Por Miguel Ángel Avilés
El uso de la tecnología no es lo mío. No, no lo es. Ni de muchos otros. Recuerdo, por ejemplo, la primera vez que usé la aplicación de Uber. También lo debe de recordar el chofer de ese viaje porque, estando en la capital Sonorense, el destino lo ubiqué en Nicaragua. No sé cómo ese hombre dio conmigo. Quizá me buscó por puro morbo para saber quién carajo quería viajar en carro desde Hermosillo a Nicaragua. Pudo hacerlo también ilusionado, rogándole a dios que esa inaudita posibilidad fuera real y él hiciera su agosto, para dejar de trabajar por muchos meses, gracias a un tipo al que no se le da el uso de la tecnología y que, según la lectura de su fon, deseaba ir hasta Centroamérica. Ni hablar, el uso de la tecnología no es lo mío. Y la de muchos otros tampoco, dije. A estas alturas, si bien me desespero, no me agüita porque si esa plataforma o cualquier otra lo ocupo, insalvablemente o es necesario para dar un paso en mi vida laboral, profesional o familiar, le hago la luchita y aprendo. Faltaba más. Pero no es lo mío. Es decir, si bien reconozco que la tecnología, sobre todo la moderna, aumenta la productividad y la eficiencia de las actividades humanas, al permitir que se realicen las tareas en menos tiempo y, además, gracias a la gran cantidad de información que se dispone, es posible tomar decisiones más acertadas y reducir los errores humanos, eso no significa que, a diferencia de algunas personas, a mí me fascine, me llene de gozo el estar pariendo cuates o sudar frío al momento de hacer una transferencia bancaria en un teléfono, o arreglar un contratiempo en la computadora o instalar una pantalla o preparar lo necesario para estar presente en una videollamada o en reuniones virtuales por Zoom. Feliz no me pone, créanlo. ¡Para nada! No me encuentro pues y fusílenme por ello, en el batallón de los que han dado a llamar tecnófilos, que son aquellos adictos a la tecnología, consumistas compulsivos por su apego hacia esta, los cuales se caracterizan por tener dispositivos de tecnología de punta, cual si le fueran a suplir sus necesidades básicas o que su coeficiente intelectual se disparara exponencialmente, como Popeye se fortalecía de inmediato al comer espinacas, con solo tener un objeto o gadget en sus manos, cualquiera que sea su costo pero entre más caro sea, mejor. A diferencia de estos, quienes ven en la tecnología un valor de cambio y estatus social, existimos otros que por necesidad tenemos que agarrar a la tecnología por los cuernos porque no nos queda de otra. Así me pasó cuando, trabajando como reportero en un semanario allà a principio de los años noventa, me pusieron frente a mí una especie de televisión como de las antiguas, de bulbos pero a la que llamaban computadora. Como ha ocurrido siempre con mi proceso de aprendizaje, al inicio me desesperé, pero al rato me sentía todo un ingeniero en ciencias computacionales, pese a que únicamente sabía lo más elemental. Así es siempre: me frustro creyendo que no aprenderé nunca, pero más adelante ,ya que ha pasado la tormenta y soy todo un experto en el menester sobre el cual temía fracasar, concluyo, excedido en autoestima, que con esa capacidad hasta transformar al mundo entero o , mïnimo pudiera gobernar a un país aunque al final lo deje en los puros rines, nomás que al rato módulo el alcance de mis habilidades y me doy una llamada de atención por atrevido. Es cuando hago una autocrítica, algo tan urgente en estos tiempos y evaluándome yo solito a manos alzada frente al espejo, llego a la equilibrada conclusión de que, para algunas gaitas, soy muy limitadito pero en otras nadie me gana. De esto último ahora no hablaré porque dicen que elogio en boca propia es vituperio. Basta de fomentar el culto a la personalidad que ya en los años recientes, hemos tenido bastante. Mejor recordemos lo que dije al principio-el uso de la tecnología no es lo mío ,ni de muchos otros - y pensemos en esa gente que, al igual que yo, le batalla para aprender y que anda por ahí aplastando botoncitos, siguiendo pasos indescifrables o jurando por sus trece últimas generaciones que no son un robot , para poder acceder, en un enésimo intento, a una página electrónica o plataforma digital en donde se encuentran datos que son exclusivamente nuestros. En mi caso he aprendido no sin antes sufrir las consecuencias que ya les conté o porque he tenido mentores con inolvidable paciencia y sabiduría como la que tuvo la maestra Egriselda cuando nos enseñó a leer a Anibal, al Tony, a otros y a mí, en el primer grado escolar o como Ivonne Karina, trabajadora del banco en donde tengo mis incalculables fortunas, quien pese a estar ocupada lejos de la sucursal, atendió, compasiva, mi ruego e hizo lo que tuvo a su alcance para resolverme un problema y con una calma envidiable me ofreció todo lo que yo necesitaba. Pero fracasé y no por sus limitaciones didácticas, al contrario, sino porque a mí, a la primera, no se me da la tecnología También como Alejandra, esa joven que ese mismo día tuvo la habilidad y la cortesía de atender a una fila de clientes en dicho banco y supo resolver todas pero todas las peticiones que le expusimos los que nos amontonamos junto a ella porque no se nos da el uso de la tecnología o nos le encontrábamos la cuadratura al círculo de tal o cual aplicación. Por todo lo que ambas hicieron en un ratito, yo, al menos, me pongo de pie y así como José José pidió un aplauso para el amor porque este le había llegado, mi corazón les brinda otro a ellas. Ignoro si están conscientes de lo que hicieron, pero supieron entender en cada uno de lo que le dimos lata que si bien no sabíamos nada, si teníamos la voluntad y la disposición de aprender. Por eso les dije: gracias, muchas gracias. Y a la primera todavía, le advertí: tú no pudieras ser cajera de un Oxxo, no al menos no en ese que está aquí en el centro, por esta misma calle por donde está el banco ,ya que contrario a tu habilidad y a la calidez que mostraste frente a esa adulta mayor que pidió tu ayuda y fuiste pura generosidad, allá, metros adelante, una cajera baja de estatura, morena, reseca en el trato, parecía el Tuca Ferreti en una mañana de entrenamiento o de un juego, con sus jugadores, tratando, groseramente , a esa doñita que le proporcionaba un dato que batallaba para sacarlo de su teléfono, y a quien no se tuvo ninguna paciencia . Perdón, creo que ya agarré el monte, pero ustedes entenderán mi catarsis. Bueno, entonces quedamos que no es lo mío el uso de la tecnología y ya les di pormenores y razones. Pero en lo que algunos si es lo suyo es aprovecharse de estas desventajas y válidos de la ocasión, instalan en los cajeros o en aparatotes asï, un programa tal para su uso, quizá para que a la mera hora nos cuatrapeemos o pidamos involuntariamente un seguro de vida o solicitamos un préstamo que no deseábamos pedir o dones más de la cuenta a una fundaciôn representada por unos nïños con unas caritas que dan ganas de ir por ellos y adoptarlos. Entiendo lo generosa que puede ser la tecnología para eficientarnos miles de actividades y abreviar nuestras ocupaciones pero nunca será suficiente ni los neófitos lo reconoceremos ,si al momento de aplicarla, la vuelven compleja y truculenta que a la vista de la mayoría puede no resultarles así, pero un instalador o un reparador tecnológico debe de pensar en esos señores y señoras de edad avanzada que acuden caminando lentos a una cajero para retirar dinero o realizar un pago, sin embargo luego de tanto botoncito aplastado, después de tantas respuestas de si o no o continúe y de tanta preguntadera que si queremos donar o no o que si queremos un crédito o si esto o lo otro y más interpelaciones o en estas minorías que batallamos para dominarla quienes más que unos usuarios de una institución bancaria, parece que estamos respondiendo un agotador examen del Ceneval de quince hojas y pura opción múltiple.
