrá, y nadie se va a morir menos ahora, pese a los difuntos porque todos, cuando hay memoria, son inmortales. Si no lo creen, cuando lean este libro, pregúntenle a Raudel Tártaro que todavía se hace sentir en ese complejo lagunar de la Bahía Sebastián Vizcaíno. Fue ahí donde conoció a Don Miguelito y Fidelia, su esposa y también al Pima. Pero si les sigo contando salaré este libro y nadie querrá leerlo, lastima sería porque este sueño al que nos sumergen sus páginas no son de hastío sino de una regresión que, en la medida que vas caminando en esta carretera de acaecimientos, vas espejeando un pasado de 303 páginas que García Manríquez, como voz de muchos, provoca que todos los fantasmas bailen cadenciosos en esta pista de recuerdos dibujada por la tinta de la vida y de la muerte y todo lo que pasa por en medio. La ciudad del Canal erotiza en momentos, mata en otros, revive en el siguiente capítulo o le da de tiros a un violador cuando este cuelga del tronco de un árbol. Sé que una vez iniciado, no te querrás ir de esa rueda de niños sentados en el suelo porque te carcome la curiosidad por saber del sacrificio de los primeros pobladores de este canal de polvo y luego cemento. Iras De sur a Norte o al revés, como si andaras una avenida de ida y vuelta. Del pasado al presente o viceversa como una hipnosis, para que el lector sonambulizado, vaya de la mano de Raudel y conozca, como él, todas las etapas de su pueblo. Zarpen así, en este libro, y vayan de la popa a la proa y en seguida quédense en cubierta , como si estuvieran mirando, convertidos en siluetas o en voces preñadas de ventisca y sal , un mapa de recuerdos desde el Black Warrior , para decir, con la agitación devota de un Testigo de Jehová y al mando del capitán Bobby García: Atraquemos: porque llegó la hora de iniciar la cuenta larga de las fantasías y los mitos. ¡Atraquemos!. © Miguel Ángel Avilés
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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