El tranvía
por David Alberto Muñoz El ferrocarril se escuchaba a distancia. No estaba muy lejos pero tampoco muy cerca. Por la ventana de su recámara se podía ver la luz de la luna. Luz tan natural que cuando le tomas una foto parece como si fuera un foco encendido, perdiendo ese encanto que solo se puede apreciar estando ahí. Además, ese raro sonido a sombra, cantaba con sumo deseo mientras que los gatos andaban de parranda entre pleitos, cogidas y curiosidades. El tren siempre le había fascinado. Desde que estaba chico sus padres lo llevaban en Pulman desde la ciudad de México hasta Mexicali, Baja California. Al principio le causaba tanta admiración. Había cuartos que aunque eran pequeños les permitían tener cierta privacidad. El baño sí era compartido entre todos los viajeros del vagón pero aun así, era una emoción levantarse a media madrugada para ir a tirar el agua, y ver la forma en la que habían convertido los asientos en camas literas de dos pisos. Unas cortinas tapaban para darles privacidad a los inquilinos transeúntes. De pronto, el silbato del tranvía se dejaba escuchar. No entendía por qué todo mundo sabía que era de un tren. Los carros no sonaban así, ni los aviones, ni ninguna máquina que él conociera. Ese pitido fuerte, seguro, atrevido, lo hizo soñar de niño con querer manejar una de esas maquinarias modernas y avanzadas. Al menos en sus tiempos. Una curiosa voz se podía percibir a distancia. Era como las voces de unos niños. ¿Los niños? No percibía con certeza si eran risas o llantos o quizás, una combinación de ambos, no obstante, mientras las antenas de sus oídos prestaban más atención, aquel eco se desplazaba con mayor facilidad. Recordó la historia que le contó Jacinta, la sirvienta que vivió con ellos por más de 15 años. Mujer de rostro indígena y cuerpo bello, que inició a muchos en la familia en el placer sexual. Algunos en la vecindad decían que era una bruja, un fantasma que había sido dejada prisionera entre los rieles del tren por haber pecado contra las leyes de Dios. A él, se le hacía una tontería eso del pecado. Siempre se sintió muy bien con Jacinta, sobre todo cuando tuvieron sus atrevidas aventuras. Era una mujer que siempre hizo lo que quiso sin importarle los juicios de los demás. —Era una noche como esta mi niño. Sólo que había mucha neblina, casi no se podía ver; se sentía un poco de frío. La noche cabalgaba a paso lento, dejando escuchar solamente el andar del caballo, ese animal perisodáctilo que tiene la habilidad de correr a toda velocidad. —¿Peridosí qué? —¡Ah mi niño! Lo bruto a veces se hereda. —¡Vas a ver Jacinta! La mujer sonreía después de su frustración para abrazar al jovenzuelo dejando que su cabeza se embarrara en sus pechos grandes y voluptuosos. —Aquel caballo llevaba las almas de 3 recién nacidos, que habían fallecido porque su padre borracho se detuvo a orinar a media vía del tren. —¿Eran trietes? —¡Trillizos, alma de zonzo! —¡Vas a ver Jacinta! Le voy a decir a mi mamá. —¿Qué le vas a decir? ¿Qué te gusta agarrarme las tetas? ¿Qué me espías desde tu ventana para verme cuando me cambio de ropa? ¿Qué tratas de ver debajo de mi falda cada oportunidad que tienes? ¿Eso le vas a decir? El adolescente la mira con unos ojos grandes, llenos de prepotencia y picardía. —No, le voy a decir que tú me dejas. Pausa. —¡Ven para acá chamaco de porra! Precioso, chulo, ese es mi macho, mi varón en proceso—le dice mientras lo agarra con fuerza para besarlo en los labios—¿Quieres escuchar la historia o no? —Sí… —Esos tres recién nacidos representaban el lapso de su existencia, el principio, Dios, la edad madura, el Hijo, y el ocaso, el Espíritu Santo. Pero él nunca prestó atención a símbolos ni interpretaciones, todo lo que sabía hacer era emborracharse y perderse en el despeñadero de su propia incapacidad. Era un hombre sumamente solo, que no supo lidiar con la responsabilidad. Huyó de cualquier obligación, lo asustaba. Corría literalmente en pánico antes que tener que cumplir con su cometido de hombre. Todo lo resolvía con unas cuántas copas. El chifle del tranvía se dejaba escuchar más y más cerca. Incluso, la velocidad parecía incrementarse. Se sentía en el ambiente como si algo fuese a suceder. ¡Ese pinche silencio que se escucha antes de que alguien muera! —Aquellos tres niños se quedaron en el carro. El hombre no supo cómo ni qué pasó. Pero ese tranvía del infierno degolló las vidas de aquellos inocentes ante la mirada atónita de aquel hombre que cobró sobriedad en menos de un segundo. Desde entonces, esas almas vagan en medio de los rieles, el sonido del tren y el pitido con su semblante de muerte. Cada vez que un automóvil queda atrapado, los tres ayudan para que salga del peligro, pero si el conductor está ebrio, no pueden perdonar lo que hizo su padre, y ellos mismos detienen el carro, cerrando las puertas para que quién sea que esté en el interior, muera al igual que ellos. —Está como de miedo la historia ¿no Jacinta? —No mi niño lindo, no es de miedo, es para que recuerdes que todo lo pagamos en esta tierra. Todo lo que hacemos regresa a nosotros por el tranvía… aún la muerte no puede separarnos de nuestro destino… por eso le dicen el tranvía del fin, la defunción de nuestro propio cuerpo. El jovenzuelo quedó hipnotizado completamente, con la boca abierta y el corazón latiendo a mil por hora. Mientras que yo… yo, ya de grande, recuerdo esa historia cada vez que escucho al ferrocarril pasar cerca de mi casa. © David Alberto Muñoz
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Palabras…
Un cuento Por David Alberto Muñoz —No seas hablador. Tú nada más te la pasas prometiendo y a la hora de hora no cumples. Si hay algo que te sobra es verbo. Tienes una habilidad de enredar a la gente con lo que dices pero al final de cuentas, nada, entiendes, nada. —Lo que pasa es que tú no me entiendes. Quieres que todo sea de acuerdo con tus intereses, de acuerdo con lo que tú quieres. Nunca piensas en los demás. Yo sé que no soy perfecto pero tampoco soy tan mala onda. —¡Ya cállate Miguel! Ya me tienes harta, ya no te aguanto. A través de los poros de la pared que los rodeaba, Miguel y Jimena parecían bailar con la misma sombra de la existencia humana. Al son de un danzón tocado por músicos de tercera, la pareja pretendía hacer el amor en medio de una cansada rutina. Rodeados de un raro automatismo, sus movimientos parecían ser los mismos cada vez que se veían. Aquel cuarto donde se encontraban, estaba sudando literalmente reproches. Miguel se sacudía la nuca con frustración. Jimena se ponía las medias que se había quitado hace solamente unos cuantos minutos, mientras que él se ponía los pantalones y se subía el cierre. Ambos se miraban con aquella mirada de hábito. Eran los mismos ojos que una vez a la