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Por Miguel Ángel Avilés
A la fecha y desde toda mi vida, he tenido un trato irreconciliable con todo lo que signifique manejar un carro. Sí, y lo he contado mil veces, que yo no manejo ni mis emociones . Admito pues, que eso de la conducción no se me dio y, por el bien de pasajeros y peatones, no agarro un carro desde que mi compadre Carlos Sanchez hizo el intento por enseñarme pero fracasó. Fracasó, estrepitosamente, por más paciencia que me tuvo, hasta que la llanta de ese Dart K color tamarindo empezó a desinflarse luego de que vire a lo bruto en una curva y valió madre todo . Ese ruidito de aire fue como el silbatazo final en mis aspiraciones como chófer ,con tal de que mi masculinidad no desentonara con la costumbre y como todo hombre, hecho y derecho, aprendiera a manejar . "Ahí déjalo" dijo, compungido, mi compadre, cómo resígnadose a lo que le acababa de quedar más que claro. "Tú no debes de manejar , es un peligro que tú manejes" sentenció y me llevó de copiloto hasta mi casa. Después de eso , como les digo, no he vuelto a conducir un carro, si así se le puede llamar a lo que yo intenté. En lo personal, la experiencia fue agobiante cada segundo. Díganme lo que quieran pero admito, con todo lo inútil que esto puede ser, que tal habilidad no fue lo mío y, según dicen los que saben, ya es tarde por qué se pierden reflejos, nos volvemos más torpes y esas cosas. En fin. Creo que está más que claro que estoy admitiendo mis limitaciones. En otras cosas nadie me gana pero en esto nomás no me bendijo Dios. Lo aclaro porque tampoco se trata de flagelarme y proyectarme ante todos ustedes cómo un perfecto inútil . Aunque lo sea. Pero lo que estoy haciendo es un ejercicio, vamos a decir didáctico, pero a modo de exhorto para que otras personas reconozcan que, en eso de la manejada, hasta yo les gano y que no quieran conseguirse el sustento diario al frente de un volante, primero, si no tienen la destreza de mi compadre Carlos Sánchez, mínimo y, segundo, si no conocen la ciudad donde ejercerán su chamba. No , tampoco quiero que me digan al subirme que fueron alumnos de #ChecoPérez, o que un día ganaron la carrera de las mil millas y que conocen la ciudad cual si fueran Testigos de Jehová, No. Pero no la amuelen. Lo preferible es ser transparente, admitir que no pudimos con ese reto y que aparte, cuando intentamos lograrlo, nos fue de la patada. De lo contrario, se corre el riesgo que, en revancha y con cierta odio, frustración o coraje busquemos acabar con todo lo que signifique industria automotriz pero sin reconocerlo, digamos al mundo entero que nuestro generoso propósito, es erradicar sus vicios y reformarlo. Aunque no sepa nada de nada al respecto, pero me pongo al frente de la cruzada y arengo a las masas para desprestigiarlo. Peor aun: abordo el tema como todo un experto, mas sin embargo, mi analfabetismo sobre los carros, su origen o invento, su historia y crecimiento, su situación actual o su pasado, es notorio, pero aun, los que me escuchan y me admiran me creen y me siguen en muchedumbre para cambiar a la industria automotriz. No sé que el primer vehículo se remonta a 1885 cuando Benz construyó un motor de cuatro tiempos con un cilindro horizontal de 954 cm3 de desplazamiento, que podía girar a 400 rpm y alcanzar una potencia de 0,75 CV. y que el triciclo motorizado de Benz fue una novedad absoluta en todo el mundo ya que fue el primer vehículo impulsado por un motor de combustión interna. No sé nada. Tampoco sé que la industria automotriz es un conjunto de compañías y organizaciones relacionadas en las áreas de diseño, desarrollo, manufactura, marketing y ventas de automóviles ni que es uno de los sectores económicos más importantes en el mundo por ingresos. Pero leo la contraportada de un libro, me echo un clavado en google, pido una tarjetita, las digo en un acto público y los dejo apantallados a todos, como si realmente supieran. Obvio, ninguno de ellos sabe que no sé ni donde se coloca el motor, como se quita y se pone, ni la transmisión, ni el chasis, ni la suspensión, ni el sistema de frenos, ni siquiera las llantas, ni el sistema de dirección, ni el sistema eléctrico. De igual manera confundo la cámara de combustión con el bloque del motor y creo que el árbol de levas es una planta de alguna región y nada sé sobre válvulas, bujías o el cigüeñal o la biela. Así como lo leen. Pero no obstante, soy el comandante en jefe en la transformación o la reforma de un sector que tiene sus cuestionamientos y mucho por cambiar pero yo no estoy dispuesto a matizar porque pesa más el recuerdo de cómo me ha ido con los carros, la manejada y engangrenada mi mente por esos episodios, esas experiencias, ardo por dentro, muestro una risa hacia afuera y les vendo la idea de que hay que hacer una necesaria reforma para poner a cada quien en su lugar. Porque a la fecha y desde toda mi vida, he tenido un trato irreconciliable con todo lo que signifique manejar un carro y ya de paso con la industria automotriz. Y ya no busco a quién me la hizo Sino quién me la pague Y alimente mi rencor. Por Miguel Ángel Avilés
Es verdad que la burocracia, en ocasiones, es un dolor de cabeza, cuando queremos hacer un trámite y puede que no se le resuelva su asunto por requisitos absurdos, exigidos en un clima de un humor involuntario que ya lo quisiera cualquier standupero. También lo es que en algunas de esas instancias, en especial si es público, existan episodios de corrupción o que los datos personales o confidenciales que ahí se tengan, sean utilizados por terceras personas o desde adentro, a modo de filtración, con propósitos nada bien intencionados. Así como sucede en alguna delegación de fovissste, de algún estado del norte de la República, por ejemplo. Cierto. Pero de eso, a que todo aquel que trabaja en estas oficinas o en la iniciativa privada, en una jornada de trabajo, a cambio de un salario que le garantice recibirlo semana a semana, cada quincena o al mes, se le denoste y se le considere un ser inferior, que puede ser material de inspiración para programas de televisión , series, novelas o películas, de humor fácil y predecible, no se vale . Conozco en estas fuentes de trabajo, a seres humanos voluntariosos, creativos, proactivos, honestos, productivos, con ambición de crecer. Por lo el contrario, hay quienes cuestionan esa manera de ganarse la vida pero tampoco ellos ofrecen mucho a la sociedad ni doblan jornadas para dejar constancia de que es una mejor opción trabajar por la libre. Dicho lo anterior, espero que les quede muy claro que el término Godínez y la forma que el concepto ha sido manoseado, a mí, en lo personal, me parece reprobable y todo lo que le siga en eso de no estar de acuerdo. En México, este injusto término es usado para referirse a los oficinistas que suelen trabajar, por decir así de 8 o 9:00 a 18:00 a cambio de un salario, en específico de una empresa privada y excepcionalmente pública. Incluso algunos de esos trabajadores caen en la trampa del discurso y se asumen autonombrándose como tal, con cierta penita. El término lo asimilan al Salaryman y es aquí en donde la cochi tuerce el rabo pues, según averiguo, las connotaciones del término, han evolucionado con el tiempo ya que luego de la Segunda Guerra Mundial, el trabajo de asalariado se consideró un puesto estable, que garantizaba, para quien así quisiera y quiera ,un estatus social acomodado y ante todo, respetable. Sin embargo en su significación moderna, el término ha adquirido cierto tono peyorativo, ya que se asocia con largas jornadas de trabajo, prestigio medio (“superior a los trabajadores manuales, pero inferior a los altos jerarcas”, dice un autor), ausencia de otras fuentes de ingresos que no sean el sueldo, total dependencia del empresario, falta de iniciativa e individualidad, esclavitud salarial y karōshi, es decir, muerte por exceso de trabajo. En nuestro país el término es muchas veces utilizado de forma despectiva para referirse a un trabajador cuyo salario es bajo, implicando que ese trabajador realiza una tarea poco creativa y repetitiva, llamándolos Damita Godínez» o Lady Godínez a secas. Según los estudiosos, desde el punto de vista de la sociología, la utilización del término es interesante pues por un lado refleja los anhelos aspiraciones del mexicano (ganar lo suficiente, no vivir de quincena en quincena, comer en restaurantes, presumir las vacaciones en el extranjero, no usar el transporte público) y por otro lado revela la búsqueda de establecer una jerarquización social que muchas veces intenta humillar y desvalorizar a las personas a las que se aplica el término, pues los «Godínez» son los otros, los inferiores y en este sentido el término «Godínez» busca estigmatizar a un grupo social. Para que vean , con otro ejemplo más, como es que , mientras nos tiramos al piso con arengas y reclamos ante algún acto de discriminación allá en el país vecino en donde una estatua dicen que está