Por Miguel Ángel Avilés.
Dar la otra mejilla" es una expresión de Jesús, mencionada en los evangelios de Lucas y de Mateo y se finca en la enseñanza de no responder al mal con otro mal. A mí me parece un acto de suma generosidad y sacrificio. Soy un fiel seguidor del hombre de Nazaret, ante todo por su congruencia y lo arbitrario que fue el juicio en su contra, por tanto, respeto mucho aquello que dijo, pero en ocasiones siento que ese otro que es el que está agrediendo, se vale de la ocasión, le importa una pura y dos con sal que se pretenda con eso y, sin compasión alguna, da el enésimo golpe traidor, aprovechándose que tenemos la guardia abajo. Porque atendimos el pronunciamiento de Jesús y pusimos el otro cachete a merced del rival para que se despachara con la cuchara grande. Sin embargo, si atendemos al principio de proporcionalidad, esto es muy abusivo. No pienso traicionar a mis creencias ni simular lo que no soy, pero me parece que el ofensor se dio cuenta de que no reaccionaríamos y, lejos de ponerse un alto frente la lección que le daban, aprovechó el gesto y sacó todo su potencial como troglodita. Si alguien te da una bofetada en una mejilla, ofrécele también la otra mejilla. Si alguien te exige el abrigo, ofrécele también la camisa. Dale a cualquiera que te pida; y cuando te quiten las cosas, no trates de recuperarlas. Dijo “de aquí soy”, desventajoso y como Pipino Cuevas arremetía contra sus adversarios, de esa manera, ese otro actúa al saber que como buenos discípulos de cristo, ni las manos meteremos. Pues que caray. Porque, al menos que fuésemos masoquistas, si la primera cachetada nos dolió hasta el alma, no hay razón para jugarle al fuerte y poner la otra. Ah, porque así decimos: “poner la otra mejilla” trastocando lo que aseguran es la expresión original: “dar la otra mejilla”. Bueno, según Lucas y Mateo y no creo que ellos le anduvieran levantando falsos. Alguien más avezado, pero sobre todo más abusado que este columnista, profundiza sobre el tema y señala que “la postura de la otra mejilla es en cambio, mucho más violenta, porque presume de una superioridad moral. El violento percibe a aquel que no reacciona ante su violencia, (no por miedo sino por principios), como a un ser que se siente superior a él moralmente y esta percepción genera mucha más violencia aún”. “Éste en vez de calmarse se violenta aún más, porque se le permite la violencia y se le motiva a seguir. Los llamados pacifistas conocen muy bien esta táctica y la violencia que ejercen los autodenominados «pacíficos» es la violencia de la superioridad moral”. Me parece que tiene toda la razón. Es que yo no dudo de la magnanimidad del nazareno, pero, lamentablemente, desde entonces a la fecha, no todos pensaban así y si existía el bien, también estaba el mal con destacados representantes de este bando que no entendían de acciones de buena voluntad, y pegaban o siguen pegando el descontón sin miramientos. Entiendo que tú actúas de buena fe, sin embargo, la percepción del contrario puede ser infinita. Se pone la otra mejilla porque se es muy inocente, muy dejado, muy generoso, muy lerdo, muy incondicional, muy tonto, muy bueno, muy entregado, muy clemente, muy ingenuo, muy compasivo, muy borrico, muy frágil, muy débil, muy humano, muy obtuso, muy esplendido, muy algofílico, muy complaciente, o muy sádico o no sé. Es decir, el oponente que suele ser gandaya o alevoso no desaprovechará la oportunidad ni pedirá un tiempo fuera con tal de ir, muy conmovido, por una copa, una medalla, una corona, unos laureles, una réplica de la Orden Mexicana del Águila Azteca para condecorarte y hacerte una reverencia. Mucho menos soltará el cuerpo y dejará de lanzar ese volado de mano izquierda o esa patada Dwi Chagi que tiene ya muy ensayada. Insisto: a uno le queda claro el sentido de la frase y cuál era indulgente propósito. Mis respetos para el creador. Pero no es lo más pertinente llevarlo a la práctica a rajatabla por sobre todas las cosas porque si bien tú quieres pasar a la historia como el nuevo Mahatma Gandhi o Nelson Mandela, en los hombres o la nueva Rigoberta Menchú o la Madre Teresa en las mujeres, resulta frente a ti tienes al Degollador del río Consulado o al “Pelón” Severa o a la Mataviejitas. “Si alguien te da una bofetada en una mejilla, ofrécele también la otra mejilla. Si alguien te exige el abrigo, ofrécele también la camisa. Dale a cualquiera que te pida; y cuando te quiten las cosas, no trates de recuperarlas”. Hasta ahí todo bien, a pesar de los asegunes que ya he dicho. Pero supongamos que lo llevo a la práctica. Quien me garantiza que poniendo la otra mejilla, será ahí, justo ahí en donde el agresor tire el nuevo sabanazo. O sea, yo estoy esperando, resignadamente que el trancazo se estrelle abajito de mi pómulo y al contrincante le da por zamparme un gancho al hígado, un Jab, un uppercut o se le antojan mis espinillas o mi bajo vientre o abajo del bajo vientre, convirtiendo la escena en una exhibición de vale todo. Lo que menos deseo es que me etiqueten como blasfemo. Ya lo dije: mis respetos para el creador. Era cristo y no se creyó ser otro ni nada más superior y porque hay otros, siendo la nada, que insinúan ser o que lo traten como a Cristo. Pobres diablos. En fin, eso opino y me parece que la biblia nos ofrece además lo que puede ser un equilibrio: “Así que, ¡no seas demasiado bueno ni demasiado sabio! ¿Para qué destruirte a ti mismo? Por otra parte, tampoco seas demasiado malo”. Por si sí o por si no, a estas alturas de mi vida es hora ya de anunciar este decreto: mi otra mejilla no se toca. No señores y señoras, no se toca.