semana se reunían en el Hotel 6 de la avenida pecado, contra esquina de la ley. —Mira Miguel, esto no puede seguir así. Estoy cansada. Ya no somos unos adolescentes que se meten en un pinche hotel para hacer sus cochinadas. Te estás haciendo viejo, no te das cuenta. Mírate nada más la panzota de cervecero que te traes. Te estás quedando pelón. No me decías el otro día que te dolían las rodillas. ¿Cuántos años tenemos de estar juntos? ¡Juntos! Más bien, ¿cuántos años tengo de ser tu amante? —Jimena... La mujer lanzó un llanto a la usanza femenina. Con todo su digno porte, se sentó en la cama, cruzó la pierna y encendió un cigarro, mientras se servía una copa de Brandy que ambos habían estado bebiendo. Miguel, parado a distancia, la observaba, como pensando. —¿Qué tengo que decir para mantenerla? ¡Qué complicadas pueden ser las mujeres! Se acercó a la ventana del cuarto que estaba localizado en el tercer piso. Pudo ver a través de la ventana pequeñas figuras de hombres y mujeres enfrascados en el eterno dilema de los géneros. Cada uno de ellos se desplazaba con aire de torpeza, cansancio, desprendían de sus cuerpos un raro aroma a lascivia asediada. Gritos de histeria se escuchaban, reproches por cosas hechas hace medio siglo, fuertes golpes de una vana cordura disfrazada de egoísmo. —Jimena, las cosas no son como tú crees. Tengo hijos… — Palabras, palabras, palabras—respondió ella. Al igual que un animal en celo, Miguel rodeó a la hembra con movimientos litúrgicos, arrebatos, creados por la misma naturaleza humana, por la necesidad de sentir el cuerpo del sexo opuesto junto a él. Levantaba las manos en son de guerra. Discursaba palabras incomprensibles, combinaba poesía con narrativa, ensayo con cuento, novela con crónica. Así, dándole matices de seguridad a su propia voz, intentaba conquistar aquella mujer que había sido su amante ya por tantos años. La complexión de su voz cambiaba dependiendo de qué frase utilizara. Sus cuerdas vocales eran tocadas al igual que un instrumento musical, con la única intención de conquistar a la hembra que estaba sentada frente a él, molesta con él, en aquel cuarto de hotel, donde una vez a la semana se reunían para hacer el amor ya por costumbre. En un momento dado, ella hizo la decisión, y sin razón, se entregó a él. Dio su cuerpo para ser acariciado por un varón. Lanzó sus brazos violentamente ante la sorpresa de Miguel que tardó en reaccionar como buen hombre. Ella desnudo su propia alma cediendo a una gran necesidad de sentir calor humano, olor a carne, deseo sexual. A cada momento, sus ojos gemían al sentir las caricias bruscas de un hombre ya en estado de descomposición. Al terminar, él la miró con ese vano orgullo masculino. Continuó disertando pendejada y media. Ella, simplemente lo miró directamente a los ojos y le dijo: —Palabras, Miguel, palabras, palabras, son simplemente palabras. Del libro: El Santo Don Patricio y otros demonios, Editorial Garabatos, 2007. © David Alberto Muñoz Mopohua Leyenda, visiones híbridas de un México que sigue buscando su identidad, de Víctor Hugo Preciado Hernández
por David Alberto Muñoz Cada vez que me piden que escriba una reseña de alguna obra literaria, al empezar tengo un debate conmigo mismo. Considero, que criterio voy a utilizar, porque es menester el utilizar un criterio literario para analizar cualquier trabajo que consideremos una pieza literaria. Entonces, comienzo a pensar, ¿qué tal el estético? Esto sería demasiado presuntuoso, aparte de ser ingenuo. Podría también utilizar un criterio personal, pero también esto sería un poco exagerado, muy subjetivo. Sería muy arbitrario utilizar un criterio temático, porque podríamos caer en un dogmatismo impuesto por las teorías académicas aprendidas en las universidades. De manera que, en esta ocasión, decidí abordar la novela de Víctor Hugo Preciado Hernández, desde una perspectiva muy básica y sencilla. Primeramente, debemos de entender el concepto de la literatura. Daré una muy sencilla y profunda. Aristóteles define: “La literatura es el arte de la palabra”. Y yo agrego, el arte de la palabra escrita. Ampliemos un poco, el arte de escribir, está en el centro del arte de la creación literaria. Además, tiene una relación muy íntima, con las artes de la gramática, la poética y la retórica. Podemos decir, que una crítica literaria parte de una obra escrita, que posee los siguientes elementos y que es considerada literatura. Número uno: El contexto, social, político, e histórico Número dos: Los antecedentes del autor Número tres: Influencias en la creación de la obra misma Número cuatro: La recepción que ha tendido en los lectores Y es precisamente de este último punto, dónde deseo partir, para comentar este trabajo, sin hacer a un lado los aspectos estéticos, personales, y temáticos, porque si la base de nuestra interpretación descansa en el impacto que puede tener una narrativa, en este caso una novela sobre sus lectores, al menos para mí, esto puede traer una reacción muy personal al leerla. La novela se titula Mopohua Leyenda, por Víctor Hugo Preciado Hernández. La palabra mopohua, es una palabra náhuatl, que quiere decir: “narración” (mi traducción), y nos presenta una historia muy interesante sobre 3 chinacos. La palabra chinaco significa de acuerdo con la Real Academia Española: Un guerrillero liberal de la época de Maximiliano. La obra en su contexto histórico es un viaje por la intervención francesa en México, y de aquí surge la historia principal, la historia de Chencho, personaje del pueblo, quién tiene una herencia y un linaje desconocido, y de sus dos mejores amigos, el Gorgonio y el Chon, personajes indígenas a quienes les gustaba en ocasiones irse a tomar unos tragos a la cantina Salsipuedes. Un chinaco, también es entendido como una persona de bajo nivel social. En este contexto encontramos una leyenda ficticia como el mismo autor lo expone en su introducción, cito: “Brevemente, estas son las historias que me inspiraron a hacer este pequeño trabajo, el cual es completamente ficticio. Espero que les guste a mis lectores y lo disfruten. Si les gusta, habré logrado mi objetivo, que no es otro que brindarles una lectura amena y entretenida sin el afán de ser muy complicada, para que sea comprensible”. (6) El maestro Lázaro J. Fierro, resume de una forma muy eficiente la trama, cito: “Tres Chinacos es un viaje al México post Intervención Francesa. Su autor… deja de ser un lector empedernido para convertirse en narrador de historias basadas en el conocimiento que adquirió al leer cientos de libros y al escuchar las interesantes historias que sus abuelos le contaron… narra la vida y costumbres de ricos hacendados y de humildes peones de la época. Los abusos de los pudientes y los sufrimientos de los sirvientes