feliz, feliz, feliz, aquí no tenemos freno a la hora que se presenta la oportunidad de comportarnos igualitos. Algunos dicen que Los Godínez son conocidos por tener una representación a partir de la serie "El chavo del 8", en el que Horacio Gómez Bolaños actuó el papel de Godínez Oyoyo durante esta serie para la televisión humorística. Esto no aclara mucho y me parece que la única asociación que puede tener es el nombre si consideramos que dicho actor representaba a un niño y no hay rastros que laborara en una oficina o algo parecido. Si queremos contextualizar el tema , hay autores que lo enmarcan a partir de los años 60 del siglo xx cuando la economía mexicana inició una lenta transición de ser industrial y agropecuaria a una economía basada en servicios. Esto trajo consigo la creación de muchos trabajos en las oficinas y de una cultura urbana derivada de ese estilo de ser. Recordemos la telenovela Gutierritos de 1958 con Rafael Banquells al frente y el programa de televisión "Mi Secretaria" de 1975, con Lupita Lara y Pompin Iglesias de protagonistas, los cuales fueron uno de los primeros referentes de este cambio en la forma de vida de los mexicanos. No podemos olvidar tampoco al personaje de "Peritos", representado por Luis de Alba, un oficinista torpe y perezoso que siempre buscaba engañar a su jefe para no trabajar, y a él a quien también es citado como origen del término. Echandonos un clavado en los ciberdiccionarios actuales, leemos que en 1984 se estrenó el largometraje titulado "Hermelinda Linda", una película cómica del cine mexicano que presentaba los problemas de la corrupción, ese fenómenos que ya por fortuna desapareció pero que en la cinta aludía al gobierno del Departamento del Distrito Federal a mediados de los años ochenta, cuyo personaje principal fue interpretado por la actriz mexicana Evita Muñoz "Chachita". Es aquí, en esta producción, en donde aparece un personaje denominado "Godínez" quien era ayudante del titular de una Delegación del entonces Departamento del Distrito Federal, el cual se caracterizaba por llevar a cabo las inconfundibles conductas de un burócrata servil. Aseguran que a lo mejor el término tiene su verdadero origen en esta producción, por todas las peculiaridades que cumple el actor, pero eso también es cuestionable pues si bien existen empleados así, no se puede generalizar, ya que hay trabajadores que anteponen su dignidad sobre cualquier cosa, en tanto que eso de andar haciendo la barba a la gente es muy común también afuera de una oficina, en muchos espacios públicos o privados, culturales o deportivos, políticos o no políticos pero se vive en la sumisión y gracias a la sumisión. Hasta en los Simpson aparece, para mal, este concepto y es representado por un dependiente inepto de un restaurante de comida rápida quien al no poder resolver los problemas del trabajo satisfactoriamente le llama a su supervisor el "Señor Godínez". Imagínense si por eso de no poder resolver los problemas del trabajo le dicen así, no me imagino como se le diría a,quien sea incapaz de resolver los problemas de un país. En el México reciente el término se repopularizó entre los años 1999 y 2007 gracias al comediante Adal Ramones y su programa "Otro Rollo" el cual iniciaba con un monólogo de alrededor de 30 minutos en donde el comediante relataba diversos aspectos y circunstancias de la vida cotidiana con su toque humorístico( a veces) Cuando había temas relacionados con los trabajadores de oficina ,los representaba hablándose por sus apellidos; y "Godínez" fue el apellido que más utilizó para representar estos casos – eventualmente repitiéndolo a propósito para referirse a un empleado de oficina- y luego recibía la carcajada del público como el eco de la burla. La expresión se ha ido quedando , como si el llamado godin fuera todo lo que dicen y ya para muchos esto es normal como normal se vuelven tantos usos del habla que denigran y ofenden a un sector que decidió ocuparse de este modo , saber hacer a la perfección lo encomendado a diario, invierte un sueldo en lo que más ocupa y más le gusta, pero sobre todo da un trato a los usuarios, a los visitantes o al público que honra su existencia y los que lo tienen ahí. La expresión no nos representa a todos, ni proyecta las malas prácticas de todo un pueblo sabio y menos uniformados. No. Pero eso no es consuelo para nadie, creo. Para nadie. Por Miguel Ángel Avilés
La vi tan angelical que, si no hubiera sucedido lo que enseguida les cuento, a la fecha la trataría con esa misma ternura que aparentaba, como si fuera mi nana. La vi así como digo y una amabilidad que envidiaría cualquier guía de turismo de Guanajuato que, por eso, con ella, en la carnicería que regentaba en el mercado municipal, decidí comprar la carne y unos huesos que me habían encargado para hacer un cocido o un sancocho bien tableado como dirían los colombianos, sí, de donde es oriunda Angélica Blandón, actriz que un día habré de conocer y qué. Juró que me estaba dando precio y hasta pilón echó a la bolsa, pero cuando llegué a casa y fue supervisado el cargamento por la perito en caldos regionales que vive conmigo, lo que expresó no lo puedo decir aquí pero en resumen, la emula de doña Sara García, me había dado gato por liebre. De la carne no existía nada o casi, de los huesos sí, muchos pero de acuerdo al insoportable olor y su apariencia, todo indicaba que estábamos lejos, muy lejos de haber llegado ya su fecha de caducidad o su estado de composición vacuno. Cuando me percaté de aquello pensé que en lugar de res, me habían vendido una parvada de pericos muertos porque el bulto recibido estaba verde, como si en el trayecto se hubiera muerto lo que le quedaba de vida o a esas partes de la vaca le hubiera pegado gangrena. Por supuesto que el menú varió drásticamente y tuvimos que zamparnos otra cosa, pero sí de esto pudo quedarme una moraleja fue la que ustedes están pensando y tenía que ver con la mamá de la señora de la carnicería y con mi yo confieso que todo fue por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa. Jamás he vuelto a ese lugar y si así fuese, nomás sería para sacarle la lengua a la doña que vi tan angelical, que resultó lo contrario pero que ,estando a segundos de candidatearla como mi nana ,ahora retomo como material didáctico , para hablar de esto , un dicho tan común pero a la vez tan dejado en el olvido al momento en que ,en lugar de tomar las precauciones debidas, abriendo muy bien todos los sentidos, para no dejarnos únicamente llevar por las apariencias, el quejumbro, el choro mareador, la sonrisa, el apapacho, estemos atentos y vivos para que eso que solo es para engaratusarnos, no de el otro paso y nos encaje el discurso por la espalda. Porque caras vemos… Este dicho popular oriundo de los nahuas o mexicas, quiere decir que no podemos confiar en las apariencias de las personas porque no nos dicen nada sobre qué o quienes son en realidad ni que se traen entre manos. El origen del dicho tiene un significado levemente diferente al que conocemos en la actualidad. Resulta que los nahuas antiguos tenían códigos de conducta moral asociados al cultivo de una ‘vida virtuosa’. Una ‘vida virtuosa’ significaba nutrir las dos partes de una persona: la cara y el corazón. Leo que”, para los nahuas, ya desde la época precolombina, las personas tienen la dualidad de la cara y el corazón instándolos a ‘cultivar una cara sabia y un corazón firme’, o sea, tener un comportamiento recto que se traduce en tu imagen exterior y en la cara y tener una voluntad fuerte, encaminado hacia la virtud que se traduce en la cualidad interior y en el corazón. Hoy en día, el dicho totimehuacán “caras vemos, corazones no sabemos” se ha popularizado en el mundo hispanohablante por representar la desconfianza hacia los otros y cautela hacia juicios prematuros. Chanfle, vaya que razón tenían. Lo que preocupa es que esto no es fácil de descubrir-de ahí la esencia del dicho- ni tampoco podemos andar de paranoicos, creyendo que lo que parece bueno es malo y al revés, digamos que como una antítesis a lo pugnado por don Cesarin Lombroso que, obvio, nunca experimento con políticos mexicanos, y por tanto creyó que el llamado malandro o antisocial o delincuente nato si y solo si tenía rasgos físicos concretos como un cráneo pequeño, la frente hundida o un abultamiento de la parte inferior de la cabeza, soslayando la posibilidad de que el que más generoso parezca ,muestre un semblante bonachón, pulcro, de traje y corbata, resulte, como a la postre resultaban los presidentes mexicanos de los años setenta hacia atrás o los años más nefastos del PRI. Trato de explicarlo así, con el anterior ejemplo, pero esto también ocurre en la vida diaria que día a día vivimos y si no me creen, nomás recuerden al mendigo que pide dinero en la calle y resulta que, respetando las excepciones, hay léperos enmascarados de dramatismo, los cuales parecen haber salido del CUT o del ENAT, y su modus operandi,es persuadir gente con actualizaciones