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Por Miguel Ángel Avilés
"Si uno es capaz de encontrar humor en cualquier situación, podrá sobrevivir a ella". Bill Cosby Si algo no sabemos, es cuándo vamos a morir. Podemos hacer un cálculo, según nuestra edad o el estado de salud que traemos, pero una certeza, así como decir que estamos en el mes de octubre o noviembre, que el día 2 es día de muertos, que nos fue como en feria con la maldita pandemia, que el América es el mejor equipo de México, que Ibargüengoitia se dio en la torre en España, o que Carlos Ancira era un actorazo, nadie la tiene. Ojalá se pudiera, porque hasta planes hiciéramos. En primer lugar, si hemos sido obsesivamente ordenados toda la vida, tendríamos que agendar ese fatídico momento. Supongamos algo así: Mayo: 1. Día del trabajo 2. Pagar el celular 3. Día de la Santa Cruz 4. Toca morirme 5. Lo ignoro, porque me morí un día antes. Lo mismo pueden hacer con junio, julio, septiembre, octubre o noviembre, según les toque. Más aún: pueden jugarla al macizo y citar: Voy a escoger un día grande/Pa' morirme por las pollas que yo quiero/Me gusta el 2 de noviembre/Y ayer fue día primero. Sí, sería muy sangrón de su parte si hacen eso, pero se respetaría. Claro, ya sabiendo, cada quien tendría que hacer sus preparativos a su manera, a su estilo, es decir, como le dé su regalada gana. Esto puede recaer en sí mismo o un grupo de amigos que le organicen su muerte o contratar a esa empresa que, visionaria, organiza todo para el día que estirarás la pata. Puede que les dé flojera repartir las invitaciones, pero no olviden que será la última. TE INVITO A MI MUERTE Vamos a pasar un día lleno de sorpresas ¡NO FALTES! Es nomás una idea, cada quien la hará a su gusto. Porque a fin de cuentas se trata de una fecha muy especial. Recuerden que no se muere uno todos los días. El chiste es que cada bien se vaya a su modo. Algunos echarán la casa por la ventana, otros se prepararán de último soplo y otros tantos, muy desidioso, no tendrán listo nada, como si no le importara o como si uno se pudiera morir todos los días. Aquí no sé si quepa eso de que uno puede morirse como hubiera deseado o haciendo lo que mejor le gusta. Es que depende mucho de los organizadores y que tan dispuestos estén de mover su agenda. _oiga, fíjese que se me presentó un contratiempo y me será imposible morirme el día que les dije ¿puedo cambiar la fecha? _¿cómo pa’ cuándo ? _Pa’ mediados de noviembre _ Uy, no, está todo lleno. Pero en diciembre le pudiéramos abrir un campito - ok. pero que sea después del 25 . _ Correcto _ ¿seguro? _Seguro, como quiera vendemos a otro ese espacio. Si viera como hay gente queriéndose morir… Y así Pero ahí no acaba la cosa. El problema se presenta cuando no se ponen las pilas y quieren que la muerte les llegue como caída del cielo, sin haber ningún dato que nos diga que estaba en proceso de morirse. Eso sí que no. Peor aún: resulta que programan su respectiva ocasión, hacen un gastadero, familiares y amigos se preparan y aquel o aquella no deja de ir al gym, se alimenta sanamente, duerme las ocho horas, no se revienta cada fin de semana, se realiza exámenes médicos cada tres meses, no le echa azúcar al café ni a nada, no consumen Coca-Cola, no se suben al metro ,no se comen a mordidas un botete , han de dejado su fanatismo para siempre, ignoran las salsas que cocinan en las pizzerías, se checan la presión a diario y no han vuelto a mirar desde hace mucho tiempo, ningún noticiero de tv azteca. ¿Así cómo? Me parece que se debe ser más serio. ¡Esto no es un juego! No solo es el incumplimiento del contrato en perjuicio económico de la familia, también impacta indirectamente en otras fuentes indirectas de empleo: que el mariachi que había pedido, que el café ya comprado, que el menudo apartado en el mercado, que el traje de su elección. Todo ese gasto, ¡a la basura o , irónicamente , al pozo! Es cierto, viendo tanta demanda e interesado para morirse , los respectivos negocios con ese giro, ya se habrán puesto las pilas y tendrán algún paquete que ofrecer. PAQUETEMUERAS Incluye: Recolección del cuerpo, el arreglo estético del mismo (si es que es posible pero se le hace la lucha), el embalsamado, traslado en carroza, préstamo del equipo de velación y la capilla. Mariachi o música a su elección Tres plañideras Café y bebidas nacionales con y sin alcohol Un cuenta chistes a disposición de los asistentes Un sacerdote de guardia las 24 horas por si ese día no encuentran a uno Claro, a nadie se le obliga, pero si no se disciplinan, ahí tendrán que escribirse en la lista de espera o dejar que la muerte les llegue por azar, o gracias al destino o por distraído o porque anduvo por ahí de rogón, buscando la más forma más vulgar para morirse. Los más desesperados, echándose a las llantas del primer camión que vieron; los románticos creyendo que morirán desangrandos, gracias a la tinta sangre de su corazón; otros, resignados, nomás aceptando que ya se los llevó pifas, pero otros más, rogando a dios que le traiga la muerte más inusual: Perder la vida, combatiendo contra el ejército invasor. Morir al lado de Fanny Cano y no se diga más. Suicidarte con la camisa puesta del Cruz Azul. Intoxicarte con una sopa maruchan gourmet, es decir, con ramen. Por estallamiento de vísceras, al rebotar en el piso, luego de que se trozó el mecate con el que te querías colgar en el viejo techo de tu casa. Son algunas opciones, pero ustedes pueden sumar más. Por ejemplo, la que decidió ese chamaco que, para él, la lucha libre lo era todo y le dio por enmascararse para que no lo conocieran sus rivales, quienes morirían después de él.según creyó. Pobre tonto," eterno luchador' que un día informó que la semana siguiente era la gran fecha y estábamos todos invitados a tu muerte. Así fue, pero empezó a morirse desde temprano para ensayar y, cuando llegaron los aficionados, no podía más. Dicen que le dio tanta vergüenza que, en la primera oportunidad, se lanzó desde la tercera cuerda y sin tener ningún blanco al frente, ni rival que lo recibiera cayó en seco y se desnucó. Sí algo no sabemos, es cuándo vamos a morir. Por Miguel Ángel Avilés
Recuerdo aquel mes de julio que regresábamos a Hermosillo después de un kilométrico tours y el camión hizo escala en Mazatlán para que estiráramos las piernas, disfrutáramos del paisaje marino y camináramos por los alrededores del puerto como lo que en ese momento éramos: unos auténticos turistas. ¡Faltaba más! Sin embargo, cuando nos bajamos un fuerte aire nos pegó en la cara y ,aun desde lejos, pudimos ver que el mar estaba muy picado , como si estuviera de mal humor. Algunos estaban distraídos comprando chácharas o buscando una pulmonía con tal de pasearse un ratito, nomás que en eso empezó a llover y nos cambió todos los planes. A mí me dieron un paraguas nomas que nunca entendí si era para que lo abriera o para que lo cerrará porque cuando lo quería abrir se cerraba y cuando lo quería cerrar ya estaba abierto. Después de algunos intentos, mejor opté por dejarlo pues ya no supe si eso que tenía en mis manos era un paracaídas, una escoba maldita, un árbol viviente o un papalote. Cae cae cae. Se va a bolina la imaginación, buena cuchilla la picó. Llegué a pensar que, de un jalón, cual, si me trepara en unas sábanas, ascendería al cielo, como Remedios La Bella y me iría para siempre a los altos aires en donde no podrían alcanzarme ni los más altos pájaros de la memoria. Pero no nada de eso. Nada más se me figuró, no anden creyendo todo lo que les dicen porque al rato, cualquier loco los engaña. Lo cierto era que merodeaba un huracán y para mí, son palabras mayores ,al saber lo que puede implicar que un fenómeno meteorológico así, alcance tierra y por experiencia