se plasman con singular precisión. La cultura resultante del encontronazo entre los pueblos autóctonos y europeos se pinta sugestivamente en las historias que se entrelazan para proporcionar al lector un clímax que lo llevará a perder horas de sueño”. (4-5) En esta sección es dónde veo muy claramente la teoría de Néstor García Canclini planteada, quién expresa en su libro: Culturas Híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad, que las culturas híbridas es el proceso de interacción y reconstrucción de dos culturas locales. En este caso, la cultura europea, visualizada en la novela con los hacendados, los terratenientes, los latifundistas, que dominaban el poder de la época, y los pueblos autóctonos, los indígenas conquistados, ese pueblo deseando mantener sus tradiciones, sus costumbres, y a la misma vez, atemorizados por la nueva religión del catolicismo a obedecer, con la amenaza de irse al infierno. Cito: “El Chencho era un hombre que había crecido con la devoción a la Virgen de Guadalupe, como toda la gente que vivía en esa región y en todo México, y con todas las costumbres y tradiciones de la gente del pueblo. Por tanto, era un poco supersticioso. Aunque era valiente, sin rayar en la temeridad, él creía que, si en algún momento le llegara a pasar algo relacionado con los díceres de la gente, tendría el valor para enfrentarlo”. (15-16) La misma condición social y de crecimiento encontramos en la Inés, quién será la mujer del Chencho, cito: “La Inés y su familia eran personas muy devotas a la virgen de Guadalupe como toda la gente de ese México post colonial. Hay que tomar en cuenta que el clero mexicano había hecho un excelente trabajo al catequizar a los pueblos indígenas como parte del sometimiento colonialista para que estos fueran temerosos de Dios. Necesitaban que aceptaran su destino y fueran sumisos ante los amos. Para lograrlo, el padre Casimiro les hablaba del cielo y el infierno, de los pecados, de los premios y los castigos que llevaba el ser o no un buen cristiano”. (22) En estos pasajes podemos ver con suma claridad este concepto presentado por García Canclini, la reconstrucción de dos culturas locales en una sola, es precisamente ésta, la hibridad cultural. La obra se despliega de situaciones muy comunes de la época, el dueño de la tierra, quién cree que tiene el derecho a dormir con cualquier mujer indígena antes que esta se case. La forma en que Chencho e Inés escapan, y la venganza que da el “Patrón”, sobre su propia gente. Y todo esto sin saber, que existe una estirpe oculta, un patrimonio que se descubrirá más adelante en la obra. Pero quizás, el centro de la narrativa se encuentra en esta leyenda muy bien presentada por Preciado Hernández, quién nos narra en su novela lo siguiente, cito: “Al Chencho se le habían pasado las “cucharadas” y había discutido con el Chon y a punto estuvieron de llegar a las armas y darse de plomazos afuera del Salsipuedes. Si no hubiera sido por el Gorgonio, quien sabe si la estaría contando, porque el Chon tenía fama de tener buen tino. No jerraba tiro. El estar tuerto era en esos menesteres una ventaja. Además, él sabía que ya había despenado a muchos durante las escaramuzas en donde participaron. Esa noche el Chencho se escapó de pelos gracias al Gorgonio que fue quien los había separado, diciéndoles a gritos: —Si son amigos, pa’ que andan con pleitos”. (72-73) “Justo en ese momento, el Chencho lo vio. Era un perro al que le brillaban los ojos como si fueran tizones, así como cuando las brasas del fogón de la Inés se avivaban con el soplador. No era un perro muy grande, era un perro blanco que parecía tener fierro en las patas por el sonido que producía. Estaba detrás de él, como si lo siguiera. A cada paso que daba, sonaba como si arrastrara cadenas. Pero no eran cadenas, eran las patas del perro las que producían aquel ruido aterrador al caminar sobre las piedras. Tal parecía que el perro llevase herraduras”. (76) En esta parte de la novela, se combinan varios elementos, realidad, imaginación, leyenda. En el México campirano, los mitos muchas veces cobran vida que van más allá de nuestra realidad postmodernista. La narrativa parece convertirse en una sutil franja de elementos portadores de crudezas, y alcanzan dimensiones profundas, que cualquier ser con sentimientos humanos puede entender y percatarse de ellas. Mopohua Leyenda, representa el ideal del sentir de un pueblo explotado. Un México, que al menos en mi generación existe solamente en la mente y el corazón nuestro. Este pueblo, valiente, sufrido, nacido del maíz, que todavía busca justicia y equidad, lucha por sobrevivir, en medio de esas fuerzas culturales opuestas, que siguen chochando la una con la otra. Ese México, ha estado enterrado en medio de leyendas y brujerías, en medio de supersticiones y escepticismos, seguidas por la gente del pueblo, que de alguna manera logran liberarse dentro de la novela de Preciado Hernández, para llevarnos a un clímax que posee en mi concepto personal, algo de realismo mágico, que nos lleva eventualmente a un final, y esto es cierto, si acaso un tanto idealista, pero definitivamente justo, de acuerdo con las leyes de la lógica. Algo que me llamó mucho la atención, fue el hecho de que el autor es quién narra la historia. No es un narrador omnisciente quien cuenta los sucesos. Por el contrario, es el mismo Víctor Hugo Preciado Hernández, quien comparte esta historia. Y esto lo podemos ver, porque de pronto encontramos expresiones, y estoy parafraseando, como, “…pero regresamos a nuestra historia… eso es otro asunto… volvamos a nuestra narrativa”. Esto le da a la novela un sentir de familiaridad entre el lector y su autor. Guardando todas las proporciones, Mopohua Leyenda, me recordó las novelas de Juan Rulfo, el cuento de “Macario”, y toda esa literatura indigenista, o más bien autóctona mexicana, que reposa en la base de una identidad contemporánea, que todavía está en proceso de desarrollo. Creo que cada lector disfrutará mucho de su lectura. Y cierro al estilo de Peregrinos y sus letras, si el lema mío es ¡A escribir se ha dicho! Hoy pronunciamos ¡A leer se ha dicho! En hora buena Víctor Hugo. Gracias. © David Alberto Muñoz Jimmy Santiago Baca… writer, poet and a real human being
