Por Miguel Ángel Avilés
I.- ¿LA PATRIA ES PRIMERO? Acá en el sur y con destino hacia la metrópoli, el tráfico fluye tranquilo, con paciencia de quien sabe que, tres minutos tardes, es mucho mejor que un minuto de silencio. Eso de la precaución siempre es bueno para todos. También son buenos los jugos de naranja, de toronja y verdes. Muy coloridos, quizá, porque la mañana sabe que estamos en septiembre, el mes de la patria o lo que queda de ella, después de largos años de festejo, donde el semblante alegre de la gente, posterior a tantos vivas, contrasta con el de la mañana siguiente y también con la cabeza del periódico que anuncia el rodar de una cabeza como pasó con la de Hidalgo, sin que hubiera sicarios ( supongo ) pero no me crean mucho porque yo no lo sé de cierto. Era cuando el país se dividía en pueblos, voces, paisajes y ciudades y no en cárteles, pero también andaban agarrados del chongo, unos contra otros, sin dar ni pedir cuartel y al que no fusilaban, lo asesinaban a mansalva o los decapitaban, haciendo de estas batallas, viles masacres en nombre de la libertad de una nación que todavía no la alcanza, plenamente y sin embargo, a todos, sin excepción se le dio títulos de héroes o heroínas. Muy mal, porque, por más que algunos hayan sido o alcancen esta categoría, pero otras nomas destacaban por sanguinarios al mando de un general de la región o jefe de la plaza que tomaban como hoy lo hacen las células de aquí, de allá y más allá, temiendo ya que el día de mañana, dios no lo quiera, veamos en nuestra emblemática figura a un sicario arriba de un nopal, ejecutando a una serpiente. Muy mal, dije, muy mal. Pero la patria es PRImero, dijeron y lo siguen repitiendo. II.- SALDO BLANCO No hay nada que reportar. Acaso la fachada de lo que, hará los años, era un gran tianguis, por el solo nombre no por los precios y actualmente, aparte de lo que él queda, destacan pizzerías, tiendas reconocidas de ropa, calzado aparatos eléctricos y la fachada de unos aparadores donde escogió para darse piso un joven, ex servidor público, colgándose de una viga, minutos después que agarrara a balazos a su esposa en un hotel. Ahorita, desde esta parte, no hay nada que reportar, acaso el entusiasmo de que es fin de semana y los cuerpos sueltan del aire contenido por el trabajo de cinco días y sus caras cambian de semblante. Hoy no hay nada que reportar, acaso el saldo blanco que, por fortuna, podemos apreciar en el trayecto. No hay, pensamos, y no obstante, tenemos frente a sí, las cosas más sencillas, que en ocasiones las perdemos de vista: El olor del café mañanero, los buenos días de un vecino, la salud y un calor que ya tiene los días contados en esta temporada. Nada que contar, acaso un loco que contempla la ciudad y la escribe, como haciendo un retrato hablado de un pedacito de ella, nomas. Pero no es él quien se pronuncia, son las cosas que ve con los ojos de otro que pasa a su lado, diciéndole al oído que ha muerto y que ahí le encarga lo que ha dejado de urbe hace más de tantos años, cuando apenas lo más violento era un pleito de cantina entre dos parroquianos camorristas que apostaban su honor, a fuerza de quedarse el victorioso con el sórdido amor de una prostituta. Es la noche callada de un pueblo cercado por naranjos que mira pasar el tren repleto de ilusionados, de los cuales, algunos de ellos, a los días serán encontrados en puros huesos en un gigante panteón de ese lado de Arizona en donde acaso solamente unas ramas secas tropiecen con él y tanto difuntito a punto de volverse polvo. Y sin embargo, la patria es primero. III.