propia desde siempre me entra una buena carga de miedo, tanto que ,anualmente , si las precipitaciones vienen cargadas con fuertes aires ,rayos y truenos , vuelvo a ser niño y busco el refugio que ese año del setenta y seis sin condición, me dio mamá. Supe lo del chubasco porque a lo lejos, allá abajo, vi que ondeaban unas banderas negras, o rojinegras, si bien me acuerdo y esos colores indicaban, mínimo, una advertencia, ya sea para que no se metieran a bañarse o, si lo hacían, era bajo su propio riesgo. Aparte está la capitanía de puerto que, en resumen y en operación Yasmin “ una oficina encargada de hacer cumplir las normas de un refugio marítimo o puerto en particular, con el fin de garantizar la seguridad de la navegación, la seguridad portuaria y el correcto funcionamiento de las instalaciones portuarias”. Esto de las banderas se trata de un código internacional basado en colores que es necesario conocer para evitar accidentes, recomendaciones y cuidados para mantenerse seguros y disfrutar en el agua. Suelen ponerse donde se ubican los salvavidas o guardavidas o como le guste usted llamar, unos muy atlético, bronceado, con ojos verdes o azules, otros muy esféricos, azabaches y con panza cervecera pero se encargan encargar de checar las condiciones y deciden qué bandera izar, durante la mañana, el mediodía y media tarde, de acuerdo a la toma de un registro específico que van haciendo para ir que actualizando este código. Los colores de un país a otros, suelen variar, pero hasta donde pude averiguar ayer, en México esto quieren decir: Bandera Verde: excelentes condiciones para meterte al mar, la Bandera Amarilla: debes nadar en el mar con precaución. Bandera Roja: condiciones peligrosas por lo que no puedes meterte al mar. Bandera Negra: hay tormenta eléctrica, lo mejor es alejarse del mar. Ignoro quien lo clasificó así, si fue al azar, si el que lo hizo se dejó llevar por los colores de los equipos de fútbol, o si echó un tin marín o si tenía alguna afectación daltoniana, pero esas son las reglas y tendríamos que respetarlas. Tendríamos, dije, pero es aquí en donde la cochi tuerce el rabo. Estarán de acuerdo conmigo si les platico, a modo de ejemplo, que a pesar de esas banderas colocadas esa vez en Mazatlán y la advertencia que significaba, se podían observar a más de un oriundo, residente, o gringo, desafiando a la naturaleza, pese a todo el fúnebre historial que hay por andar jugándole al macizo. Se podrá decir que algunas partes no se ven dichas banderas, pero mucha gente está frente a la tempestad y no se hinca: oscuros nublados, un aguacero, la marejada a todo lo que da , las olas tan altas que se le haría agua la boca para surfear a mi apreciado amigo Zacarías y casi se aparece Noé con una parejita de animales en cada brazo , lidiando al diluvio y ni así la gente hace caso. No obstante, el escenario, pareciera que los señalamientos, o un letrero similar les dijeran: “Cáiganle, estas aguas son un remanso ““Que esperas para meterte, las ráfagas de aire que mueven a esas lanchas, es mera percepción ““Siga, esta calma y el sosiego es para usted y su familia” El que se ahogue primero, ese gana” “ ha llegado en huracán: asista y diviértase”. Todas las advertencias están en inglés o en español. no en arameo o escrito en taquigrafía. No hay pretexto para no leer los anuncios, salvo entre los bañistas predominen las personas con discapacidad visual o un alto porcentaje de disléxicos. Es decir, por más que suceda, no se agarra juicio y el pueblo bueno y sabia sigue terco a confiar en su libre albedrío. Qué bueno que su autoestima esté tan alta, nomás debe quedar claro que soldado advertido no muere en guerra o lo que es lo mismo, sobre aviso, no hay engaño. Es cierto que hemos padecido muchas desgracias o tragedias a consecuencia de la negligencia o la corrupción gubernamental, pero vale decir que de este lado ciudadano también nos da por ser irresponsable. Ahorita mismo puede que esté alguien queriendo chapotear en algún oleaje de Los Cabos, pese a que la Zona Federal Marítimo Terrestre (ZOFEMAT) del municipio hizo un llamado a la población y turistas que se encuentran gozando de estos lares, para estar alerta sobre el color de banderas izadas en cada una de las playas, en el entendido que tres de ellas ya cuentan con bandera negra, por lo que permanecen cerradas debido a los efectos que puede traer el huracán Norma. Estoy leyendo que “la irresponsabilidad ciudadana se define como la incapacidad, falta de voluntad de un individuo para cumplir con una obligación o tarea asignada. La irresponsabilidad social es el reflejo de que los integrantes de una sociedad no toman en consideración las repercusiones que tiene su accionar sobre ella, lo cual evidencia la carencia de respeto a los principios y valores por los que están llamados a regirse en sus relaciones con los demás”. A quien lo haya definido así, no le falta razón. Somos propensos al desafío, pareciera un deporte en el cual gana el participante que en más ocasiones intente jalarle los bigotes a un león. Lo es en esto del mar, pero también en los arroyos en cuya orilla yace un carro viejo pues su dueño quiso pasar, muriendo ahogado en el intento. Igual en otros balnearios que han sido tema de nota roja porque alguien perdió la vida al ignorar una boya e irse más allá de lo permitido hasta encontrarse de sorpresa, con un canal de navegación para los barcos y perderse de vista, apareciendo a flote más tarde, ya sin vida. La lista es amplia: el juego de la ruta rusa, el desafiante que se pasa la luz roja, el que comercia con juegos pirotécnicos o pólvora, el contagiado y luego contagiador por puro atrevimiento al desairar las recomendaciones y por ese estilo hasta el infinito. Estén a la vista o no, sean imaginarias o figuradas, simplemente, alrededor nuestro se encuentran puestas muchas banderas. Ya es cuestión de cada quien, y su civismo si las respetamos o no, pero también en ese desafío que cada uno se encargue de sus propias consecuencias. Por Miguel Ángel Avilés
Las personas con trastornos depresivos y/o con ansiedad, no es que traigan sueño o que sean flojos, lo que buscan, a ratos, es dormir para siempre. Tranquilos, no se asusten: ellos o ellas, aman la vida y lo que menos quieren, es sentirse así. Porque es horrible y, salvo que sea un masoquista emocional, no creo que viva esas crisis por gusto. "Déjenme presumirles: anoche la depresión me hizo sentir como una cucaracha y no saben cuánto disfruté" "Como tengo ganas de que lleguen esos momentos en que mi autoestima se encuentra en el subsuelo y pienso que lo que haces y tú mismo no sirve para nada" “¿Nunca has estado en depresión?... ¡no sabes de lo que te pierdes! , te lo recomiendo..” Claro que no es así. Puede serlo, bien lo comentaba un especialista en esos casos, en que una joven, un joven, no saben de lo que hablan y casi ven esto como una fascinante moda: “Ando depre”, “traigo la depre” y, sin embargo, en ese mismo rato, se arreglen y salen locos de contento y de felicidad rumbo a un antro o a la party convocada una semana antes, cuando, de encontrarse de verdad en un estado depresivo como el que presumen, lo que menos lucirían es el ánimo y unas ganas inmensas de socializar y reventarse. Una persona que sí ha sido diagnosticada con esos trastornos, optaría, sin más remedio, el permanecer dormido como si ensayara, para cuando llegue el momento final. Pero lo que menos desean es que llegue. Por el contrario, desearían que esas horas cero les fueran repuestas por días enteros sin vivir eso que a ratos es indescriptible y que la madre de un generoso psiquiatra, la definía como un dolor incesante en el alma. Sí, muchos no han podido soportarlo y han tomado la decisión muy personal de irse. De optar