excelsas para que, con suma indulgencia, los becamos, dándole monedas a diario, aunque algunos estén en edad productiva inmejorable. Las ferias son otro espacio en donde brota esto, si por unos cuantos pesos nos invitan a punta de saliva, a jugarnos la suerte a cambio de recibir grandes premios en caso de levantar la botella o de completar una cifra en los catotones o tumbar unos blancos a pelotazos o adivinar en dónde quedó la bolita, o convenciéndonos para que pasemos a cenar unos antojitos de bajo precio, logrando su cometido siempre con mucha amabilidad, pero al final salimos con las manos vacías o un diminuto obsequió o con una cuenta que parece el sueldo mensual de un empleado, sin poder hacer mucho porque el que el simpáticos de horas antes , ya llamó a su ejército de golpeadores para que aceptemos las condiciones de su juego, sí o sí. Caras vemos. Otra muestra de este refrán lo vivimos en alguna gente identificada socialmente como de alcurnia, que aparece en la sección de sociales de los periódicos, un día sí y otro también, con un gesto misericordioso y humanitario, pero en esas vueltas que da la vida, nuevamente sale en un diario pero en la nota roja, acusado de haber golpeado a la esposa o por andar clonando tarjetas o por malversar los fondos de una beneficencia privada. El mundo de la fe tampoco está exento de este mal y botones como muestras hay a raudales. Llegaron a la casa cural trayendo consigo un aura sobre la cabeza, eran los más gentiles en el saludo, la homilía es un rescate de valores, pero a la postre, aparece en un recuadro en televisión, con los ojitos tapados ya que lo acusan de pederasta y no sé qué más. Sucede lo mismo con algún servidor público que, por introvertido, parece que no rompe un plato, viste de blanco en cada marcha, ofrece conferencias o es condecorado en un centro de investigación y, de pronto, lo están juzgando con todo el peso de la ley a raíz una acusación de la DEA, la que a gritos pide su extradición. Caras vemos. Sin atentar contra el planteamiento nahual creo que este dicho o refrán puede ser aplicado en sentido inverso, considerando que así como hay personas que en moditos , voz y atenciones, parecen que no tardan en san abordar su caso en la Basílica de San Pedro y cuando más encariñados estamos con esa monada de señor o señora , alguien levanta sus faldillas y su corrido se acaba, así también hay mucho buen elemento que , según nuestro prejuicio parece que solo está esperando un descuido para pedir que levantemos las manos, darnos un cachazo en la nuca y llevarse todo lo que traemos y sin embargo resultan ser unos auténticos franciscanos. Caras vemos. Esto creo es una realidad nacional y hay que admitirla. Lo bueno es que, a diferencia de otros países en donde ya por fin lo han identificado como realmente son, aquí aún no somos presas de “esa élite política o conjunto de personas que debido a la posición que ocupan dentro de ciertas organizaciones y asociaciones, empresas, sindicatos, partidos, grupos de presión, administraciones pública y privada o por otras características, como la autoridad, la riqueza o las capacidades personales, ejercen gran poder e influencia en las decisiones de la vida política de un nación“. Se caracterizan por ser “unos individuos que bajo un manto de inocencia y simpatía esconden su verdadero carácter violento y destructivo”. Qué peligroso. Pero qué afortunados somos de que aún no estén aquí. ¡Viva nuestro batallón de honorables! ¡ Vivaaaa! Estos si son de una sola pieza Sin dobleces. Como la señora del mercado. Por Miguel Ángel Avliés
Anoche me acordaba cuando competí por vez primera en unas elecciones internas de la escuela de Derecho. Lo traje a la mente justo en el momento en que veía una entrevista que le hacía en la tele a un actor colombiano y en eso, cuando más interesante estaba la cosa, aquella se interrumpió y apareció a cuadro Jorge Álvarez Máynez, candidato a la presidencia de México, diciendo esto y lo otro, con un entusiasmo tal que pareciera estar seguro que fuera a ganar. A diferencia de este político, yo en aquel entonces estaba totalmente convencido de que lo mío era la derrota y que si o si, iba a perder. Efectivamente, tuve como siete votos y todavía, para acabarla de jorobar, mis adversarios, todos una bola de conservadores y representantes de grupos de intereses creados, dijeron que yo era un peligro para la universidad y, de paso, burlonamente, me acusaron de acarreo. Alegué fraude, moví al estudiantado bueno y sabio, hice un plantón afuerita del órgano que contraria lo sufragado y me planté, cerrando el tráfico por varios días, en la calle Yucatán, luego bautizada como Norberto Palancares, hoy llamada Luis Donaldo Colosio. Obvio, esto no lo recordé ayer, más bien recordé, enfurecido a un familiar muy cercano de Máynez por no dejarme ver la entrevista como dios manda , pero quería ponerlos en contexto con respecto a lo que queremos aparentar en proceso electoral, lo que realmente sucede, lo que nos da por inventar para victimizarnos como lo hice en el párrafo anterior y sobre todo cómo es que, en el fondo sabes que no tienes ni la mínima posibilidad de ganar pero le entras al ruedo, haciéndote pasar en la competencia cual si fueras el Toluca o el América pero en realidad eres el Puebla o el Mazatlán. Quiero decir, que en el caso de Máynez o de alguien en su misma posición, sabe muy bien que las posibilidades de ganar son menos cero y sin embargo, aquí lo tenemos frente a nosotros, irrumpiendo en tu programa favorito, apareciendo una y otra vez cuando más a gusto está uno disfrutando lo que les dé la gana, al fin y al cabo lo invertido en estas pautas y en el resto de la campaña, no salen de su bolsillo, sino del erario , por lo tanto lo conseguido de aquí al domingo en que patrióticamente nos encontremos formados para emitir el voto, ya es ganancia. Es decir, este muchacho Jorge, a quien parece que le dijeron que pelando los dientes como Chita, la de Tarzán, sube en las encuestas, echo un volado y si cae águila gana y si cae sol, también. Salvo que alguien se hubiera vuelto loco y nos tuviera guardada una sorpresa, este hombre ya tiene garantizado un honroso tercer lugar, nadie se lo quitará pero se nos aparece al doblar la esquina de una película o después del verde-siga de una entrevista o en medio de un campo de fut cuando el juego está por más emocionante, cual si estuviera a solo un punto en las encuestas de quien se encuentra arriba. Jorge Álvarez Máynez pues, ya ganó, perdiendo o pese a su incontrovertible derrota, ganará. Más bien, corrijo: ya ganó o ganaron los que, atrás de su impulso, designación y campaña, le echan porras al oído, lo cargan o se deja cargar de un lado a otro, los que le hacen creer con tal de que al final de la jornada, se haga un corte de caja, y como boxeador, esparrin y manager se repartan, poniéndose de acuerdo, con respecto al motín y sus utilidades. Para invertir- que no gastar- dinero no falta. Ya de por si el partido recibió lo suyo y para este proceso electoral, en su momento, la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del INE aprobó 660 millones 978 mil 723 pesos como tope de gastos de campaña para cada candidata y el candidato a la Presidencia de la República: Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez. pero esa promoción tiene un límite de gasto que, en caso de rebasar, pueden ser sancionados con la nulidad de la elección. Esto último lo han de tener sin dormir o cuando menos, con taquicardia. Ese monto lo podían gastar durante los 90 días que dura esta etapa electoral, es decir, de marzo al 29 de mayo del 2024, cuando inicie un periodo de veda previo al día de votación, que es el domingo 2 de junio. Válgame, y a mi que, en esa lejana elección escolar, acaso nomás me regalaron una sábana para que hiciera una manta. Válgame. Ni para andar interrumpiendo como Máynez, me alcanzó. De plano, ya se me está haciendo agua el bolsillo y de aquí a seis años tendré suficiente tiempo para meditar si me destapo o no para tratar de suceder al que gané ahora. Todo sea por mi país y estas ganas de servir a todos. Nada tengo que perder, mucho que ganar. Con sol gano, con águila, también. El volado estará en el aire, pero contrario a esos años ochenta en los que obtuve menos de diez votos, aquí pondré a temblar al más pintado. Eso sí, les prometo desde ahora no comprar ninguna pauta, con tal de no andar interrumpiendo nada cuando estén viendo en alguna plataforma o televisión su serie, película o programa favorito porque la verdad si cae muy gordo. Espero que esto lo sepa Máynez y ya nos deje en paz. Ya no hay necesidad de hacerlo. El tercer lugar ya lo tiene asegurado. Y su futuro, también No cabe duda: que codiciadas victorias, han de ser estas derrotas. Por Miguel Ángel Avilés
