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Mi Gusto ES… (O LA OTRA MIRADA) 

La mano derecha

11/9/2022

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Por Miguel Ángel Avilés

Era la mamá quien más presumía en el barrio que, el mayor de la familia,  laboraba desde hace tiempo en no sé qué dependencia de gobierno y ya era la mano derecha de su jefe. 

Por fin conseguía su objetivo, después de venir desde abajo, haciendo lo que  fuese necesario para lograrlo. 

No fueron pocas las veces que estuvo a punto de arrojar la toalla, dejar el  camino libre para que otro cosechara lo sembrado e irse de ahí, en busca de  un nuevo empleo en donde la jornada estuviera exenta de conflictos y  reclamos, de ambientes sombríos y notorias envidias. 

Eso lo repetía su mamá en una boda de un sobrino, en donde a los parientes  que tuvieron la dicha de sentarse con ella en la mesa, no los dejó en paz ni  cuando bailaron los novios, solo por estarle contando la ascendente carrera  logrado por su hijo en aquella dependencia. 

Siguiendo la definición habitual y la expresión que recoge el diccionario de la  Real Academia Española, esto de ser " la mano derecha de alguien " se refiere, entre otros, a la persona muy útil a otra como auxiliar o colaborador. 

Claro, los que escuchaban a esa señora en la boda, quizá nomás hicieron  algunas muecas, como si estuvieran gratamente sorprendidos por esos logros  o tal vez ni atención le pusieron a sus presumideras, con tal de no perderse  detalle de lo que se desarrollaba en la pista, la tanga húngara, máxime porque  esta suele preceder a la cena que hasta ese momento todavía no se servía y el  hambre ya apretada. 

Lo anterior no le importó a tan orgullosa madre. En cuanto se le ponía alguien  enfrente, volvía con el tema y regresaba su casete con respecto a la consagración de su vástago, en lo que consideraba un eslabón de insuperable  peldaño en la cadena productiva.

Las implicaciones de ser la mano derecha de su jefe, es decir, de ser el favorito  o el haber sido el afortunado entre tantos empleados, indudablemente significa mayor responsabilidad, disponibilidad y capacidad de influir en  decisiones a nivel organizacional. 

A este logro le antecede, un destacable desempeño laboral en el cual resulta  indispensable establecer una comunicación bilateral con el jefe, y, por tanto,  el empleado debe estar dispuesto a brindar una retroalimentación y  confrontar diferentes puntos de vista, con toda la paciencia de que sea capaz.  

Claro, el ser el beneficiado de esta singular plaza no exime a la persona de sus  responsabilidades, al contrario, las mismas aumentan debido a su creciente  influencia en la toma de decisiones y porque, ante todo, es la mano derecha y  lo que en su interpretación más amplia represente. 

Aquí es donde saltan las ambigüedades o los asegunes ya que, para ser la mano  derecha del superior, el trabajador debe estar a la altura y, por tanto,  demostrar sus habilidades, competencias, destrezas, es decir, todo su talento  y potencial. 

Dado a que la persona de confianza del responsable del equipo gozará de la  posibilidad de estar más cerca del poder de decisión, deberá sentirse en la  obligación de mejorar las cosas y fomentar el trato ecuánime en la oficina. 

Eso implica estar día y noche con él y para él, a la hora que sea, para él, todo  el tiempo al servicio de él, con números insuperables para que el  nombramiento no genere malestar entre el equipo de trabajo, ni mucho  menos se piense que el compañero no ha alcanzado esa posición por su propio  esfuerzo. 

La mamá del designado no dimensionaba esto. La altura de su mira solo veía  el glamoroso, el elitista estatus que le daba el saber que su hijo era “la mano  derecha” de su superior jerárquico y todo lo demás salía sobrando.  

Si el sueldo había mejorado, si había insultos y llamadas de atención al por  mayor, si era destinatario frecuente de severos jalones de orejas en público, si el horario de labores se había duplicado y si el llamarlo su mano derecha tenía  que ver porque literalmente lo era, no estaba en el radar de sus indagatorias. Su primogénito había sido condecorado con el nobilísimo título de “la mano  derecha”. 

Pero las malas noticias alguien las tiene que informar y esa función la tuvo que cumplir uno de los señores que estaban bebiendo en la mesa, junto a ella, en dicha boda. Como un mimo tomó una servilleta. Obvio, con su mano derecha y cual, si danzara o lo hiciera en cámara lenta, llevó el papel a su nariz haciendo movimiento como si se sonara la nariz; luego bajó hasta la entrepierna y  deslizó la toallita por la entrepierna; Después, cual, si marcara un ejercicio de danza contemporánea, traslado, suavemente, su mano derecha un poco  debajo de su espalda y simulando que se bajaba los pantalones…dio el último y escatológico ejemplo de los mil que hay en los cuales se usa la mano derecha.  

Sin duda fueron minutos que se volvieron eternos, sobre todo para la mamá  que apenas comenzaba a entender las penurias por las que tienen que pasar  los “mano derecha” como lo era su hijo. 

Si le sirve de consuelo a la señora, puedo decirle que algunos terminan por ser  no solo la mano, sino todo el brazo derecho, cuando es este el que le falta al  jefe. 

Cuentan que esto pasó en algún lugar del noroeste de México, de cuyo  nombre no quiero acordarme pero aseguran que el subalterno de marras,  supo cobrarse con creces ese empleo , a tal grado que, a la fecha, aún disfruta  de los gananciales de esa encomienda, tanto como si alguien, sin comprar  cachito, se hubiera sacado una y otra vez, la lotería.
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    Miguel Ángel Avilés 

    Miguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990.

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