by David Alberto Muñoz We have been doing this event for the last 12 years. Every time we have managed to bring an important personality from the Chicano culture and also from the Hispanic culture. This year is no exception. However, I would like to say a few words about what this event means not only to me but to a whole lot of people that work every year to make the event possible. I cannot begin my speech without recognizing the tremendous amount of work that my wife Mireya and my daughter Mirita have done for the pass 12 years. It sounds very easy to say it, but more than a decade ago we have been getting together to show our literature and to celebrate one of our own who has made it to in the literary world. I also need to say thank you, to a man I have known for more than 20 years. Dr. Manuel de Jesús Hernández, el Profe, a veces le hablo de tú, a veces de usted. But without his support this event could not have been what it is today. And there are many of you who have been here all these 12 years, and we have seen a lot of people go by, and realized that the Mexican-American culture, the Chicano culture, the Mexican culture, the Hispanic culture is alive and well in this part of the Southwest. And in the midst of a very angry community who is yelling: “Out with the immigrants”, we have managed to see ourselves going by not only working hard, but by creating literature, a voice that somehow certain people do not want us to use. But with the help of individuals like Miguel Méndez, descanse en paz, Luis Valdés, Sandra Cisneros, Laura Esquivel, and today, Jimmy Santiago Baca, we can continue and we will continue until there is not more air inside our lungs. Tonight, we give tribute to a truly amazing individual. Every time I stand here taking about our guest, I try to speak and tell you how these writers has influenced me in my life as a human, as a writer and as plain observant of the complex human experience. And I need to share with you that tonight Jimmy Santiago Baca, came in with a force that I could not have imagined. I am not talking only about the voice, the strength, the subject matters of his poetry and writing. But also, I am talking about his personal experiences in this planet. How he was abandoned by his parents, how he was turned into a street boy, who only needed a dictionary, paper and a pencil, to star his amazing climb into the spotlight. When I first learned that he taught himself to read with the help of a dictionary I became numb. In my limited imagination, I could not conceive even the possibility of this story being true. But in spite my stubbornness, Jimmy Santiago Baca, was able not only to become a free man, but a voice that was given to a number of individuals who did not have any voice at all. Jimmy, what has impressed me the most about your work, is your honesty. You don’t mess around with letters and beautiful metaphors, to illustrate a point. You do present ideas in very clear and sometimes rough way. Why? We must ask… because life is just the way it is. We cannot change it. We could change our behavior in order to be at peace with the laws of the land, but through your writings one recognizes the difficulties in life, but at the same time your letters shined with hope. In your book A Place to Stand, a character by the name of Chelo, tells you the following: "They want to make me forget who I am, the beauty of my people and my heritage, but to do it they got to peel my skin off. And if they ever do that, they'll kill me doing it----and that's good, because once they make you forget the language and the history, they've killed you anyway. I'm alive and free, no matter how many bars they put me behind." This is a believe your narrative Jimmy. As a minority group, we Hispanics, Chicanos, Latinos, whatever name you want to have for us, we have been under attack for the last 200 years, from the culture in power, within main stream society. And you are proof, that they have not manage to destroy our gente. Gracias a los dioses del maíz, we still have our language ¿qué no? We still share our history, and just like in the case with Chelo, we are still alive, you are still alive, and we are all expressing a voice that has to be express. ¡Con el debido respeto, pero chingada madre! You came to show the entire Chicano community, that even in jail, they cannot take away who we are. It is a privilege for me, to introduce tonight, a man, a writer, a Chicano, and I am hoping in the future to call him my friend. Damas y caballeros, con ustedes Jimmy Santiago Baca. © David Alberto Muñoz Different voces…
Un texto bilingüe por David Alberto Muñoz —Siempre me han hecho menos los Chicanos… al menos a mí... toda la vida diciéndome que no sé pronunciar bien el inglés… que no puedo aprender a pertenecer a un lugar que no es mío… Yo les digo que mi familia siempre ha estado aquí. Desde antes que llegaran los señores Güeros, dueños de las tierras. Hubo muchas familias, a quiénes la frontera los saltó, no de la otra forma. El español siempre ha sido el idioma principal en mi casa, y sí, aprendimos inglés, pero yo estoy yendo constantemente a México, tratando con la gente de allá, los sonorenses, los de Sinaloa, en fin… Yo soy ciudadana de este país, por nacimiento… no entiendo por qué tratan de hacerme, menos… —A lot of us feel frustrated because it is not the people necessarily that is bothering us, it’s the culture they bring in. Yes, Mexicans come to USA with their culture, their language, their way of life that is different than ours. And this is America, we do things in English, we celebrate Thanksgiving! We celebrate the 4th of July, not the 5 de Mayo, although now a days, it has become a very nice celebration. Most people still think that 5 de Mayo, is when the Mexicans got their independence from the Spanish, but no, it is not Mexican Independence Day, it is a strange battle they fought against the Napoleonic army of the French, and they won somehow. But my point is, if anyone has become or wants to become an American, they need to learn the language, they need to know the history of this nation. It just does not make any sense to me. —Yo he vivido en los Estados Unidos ya por muchos años. Incluso, debo de ser honesto, ya casi no celebro el 16 de septiembre. Y no es que haya dejado de ser mexicano, como nos critican del otro lado del río. Nos dicen, ya no eres mexicano como yo. Nuestras tradiciones están desapareciendo en tus nuevas tierras, no es igual. And do you know what? Maybe you are right! Ya tengo más de 30 años de vivir en suelo rojo azul. Me he aculturado como yo mismo no tenía idea. He aprendido a respetar la ley, aunque te confieso que me ha costado trabajo. Tan fácil que era pagarlo todo con una mordida. O ir a ver al amigo, del amigo, del conocido que tiene un contacto en la Secretaria de Comercio, que quizás nos pueda ayudar. He aprendido a celebrar el Día de Gracias, por ejemplo. En este país he logrado salir adelante. Mis hijos son bilingües, yo trabajo de gerente de un Walmart. Y esa posición no se la dan a cualquiera. Yes, I know there still racism in this nation! Pero… vivimos mejor que cuando estábamos en México. —We have lost the real meaning of the American Dream, we used to talk about it lots of times. But