Karl Ransom Rogers, el llamado padre de la psicología humanista, un término que, a mi parecer, raya en el pleonasmo, consideraba que los seres humanos construyen su personalidad cuando se ponen al servicio de metas positivas, es decir, cuando sus acciones están dirigidas a alcanzar logros que tengan un componente benéfico. Yo, sin ser psicólogo y creo que ni humanista, digo que lo que dijo este señor es cierto. Digo además que la gracia, la desenvoltura o el duende con la que se puede escribir un libro, dependerá de un oficio otoñalmente pulido, pero también del amor y la pasión sobre el tema que se está escribiendo. Eso creo. Y creo, además que, el número de piezas de este rompecabezas literario, de este universo lectoescritural ya dependerá de las exigencias o de las aspiraciones del autor: un revisor de su trabajo, la exposición a la crítica, la autocrítica, la difusión, la promoción y, desde luego, los lectores del círculo personal, es decir la familia y los amigos, y por último el lector cautivo o anónimo que pueden ser dos, tres, cuatrocientos, dos mil o ninguno. Quiere decir entonces, que saber decir no basta, se requiere esa otra cosa, que puede ser lo genuino, lo auténtico, el compromiso en lo que se cree y se piensa, y además el respecto a la palabra y su significado, a ese mismo significado en sí y a la congruencia y a la autenticidad que el autor tiene al momento de expresarlas para otros. A Juan Marse, quien, por cierto, su segundo apellido era Carbó, en una ocasión le dio por citar lo que tenía grabado en un cuadrito que colgaba de la pared en donde se pasaba horas escribiendo: “El esmero en el trabajo es la única convicción moral del escritor”. Lo decía ante los periodistas en vísperas de que el Rey de España, le entregara el premio Cervantes, al tiempo que les confesaba su única preocupación para ese evento: saber si iba a poder hacerse bien el nudo de la corbata. Este mismo escritor se ha preguntado: ¿Puede ser honesto el escritor que solo piensa en lo que pide el público? “Cuando escribo no pienso en el lector que me va a leer, pienso en el lector que soy yo”, se responde. A mi parecer es así, solo así, cómo es que una línea, o un enunciado o un párrafo, dos cuartillas o todo un tratado, se vuelven creíbles y si no veraces , si al menos verosímil. A mí me parece que es así, solo así, como se pone de manifiesto la honestidad de quien escribe y lo que escribe, sin la búsqueda de un lucimiento discursivo ni para conquistar a la industria editorial a veces tan prostituida, sino para no serle desleal a su pensamiento, a una creencia y ante todo a su conciencia. Siento que el libro que hoy nos convoca, Memorias para el futuro de la autoría de Armando Coronado y editado por Mamborock aspira a eso: a reconocerse hasta donde se es capaz y conocer de sus limitaciones, pero también a no ser complaciente con nadie más ,sino con una voz narrativa que al pasar de los años, muchos años, no se cuece al primer lector ni quiere ser por sí misma, la protagonista porque sabe o intuye que lo escrito o la historia a contar es lo más importante, antes que cualquier proyección de quien se cree especial, y, como ningún otro, se enamora, insaciable, de su propia imagen reflejada en el agua de sus textos. No y por eso hablo de la honestidad del escritor o como quieran llamarla pero que, gracias a esto, se narra una historia permitiendo que los personajes que viven en ella se expresen libremente, sabiendo que lo vale es lo que se contó, como se contó y no quien lo contó. De más no está decir que Don Armando tiene 94 años recién cumplidos y a parte de su lucidez, su mesura y esa eterna solidaridad a favor de los marginados, no es un hombre pretencioso y por tanto no buscó ofrecernos lo que no puede darnos: lograr un poema en arameo, ni se puso a traducir el Kojiki o Furukotofumi, o sea la Crónica de los acontecimientos antiguos del japonés al español ni trató de escribir una biografía novelada sobre la niñez de Osama Bin Laden. Nada de eso. Simplemente escribió sobre lo que sabía, hasta donde sabía y punto. Jamás quiere , en este libro ni en su casi un siglo de vida, jugarle al engreído . Quienes saben más del asunto, afirman que las mejores historias que han expresado en la vida siguen esta premisa y por ello muchas se han vuelto clásicos y perduran sin importar el paso del tiempo. Las del otro polo, esas de excesiva petulancia, que recurren a la gracia sin tenerla, que insisten en catequizar con su ideología, partiendo de que es perfecta e incuestionable, y que ellos también lo son. Creo que este intento de evangelización narrativa no funciona, por más que saboreen la fama y su impostura, pero jamás alcanzarán la trascendencia. Hay obras clásicas que nos invitan a imaginar todo tipo de mundos posibles y la creatividad de los escritores nos permite viajar a los rincones más lejanos del planeta, e incluso desconocidos hasta ese momento. Pero contrario al error de algunos que buscan emularlos y a la suposición de otros, la carpintería tal como le la llama García Márquez y que sirvió de materia prima o de insumo para escribirlas resulta que es su propia vida y su entorno, es su materia y esas voces, tantas voces polimorfas en donde nació , creció y se reprodujo con todos los sentidos abiertos , hasta llegar un momento en que es imposible contener lo escuchado, lo aprendido , lo verbalizado, lo dolido y entonces como una bella y madura úlcera, un día revienta en una incontinente secreción de palabras, capaces de construir otros lugares y otros protagonistas diferentes. De esta manera sacamos el veliz de recuerdos que lleva años debajo de la cama , le enjuagamos la cara a la remembranza , salimos al patio hasta donde están los habitantes y lo habitado y luego cantamos los primeros versos en los blanco de una página , esa que tarde que temprano se vuelve un compendio de verdades o mentiras, pero dichas, con el corazón por delante, genuinamente, hasta colocar, insatisfecho, un punto final y dejarlo ahí que repose, que se marine, que le quitemos esto y lo otro, en tanto llega el día de irse a la edición y a la imprenta , hasta tener al producto en brazos y leer cosas tan gratificantes como estas: “Dedico este libro a las familias campesinas que permanecen en ejidos como Rancho Viejo de Ures, Sonora, a quienes comprendí y llegué a querer por su humildad cuando laboraba en la propiedad de mis padres —, a mis hijos y a sus preciosas madres, especialmente a mi compañera, mi esposa por sesenta años, a mis compañeros de escuela y a mis amigos”. De antemano, eso ya nos habla de un autor agradecido y de un hombre de bien. Y si lo anterior está fechado en 1916, quiere decir que no se improvisó ni se quiso hacer un libro como si fuese barbacoa en pozo: dejarla cocinando en la noche para que esté listo en la mañana. Tampoco se precipitó ni quiso que esto que ustedes están desesperados por comprar, quedara concluido cuando se tenía veintitrés años cabales para hablarnos de lo que solo se comprende a los cincuenta en adelante y en ocasiones nunca, menos se muestra con un lenguaje embaucador, no propio que nomás pretende congraciarse frente a sus colegas, antes que ponerse a escribir sin ambages, teniendo como única prioridad el rigor y el cuidado de su obra. Nadita de eso, porque lanzarse al vació a lo bruto sin la experiencia suficiente , es muerte segura y porque bien se sabe que lo cocinado a fuego lento es más sabroso y más de uno se comerá dos platos, un mediodía cualquiera, un verano de principios de siglo, ahí en rancho viejo, Comisaría de Ures o Santa Rosalía, entre charla y charla sobre las épocas de las haciendas , o de presidentes de la república y gobernadores o de los abuelos y abuelas o de terrenos de riego o temporal o de la historia de los pueblos aledaños y su crecimiento, o de lluvias y corredores o de trabajadores y patrones aunque sea reviente el barzón y siga la yunta andando. Tanto por decir y tanto por leer aún más allá de estas 106 páginas que don Armando nos ofrece con devoción como quien entrega, incondicionalmente, cien tortas a las afueras de un hospital o en la esquina terrosa de una invasión, pero me resulta imposible y tampoco quiero resumirles aquí sesenta años contados y menos filosofarles sobre moral, Dios, magos del evangelio y políticas del desarrollo y una madre ya preñada que al octavo mes murió. No, no puedo ni quiero, nomás porque se me da la gana y porque sobre eso tendrán ustedes mucho que leer y que disfrutar en un libro dividido en tres capítulos que algún día del mes de abril de 2024, en una edición muy bonita con interiores color sepia, como si estuviéramos leyendo un ejemplar de Kalimán o Lagrimas y Risas, con ese nostálgico olor a tinta, se estará presentando en un foro del Esta Cabral, a eso de las seis , cuando apenas se está yendo el sol y muere la tarde. No, les repito que no puedo ni quiero porque, según las hojas que desprendí del calendario al venirme para acá, y esas campanas que están tocando nos encontramos apenas en 1908 o 1919 o 1930 o 2016 y para que aquello llegue falta mucho, es decir, un chingo, casi tanto como sesenta años o lo que guarden, atesoradamente mil y un memorias para el futuro.