por esa puerta o esa otra alternativa para volverse invisible (nadie muere, solo nos volvemos invisibles). Las cartas están echadas: a) irte antes de nacer b) irte a los trece años por un pelotazo en la cabeza o irte a los catorce por culpa debido a un lupus c) irte a los cincuenta por culpa del corazón o a los 80 por culpa de un cáncer d) irte por voluntad personal. Es una decisión propia, de cada quien, y no anden con esa anacrónica discusión de que, si fue por valiente o por cobarde, pues nada, nadita aporta al tema. Claro, lo anterior se puede evitar (o se pudo evitar, como suele decirse, tardíamente). Sí. Muchas veces ni al nacer lloró o ni un ápice de sospecha les mandó para detectar lo que vivía por dentro. Sí. Y eso se puede deber a que así como aman la vida, así aman a los que lo rodean, por tanto lo que menos quieren es su preocupación y más lágrima, pues de por sí con las suyas son bastantes. Quiero decir que depende de ellos, pero también del resto de los que conforman su entorno, que no lo hagan. Aquí sí que somos inclusivos. Es decir, si digo "también del resto de los que conforman su entorno "es porque aquí caben todos y más, hasta el que menos piense que puede ser determinante, a la hora de las decisiones. Pero no se asusten. A quien no le toca, no le toca. Pero a los que sí, sí. Y lo saben. En algunos casos la diferencia radica en que la persona ya hizo conciencia de lo que vive y tiene por qué lo averiguó o porque ya le dieron un diagnóstico y se atiende, se previene, busca herramientas para defenderse del monstruo que lo ataca a diario, permanentemente. En otros se sufre el padecimiento, pero se ignora la enfermedad y en otros más se sabe lo que tiene, pero se oculta ya que la cultura imperante dicta que tienes que ser fuerte, aguantar, resistir, mostrar tu “valentía” . Por si fuera poco, aún se sigue rechazando social y laboralmente a las y los que pasan por una situación así y tuvieron la mala suerte, frente al mundo, de tener esa enfermedad y no otra más permisible entre el círculo de amigos o en la planta de trabajo. Alguien puede llamar a su trabajo, diciendo que no irá ese día porque tiene gripa, se le subió la presión, amaneció en estado inconveniente después de la posada o le duelen las rodillas y casi les puedo asegurar que su falta será justificada. Pero decir que no se irá porque está viviendo una fuerte depresión, una crisis de ansiedad o de pánico no solo no es común que lo hagan quien la sufre sino que allá su jefe lo mirará como un pretexto para ausentarse o su reglamento interno no contempla esa causal para faltar. Sí, tener dificultad para pensar, concentrarse, tomar decisiones y recordar cosas o mantener pensamientos frecuentes o recurrentes sobre la muerte, pensamientos suicidas, intentos suicidas o suicidio o se tiene preocupación y sentimientos de miedo, terror o intranquilidad excesivos. Otros síntomas son sudoración, inquietud, irritabilidad, fatiga, falta de concentración, problemas para dormir, dificultad para respirar, latidos cardíacos rápidos y mareo. Nada de esto es motivo suficiente para quedarte en casa, de ser posible debajo de la cama, porque allá afuera la ignorancia y la incomprensión no la incluye entre las razones para hacer un alto en tus actividades y atenderte. A la hora de confesar o compartir cómo emocionalmente te sientes, también se está en desventaja. Es común que en la sobremesa, a la hora del café, en un chat, por teléfono o de cerco a cerco se diga – ya iba a decir , se presuma – que trae muy altos los triglicéridos , que el colesterol anda hasta el tope, que se trae un dolor en la espalda o que de nuevo le brotó un uñero en el pie derecho y le sobrará comentarios , recomendaciones, nombres de doctores, remedios caseros, medicina alternativa, chamaneria, pastillas infalibles, bendiciones y demás. Por el contrario, expresar, decir, confiar, desahogarte frente a otros, que ya no puedes más, que la depresión ha vuelto, que tu ánimo anda besando el suelo, que sientes un preocupación excesiva sin razón aparente es, en buena parte de los casos, el banderazo de salida para que, hasta los más allegados, se aparten de ti o hagan como la virgen les habla. En parte es por desconocimiento, pero en otras no. Nomás que le sacan, o lo evaden o están hasta lo coronilla, o porque andan peor que ese que les quiere decir cómo está en cuestión de ánimos y no quieren verse en un espejo. Escogen- por costumbre, por negación, ignorancia, por falta de una aceitada inteligencia emocional, por darle un placebo a su dolor - el salir a la calle y gritar que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando, Oh-oh-oh, ay, no hay que llorar (No hay que llorar, que la vida es un carnaval, y las penas se van cantando, oh-oh-oh, ay. Todo esto dicho a un destinatario que sufre de un trastorno que, entre otras cosas, lo que provoca es la pérdida de la voluntad. Eso lo toman para sí, mientras que para su interlocutor que clama por menos preguntas y cuestionamientos y más apapacho y comprensión, se tiene lo que, según estos terapeutas, es infalible: “Échale ganas … ¡ánimo!” ¿Di en el clavo o hablé de más? Contéstense ustedes. Ustedes y las noches a solas Ustedes y el Insomnio Ustedes y esas lágrimas Ustedes queriéndolo explicar. Ustedes y su ansiedad Ustedes y la desesperanza Ustedes y el sentirte la nada El Día Mundial de la Salud Mental se conmemora todos los 10 de octubre; el objetivo que persigue, es el de recordar que la salud de cada individuo es la sólida base para la construcción de vidas plenas y satisfactorias. Entonces pues, que no se olvide. Porque a diferencia de otros males, aquí nada se extirpa. Tampoco, hasta ahora, no hay cirugías tal como las que se realizan en un brazo, en un ojo, en el corazón. No, no hay operaciones a depresión abierta o prótesis que remplacen tu estado de ánimo o el alma o eso que se circuitan en los neurotransmisores ni hay estaciones de servicio como las gasolineras a donde puedas llenar tu cuerpo de la serotonina necesaria. No les teman, no evadan a estas personas. Las has conocido en un estado normal, cuando logran alcanzar la superficie y reconocerás que son hombres y mujeres incapaces de dañar a alguien por iniciativa propia o con dolo. Acaso nada más, están haciendo todo que está a su alcance, para sacarse, por fin, el cadáver ajeno y putrefacto que llevan arraigado dentro. Por Miguel Ángel Avilés
Una vez llegué a una reunión cuando ya habían llegado casi todos los convocados y nadie me peló. Fui invitado por un amigo, hicimos una escala en esa cadena comercial que prolifera en México, para no llegar con las manos vacías, arribamos al lugar bien surtidos de lo necesario en estos casos y luego de saludar a los que tuve cerquita, me aplané en un taburete, dispuesto a escuchar, mientras yo nomás respondía con el silencio. En la mesa que rodeaban seis o siete de los presentes, se distinguían algunas botellas, una guitarra, más de una bolsa de la llamada comida chatarra pero que con chile saben muy buenos, una bandeja con carnitas de puerco y un par de bolsas de pollo asado al carbón, esto último, dicho sea de paso, una de mis comidas favoritas. Junto a mí estaba un tipo zalamero, de esos que acostumbran a rendirle pleitesía a cualquiera, siempre y cuando ese “cualquiera” sea para él alguien “importante”, de “valía” y con el cual pueda lucir su amistad o su “amistad” frente a los demás o frente a su propio ego. Estaba junto a mí, dije, pero no me peló, más bien me hizo el fuchi, dándome a entender o quedándome claro que para los presentes o para su elitista concepción de lo que vale o no vale, se es alguien o no, aquí su servidor era un extraño o, de plano, era la nada. En parte tenía razón pues he de reconocer que, en eso de atraer