now a days, it is not the nation that receives you gladly. Quite the opposite. It is a very angry nation that rejects immigrants. We used to be different people, more humane, now a days it is all insults, bullying, whoever doesn’t agree with you is not patriotic, is not a real America. What we have to do now is to scream very loud, and to show people how angry we are. We want to bring America back again. I don’t think the nation has moved. It is still in the same place. What has changed is the ideology of the people. It is not a melting pot anymore. It is a meal that does not want to blend with another, especially if they are from a different color, if they speak a different language, if they are different than us “Americans…” We need to eliminate them. We want to create a nation of plastic. With no sense of reality. Just that image of a red individual showing all his anger. Yes… this is America… This is the land of the free… —Nosotros venimos desde Guatemala. Tuvimos que salir del país porque me amenazaron de muerte a mí y a mi familia, si no les ayudaba a vender droga. Sí, en Guatemala, todo lo controla la Ganga. No importa el nombre, son bien desgraciados todos, no hay trabajo, el gobierno no hace nada y uno… pues uno nada más queda al borde de aquellos que tienen poder sobre nosotros. Mi hija ya tiene edad. La chamaca cumplió 16 años, y todos nos decían, esa niña la van a violar, llévatela mejor. Y a la noche siguiente la quisieron raptar, gracias a Dios pudo escaparse. Pero tuvimos que dejarlo todo, solamente la ropa que pudimos traernos y algunos objetos personales. No tenemos casa, trabajo, nada, solamente deseamos un lugar dónde no se nos amenace a cada rato. ¿Sí me explico? A mí esposa la violaron en el tren… sí… ese que le dicen la bestia… vestías los putos esos que lo hicieron enfrente de mí…. Hijos de puta… —Es un problema que parece no tener solución. Los políticos nada más en año de elección dicen que van a pasar una reforma de inmigración, o que se debe de terminar de construir el muro, o que la chingada y media. Nadie hace nada. El presidente Trump se ha puesto bien mula… Llevamos ya 5 meses esperando que nos llamen, y nada… Nos podríamos quedar en México… pero es más lento y largo el sistema… ¿Qué haría la gente en el poder en nuestra situación? —I think those people should not be allow to enter our nation. They are illegal aliens. They break the law, plus I don’t think we can receive more asylum petitions. Everyone wants to come to America. Why must we be the place where everybody leaves all their people? It is not fair. This is our nation and we must take care of Americans first. These people destroy neighborhoods, when you walk in front of their houses it is al a mess. Furniture, boxes, old stuff, it is not clean! Do you know what I mean? —We believe racism is alive in the nation. But we are millenniums. We don’t need to make a big deal about it. Maybe our parents because they lived in different times. Although… well… we must try to move forward. My generation does not see what the older generation saw. We are all different and I think most of us just accepts everyone as unique. I don’t think we need to keep that narrative of hate, discrimination and all the rest. ¡Somos todos iguales ese! —A mí me cuesta mucho trabajo entender la situación. Mis papás vinieron de México hace muchos años. Yo he vivido sólo en este país. Es mi nación, mi tierra. I speak two languages, Bueno, tres si cuentan el mentado Spanglish. No sé qué se siente no tener casa. Ayer, fuimos un grupo de amigos y yo a la frontera. Mucha gente amontonada. Los oficiales gringos más mal encarados que de costumbre. El rostro de las personas que esperan poder entrar a los Estados Unidos, la verdad es hasta medio dramático, es denigrante tener que pedir ayuda de esa forma… creo yo… I don’t know… I have never experienced something like that. Lo que sí puedo decir, es que se supone que en los Estados Unidos, tenemos compasión por el prójimo. Siempre nos han enseñado eso en la escuela, que el motivo de la estatua de la libertad se convirtió en un símbolo en Estados Unidos representando, en un plano más abierto, la libertad y emancipación con respecto a la opresión. Es más, hay un poema, que se encuentra en el pedestal de la estatua, y que se nos ha repetido año tras año en la escuela. "Give me your tired, your poor, Your huddled masses yearning to breathe free, The wretched refuse of your teeming shore. Send these, the homeless, tempest-tost to me, I lift my lamp beside the golden door!" Yo siempre he pensado que la gente de este país es gente buena. Pero la verdad, últimamente, todo lo que miro es un enojo, un coraje, un odio hacia los inmigrantes, en especial hacia mi gente. Todos somos inmigrantes, todos venimos de algún lugar. ¿Por qué no se menciona eso ya más? Quizás como digo el profeta, “… la maldad se reprodujo tanto, que el amor de algunos se enfriará.” Así está el país, this is the way the nation is, dividida, divided, ¿y la gente? Como siempre, la gente sufriendo, y eso no parece importarle a nadie. © David Alberto Muñoz Abogacía
Un relato por David Alberto Muñoz Siempre quise ser abogada. Desde que estaba chiquita me fascinó los argumentos, las mentadas falacias, y la forma en la cual, los varones se pueden pasar horas y horas discutiendo. Yo le sacaba el hueso a la médula, y lo digo en serio, ya que podía ver todas las alternativas posibles, y siempre dejaba que la razón dominase mis propios argumentos. Pero cuando le dije a mi papá que quería ser abogada, se rio de mí, no sé porque le dio mucha risa. Me vio con ojos de piedad y me acarició la cabeza como si yo fuera una muñeca. Suspiraba y solamente lograba decirme: Tranquila mija, usted no necesita esa carrera, puede ser maestra o enfermera. No sea tontita mija… Siempre quise mucho a mi papá. Pero nunca supo valorarme. Es cierto, era la más chica de 3 hermanos hombres, y cada uno de ellos era la gran cosa de acuerdo con mi padre. Omar, el más grande, dizque quería ser negociante igual que mi papá. Pero era más tarugo que cada vez que mi papá lo mandaba representando a su empresa, hacía un verdadero desmadre. Ni él mismo sabía explicarlo. Luego estaba Santiago, creo que era el más inteligente de los hombres, pero era un vicioso de aquellas. Poseía carisma, estaba preparado, estudió leyes, trabajaba de representante de la empresa de papá, y además era abogado defensor en la corte pública. Y bueno, Marticito… el más pequeño de los tres, que nada más sabía hacerse el menso para que papá le diera dinero e irse por allí con mujeres y amigos. Y yo… claro… la más chiquita, nacida en otra generación, dónde se podía hacer solamente lo que la sociedad aprobaba. Mi padre me llegó a decir varias veces, para qué