'Por Miguel Ángel Avilés
Para Irene y Jorge Fue cuando le dije a mi acompañante que, ahí adentro, algo distinto estaba pasando. Era viernes y mi pareja, a la que deseo para siempre, media hora después bailaba conmigo, aun con mi fracaso para eso de la danza, pero le dabamos a una cumbia que ,de tantas, no supe si era esa que se baila así, de medio la'o, acurruca'o el tao, tao, el tao, tao, de medio la'o,el tao, tao, el tao, tao, el tao, tao,acurruca'o, el tao, tao, tao, tao, tao, tao, el tao, tao, de medio la'o, el tao, tao, el tao, tao, la máquina ponchada o cualquiera de las que les hablaré después. Sentí que nosotros,los asistentes, dabamos poquito y ellos, sabe quién, nos daban mucho pero además, no sé si planeado o de chiripa, le daban, más bien, le habían dado en la merita pata de palo a un sector de clase que buscaba algo asi, pegadito al corazón, un tanto de presente, más dos o tres cervezas bien heladas de nostalgia para quedarse ahí ,como lo hicimos mi pareja y yo, este o aquel, lo que nace del corazón o un puñado de gente que conjuga los tres verbos al unísono, como si ya nada importara porque estoy enamorado de tí, estoy enamorado, de ti enamorado. Quien sabe cuantos se fueron ni cuántos volvieron esa noche- porque sigo sin pensar en nada, porque me estoy volviendo loco por ella - pero cuando las dos de la madrugada a punto estaba de marcar el reloj, los que llegaron horas antes, querían quedarse hasta el amanecer porque la hierba se movía, se movía, se movía. Fue cuando le dije a mi acompañante que aquí adentro, algo distinto estaba pasando y pedí una copita de ron para que me diera calor y se rieron, porque ni al caso, ahí no venden fuego para el apagón, nada de eso, pero qué le parece una cagua, una media, esto y lo otro, papitas fritas o lo que doña Lupita nos traiga o quien entre a ofrecer cacahuates, flores, o un cuerpo hermoso que parece sirenita. Ay mi Yaquesita Ay mi Yaquesita Tú tienes un cuerpo hermoso que pareces sirenita Esto quizá fue cuando ya nadie se acordaba o a mitad de la semana o doce o quice años adelante o un 2024 o cuando todo esto que parece la civilidad, sea un apocalipsis, pero todos y todas y todes, recordarán que aquí, en la confluencia de Obregón y Garmendia, no en la esquina, sino metros cerquita, un parteaguas ocurrió y hasta este dia, los sociólogos, antropólogos, mercadólogos y no sé que más, todavia no son capaces de agarrar la pluma, sus dedos para la compu o su teléfono y ponerse a escribirnos ,con agudo análisis, que diablos pasó, de un momento a otro, para trasladar el divertimento del boulevard Encinas, poquito mas allá o mas acá, hacia estos lares en donde, en cuestión de esparcimiento para toda la pupila, era lo agreste, lo inmerecido, lo que la media y alta sociedad no podia recibir de la chusma, los apestados, los incapaces de estar aquí, en una pista, en donde se interpreta lo que, si a esas vamos, es suyo, razón por lo que me entenderás ahora el porque en este territorio en donde La brisa se impone con la Colallé y una niña de mas de veinte años ejecuta su propia danza contemporánea, al compas de Los Freddy's o algo así por el estilo pa que veas de que tamaño es el Club, es decir, el Club Obregón. Por eso y tanto más que viene en camino, es porque dije a mi acompañante que, ahí adentro, algo distinto estaba pasando. El Tijuanita, por un lado empezaba a morir o sus principales órganos, La Taberna, El Rancho Alegre, por decirlo, ya le comenzaban a fallar, y lo que fue ,ya no era tanto ,acaso ofertas callejeras para todos los gustos y un bar Lourdes apretujado, haciendo su luchita solo, mientras el resto de combatientes del mercado de los deseos, entraba en una fase terminal que terminó venciéndoles. Puede que unas sombras de perros renegritos crucen las madrugadas de esquina esquina , tal vez una patrulla extraviada con hambre de bolsear al prójimo ,quizá el humo interminable de una taquería edificada a punta de escombros, ganitas y borrachos. Puede. Y en tanto eso sucedía, desde hace ya más de tres años alguien recibía cartas de un extraño, cartas llenas de poesía, que le devolvía la alegría. ¿Quién te escribía a ti versos? Dime niña, ¿quién era? ¿Quién te mandaba flores en primavera? Con amor las recibías, como siempre sin tarjeta Te mandaba a ti un ramito de violetas Era feliz en su matrimonio o vaya usted a saber, pero eso que le importa, si aquí, a la vuelta del Gandarita , le había llegado la competencia de un de pronto, espichadita, haciéndose pasar como jugadores de dominó o parroquianos de antes, aunque a punto de reventar en esa otra escenografía tejabanera, tan desconocidos concurrentes, tan conocidos con el paso de los viernes, digamos como una quinceañera eterna, vestida de tantos colores y así pero algo tiene el rock & roll, que ya María Inés, se pasa en el solar, bailando rock & roll… Písale la cola al sapo, Písale la cola al sapo, Písale la cola al sapo, Pisa, pisa, písasela ya… Es el club la fase superior del comunismo, la gran asamblea popular a la que nadie convocó pero llegaron y seguirán llegando todos o donde una voz superior ordenó que en la pista o de la silla que tuviste la fortuna de encontrar hasta el más tullido mueva la cintura o los pies esa noche, para recuperar. Y si esa no te estruja, y la siguiente no te aceita la memoria o cualquier recuerdo, espérate tantito, porque el Mundo, quiero decir, el vocalista, se sabe la que me nombres y en un descuidito mejor cantada que los originales, sea el Tropicalísimo Apachúrrame, La BriS.A. o Los Zorros de Mexicaliche y de vez en cuando descansa para refrescar su cogote, pa luego es tarde, aquí no vive el silencio, porque entonces brinca El Pelón y su corazón por delante que dice quitate que ahi te voy en cuestión de interpretar las cumbias sin soltar ese bajo y uno ya no sabe sí es él o es Carlos Santana, Rigo Tovar, Ramón Ayala o lo mejorcito de estos o todo junto pero de que se la rifa ,se la rifa y no deja sentido a nadie. Te traigo esta cumbia morena Te traigo esta cumbia mi negra Para que bailes conmigo Para que bailes conmigo, para que bailes conmigo Sabiendo que soy tu amigo. Es Lupe, Lupita mi amor go go yeah Es Lupe, Lupita mi amor ta ta yeah y ahí la pólvora se enciende más, y uno que otro despistado busca a los Johnny Jets pero ni ellos ni su traje color mostaza de pantalones acampanados, ni aquel convivio en Tamaulipas donde surgieron, no están. En fin, esto apenas es un adelante ,un deber cumplido que el rinconcito se merece , ese al que en unas fiestas del pitic , un ramillete de cosmopolitas jóvenes le hicieron el fuchi ,el asquito desde la puerta que da a la banqueta en donde actualmente, desfilan en cola, noble y el villano el prohombre y el gusano. Bailan y se dan la mano, sin importarles la facha, pero una vuelta después vivían la fiesta que desde su pobre concepción llamaron naca, haciéndole segunda al nivel setenta, cuando desfilaban una mariposa tornasol, Roberto Ruiz, Laurita Garza y un antaño que de jueves a domingo revive, como un día que hubo una fiesta aquí en el Club Obregón y la orquesta de los voluntarios presos empezó a tocar y tocaron rock-n-roll y todo se animó y un cuate se paro y empezó a cantar el rock. Todo el mundo a bailar todo el mundo en la prisión corrieron a bailar el rock El gato le sabía dar al saxofón y German le sonaba duro al trombón Mary batería se decía tocar y toda la cárcel se puso a bailar el rock. Todo el mundo a bailar todo el mundo en la prisión corrieron a bailar el rock. Por esta y más razones, le dije a mi acompañante que, ahí adentro, algo distinto estaba pasando. Y seguirá. Seguirá pasando. Esto continuará... Por Miguel Ángel Avilés
Una señora lleva años confundiéndome con un doctor y hasta la fecha, no la he sacado de su error. No nos vemos tan seguido, pero cuando así sucede, me comparte una sonrisa y luego, muy amable, expresa lo de siempre: _ "Que tal, doctor, ¿cómo está? ¿Cómo le va?" o algo por el estilo. Yo le soy recíproco, y respondo con un "Bien, muy bien ¿y usted?" por recordar una de tantas veces, pero ya no sé si mi reacción es por mera rutina, porque mi amiga se va de paso sin chanza de aclararle o la dejo ser porque, de plano, ya me la creí. Entiendo que le ocurre eso porque supone que soy tal o cual doctor que la doñita conoce, es su amigo y me parezco- alto, rubio, ojos azules, atlético - o porque ese aspecto tengo, es decir, el de un profesional de la medicina y ese trato me da. No sé ustedes, pero quizá llegó la hora de sacarla de su confusión. De lo contrario, un día me va pedir que la consulte o yo corro el riesgo de mimetizarme y al rato andaré repartiendo recetas a diestra y siniestra, creyéndome que soy eso que no soy y que aparte de todo, me creo el mejor. No invento, eso pasa. Créanme, eso pasa y después no hay quien nos pare, hablando de todo y para todos, como si el conocimiento o la sabiduría fuera exclusiva de quien ha tomado la palabra y éĺ solo él o ella solo ella, es capaz de disertar respecto al tema que le pongan - en este caso de la medicina - y el resto de los presentes significan la nada o más allá. Admito que no sé tanto sobre esto, pero puede que tales personas, al igual como si su servilleta se creyera que sí es doctor, y que se consideran los infalibles entre sus pares, estén viviendo el llamado efecto Dunning-Kruger, el cual consiste en que el afectado por ese trastorno, cree tener más conocimientos y capacidades de las que realmente tienen y/o que están por encima de cualquiera. Es decir, sobreestiman su inteligencia y tienen demasiada confianza en sí mismos. Como autoestima está bien, es más, los envidio. Nomás que esa inteligencia no es