- (IN)ÚTILES A LA PATRIA Hace algunos años, un grupo de amigos platicaba, acaloradamente, sobre la Guardia Nacional, de la milicia, de lo que estaba haciendo Calderón, de cómo antes se les señalaba a los soldados como represores, pero que ya se les quitó, que ya pronto serán buenos y todo ese tema que para bien o para mal está en boga. Yo iba a meter mi cuchara, pero, al ver que todo se centraba entre que si eran o serían malos o entre que ya son buenos o no lo son para lo que hoy requiere el país, mejor me autocensuré como ya se está haciendo costumbre y, mientras aquellos concluían algo, me puse a recordar cuando hice el servicio militar y en donde, a la hora de clasificarnos para servir a México, no eran nada políticamente correctos ni se andaban con medias tintas por más drástico que se escuchara: era útil o eras inútil a la patria, no había de otra, le hicieras como le hicieras. Querían decir que en caso de tener que responder al llamado de una movilización de la reserva a la que pertenecieras, a fin de participar y contribuir a la seguridad y defensa de la Nación, si así se necesitara, pues no era conveniente darle ventajas al rival en turno y por lo tanto se buscaba contar con pura maquinaria pesada cuando tuviéramos que enfrentarnos, cuerpo a cuerpo, contra el extraño enemigo o en ejército invasor y no ser derrotados, a la primera de cambio, por no haber llevado a los más aptos. Lo entiendo muy bien , pues nada bueno nos traería a la hora de los resultados si de aquel lado su respectivo batallón se componía de tipos atléticos, bien comidos, de casi dos metros de estatura , con artillería de vanguardia , mientras que este se había acabalado con dos sin un brazo como Álvaro Obregón o cinco tenían el pie plano o más de uno tenía las piernas más disparejas que su seguro servidor. Pero si el término de inútil a la patria se escuchaba fuerte entonces, cuantimás hoy. Sin embargo, en esos años ni se inmutaban, sólo te hacían un examen para corroborar cuando no era notorio el problema de salud o para evitar que algún flojito quisiera pasarse de vivo simulando estar enfermo, y, a los certificados por el médico con esa condición, los ponían bajo la sombra de un mezquite para que no se fueran a exponer, para que le enseñaran a leer a otro o nomás para que platicaran entre sí, en tanto que los considerados aptos trotaban en pleno rayo del sol, marchaban alrededor de un terreno,hacían lagartijas o subían un cerrito. El estigma no para ahí. Por el contrario, esto quedaba para siempre pues, al liberarte la cartilla, ésta tenía grabada una leyenda como para que no se olvidara nunca: inútil a la patria (pudo decir de otra manera, pero yo recuerdo esa leyenda y ya lo dijo el Gabo : “la memoria no es lo que pasó sino lo que uno recuerda”. Fin del debate. Supongo yo que eso de ser “inútil a la patria” tuvo y ha de tener múltiples definiciones e interpretaciones tan encendidas como la charla que tenían mis amigos esa mañana en el mercado. Entenderé además que el marco jurídico del servicio militar lo prevé o que, en el contexto actual, términos así, con una carga despectiva o discriminatoria, puede que ya no existan. Yo busqué algo ahorita, pero como el cierre de la edición me apura, no me amplié a fondo, más bien cito la primera que encontré en Internet porque parece ser que no soy el único que tiene dudas y aquí se las comparto: Una sorteada pregunta: — “El pasado febrero de este año iba a entrar al servicio militar. Pero una vez que entre cuando hicieron el pase de revista me dijeron que pasara a la enfermería. Dijo el médico militar que íbamos a traer problemas cuando consigamos algún trabajo federal por ser inútiles a la patria. Qué tan cierto es esto ¿Qué consecuencias traerá ser un inútil a la patria? Mejor respuesta, según google: Pues las consecuencias es que no podrías dedicarte a nada de Seguridad Nacional como Policía Federal, Ejército, Fuerzas Armadas, y policías locales. ... ¡Pero velo por el lado bueno, si eres inútil a la patria puedes ser diputado, senador o hasta presidente! Tranquilos: la publicación es viejita, data de hace muchos años y nada tiene que ver con la realidad actual. Nada.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
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