Por Miguel Ángel Avilés
Para el Anibal. Y el resto de culpables. Como una plaga, como una incontinencia desbordada, el nombre comenzó a reproducirse por toda la prepa , cual si se tratara de un arranque de campaña, del reconocimiento de un personaje histórico, no de la impostura ni de la parodia amistosa a la intrascendencia. En el tronco de un árbol, en la puerta de un salón, en los baños en el vidrio delantero de un carro, en un pupitre, en el pizarrón, en la plancha del laboratorio, en la pared del auditorio, el nombre estaba ahí, escrito con marcador negro y con una letra inconfundible, como plaga, como una enredadera que crece y crece, día y noche y a la mañana siguiente ya cubrió toda una ventana. El contagio no tardó en llegar y los émulos del Anibal, hicieron lo propio y sumándose a esta artificial cargada, plaquearon al C.C.H. Morelos con un nombre que pertenecía a cualquiera de la comunidad preuniversitaria, aunque no se supiera a quién. Del Micky Avilés a secas, se pasó al Micky Avilés was here, con tal ganarle en las preferencias al Rolo, es decir, al Malasuerte, este sí, treper obsesivo del lugar más alto que pudiera existir, perseverante con su Tagging up, de preferencia las cocoteras que estaban en el centro de la escuela y estando allá en la cima, dejaba su tag, como Neil Armstrong lo hizo clavando la bandera gabacha, al llegar bien dopado a la luna y de ese modo se podía leer " Rolo was here" cual triunfador en una apuesta. Pero yo no era ese ni ningún otro, acaso la víctima de una carrilla iniciada por el Anibal, que prendió la mecha en un momento dado y aquello se volvió un himno a la ociosidad a favor de alguien que, si hoy todavía pasa desapercibido por irrelevante, en esos ochentas, era algo muy parecido a menos cero. Tanto cundió el nombre que, volviéndose el Colegio de Ciencias y Humanidades como la espalda de un malandro lleno de tatuajes, pero con mi nombre, un día, el que ustedes quieran, se paró frente a mí el subdirector Pedro René Meza Verdugo (a) el Pollo e increpándome, me exhortó para que borrara mi nombre hasta del más recóndito lugar donde, según él, estaba escrito. Le respondí que todo era más que la consecuencia de lo que el Anibal había iniciado y se les había salido de control , tanto así que le apunté con mi dedito hacia un punto exacto, como si ahorita lo estuvieran viendo ustedes: “BIBLIOTECA” decía en un rótulo en la puerta de esta y hasta ahí llegó la mano, literalmente negra, del Anibal o ya no se quien, para escribir abajito " ...de Micky Avilés", es decir " Biblioteca de Micky Avilés " mientras este que le escribe, permanecía impávido, frente a todo el remolino que se había provocado con respecto a sí, pero si ser nadie. Esa vez no me di cuenta pero si hoy, con respecto a lo fácil que es construir una figura que, venido del artificio, de lo baladí, puede volverse algo extraordinario, ( in) digno de admirarse ,sin saber a ciencia porque. Esa prepa ofrecía grandes cosas y mejores prospectos en la academia, en la lucha sindical, en talleres literarios, en el deporte, en comités de lucha, en un sin fin de virtudes colectivas o individuales, como para que un enclenque chamaco les peleara un lugar en materia de popularidad y pasarles por encima si es que deseaban disputarle el mayor número de aplausos en un concurso, desafiando a sus seguidores. Y sin embargo, pudo ocurrir si la masa estudiantil se embelese con esto que no pasaba de ser una ocurrencia de la raza a mis costillas y sin mérito alguno, llevan más allá esta frivolidad, haciéndome pasar como el gran prospecto que a pesar de su juventud, no tardaría en estallar como una figura pública capaz de dirigir multitudes y en unos cuantos años más, ser el candidato natural para barrer en los resultados electorales de la capital o de toda sudcaliforniana. En aquel entonces todo fue anecdótico y para mi lo sigue siendo junto con mis amigos y amigas, entre las cuales se cuentan algunas que, seducidas por la fama, deseaban conocer a Micky Avilés, por curiosidad en algunos casos, pero en otros, porque si consideraban que la notoriedad o el renombre, en verdad era proporcional a la sabiduría, la capacidad o el talento que les podía yo ofrecer. Nada de eso y lo tenía bien clarito. Fue la pura cura y hasta ahí. Peligroso hubiera estado si yo me la creo, y saliendo a la calle, me pongo a evangelizar como si en mi intelecto tuviera cabida un estadista en potencia, mientras el Anibal y todos los demás, me siguen llenando de humo la cabeza, al ritmo de sus carcajadas, con el afán de aprovecharse de alguien que de un de repente se convirtió en el héroe desconocido, pero delirando al estar en los cuernos de la luna, ya empezaba a dictar cátedra, atolondrando a incautos y creyéndome un mesías. Esto que le cuento sucedió a principio de los ochenta y espontáneamente termine convertido en un producto, como fácil es que en el terreno de la vida pública también se de este fenómeno, aunque no pocas veces sea deliberadamente. Es en esto último donde radica el problema o nace el riesgo. Que el Frankenstein que ha sido construido gracias al ardid o a la treta de otros, como me pasó a mí por culpa del desgraciado Anibal, si se asuma como un genio como un dechado de virtudes, una deidad, a quien hay que tratarlo con reverencia de por medio cuando pase con sus brazos en lo alto o el puño cerrado, echando vivas y arengando masas, auto elogiado por su soberbia aunque sepamos que en realidad es un charlatán, o una creación de bisutería, tan huérfano de ideas, como era el Micky Avilés en esa prepa. * Comentarios: Correo electrónico [email protected] Facebook: Miguel Ángel Avilés Castro
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
July 2024
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