tanta y sus conocimientos, menos. Son las personas que no son conscientes de su ignorancia y pretenden dar una impresión de dominio que suele resultar exagerada. Bueno, algunos no son conscientes. Otros si lo saben, pero nadan de muertito, luego de darse cuenta que sus interlocutores, o destinatarios de sus razonamientos están embelesados y creer estar frente a un representante de la polimatía, cuando a lo mucho es un timador de feria en ese juego de “donde quedó la bolita” o el juego de los cantones. El mentado efecto Dunning-Kruger es acuñado, según leo, en la década de 1990, cuando a David Dunning y Justin Kruger les dio por investigar hasta qué punto las personas incompetentes eran incapaces de saber que lo eran debido precisamente a su propia incompetencia. En ocasiones es tan obvio saberlo, pero este par quiso darle rigor científico a su proyecto y analizaron la premisa siguiente: “Aquellas personas con conocimientos limitados sobre alguna temática no sólo generan conclusiones equivocadas incurriendo en errores constantes, sino que su propia incompetencia les inhabilita para darse cuenta. Para estos psicólogos, este sesgo era el resultado “del error en la percepción de uno mismo, de un fallo en la metacognición”. Al igual como lo hizo Lombroso cuando surgió su teoría del delincuente nato, ellos agarraron un grupo de estudiantes y los evaluaron en gramática, sentido del humor y razonamiento lógico. Luego pidieron a los estudiantes que se calificaran así mismos del 1 a 10 con respecto a la forma en que habían contestado la prueba y resulta que la mayoría se evaluaron por encima de la media de su prueba. Mira que canijos me salieron. Esto me hizo recordar a un empleado de una universidad del noroeste de México que, siendo estudiante a la vez y después de estar a punto de ser dado de baja al reprobar en repetidas ocasiones una materia, se hizo, no sé cómo – bueno, sí sé – del acta del maestro en turno y alterando esa lista, se puso una calificación aprobatoria. Se me hace que este joven no le hubiera servido de mucho a Dunning-Kruger pues si ya estaba cometiendo la fechoría, entonces se hubiera despachado con la cuchara grande , poniéndose un diez de calificación, pero no, se autopasó de panzazo y eso provocó que más delante, cuando fue rescindido de su trabajo por la patronal, las lenguas de doble filo dijeran que no lo habían despedido por tan reprobable conducta sino por tonto. Volviendo con aquel experimento, lo que resultaba curioso de dicha autoevaluación era que los menos preparados para hacer ese test fueron los que más sobreestimaron sus capacidades y mejor calificación se pusieron. Es decir, pretendían engañar a otro pero se engañaban a sí mismos. En cambio, los alumnos con mayor competencia subestimaron sus habilidades y se calificaron por debajo de su nota real. Estos se pasaron de honestos o, aparentando una falsa modestia, su forma de quererse era muy insegura. Lo ideal sería que los primeros rectificaran, aceptando que no son lo que proyectan o quieren vender frente a la sociedad,en tanto que los seguros se dejaran de cosas y se asumieran como los grandes que son. De lo contrario, seguiremos fomentando la edificación de un mundo al revés y seguirán luciéndose los aprovechados de la ocasión, esos que han vivido de la suplantación intelectual haciéndose pasar por verdaderos pensadores, gracias a la hipnosis discursiva que tan efectiva ha sido a la hora de cautivar a las masas y ofrendarles todas las palabras que estas quieren escuchar. Como la señora señora lleva años confundiéndome con un doctor y hasta la fecha, no la he sacado de su error. Creo que el momento ha llegado. Y es que no quiero seguir conviviendo ni viviendo en el engaño ni quiero que mi amiga vuelva a la realidad cuando el destino haga de las suyas y ella esté en la cama sufriendo de algún mal y no quiera ser atendida por ningún otro médico, si no viene hasta su casa ese galeno que saluda casi todos los días. Imagínese: que pudiera hacer yo en una encrucijada así: recetarle un placebo, sobarle la frente con una mano al tiempo que le pongo un trapo mojado o romper el silencio pase lo que pase.. Esta última opción es la más viable. Si no lo hago, mi conciencia no me dejaría vivir . Hay a quienes nada de esto les importa. Como esa mujer de treinta años que se hizo pasar por doctora durante siete meses en un hospital de Barcelona. Ya fue detenida y se le acusa de cuatro delitos entre los que se encuentra los de falsificación de documento público y de usurpación de estado civil. De no ser porque fue descubierta por sus "colegas", la usurpadora ahí echa raíces y hace huesos viejos. Hagan de cuenta yo, si no desmiento tarde que temprano a mi compañera de banqueta. Debo de buscarla y hacerlo ya. Que tal si de pronto me invade el efecto Dunning-Kruger y me la creo para siempre. Tanto así que al rato ande buscando empleo en alguna institución de salud pública de México o, cuando menos, de Dinamarca. Por Miguel Ángel Avilés
Les quería contar sobre la memoria, pero ya se me olvidó todo lo que pensaba decirles. No quedándome otra, tendré que poner en práctica la operación Yasmin Esquivel y decirle, como si fuera una definición propia que “la memoria hace referencia a una capacidad mental cuya función es codificar, almacenar y recuperar información. Es decir, nos permite guardar en nuestro interior experiencias tales como sentimientos, sucesos, imágenes o ideas. En definitiva, cualquier elemento que pertenece a nuestro pasado”. “Se trata de una función del cerebro que resulta esencial para nuestro aprendizaje y, por tanto, para nuestra supervivencia. Gracias a ella podemos adaptarnos mejor a las necesidades de nuestro entorno”. Calma, ni quieran aprendérselo de corrido porque no podrán y si lo consiguen, no les servirá de mucho. Lo cito nada más como herramienta para ayudarme a recordar lo que les quería decir sobre la memoria. Espérenme tantito porque estoy batallando. Nos pasa. Con un dato, con una fecha, con una efeméride familiar, con un acontecimiento histórico, con respecto lo que hicimos ayer, o el año pasado, o cuando teníamos seis años o íbamos saliendo de la preparatoria o con el nombre y los apellidos de un viejo amigo o con un personaje de la vida nacional o política y en otros tantos casos que ya se me olvidaron. Mientras vuelvo en mí, déjenme contarles que, según los especialistas y las fuentes en donde extraigo lo siguiente, existen diferentes tipos de memoria que se pueden clasificar de acuerdo con diferentes criterios: su duración, el contenido, el nivel de consciencia, y así. En lugar de ese “así pude escribir etcétera“ pero ya les he dicho que esa es una palabra perezosa. Sin embargo, también puede ser una palabra que auxilia a quien de un de repente se le borra la cinta y colgándose del etcétera, sale del paso. Pues bien, según su duración existe la memoria sensorial y es aquella que conserva la información que recibimos a través de los sentidos durante un lapso muy breve. Toda la información sensorial externa como olores, imágenes, sonidos, sabores que permanece en la memoria un instante antes de procesarse y disiparse. Contamos además con la memoria a corto plazo que es la que utilizamos para examinar lo que ocurre, vislumbrar y poder reaccionar correctamente. Todo este proceso se produce de forma muy breve. Permite la retención, el razonamiento y la reflexión. Esta memoria facilita la memoria de trabajo o memoria operativa, que es la que nos permite acopiar y manejar la información guardada, así como asociarla con otras ideas. Entra en juego en la lectura y habilidades lógico-matemáticas, entre otros procesos. En contraposición está la memoria a largo plazo la cual nos permite almacenar información sin límites de tiempo como en la lucha libre o sin tener un volumen de capacidad. Los datos de la memoria a corto plazo pueden pasar a la memoria a largo plazo por medio de la repetición o de la asociación emocional. Ya si nos metemos en los tipos de memoria en relación a su contenido estos se dividen en tres grandes grupos, como lo es memoria episódica que se refiere a los acontecimientos concretos, a nuestras propias experiencias. Se trata de un contenido biográfico. Así, podemos recordar dónde estuvimos el domingo tres de marzo pasado o qué regalo nos hicieron por nuestro cumpleaños y claro, que no nos regalaron y quien no nos regaló ni una llamada. Esto sí no lo he olvidado, que conste. Aquí no para la cosa, ya que contamos también con la memoria llamada semántica y es la que incluye hechos, datos y conceptos, así como vocabulario. Enseguida está la memoria procedimental y es la que almacena habilidades y destrezas motoras, tal como lo es el caminar, conducir un carro, tocar un instrumento musical, y habilidades por el estilo. Junto con ellas, se encuentran memorias que se consideran atendiendo al nivel de consciencia como la memoria implícita que no necesita un esfuerzo consciente para recuperar la información como puede ser ponerse una camisa o abrocharte unos zapatos , a diferencia de la que si necesita un esfuerzo consciente en donde hay que echarle más ganitas para recordar, por ejemplo, la respuesta de una pregunta de examen de admisión o de un semestre o final o recordar un número de teléfono, que por cierto, en esto último, mucho la hemos dejado en el abandono por culpa de los aparatos móviles en donde al grabarlos nunca nos aprendemos los respectivos números sino que vamos a la fácil y buscamos, para llamarle a “el Chucho”, “Mi jefe “, “mi amor“, “hermana fulana“, “Toño el del barrio” y así es difícil aprenderlos. Aparte hay memoria para adelante y hay memoria para atrás, y