reflectores, trascender en el tiempo o volverme un rockstar en cualquier tema frente al resto del mundo, siempre he pasado desapercibido, instituyéndome en una auténtica intrascendencia, pero de eso a que te den un trato como si Putin llegara a Ucrania o Alexis Vega quisiera estar en la mesa de honor en la que estuviera Amaury Vergara, pues no. ¡Claro que no! Pero Dios es grande y esto de sacar la casta por los desvalidos, no anda con titubeos ni mucho menos con fingimientos, así que en el cielo se vio un destello y enseguida de un trueno, vino la epifanía: El propietario de la casa se dio cuenta que este que les escribe estaba ahí y teniéndome a unos metros aseguró conocerme de tiempo atrás, manifestando su gusto por estar presente. Si me estaba confundiendo o no, quién sabe pero no lo desmentí, ni averigüé y chocamos los botes muy helados que traíamos cada uno. De pronto se sumó un tercero que venía de tirar el agua y llamándome por mi nombre, se acercó al parque estábamos brindando y, sin poderlo evitar (porque recuerden que venía de tirar el agua) me dio un abrazo. A él no lo desmentí ni pensé que me pudiera estar confundiendo, más bien, correspondí al apretón y por enésima ocasión le manifesté mi agradecimiento por ese impecable prólogo que, años atrás, me había escrito para un libro. No sé desde dónde, el zalamero miró aquello y un ratito más, lo tenía a mi lado, otra vez, pero más juntito. Como al principio había practicado ese llamado bello arte de mandarme lejos muy lejos y más allá, ignorándome, supuse que venía a repetirme la dosis, o de plano a correrme, y lo dejé ser. Nomás que, para mi sorpresa, me preguntó que si quería otra cerveza, que si ya había comido, que si la estaba pasando a gusto y no sé qué cortesías más, cual si me estuvieran recibiendo en la isla Esmeralda en Irlanda. Lo que este hombre no sabía es que ya lo había acabalado pues, tal como recordé despuesito de haber llegado, era ese que, en otros eventos de la farándula política y cultural, se caracterizaba por su habilidad para hacer amistad con gente con distinción pública, y no precisamente gratis sino para ver cómo estos le podían ser útiles. Como sé que mi cara no me ayuda, dejé, hasta donde se pudo, que se guiara por esta y así estuvimos: él codeándose solo con los que le interesaban y a mí a mi silencio castigándonos con el desaire. En una de esas que estábamos entretenidos escuchando al dueño de la guitarra quien entonaba una bravía canción, sentí que me tocó el hombro y me preguntó mi nombre. Se lo di y seguimos oyendo a los intérpretes, no sin dejar de ver de reojo a esas bolsas de los pollos al carbón. No sé qué habrá indagado, pudo haber llamado por teléfono, quizá consultó en el Google, pidió un informe sobre mí a la Secretaría de Gobernación o fue a sopear a los que hacía un rato me saludaron y todo lo demás, pero, repentinamente, su actitud cambió, sometiéndome, muy atento, a una entrevista cual si quisiera ser mi biógrafo. Durante ese lapso, no me faltó la cerveza que él mismo iba a donde al llegar las hubimos dejado y me la traía. Pudo existir un error y escuchando mal mis apellidos, Wikipedia le ofreció información de alguien relevante en palabra, obra y omisión, tal vez se topó con un homónimo o su celular agarró monte como a veces le pasa a mi Alexia querida con la música o, de plano, mis dos buenos amigos, al responderle, le pusieron de su cosecha nomás para chamaquearlo y le hablaron maravillas de mí. “Tanto tienes, tanto vales” me hubiera citado mi amá, de haberle contado esta historia. Significa, de acuerdo a mi diccionario de cabecera Yasmín-Español que, “en general, la sociedad trata a las personas según su riqueza. Es decir, si tienes dinero o poder te tratarán mejor que si eres pobre o no tienes dinero”. Puedo jurar que a ustedes también les ha tocado algo así. En su trabajo, en la escuela, en el barrio, entre amigos, incluso —aunque lo dude— en el terreno político. El que ve por encima del hombro, el interesado que sólo acude al nopal cuando este tiene tunas, el variopinto que un día puede tratarte con la punta del pie y otro ,si es que has sobresalido frente al resto de los mortales. La que se cuadra ante el jefe mostrándose como la más atenta y servicial, pero se vuelve más peligrosa que una cascabel en una bota si alguien no la está mirando. La que es toda amabilidad con el yerno al ver que trae un carro diferente cada tercer día pero no le vuelve a dirigir la palabra al enterarse que aquel trabaja en una yarda lavándolo y los saca para secarlos. En caso de equivocarme y no llegar nadie con estos perfiles de zalameros a su memoria, hay una variante que igualmente les puede resultar familiar. Me refiero a los cortesanos, personajes aduladores y sumisos, ya sea por razón jerárquica, interés económico o inconmensurable sumisión política. No confundir ni por asomo, con una persona atenta y cordial. Estas saben cuándo parar sus buenos modales o los contiene su dignidad. En apariencia tienen mucha iniciativa, pero no, simplemente es penosa dependencia y sumisión. No es que quieran servir o que sirvan mucho, son más bien serviles y ya. Cómo me gustaría contarles de alguien a modo de ejemplo pero me temo que, en la actualidad, sería el cuento de nunca acabar y se me sentirían muchos. Tanto así como yo me siento, cuando, teniéndolo a la mano, nadie me brinda pollo asado al carbón. Por Miguel Ángel Avilés
I En el mercado hay un murmullo de voces como si aletearan miles de pájaros. Sonidos de vida, señales de comunión: La palabra y su significado que nombra todas las cosas. Hablan ese par de hombres con su mirada. Hablan las manos estrechándose en un saludo, habla el júbilo con el loco alborozo de los que están en ese rincón pegado a la ventana. Hablan esas reses sobre los mostradores que ahora son cadáveres. La fruta de temporada y las legumbres del día hablan. Todo dice algo, todo tiene voz y significado: el tintinear de la cuchara sobre el plato, la tapadera que cae, el chillar del aceite en el sartén, el humo volátil que se aleja de esas tazas de café, el aire fresco que hoy quiso volver. Hasta las cosas tienen su idiolecto, su voz propia y de nadie más. He aquí la gran oportunidad de no hablar sólo y solo frente al espejo. Cuanta expresión en este mundo. Cuanto mundo y cuanta voz en este mundo. II Estamos en el Mercado Municipal, un inmueble que por viejo es tradicional. Apenas hace unos días se anunció otra mano de gato (montés) a fin de dejarlo en las mejores condiciones. A veces dan ganas de entrevistarlo y preguntarle tantas cosas. Y es que todo edificio como este, tiene mucha historia y mucha memoria. Quienes fueron los primeros en pisarlo, quien en ofrecerte el primer café y los primeros guisos. Quienes ya no han vuelto jamás, quienes vuelven hasta la fecha. Así como este lugar tan popular, ya tan concurrido a estas horas, así hay edificios por todo el mundo que están ávidos por contarnos lo que son y lo que han sido. Búscalos, contémplalos, aprécialos, disfrútalos, siéntelos, camínalos, quiérelos ya un día puede que ya no estén porque se vinieron abajo. Allá, donde ahorita deben de estar puestos nuestros ojos, nuestras manos, nuestros granos de arena, hay edificios que siguen en pie, pero hay otros que hoy descansan sobre la tierra luego de ese despiadado cimbrar que llegó tan de repente. Pero se equivoca aquel que piense que han muerto. En cada mirada, en cada llanto, en cada piedra por quitar, en cada recuerdo, en cada nomenclatura de sus calles donde moraban, se está escribiendo una biografía amorosa que, por nostalgica e inmortal, habrá de durar para siempre. Ya lo dijo esa cantante de blues: "ninguno de mis sueños voy a abandonar, siempre habrá un camino abierto en esta ciudad iré creando espejos