estudias, si un día te vas a casar y te encargarás de tu hogar, de tus hijos. Cuando gradué de enfermera sí me hizo caso, pero no era igual. Y lo repito, creo que mi padre me quería mucho, pero no tenía más visión que la que le dejaron sus propios padres. A veces no pensamos que nuestros antepasados eran seres humanos igual que nosotros, con luchas, retos, dificultades. La vida no es fácil, es muy difícil a veces, y en ocasiones nuestro propio egoísmo puede llevarnos a ser demasiado cerrados, aún con nuestra propia familia. No sé si la gente pueda imaginar la sensación de frustración, al querer salir adelante como mujer en este mundo en el que vivimos. Todos te miran con condescendencia, tú no sabes suficiente, no entiendes ciertas cosas que deben de ser pensadas más allá del pensamiento normal. Para eso hay varones mijita, mi padre me decía. Para guiar cuando las mujeres tienen sus problemas del mes, o su a veces exagerada reacción emotiva. Yo pensaba, no me voy a dejar, controlaré mis emociones, mi periodo mensual lo viviré en privado sin quejarme con nadie. Y siempre… siempre trabajaré para mostrarle a mi padre que sí tengo la capacidad, y que el hecho de ser mujer no debe de afectarme en lo más mínimo… Nunca lo logré… nunca pude llenar las expectativas de mi padre. Él era un buen hombre, amaba a su familia, sus hijos, su mujer, pero nunca pudo ver más allá de su propio mundo construido por falsas paredes de supuesta realidad. Incluso cuando estaba en el hospital, ya desahuciado, siempre hablaba con los enfermeros hombres, les decía doctores, a todos, aunque no lo fueran, disculpen a mi hija, es una enfermera graduada, pero como podrán imaginar, todavía le falta mucho. Yo le agradezco que esté aquí conmigo. Mis ojos solamente se llenaban de lágrimas y me tragaba todo mi orgullo y todo mi deseo de gritarle y decirle que no era solamente enfermera registrada, sino que ya tenía una maestría en enfermería y que sabía tanto y más que todos los que estaban en aquel cuarto de hospital. Pero mi padre murió en silencio… con esa sonrisa que siempre tuvo… con esa forma tan especial de ser, se nos fue… sí… se nos fue una tarde, en medio de diagnósticos pasados de moda, opiniones enterradas en los cerebros, detrás de la eficiencia argumental de la niña, mi padre se nos fue, y aunque nunca pude llenar sus expectativas, lo quise… mucho, lo quiero, y sí… tal vez en mi corazón de niña permanece el deseo de escuchar aquel alago que nunca llegó… Siempre quise ser abogada… pero mi padre nunca me dejó… © David Alberto Muñoz Sueño
Un minicuento Por David Alberto Muñoz Era una noche de insomnio. Por más que había intentado dormir, Morfeo no estuvo presente. Su mente anduvo entre reproches a si mismo, palabras mal interpretadas, recuerdos nunca vividos y deseos reprimidos. Era simplemente un varón, ahogado en su propia sangre, junto a él, la diosa Kali levantaba su cabeza recién cortada, pero él podía todavía sentir, no el latir de su corazón, no la sangre fluyendo por su organismo ya muerto, sino aquel profundo sentimiento de desprecio por parte de aquella hembra… Despertó… estaba soñando… se tentó la cabeza para asegurarse que estuviera en su lugar… Se rio con cierta ironía. Ya no vio a Kali, ni a Morfeo ignorándolo, simplemente vio su alma siendo olvidada por ella… Así somos todos habló él, llenos de desprecio para el otro, y llenos de un amor enfermizo por quién nunca nos va a hacer caso. Lo que más duele en la vida es el deprecio de alguien a quién tú amas… ¡No! Habló Mictlán, Señor del Inframundo… el peor de todos los males, es el autodesprecio… Porque tú peor enemigo, eres simplemente tú mismo. Volvió a despertar… aunque había sido una noche de insomnio… pero todo… todo seguía igual… © David Alberto Muñoz El Colmillos
Un cuento por David Alberto Muñoz Era un día común y corriente. Me levanté de malas. No quería hablar con nadie. Me sentía el ser más despreciado del universo. Las quejas en el trabajo del patrón. Mi mujer y su constante hablar, que no sabes hacer las cosas, que siempre andas con tus amigotes, que ya no te importa la familia, ni tus hijos, ni yo. Los mismos vecinos andaban de pleito conmigo porque en ocasiones estacionaba mi carro demasiado frente a sus casas, y eso cómo les molestaba. Los gringos son muy peculiares para esas cosas. Si es su propiedad, es su propiedad y se acabó. No había podido dormir bien, traía un dolor de cabeza, así, como si anduviera crudo, pero no, no había tomado ni una gota de alcohol. Me estaba quejando con el dios que me inculcaron de chico. ¿Por qué nada más a mí me chingas eh? ¿Qué te he hecho cabrón? ¿Qué acaso merezco esto? Ya ni la friegas, eres un desgraciado. Por eso la gente ya no cree en ti, porque nada más nos mandas problemas, disgustos, pendejada y media. Total, así empezó mi día aquella mañana cuando mi destino simplemente me decía irás a tu trabajo, aguantaras a los compañeros mamones, el patrón te gritara una vez más, y tú simplemente le dirás, sí señor yo me encargo, no se apure. Tal vez, lo único que te dará algo de satisfacción es el verle las piernas a Eleonora, la nueva secretaria del mentado jefe. Ya sé que a lo mejor eso es medio machista, pero es nada más un taco de ojo, no sean gachos, yo respeto a las mujeres, tengo madre, hermanas, esposa e hijas. Pero no dejo de ser hombre, me gusta ver a las mujeres. ¿Es pecado eso? No creo, digo yo, aunque hoy en día ya ni sé. Pues esa mañana cuando me iba a subir a mi carro, que veo que adentro estaba un perrito. ¡Sí, un perrito! Quién sabe de qué raza era, nosotros les decíamos a los perros callejeros en la cuadra, es corriente cruzado con de la calle. Estaba bien bonito, con esa cara de piedad que a veces tiene los perritos. Movió su colita al verme. Cómo que le dio gusto. No sé. Me acerqué y comencé a acariciarlo. Me di cuenta que era macho. Me hizo sonreír. Lo bajé del auto, era casi un cachorro prácticamente. Le dimos de comer no sé que cosa. Dialogamos en mi hogar quizás por primera vez en mucho tiempo. Mis hijos querían que nos quedáramos con él. Mi señora no estaba segura, pues ni yo tampoco. Había que cuidarlo, alimentarlo, y pues no andábamos tan bien económicamente que digamos. La mera verdad no sabíamos qué hacer. Fue entonces cuando Elián, mi hijo mayor nos dice. —Pues si no nos vamos a quedar con él, hay que llevarlo a la perrera. De inmediato se armó una discusión entre nosotros. ¿Cómo lo vamos a dejar en la perrera? Eso no se hace. ¿Y tú desde cuándo tan defensor de los derechos de animales? Ahí por lo menos lo van a cuidar, no sólo le van a dar de comer, lo pueden poner en adopción. Acuérdate que ya no estamos en México papá. Aquí las organizaciones protegen a los animales de verdad. Es uno de los beneficios de vivir de este lado de la