esto no es un Pasito de baile. Me refiero a la memoria retrospectiva, es decir ,a usada cuando nos retrotraemos al pasado para recordar algo que ya sucedió, por ejemplo, a qué lugar de relajada moral y recomendable entretenimiento fuimos el fin de semana o la memoria prospectiva, cuando nos anticiparnos al futuro, sin ser precisamente clarividentes, para obtener información sobre algo que ocurrirá, tal como checar la audiencia de una audiencia , cuando serán las elecciones presidenciales o cuando será el próximo clásico en que el América volverá a ganarle a Las Chivas. Existe otra memoria o no sé si será alguna de estas que suelen llamarla memoria remota pero a mí, en lo personal, no me late mucho el término como que se presta, pa la orquesta y, vaya paradoja, nos hace recordar otra cosa o se cree que alguien no solo está bajo el influjo de una droga o de mucha droga de color verde al parecer marihuana y nos referimos a la memoria remota o re/mota. Total, por más que se reniegue de ella o se sufra con ella, o seamos felices con ella o se añore a ella o se sufra con ella o esta se pierda, la memoria es la posibilidad de vivir dos veces. Es, dicen, algo parecido a la nostalgia, que no es otra cosa más que el recuerdo de lo amoroso. Ya: todo me está quedando muy clarito: obvio que sí me acuerdo de muchas cosas, pero no como este o aquel la recuerdan. Las razones para esas diferencias en la memoria y en el recuerdo, son infinitas. Desde el olvidar por gusto, o por hacerse como que no lo recuerdan o recordándolo son tan cínicos que no le importa recordar a alguien con mucho reproche e indignación en el pasado como un corriente represor y recordarlo en la actualidad como un ciudadano ejemplar e imprescindible para nuestro país. Es decir, nadie recuerda lo mismo que el otro porque no somos una misma memoria y que bueno. Ya decía el recién cumpleañero Gabriel Garcia Marquez que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla” y “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Dos amigos estuvieron presentes en un feminicidio ocurrido hace muchos años en un bar de esta ciudad en perjuicio de quien en ese momento cantaba en la pista y fue privada de su vida por un tipo que le disparó por celos al tenerla enfrente. Uno dice no acordarse de nada, el otro me cuenta que la dama murió en los brazos de quien dice no recordar nada. A propósito de marzo, pero de 1973, un hombre de cincuenta años yace en el ataúd en la sala de lo que fue su casa. Después de muchos años, su esposa jura que la corbata que tenía el traje era azul, su hijo menor jura que era roja. Mi madre asegura que al nacer yo, pesé como cuatro kilos y medio y que por mi culpa ya casi se andaba muriendo. Yo, de ese 3 de marzo de 1966, no recuerdo nada porque estaba bien chiquito. De marzo de 2013 si y jamás se olvida. Bueno, hasta aquí los dejo, porque, de nuevo empiezo a olvidarlo todo y no lo quiero. Mejor iré en busca de una novela para no desentonar de la masa literaria. Si pueden, ustedes también consíganla y léanla si les da la gana como supongo que leerán esta columna. Ahí se las encargo y en agosto nos vemos. Por Miguel Ángel Avilés
Un par de días antes de finalizar el año 2023, murió María del Rosario Mendoza Chávez, la nayarita por nacimiento y sonorense por adopción . Puede que dicho nombre no le diga mucho porque ella fue más conocida como Rossy Mendoza. Supongo que ahora sí les dijo mucho. Un mes y medio después, fallece Aleksandra Aćimović Popović, es decir Sasha Montenegro, la actriz y vedette italomexicana. En el medio artístico y del espectáculo se vivió el luto pero también en la cultura popular, en especial en el sector másculino y para quienes fueron púberes, jóvenes o pubertos en los años setenta, se vivió un duelo que de repente pudo convertirse en íntimo recuerdo, maridaje nostálgico entre lo público y lo privado, entre lo autorizado y lo prohibido, entre la tentación al pecado y las ansias de pecar. Era la línea irrumpida entre una letra y la otra, A,B o C, una clasificación impuesta, de las cuales dependía sentirte un posinfante aún, o añorar la sombra de ese adulto que ya queríamos ser, para cruzar las cortinas y encontrar ,en penumbras, esa gran pantalla y ver a esas mujeres con un cuerpo en donde todo era grande. Rossy y Sasha eran vedettes, bellísimas vedettes en una época en donde ellas y, tantas y tantas encontraron la veta y la bonanza durante más de veinte años, en la pantalla grande y chica, a lado del batallón masculino a quienes no pienso mencionar ahora. Primera, porque no los ocupo para esta entrega y, segundo, por envidia, ya que los aludidos eran los galanes, amantes, esposos o libidinosos espectadores, en un cabaret de todas estas mujeres a las que uno solo veía aplastado en una butaca, mientras aquellos, por más actuación que fueran, se pegaban muy buenos escarceos con las mencionadas o con otras por el estilo como Angélica Chaín, Wanda Seux, Olga Breeskin, Lyn May, Princesa Yamal, Gloriella, Grace Renat, Jacaranda Alfaro,Thelma Tixou, Jacqueline Voltaire, Rebeca Silva y ya, como ejemplo basta, porque esto se está poniendo muy candente. Unas antes, otras después, pero era consideradas las vedettes más famosas de México y destacadas protagonistas en el llamado cine de ficheras, algunas de las cuales verdad o mentira, fueron relaciones con personajes poderosos en el país de ese entonces, mismos que formaban parte de una clase política rancia y de un par de sexenios de los que aún quedan secuelas y recuerdos pestilentes. En una definición genérica las vedettes eran las bailarinas o actrices principales de un espectáculo de variedades o teatro de revista: La palabra es de origen francés y en la actualidad se usa para nombrar a la artista femenina de un cabaret y todo lo que pueda ofrecer: revista musical, variedades, music hall, comparsas o burlesque. Según me han dicho, porque nunca me he parado en un lugar así, el propósito de una vedette en el espectáculo de cabaret o centro nocturno es la de entretener al público. Pero no solo eso, aparte tiene que saber cantar, bailar y actuar en un escenario y dependiendo de la calidad de su espectáculo, trayectoria o dominio de uno o más talentos escénicos o virtudes artísticas, se le considera entonces una súper vedette o primera vedette, como tantas mujeres en este país lo han sido. Guste o no, una vedette tiene que ser una mujer con un físico o una personalidad y carisma sobresaliente, hábiles para captar la atención del público y persuadir todos sus sentidos para que vuelva. Los que han ido a esos inmorales sitios, en donde las mesas son redondas, se está a media luz y ofrecen alcohol sin límite, aseguran que además del canto, baile y actuación, las vedettes incluyen en sus shows a destacados cuadros de bailarines, vestuario muy llamativo, e incluso, algún mago, un par de comediantes, o animales exóticos que puede mostrarse alrededor de su cuello o en donde les venga en gana. Por si fuera poco y aunque entiendo que para muchos de ustedes es secundario, algunas vedettes realizan desnudos y números de estriptis en el escenario. Estos espectáculos, repito, alcanzaron mucho éxito en los cabarets, teatros y centros nocturnos de hispanoamérica, incluyendo por supuesto a México y si quiere saber mas al respecto o traer a su memoria aquellos pasajes, esos nombres o una escena , les recomiendo el libro del reconocido periodista y escritor Jose Luis Martinez que se llama El día que cambió la noche: Memorias de un noctámbulo en la Ciudad de México. Pero si esto incita a presenciarse, a reservar lugares, a llegar temprano y pedir la primera copa, cerveza , ron o lo que los ponga alegre, lo que no resulta atrayente es que así como en la historia del bullicio hay auténticas vedettes, también exista el vedetismo. Sí,,vedetismo o esa Inclinación desmesurada a destacar y ser centro de atención, para lo cual se intenta todo lo que esté a su alcance,no importa que signifique el ridículo, el protagonismo en exceso, la pérdida de dignidad ,si de conseguir reflectores se trata, no le hace que sea para mal, pero intentan esto, eso y todo, ambicionando la designación o el triunfo para algún puesto, para un cargo, para un equipo y tan solo por querer ofertarse como la divina garza envuelta en huevo aunque no sea ni la mínima parte de lo aparenta. Esto del vedetismo sucede en el deporte, y en los espacios estudiantiles; en los centros de investigación, en tal o cual oficio y en otros, entre artistas y no se diga entre las profesiones, en donde, siendo la nada, o siendo una inminencia, al fin y al cabo para el caso esto no importa, de pronto levitan sobre el espacio de su narcisista superioridad Es un comportamiento que nos debe preocupar a todos como sociedad. No quisiera imaginarme cuando esas actitudes contagien a la distinguida clase política que tenemos , pues sería lamentable verlos escenificar estos actos según ellos muy decorosos, pero que frente a los ojos de los demás, se ven patéticos. Uno allá, bailando como gorila , otro en aquel lado visitando a las familias de una colonia popular, comer chiles güeritos como si fuese un gesto patriótico y horas más adelante, pernoctar en una casa humilde o de interés social ,durmiendo en un catre, aunque a los días siguientes resultes positivo al dengue nomas por creer que el número de zancudos que le picaban, sería proporcional al resultado electoral que lograría. No, por favor, eso no. Que nada de esto pase, porque sería lo último y ahora sí nos estuviéramos acercando a la perdición sin más remedio. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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