que me ayuden a mirar y a seguir amando la vida". III Te escribo desde el centro de la ciudad, aquí por calle Matamoros, a unos pasos de llegar al Mercado Municipal, ese lugar donde se finge menos, diría una trigueña amiga. Es una mañana de calor y promete ser un día así. El Mercado Municipal es como una maquila donde se practican todos los oficios y concurren todas las edades. Puedes llegar y te recibirán los ojos pelones de una res muerta, descuartizada, lista para el mejor postor y sus planes que tiene hoy para la comida. Pásale, en el puesto aquel está esperándote un café y el pan con mantequilla. Tómalo con la calma de un condenado a muerte que no quiere caminar hacia el paredón. Luego recorre los puestos como quien busca a un niño extraviado y contempla todo el color de la vendimia. Allá la fruta, más allá todas las verduras, de aquel lado los quesos y la carne y un olor de todo que solo para quien viene a diario es descifrable. Ya el antojo inmediato fue saciado y así continuará este desfile hasta muy tarde. Este lugar te espera desde la madrugada como una madre que no duerme, y se la pasa en vela, para recibir uno a uno a sus hijos y que no le alcanzaría la vida para contarlos, para decir su nombre y saber cuándo lo dieron a luz las viejas puertas de este Mercado. Por Miguel Ángel Avilés
Esta frase sugiere la idea de que nadie tiene la verdad absoluta, y que es importante que se tenga la disponibilidad y voluntad de aprender, así como de adquirir nuevos saberes. En resumen, así es interpretada la frase de Sócrates que todo mundo citamos pero muy poco la entienden. Me incluyo entre estos últimos. Lo que yo creo es que el hijo de Don Sofronisco y Doña Fainarate, más que andar acuñando frasecitas, en realidad lo que buscaba era hacerle creer al mundo entero y dejar constancia de que lo de su erudición filosófica era mentira y que, desde ese momento en adelante, cualquiera que viniera con él a preguntarle algo, se llevará un fiasco. Mi teoría es que este pobre hombre, formado en la educación tradicional como literatura, música, gimnasia y más tarde familiarizado con la dialéctica y la retórica de los sofistas, terminó harto de ver como en la práctica a los que más se les cargaba la mano a la hora de encomendar trabajo o una chamba o una tarea o la elaboración de un escrito o el hacer tal o cual diligencia, era a los que más sabían - en cuanto a conocimientos, fuese en la teoría o fuese en la práctica-. Mientras tanto, los que tenia fama de inutil y buenos para nada, jamás se le requería pues era obvio que no sacarían a una gallina de un garbanzal, pero aquí radicaba la trampa que observó Don Socrates ya que en lugar de premiarse el saber, la que salía ganando y era recompensada,era la ignorancia. Por esa razón Sócrates insiste en que él no sabe nada, y que solo pretende poner a prueba el saber que los demás dicen tener. Mira pues, según mi aguda teoría entonces, él hace un alto en su afán de cultivarse y manteniéndose en un bajo perfil, le da por averiguar si esos que se jactan de muy sabiondos, en realidad lo eran o a la mera hora resultaban ser puros pájaros nalgones. Para esto, platicó con distintas personas que tenían fama de ser muy sabias y lo que descubrió fue que en realidad no lo eran. Creían saber muchas cosas, pero en el fondo no sabían nada. Ahí se dio cuenta de que el oráculo tenía razón. Sócrates era el más sabio porque lo único que sabía era que no sabía nada”. Además se percató de que si le daba por demostrar sus capacidades, no se quitaría de encima a todos, sobreexplotando su trabajo intelectual, porque en otra parte estaba el que en realidad no sabía nada, pero, lejos de estar sufriendo por ser un unútil, gozaba de lo lindo y no había quien lo molestara pa’ pedirle tal o cual trabajo o proyecto, so pena que tuviera como resultado un auténtico fracaso. Si bien Don Sócrates ya no se encuentra entre nosotros ,su herencia vista hoy como dicho, de la cual saque esta teoría, es un asunto que merece estudiarse más allá de lo filosófico , por parte de la sociedad actual, de lo contrario, seremos cómplices de este mundo al revés, en donde el que muestra diversas habilidades se le vé cansado y con pocas ganas de seguir produciendo, en tanto que el neófito en todo, se la pasa sin que se le pida hacer algo, cachetonamente. No se vale. Pero aunque no se valga, esto sigue prevaleciendo ,sobre todo en el sector público en donde el jefe superior, por ejemplo, tiene muy claro quién le sirve o no, quien tiene iniciativa o no, quien dará un plus cada que lo ocupe o no, quien es creativo o no, quien lo saca del atolladero o no. Es así como uno de ellos le saca la chamba, y el otro anda por ahí, deambulando en los pasillos, sin ningún pudor, o haciendo como que hace algo, esperando nada más que le den las tres, para irse más descansado que como llegó. No suele darles vergüenza, son atenidos y comodinos. El no saber hacer nada,ni aprender nada, fue lo más que aportó a su vida. En cambio el otro, ese que siempre estuvo dispuesto a dar todo y aprender lo más, llega a colmarse un dia al ver que eso dones no son lo mejor recompensados ni se le paga en forma proporcional a todo lo que da, y una tarde de viernes, harto de estar harto, termina por gritar socraticamente: "YO SOLO SÉ QUE NO SE NADA" Y ahí se la echan, los que "saben". Por Miguel Ángel Avilés
Cuando se realizaron las festividades para celebrar los doscientos años del inicio de la lucha armada por la Independencia, algunos hechos supuestamente ocurridos en aquellas fechas que nos habían contado en la escuela como irrefutables se pusieron en duda o fueron desmentidos por un buen número de investigadores. Después de eso, al menos en mi, todo se volvió confusión y, ahora, para serles franco, si un día un extranjero, un alumno, o un nieto, quieren que yo les cuente esa parte de la historia de mi patria, no sabré decirles, a ciencia cierta, qué pasó. No sé si lo tenían ya planeado o fue una manera de boicotear el orgullo nacional, pero si querían arruinar el momento histórico, desde aquí les digo que pueden sentirse muy contentos porque lo lograron. No exagero, pues todo lo que a lo largo de muchísimos años nos habían impuesto digamos como un dogma, en un dos por tres se volvía una mentira, una teatralidad romantizada, una película oficial con lo cual no habían tenido emocionados, haciendo de nosotros unos devotos, unos feligreses, unos, unos verdaderos groupie de una lista de personajes cuyo arrojo eran un ejemplo para chicos y grandes, al grado tal que más de uno los tomó como referencia para llegar a ser como ellos, y hasta se vistieron para un festival o para un desfile, llenos de contento y de felicidad. Como decir Rubén Olivares en la Bondojito,o Fernando Valenzuela en Etchohuaquila o Rodolfo Guzmán Huerta en Tulancingo Hidalgo, o el nombre de este columnista en toda sudcaliforniana, así con esa pleitesía acogíamos en el salón de clases a tales héroes y heroínas que nos dieron patria. Cómo decir San Martin de Porres, San Judas Tadeo, San Pascual Bailón o San Francisco de Padua, así mero, con esa veneración íbamos por las estampitas a la papelería en busca de José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez o cualquiera del padrón de esta insurgencia, para dibujar a modelo dado sus caras aunque al final ninguno se parecía al real, o transcribir su biografía que venía al reverso y luego pegar su figura en una cartulina blanca, lo más pulcra posible y lucirte frente al profesor o la profesora el lunes siguiente que esperaba la tarea a cambio de merecer algunos un diez, otros un ocho, otros un cinco, una regañada, una tache o un coscorrón. Eran épocas en donde todos y todas querían ser exitosos y había una batalla a muerte entre niños y niñas