frontera. Es más, llévalo a la Sociedad Protectora de Animales. —¡No empieces a darme tus lecciones de civismo chamaco! ¿Y por qué lo tengo que llevar yo? —Pues tú lo encontraste ¿no? —Chistosito… —Además, aquí no dan civismo papá. Es simplemente servicio a la comunidad. Pues lo que sea le dije al chamaco. Y pues, finalmente llegamos todos a una decisión. Iba yo a llevar al perrito a la asociación protectora de animales. Que por cierto estaba casi a una hora de nuestra casa. Iba a perder tiempo en el trabajo, y ya ves cómo pueden ser a veces en las chambas, Como no trabajo por contrato, más bien por hora, pues me van a quitar todo el tiempo que no esté ahí literalmente trabajando en esa pinche fábrica de tornillos. Total, voy a hacer una labor humanitaria. Me subí con el cachorro al auto. Tenía un rostro muy dulce. Le vi rasgos de un Pastor Alemán, pero con las orejas como de Gran Danés. Pero al querer imaginarme a esas dos razas apareándose, lo único que logré fue reírme de lo lindo. Poco a poco el cachorro se me fue pegando. Comencé a acariciarlo. El perrito nada más volteaba su panza para que lo acariciara. Comencé a platicar con él. ¿Qué te paso? ¿Dónde está tu mamá? ¿Cómo fue que llegaste a mi carro? ¿Cómo te llamas? Bueno se me hace que todavía no tienes nombre. O si lo tienes no lo sabes. Se me hace que te debes llamar Colmillos, mira nada más que colmillotes tienes. Siempre me han gustado los perritos, pero ahorita no podemos cuidarte. Con trabajos sacó dinero para alimentar a la familia, que los gastos de la comida, de ropa para los muchachos, uno que otro vestido para la nena, y bueno, mi mujer también se merece uno, ¿no crees? Ella no trabaja, se encarga de atender el hogar. Además, los libros de la escuela, los cuadernos, que lápices de colores que yo sé qué. Y pues la verdad, un perrito nos iba a traer problemas ¿no crees? El ya llamado Colmillos, nada más me miraba con sus ojos grandes, y torcía su cabeza hacia un lado tratando de entender mis palabras. Creo que sí podía comprender, a veces pensamos que los animalitos no nos entienden, pero lo que pasa es que hablan otro idioma. Tiene otra forma de comunicarse. Y yo creo que los perritos, son verdaderamente fieles. Más fieles que los humanos, que podemos fallar en cualquier momento, me cae de madre. Ya me sentía yo tan cómodo con el animalito, que iba haciéndole cariños, diciéndole cosas, pendejada y media pues, pero lo cierto es que me abrí como si fuese él mi mejor amigo. Y tal vez en ese momento sí lo fue, porque le conté todas mis tragedias y pude sacar todo aquello que traía bien enterrado dentro de mí. Llegamos al lugar destinado. Lo levanté sin pensar en que era lo que iba hacer. Entré al lugar. Había una muchacha en la entrada que estaba recibiendo a la gente. Me miró con ojos de sorpresa. ¿Será que como casi nunca voy a lugares como esos se me nota? Me preguntó qué deseaba. Le dije, vengo a dejar a este perrito, me lo encontré en mi carro y no es mío. Tal vez ustedes lo puedan ayudar. —Póngalo en aquella jaula. Volteé en dirección hacia donde me dijo, y pude ver una pequeña jaula sobre unas ruedas. Con trabajo lo metí y el pobre Colmillos me miró con ojos de piedad. ¿Por qué me estás dejando aquí? ¿Qué no éramos ya amigos? ¿No me habías contado cómo tu mujer ya no te hace el amor? ¿Cómo tus hijos ya ni te respetan tanto? Nada más se la pasan pidiéndote dinero. Ya no te piden permiso para salir, nada más se van…No es justo, ¿por qué me dejas aquí? Lo miré por última vez detrás de aquellas rejas. E imaginé el dejar a mi mejor amigo en la cárcel. A sabiendas que, si no lo encontraba su dueño y nadie lo adoptaba, la eutanasia sería su destino. Me sentí el ser más despreciable del planeta. Elevé mis ojos hacia el cielo y con mucho coraje le dije a ese dios del cual me habían hablado toda mi vida. ¿Por qué eres así? Este perrito ¿qué te hizo? Yo sí he sido un desgraciado hijo de la chingada, castígame a mí no a este pobre animal, que no ha hecho nada más que existir. ¿Dónde está el supuesto amor que todos me han dicho que tienes? No, ya te olvidaste de nosotros. Nos dejaste, te fuiste porque te defraudamos. No fuimos los seres que tú esperabas, por lo tanto, te desapareciste del mapa, y todas las peticiones nuestras rebotan en la entrada del tercer cielo del Hades, dónde todos dicen está el mentado paraíso. ¿Sabes? Puede que sí crea que existes, pero te olvidaste de tu creación, porque no te salió como tú lo deseabas. Eres un verdadero cabrón. Igual que yo, porque yo soy peor, yo sí deje al Colmillos en aquella jaula, y él está sentenciado a morir, y no puede hacer nada para cambiar su destino. Seis meses después, me dejó mi mujer. Ya no te aguanto Emiliano. Ya no existe nada entre nosotros. Y se fue… lo único que permanece en mi mente, es el Colmillos, ese perrito que quizás debí de haber salvado. Pero no lo hice, y no estoy seguro del por qué. Era un perro corriente, cruzado con de la calle, y se llamaba el Colmillos. Hasta este momento, ha sido mi mejor amigo. © David Alberto Muñoz Descubrimiento
Un microrrelato por David Alberto Muñoz Nunca se dio cuenta absolutamente de nada. No sabía que estaba entre la realidad y la fantasía, sino hasta cuando miró directamente al espejo, y descubrió su imagen, era la imagen de nadie. © David Muñoz La abuela Adolfa
Un cuento por David Alberto Muñoz Las abuelas vivieron en esa época dónde todo se guardaba en secreto. Me acuerdo que varias veces llegué a escuchar a mi abuela Adolfa decir, esto me lo voy a llevar hasta la tumba. Y todas mis tías afirmaban con la cabeza y me sacaban del cuarto porque no querían que supiera de qué estaban hablando. Mis tías se sentaban con ella. Era como un curioso matriarcado dónde la abuela era la mera mera, y sus hijas, mis tías, incluso mi madre, eran como guardianes de algún secreto que todas conservaban en su corazón. Era como un extraño ritual que juntas realizaban de cuando en cuando. Creo que hasta las mismas miradas se compaginaban una y otra vez ya con el paso del tiempo. Se sentaban a eso de las 11 de la mañana, frente a la casa de mi abuela. Se bebían un tequila, y según ellas platicaban de los quehaceres de a diario. Pero en realidad, todas se mantenían en un silencio perturbador. Incluso llegué a ver lágrimas en los ojos de algunas de ellas. Todas vestidas a la forma de antaño, un ayer lejano a mi generación, pero tan cerca porque eras los vestidos de mi abuelita, de mis tías, de mi madre, la única que era diferente era mi tía Natalia, ella siempre fue la rebelde de la casa, se vestía atrevidamente, se pintaba toda la cara y usaba incluso falditas cortas que escandalizan a todos en la familia. A mí me gustaba verle las piernas, es la verdad, no lo digo con malicia, lo digo con gusto. Más de