Por Miguél Angel Avilés
El Pushi, nuestro gato, de quien ya he contado algunas cosas en este espacio, recientemente fue víctima de lesiones que pusieron en peligro su vida, sin que hasta ahora sepamos, a ciencia cierta, quien o que las ocasionó. Sí, no es la noticia más alentadora como para ser el primer contacto que tenga con ustedes en este año que comienza, pero si les digo que ya está casi al cien por ciento recuperado, ahí la cosa cambia. Una mañana de hace un par de semanas, inusualmente se salió de casa y, por más que lo buscamos aquí y allá, no dimos con él. Fue hasta el amanecer del día siguiente cuando lo escuchamos bramar de dolor, en el más amplio concepto bíblico y debajo de ese carro donde estaba nos metimos para sacarlo así, maltrecho y ensangrentado como lo habían dejado que ni a Wilfredo Gómez luego de la pelea contra Salvador Sánchez recuerdo haber visto así. Hasta ahorita no ha sido posible determinar, con certeza, qué fue lo que pasó y a reserva de nombrar una comisión especializada de la verdad que agote todas las líneas de investigación posibles y vaya hasta las últimas consecuencia, caiga quien caiga, solo podemos inferir que, esas lesiones, no se las provocó él solo ni es el resultado de una intrascendente discusión con alguien de su especie o su tamaño. Él convalece y todo apunta hacia una franca mejoría, lo cual es gracias a los profesionistas que lo han atendido desde el principio, pero también a la decisión tomada luego de que se nos puso a consideración la disyuntiva entre hacerle la lucha para que sobreviviera o aplicarle una inyección y dormirlo para siempre. La decisión no fue sencilla pero quizás un duende, un ser del más allá, el espíritu de Carlos Monsiváis o de mi madre o la ailurofilia que alguien nos heredó de un de repente, nos dijo al oído: “Algunos ven un final sin esperanza, mientras que otros ven una esperanza sin fin”. Eso nos desarmó para bien y nos fuimos por la primera opción. El Pushi entró a cirugía tres días después y, salvo ese collar isabelino que lo hace parecer a una cafetera andante, una lámpara viviente más un aparato de fijación esquelética externa que le pusieron arribita de su fémur que le fue quebrado en dos pedazos y que yo pensé que le habían puesto una agarradera, está bien y él ya va de la sala a la cocina o pudiera ir de Mérida hasta Ensenada y este chaval como si nada. Estoy exagerando en esto último, claro está, pero no es más que la euforia de quien brinda por la vida, aunque sea una sola, aunque sea esta, después de estar durante todo el año pasado entre obscuras noticias y finales que no queríamos. Cuando el veterinario puso las cartas sobre la mesa, yo, en lo personal, tragué gordo y entonces ratifiqué que este cachorro de menos de seis meses no estaba con nosotros de pura casualidad o representando la insignificancia de una mascota intrascendente y reemplazable. Como nos encariñamos con un amigo, con un vecino, con un amor del bueno, con quien ríes o discutes, lo abrazas o lo increpas pero que al verlo remar contra la corriente frente a una desgracia, te olvidas de todo y estás con él hasta donde tope, así pasa con los animales que uno ama y con El Pushi no podía ser diferente pues para cuando sufrió ese atentado , ya lo teníamos bien metido en nuestros corazones. Por eso el albéitar recibió un sí contundente y en ese juego de vencidas que se traían la vida y la muerte alrededor del indefenso minino, la perdió esta última. Si me pongo muy místico o recurro a mi sangre egipcia, puede que diga que cuando un gato quiere ingresar a tu domicilio, es porque tiene una misión que cumplir en esos que la habitan. Y esta misión sería alejar la negatividad de tu entorno y protegerte de las energías negativas o malos espíritus. Les juro que no me he fumado nada de lo ya autorizado por la corte. No. Tampoco tengo argumentos científicos, ni sé leer la mente de los gatos- ni de nadie-para considerar a esa teoría como irrefutable pero desde sus llegadas- la primera , cuando lo recibimos en adopción y la segunda, cuando lo dieron de alta en la clínica , su presencia torna un ambiente animoso, juguetón , inventivo , campechano , motivante y fortalecido , tanto o más como hoy se necesita. Ignoro si un día conoceremos a los responsables o sabremos la causa que puso en mucho riesgo a su integridad. Eso lo dejaremos en manos de la Comisión especial respectiva que, próximamente, habrá de nombrarse y de Dios. Pudieron ser otros gatos que andaban amanecidos y el Pushi, lamentablemente fue el blanco de su mala copa por estar en el lugar equivocado. Fueron unos perros que, con todas las agravantes, le echaron montón. Fueron todos los karmas acumulados de sus otras vidas. Fueron las llantas de un carro que no supieron de su presencia en esa calle y a punto estuvieron de mandarlo para el otro lado. Son respuestas que solo nos las podrá dar el tiempo, la medicina legal, la criminalística o algún testigo que en el futuro se atreva a soltar la sopa y contar lo que sabe, a cambio de garantizar su protección . Son respuestas que a lo mejor nunca las tendremos y ni hablar, si lo más importante es la recuperación total de este nuevo miembro de la familia que, como seña de ello, ha vuelto a treparse a la cama, ya juguetea con mordiscos que alterna con sus ronroneos y se pasa largos ratos en la terraza contemplando a la gente que pasa, mientras se carga de vitamina D, que le ofrece el sol, sin el temor ya de que se tire desde ahí como Juan Escutia, creyéndose desahuciado. Esa recuperación de su salud nos irradia a todos, como seguramente pasa con alguien que durante el año que se fue, vivió en la angustia de no sentirse a salvo de este maldito virus que nos ha dado la revolcada del siglo. El Pushi acaso es, en esta entrega, el material didáctico, el ejemplo que tomé no tan al arbitrio, para hacer el llamado a no rendirnos a la primera caída, para luchar hasta el final, para justipreciar nuestra existencia y darlo todo por uno mismo y por quienes nos rodean. Si los Chinos tiene a su gato de la suerte y no les da por almorzárselo como a los murciélagos, aquí, en este hogar , que desde ya y en su honor, habremos de instituir como un hogar gatolico , apostólico y rumiano, tenemos de vuelta al Pushi y eso son buenos augurios que no traen alegrías y un montón de generosas vibras. Son esos buenos augurios que me hubiera gustado que los recibiera Nidia, Mishelly, Camila, Eva, Lizeth ,pero sé que el consuelo , pronto ha de llegar, así como llegan los años nuevos, la lluvia en la madrugada o un gato inesperado.
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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