liberales contra niños y niñas conservadores , gritándose de banco a banco “Lero, lero, maromero” o candelero, ya ni sé. Pero de pronto, cuando más los idolatrábamos, pues resulta que dijo mi mamá que siempre no y de repente, justo al cuamplirse esos doscientos años, cuya efemérides, por cierto, también fue puesta en duda, llegaron esos aguafiestas a decirnos que Miguel Hidalgo no era solo un inmaculado, un impoluto sacerdote, reconocido como el artífice del movimiento de Independencia en México, sino que tambien tenia un lado profano, avalado por historiadores, "donde el centro de sus intereses está en el juego, las tertulias y las fiestas". ¡Válgame el señor! Quesque eso del celibato nomas no era lo suyo, que por ahí tenia mas de un hijo, que le encantaban los gallos ( de pelea) y los otros, que le entendía muy bien a la baraja y en particular a la malilla y otras aficiones de relajada moral , por lo que ya no sabe uno si me están hablando de él o de Juan Charrasqueado o Martin Estrada Contreras, un tahur profesional. Para no alargarme mucho , resulta que por arte de magia, de acuerdo a los modernos revisionistas, el sábado 15 de septiembre de 1810, a las 11 de la noche, no ocurrió nada, absolutamente nada. Que el virreinato durmió tranquilamente y en su mayor parte tuvo un plácido domingo 16. Los únicos nerviositos fueron los conjurados de Querétaro. Pero el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, no tañó la campana ni llamó “a coger gachupines” a las estrafalarias 11 de la noche. ¡Nada de eso! Lo cierto, dicen, es que Don Miguelito, prudentemente, llamó a misa de siete o de ocho porque era domingo y muchos rancheros llegaban de las cercanías para cumplir el mandamiento de oír misa, y de paso ir al mercado, comprar y vender. Pero ya que había logrado el acarreo, y teniendo el atrio lleno, el cura les pidió que fueran por palos, machetes, resorteras, piedras, chacos, manoplas y lo que hallaren. Fue como inició una revuelta que duró apenas diez meses, no se extendió más allá del reducido triángulo que forman Querétaro, Guadalajara y las cercanías de la ciudad de México, pero le enajenó a Hidalgo todas las simpatías de los independentistas a causa de su desbordado pillaje y sus crímenes contra no combatientes. Es decir, ya encarrerado el gato, no le importó el ratón y entonces dijo "de aquí soy ". A partir de ahí vienen las dudas o la cizaña de los historiadores: que no se sabe , bien a bien quienes eran los cabecillas de esa extraña asonada; que uno punto de debate entre historiadores ha sido establecer qué fregados dijo Hidalgo en su "Grito de Dolores". Hay muchas versiones apoyadas en documentos que se escribieron después de ese acontecimiento, pues en ese rato no hubo un registro documental de sus palabras exactas dichas ante el pueblo en Dolores, ni había una cámara oculta que los pudiera cachar en la movida. Por si fuera poco, nos sobran las versiones sobre lo que gritó y a quien gritó esa noche don Miguel: "¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!" (obispo Manuel Abad y Queipo). "¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!" (fray Diego Bringas). "¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!" (Lucas Alamán). Tras sus investigaciones, Herrejón echa por tierra que Hidalgo se haya referido a la Virgen de Guadalupe o al rey Fernando VII en su grito ante la multitud. Y cita (como yo cito al que cita esto) al capitán independentista Juan Aldama, un testigo del "Grito de Dolores", al indicar cuál fue el verbobque Hidalgo habría dicho esa madrugada: "Hijos, ayúdenme a defender la patria. ¡Se acabó la opresión, se acabaron los tributos! El que me siga a caballo tendrá 1 peso. Y el que me siga a pie, 4 reales". Una parte de la confusión, explica, se da debido a que Hidalgo dio tres discursos ante grupos de seguidores ese día. En el primero, previo al famoso "Grito", fue cuando se refirió a la Virgen de Guadalupe. Aquí nace otra duda y tiene que ver si tenía o no un estandarte de la virgen en la mano. Al respecto, en ilustraciones, dibujos, retratos hablados y murales, el susodicho cura, ha sido pintado luciendo un estandarte de la Virgen de Guadalupe. "Sin embargo, el día del "Grito de Dolores" no sacó a relucir su icónico estandarte rectangular, sino que fue durante las primeras horas de su marcha por la independencia", jura otro investigador. "A las pocas horas del Grito, cuando pasan por el santuario de Atotonilco, ahí sí el cura Hidalgo entra a la sacristía y toma un estandarte de la Virgen de Guadalupe", refiere, de nuevo, el historiador Herrejón. Yo ya no sé a quién creerle. Tampoco sé si al hacer la ceremonia del grito en cada palacio de gobierno de cada estado sea el más fiel homenaje a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, y compañia o a la próxima debamos gritar ¡viva México ! en una cantina, en un palenque o en table dance. Ya no sé. Pero si de lo que aquí se trata y a esas vamos, de aventurarnos cada quien en especular sobre lo que pudo haber pasado aquella gloriosa noche, aquí está mi aportación y ahi nos vemos: Creo que un dia como hoy pero de 1810, en un casa de Dolores, ubicada en la intendencia de Guanajuato, actualmente Dolores Hidalgo, Gto, daba inicio la party organizada por un media docena de adultos mayores quienes, luego de ponerse hasta las manitas y habiéndose acabado los pomos, salieron en busca de un aguaje, en que Don Oxxo , el tendero del pueblo pero, ya de regreso, uno de ellos, que se parecía al Loco Valdez, y andaba bien ondeado, se metió a una iglesia, pensando que era el único bar que encontraban abierto pero, decepcionado, ya de muy mala copa, sacó el cuadro de una virgen grandota y quitándose la camisa, como si un aficionado se quitara playera del Tri empezó a menearlas, al tiempo que le gritaba vivas a México y les mentaba la madre a todos los que se le venían a la memoria, lo cual fue festejado por el resto de la banda. Luego, como batucada, se fueron marchando con rumbo desconocido, sin saber bien a bien hasta dónde fueron a parar, ya los historiadores, al respecto, siguen, los muy indecisos, sin ponerse aún de acuerdo. Por Miguel Ángel Avilés
Según este dicho, y de acuerdo al significado que me estoy plagiando, cada uno debe ocuparse de sus asuntos, de su profesión y opinar sólo de lo que entiende, evitando meterse en lo que no le afecta ni entiende… Ni más ni menos. Habrá otras pero con esta explicación me quedo. Pero esto no es suficiente. De lo que se trata, más bien ,es que con ella también se quedarán, la entendieran pero sobre todo que la practicarán los y las que desobedecen, desacatan esta máxima y ahí andan inmiscuyéndose, muy expertos, en todo, menos en lo que saben. Claro, si es que algo saben. Y opinan con admirable suficiencia, convencidos de que saben, de que en tal o cual tema, nadie les gana, por más que sea notoria su ignorancia o revele muchas carencias. Les aseguro que ya pensaron en alguien. Calma. Ahorita vamos con los ejemplos. Mientras, un poco de historia: Atribuido al pintor griego Apeles se cuenta la leyenda que este refrán, apotegma, máxima, aforismo o adagio, viene del siglo IV AC, y se lo debemos al pintor griego Apeles. Él era de los más afamados de la Edad Antigua y un día, supongo que luego de una rigurosa encuesta casa por casa, fue el elegido por Alejandro Magno para perpetuar su imagen. Conociendo el tamaño del ego que caracterizaba a "El Grande" como.le decían a don Alex,quien por cierto, se parecía mucho a Enrique Borja, un día, Apeles- digamos que un sábado como a las diez de la mañana pero bien crudo - se puso a pintar un retrato y lo expuso en la plaza pública. Un metiche zapatero pasó por allí, lo miró, y criticó duramente la forma de las sandalias en la pintura. “¡En tu