una vez me dieron una buena cintariza por ser tan sincero. Mi tía Natalia siempre me defendía. —¡Déjenlo en paz por el amor de Dios! Al final de cuentas es hombre. ¿Me van a decir que a nosotras las mujeres no nos gusta llamar la atención? Cuando uno es niño mantienes un poco de inocencia, hasta que… bueno, hasta que la pierdes y empiezas a ver con malicia todas las cosas. Te vas enterando de todo, los grandes piensan que porque somos niños, no nos damos cuenta de qué está pasando. Y puede que hasta cierto punto tengan razón, pero han quedado en mí, tantos recuerdos, que ya que crecí, me di cuenta de que en mi familia existía un gran secreto que nunca se compartió. Cada vez que le preguntaba a mi abuela por su familia, por mi abuelo, por detalles que uno desea saber; la abuela me contestaba muy bruscamente, si es qué me contestaba. Bien me acuerdo como nada más elevaba la cabeza y se iba sin decir una sola palabra. Mi tía Ofelia, me miraba con ojos de lástima. Se me acercaba y me sentaba en sus piernas para decirme con voz de sabiduría: Hay cosas que son mejor no decirlas Gabrielito. ¿Sí me entiendes? Hay cosas que es mejor callar. ¿Cómo qué tía? Le preguntaba, y ella nada más me daba un beso y me mandaba a jugar para afuera. Mi abuela Adolfa tenía unos retratos puestos en su recámara. A mí me gustaba mucho ir a verlos. Eran todos en blanco y negro. Eran de tiempos muy antiguos. A mí se me figuraban ser de la época de la revolución, y pues sí, sí eran de esos tiempos. Mi abuela siempre vestía muy elegante. De vestido largo con encajes, sombrero amplio, y casi siempre traía una sombrilla a su lado. Todo le combinaba. No era como las soldaderas. Se miraba mujer de sociedad. Con el paso de los años me di cuenta de que en realidad, mi abuela tuvo ciertos privilegios durante aquel período de guerra en México. Lo qué a mí siempre me impresionó, fue la imagen de aquel señor al que todos en la casa de mi abuela Adolfa le decía, el señor Agapito Flores. Todas mis tías hablaban de él con mucho cariño. Se miraba que era un hombre importante, con dinero, con prestigio. Sin embargo, nunca supieron explicarme bien, ¿quién era ese señor? ¿De dónde salió? ¿Cómo fue que tuvo que ver con la abuela Adolfa? Cada vez que preguntaba se salían todas por la tangente. Ni siquiera de mi abuelo podían decirme mucho. Todo terminaba con la abuela Adolfa diciéndome que ella había conocido a Zapata y a Villa y que de ahí nada importaba. Con el pasó de los años y la muerte de mi abuela, pude ir un día a encontrar ese secreto que ya me imaginaba en mi mente perversa. Encontré a Doña Estelita, una vecina de mi abuela que vivió por muchos años junto a la casa de ella. Ya era una mujer grande, de movimientos torpes, y mente algo atrofiada. Sus pensamientos en ocasiones iban de la racionalidad a la fantasía y de regreso, muchas veces uno no sabía hasta que punto la verdad era realmente dicha. La descubrí en el rincón de un asilo de ancianos. Estaba escondida entre recuerdos y vidas ya ignoradas por los demás. Es increíble como olvidamos los humanos aun a nuestros seres queridos. Cuando envejecen, ya no parecen servirnos para mucho. Los colgamos en algún cuarto dónde se nos promete que los cuidaran y por lo menos nos conformamos de saber que alguien les estará dando de comer. Así me topé con Doña Estelita. Ya cansada, pero eso sí, con su mente todavía en su lugar. Si a veces a mí se me va la onda, que le puedes pedir a una mujer de más de 98 años. Ella me vio con ojos de recelo, pero cuando descubrió que era nieto de Adolfita le dio mucho gusto. Me sentó y comenzó a platicar conmigo sobre su vida, sus recuerdos, sus logros, incluso sus tristezas. Cuando eres viejo parece que lo que más deseas es que alguien te escuche y reconozca tu presencia como ser humano en esta vida a veces de mierda, la verdad. —Nadie nunca te dijo nada de tu abuela ¿verdad mijo? Ya me lo imaginaba. Adolfa siempre fue una mujer muy adelantada. Muy fuera de su tiempo. Muy hecha a su manera y punto. Jamás le pidió disculpas a nadie por ser como era. Al contrario, siempre discutió sus derechos y los juicios de una sociedad machista, enfermiza, que hasta este día te juzga por lo que haces y por lo que no haces. Yo nada más me le quedaba viendo como un idiota, estaba anonadado. La anciana pausó como sabiendo que su próxima confesión tenía que ser revelada. —Agapito Flores fue amante de tu abuela Gabriel. Todo el mundo lo sabía. Pero era un secreto a voces. Algo que nadie se atrevía a decir en voz alta, porque caían sobre ellos unos juicios despreciables que toda la sociedad porfiriana ejercía sobre los suyos. Tu abuela conoció a tu abuelo por ahí, no importa dónde. Se amaron, vivieron un romance. No lo digo con la intención de lastimarte hijo, es la verdad. Tu abuela decidió siendo aún muy joven, que iba a tomar control de su vida sexual. Ella y Agapito se conocieron jóvenes, pero él ya estaba casado. Y en aquella época los matrimonios no se separaban, punto. Si te casas es para siempre, aunque te vaya mal, como me dijo mi propia madre. Pero Adolfa y Timoteo Agapito Flores se amaban. Tanto, que vivieron por años su romance. Nadie decía nada, todos en su casa y las de sus vecinos lo comentaban de vez en cuando, pero ella era tan fuerte, tan decidida, que callaba cualquier crítica de inmediato. Cuándo murió el pobre de Timoteo, Dios lo tenga en su santa gloria, su mujer se hizo cargo de destruir cualquier lazo que existía entre Agapito y tu abuela. Y hijo… mírame a los ojos y escucha con cuidado. Tú eres nieto de ese señor. Agapito Flores es tu abuelo. ¿No te has fijado cuánto te pareces a él? No se trata de llorar y decir tonteras gritando, ¡por qué nunca me lo dijeron! Eso nunca lo sabremos, fue decisión de tu abuela. Y bueno, de tu madre también, pero esa ya es otra historia. Por eso casi nunca quería decirte cosas de tu abuelo. Pero él, siempre estuvo frente a ti. No supe qué pensar ni qué decir por varios días. Me imaginé a la abuela y al mentado señor como amantes. Pero nunca pensé en descubrir ese secreto que me digo Estelita. O a lo mejor, son puras mentiras… palabrería de todas las mujeres de la vecindad, chisme de viejas… las mujeres pueden ser muy crueles la una con la otra… o a lo mejor es la puritita verdad… Las abuelas vivieron en esa época dónde todo se guardaba en secreto… y la verdad yo creo, que tal vez, nunca sabré qué fue lo que realmente pasó… O a lo mejor no quiero saberlo… la verdad es tan difícil como el fuego, siempre parece cambiar, y a veces, es tan difícil de entender… Doña Estelita falleció hace tres días… y con ella, se fue la verdad de mi abuela Adolfa. © David Alberto Muñoz |
David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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