Por Miguel Ángel Avilés
"Así estamos, Ernesto: consternados, rabiosos, aunque esta muerte sea, uno de los absurdos previsibles". Parafraseando a Mario Benedetti. Cuando alguien se jacta de ser honesto, yo, de inmediato, dudo de él. Porque la moraleja con ellos me ha enseñado a pensar (ahora), después de una muestra representativa de los que me ha tocado ver, que por más que se asumen así, en el juicio final con las definiciones resultan ser, con sus actos, más peligrosos que un neurocirujano con hipo. En cambio, si me encuentro en la vida con alguien congruente que, en los hechos lo es, yo lo respeto. Y lo respeto, por sobre todas las cosas, pertenezca al sector público o al sector público, así coincidamos o así discrepemos, tengamos formas distintas de ver el mundo o no, me guste a mí el café frío y a esa persona no, le vaya yo al mejor equipo de México y él al Cruz Azul o no, sea en el mismo mes nuestro cumpleaños o no, le dé por rascarle a una guitarra a él y a mi maracas o no, se le recuerde deambular en calcetines como un fantasma y yo casi ni use o no, o siga aquí en este plano o donde esté, si es que está o si está llegando o no. Porque lo primero, o sea, el jactarse, es lo más fácil y se puede envejecer medrando de eso, sin el menor pudor, salvo aquel que a, solas, le reclama su conciencia a la que nunca, nunca se le podrá mentir porque ella sí que no es ilusa. Ella no. Lo segundo, en cambio, tiene un alto grado de complejidad y hay que nadar en esas aguas de una profesión o un oficio, remando a contracorriente. Porque no basta serlo sino también prepararte en todos los sentidos por las consecuencias que acarrea esa decisión y así optar por el camino más empedrado, más espinoso, aciago, más infausto, derribando barreras, aguantando tempestades, resolviendo carencias, hasta triunfar y si me piden que les defina este concepto, mejor prefiero a Ramón de Campoamor cuando dice: "En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". La experiencia vivida en lo personal hasta la justa razón de lo que dice, que todos somos prietitos en el arroz y que en el estigma llevamos irremediablemente la fama. Error. Los que lo piensen, son los que a la vez olvidan--cuando quieren--que el jurista es un profesional o estudioso del derecho, que ejerce una función social de primer orden y que su chamba es discernir sobre valores tan complejo como las relaciones humanas y, especialmente, en situaciones conflictivas que afectan al honor, al patrimonio, a la familia, a la libertad de una persona, al empleo, al ingreso, al sustento, a la vida. Olvidan y olvidan y olvidan, como no lo hacen cuando han de llevar algo en la bolsa para pagar el total en la tienda de autoservicio o un clavito en la cartera para la hora de pagar, de madrugada, la cuenta en el antro o la consulta del médico o el adelanto que les puede solicitar el carpintero o el mecánico para ir empezado lo pedido. No, porque en más de un caso se actúa a la defensiva, por una experiencia vivida o porque el león, el ciudadano león, piensa que todos son de su condición y adoptando una falsa identidad frente al postulante, se confiesan víctimas de un atropello jurídico, pensando, quizá --y parafraseo--que "en los asuntos triviales, el estilo y no la sinceridad es lo esencial (….) pero en los importantes, también el estilo es lo esencial". Pero otra vez olvidan y olvidan y olvidan que "la memoria es el diario que todos llevamos con nosotros". Eso tan simple, es lo nos ayuda a no olvidar y menos con el correr de los años, donde podemos intuir quién vale y quien no vale, quien trae algo en la bola y quien no, quien hizo algo por ti, desinteresadamente y quien no, quien vive de la arenga y quien del conocimiento y quien no, quien se transparenta con todo lo que eso implica o quien simula o quién no, quien escribe su currículo con la historia de su probidad y quien no, quien nos habla desde el púlpito de su incongruencia y quien no. Nada fácil. Nada. Pero cada uno de nosotros tenemos a la mano la verdad o la mentira para escogerlas y decidir a la hora de las realizaciones personales a lo largo de estos que llamamos vida, con cuál de las dos jugamos. Insisto: a la que nunca nunca se le podrá mentir es a la conciencia porque ella sí que no es ilusa. Ella no. Para bien o para mal, según usted lo vea, aquí radicaba esa jugada por lo que apostó en su obra Don Oscar Wilde y la importancia de llamarse Ernesto. Sobre los primeros, quienes se enmascaran de honorabilidad, los encuentras aquí y allá y en todos lados, en abundancia, porque vale ya decir que en esa sociedad o en ese pueblo que suele aspirar a la rectitud de dientes para afuera, también se anidan pájaros de cuenta haciendo del discurso y presunción su modus vivendi, en tanto nadie grite que van desnudos, tambaleándose por la cuerda floja de su ambivalencia. Sobre los segundos, los resultados y el trabajo, pian pianito, son sus cartas de presentación, no la estridencia. Pero si queremos que haya menos indignos, necesitamos que haya más indignados. Esos que sepan identificarlos y los señalen. Donde los vean actuar así, los señalen, les cueste o no les cueste. Porque yo no estoy hablando de una profesión o de un oficio en especial, ya lo dije, ni tampoco de una mujer o de un hombre en particular, ni por asomo ni para nada de nada. De ser así, resumo aquí un padrón con nombre y apellido y a otra cosa mi catarsis mariposa. No puedo, salvo que tuviera que limitarme a decir que, esos que se jactan, los pueden encontrar en su labor de mecánico, carpintero, cocinero locutor, lechero, frutero, lavandero‚ artesano, pescador, escultor, tornero, arrendador, albañil, editor, barrendero, fontanero, plomero, obrero, panadero, chofer, columnista, barbero, soldador, escritor‚ leñador, pintor de brocha gorda, vendedor paletero, sastre, repartidor, impresor, pastor, ganadero, granadero, standopero, cajero, policía, agricultor, vigilante, carnicero, peluquero y esos que aún se ocupan de arreglar los coolers pero que ahorita no me acuerdo quienes son. Médico cirujano, Paleontólogo, Ingeniero, Historiador, Geógrafo, Biólogo, Filólogo, Psicólogo, Matemático, Arquitecto, Computista, Profesor, Periodista,Botánico, Físico, Sociólogo, Farmacólogo, Químico, Politólogo, Enfermero, Electricista, Bibliotecólogo, Paramédico, Técnico de sonido, Archivólogo, Músico, Filósofo, Secretaria,Traductor Antropólogo, Técnico en Turismo, Acuicultor, Economista, Administrador, Lingüista, Radiólogo, Contador, Psicoanalista, Ecólogo, Arqueólogo. Nadie se salva. Es más, no se salvan ni los abogados y hablo de mujeres y de hombres. Es condición humana, pues. Pero si en las otras profesiones y oficios, se cree que esos hijos de la desvergüenza son los menos, las raras avis, la excepción a la regla dentro su respectivo universo, en el ejercicio profesional del jurista, la apreciación y la percepción ciudadana o "ciudadana" se corre hasta el otro extremo y, sin matices, se piensa, desde el estigma y el prejuicio, pero lo dijo a su manera. Porque cada quien, para fortuna, tenemos nuestra singular manera. ...Hasta para morir--aunque no siempre del todo--.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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