cara te lo digo, Apeles!”, fanfarroneo el entrometido Y sí se lo dijo. Al reconocer su descuido el pintor, con mucha humildad , volvió a su estudio con el retrato, no sin antes pasar por un clamato preparado y corrigió el detalle de las sandalias... Luego, Apeles lo colocó de nuevo en la plaza. El terco zapatero volvió a pasar, vio que se le había hecho caso, y eso lo envalentonó, al punto de creerse con autoridad para criticar otros aspectos de la obra. Se la creyó, pues. ¡Y entró a opinar! Pero como ignoraba en su totalidad el arte de la pintura, a este se le acabaron los argumentos y empezó a decir una cadena de babosadas, sin parar. Hasta que Apeles, ya harto, le paró los tacos, sugieriéndole: -"Zapatero, no juzgues más allá de tus zapatos..." “¿Zapatos? ¡Se llaman sandalias, ignorante!” –seguramente le gritó el zapatero sabihondo al pintor genial. Y seguramente mantuvo la” crítica “en voz alta, para que lo escucharan los demás. Nomás que retroalimentación ya no había, solo estridencia . Mientras tanto Apeles lo dejó hablando solo y pudo volver a su estudio a seguir pintando, tranquilo, sin darse cuenta que acababa de acuñar un refrán que se mantiene vivo hasta la fecha. “Ne supra crepidam sutor judicaret», es decir «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias». Yo no sé si el zapatero tuvo la desfachatez de seguir opinando o mejor se fue de ahí , dándose cuenta que estaba hablando demás, sobre lo que no sabía y nunca más se le vio aparecer en público. No sé. El punto es que ahí no acabó este mal sino que se expandió por el mundo entero y ahora tenemos que soportar a esos que sin ser doctores, confrontan al doctor y casi terminan recetándoles ellos a él. Lo mismo pasa en el terreno de la abogacía en donde alguien te pide una asesoría, digamos al encontrarte en una reunión familiar, en una carne asada, en el mercado, y antes que respondas, no falta quien, siendo mecánico, agrónomo, dentista o contador, te arrebate la palabra y se suelte disertando , con mucha seguridad, con respecto a lo preguntado, no importándole si sabe lo mínimo o peor aún, no sabe nada. Estos últimos, los contadores, son los más propensos a invadir, con su aparente sabiduría jurídica, los terrenos del profesionista del derecho. Obvio, no son todos, pero en algunos casos, en el pecado llevan la penitencia y quien paga el pato de su atrevimiento, es el cliente. También sucede con los doctores, los cuales son víctimas de la competencia de quienes , habiendo vivido en carne propia dos o tres enfermedades, ya rivaliza con aquellos al momento de dar un diagnóstico o decir que se toma y que no. Todavía van más allá: se aprenden los nombres de los medicamentos, como si fueran canciones o las capitales de todos los países del mundo. Solo están esperando un quejido, la confesión de un dolor ,o el mínimo síntoma para sentenciar que es lo que tiene su interlocutor y ya entrados, también le incluye, sin costo alguno, lo que se habrá de tomar. Lo que era una reunión para jugar canasta, tomar café, o disfrutar de un ceviche dominguero, se vuelve, de pronto, en un congreso de representantes médicos, en un módulo de las farmacias similares o una estación de la cruz roja. Si acaso está presente un médico, regularmente nunca habla. Porque no quiso o porque, de plano, no lo dejaron hablar. Pasa igual en algunos oficios. Su fuerte es la repostería, no sabe tanto sobre mecánica pero ahí está con el cofre levantado toda la tarde como haciéndole algo pero haciendo nada. A su vez, el chofer de autobus medio aprendió a cocinar pero en cada terminal, está dale que dale, metiendo su cuchara, queriendo decir a una doñita como rebanar el birote para las tortas, aunque esta lleve años haciéndolo. Pero hay dos oficios que, por necesidad o por ambición, se llevan las palmas, en esto de ser invadidos por sujetos que si fueran conscientes de su atrevimiento, se irían tan rápido como llegaron o ni lo intentarían. Me refiero a los que ,de pronto se meten de taqueros, al ver la prosperidad del maistro de la esquina, pero a las tres semanas se dan cuenta que no era lo suyo y dejan todo tirado y a los improvisados conductores de uber, esos que por ganarse unos pesos extra se suben al carro asumiendose como el heredero del Checo Perez, que según conocen la ciudad como la palma de su mano, pero al momento de probar su destreza, si le señalan como destino una ubicación en el norte, agarran para el sur y si es para este lado, agarran para el norte. No, así no se puede. Zapatero a tus zapatos, o como haya dicho Apeles o como se llamara ese pintor. Es más: hasta en el narcotráfico debería existir un control de calidad para evitar que llegue a este globalizado negocio cualquier hijo de vecino o cualquier villamelón. Porque si no lo previenen a tiempo, cuidado,pudiera llegar alguien como ese experto en el calzado que incidió para tan popular refrán y puede acabar con cárteles enteros. Sí, puede que sea un erudito en física nuclear pero nada fácil le resultará andar de burrero cruzando esa maldita hierba para el otro lado. Sí, es el más cotizado matancero de la comarca, pero eso no le alcanza, ni es una garantía para que quiera dar consejos de cómo descuartizar a un cristiano o hacerle al pozolero. Sí, trabaja en un rancho cinegético críando diferentes animales para luego vender permisos para cazarlos, pero de eso a que en una borrachera presuma que puede emplearse también como sicario el día que así le digan, sí que hay mucha mucha distancia. Sí, pero no. No, pero sí. Tan fácil que es: Zapatero a tus zapatos y ya. Por Miguel Ángel Avilés
Me queda claro que este día ignoro muchas cosas, pero ayer sabía menos. Eso es el aprendizaje, es decir ,ese tiempo ,ese transcurrir del tiempo durante el cual vamos adquiriendo conocimiento de algo por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia, en especial de los conocimientos necesarios para aprender algún arte, un oficio, una profesión o que vaya surgiendo de la vida misma. El aprendizaje entonces, es ese tiempo que nos tardamos en aprender algo. "Todos nosotros sabemos algo, todos nosotros ignoramos algo, por eso aprendemos siempre” dijo Paulito Freire y tenía mucha razón. Él, por ejemplo, bien sabemos, era una inminencia, una chucha cuerera en cuestiones de pedagogía y filosofía, pero a lo mejor era un neófito o un sirve pa’ nada en el arte de cocinar o rasurarse. Sin embargo, siguiendo su teoría, si él hubiera querido y se aplica, con lo trucha que era, más temprano que nunca, se vuelve un experto en hacer la barba o de la noche a la mañana, aparece como un gran chef y nos presume, como su especialidad, unos huevos estrellados bien bonitos. Subrayo: "si él hubiera querido" ya que, para mí, lo reprochable no es que alguien no sepa, sino que no quiera aprender. Esto último si se me hace gacho. Pero más se me hace si con esa ignorancia no reconocida, te subas al púlpito del autoengaño y, desde ahí verborreas sobre un montón de temas, sean de carácter privado y más que nada públicos, evidenciándote como un profano de todo, experto en casi nada, pero si astuto para engañar a incautos que, en un descuido, puede que tengan un IQ inferior al suyo. Ni modo, hay maderas que, de plano, nunca agarran el barniz. Nada como decir que sobre tal o cual tema no sabemos ni un carajo, pero entiendo que eso de reconocerlo no es sencillo sobre todo si tienes frente a ti a una sociedad que no te perdona un error o una falta de experiencia sobre algo que te pidió solucionarle y tú caes en esa trampa, haciéndote pasar como un todólogo ,así sea a costa de memorables osos que a la postre, ya cuando te cae el veinte de lo que llevaste a cabo para no declararte confeso de un noviciado o de un inexperto que comete pifias y tonterías al por mayor. Para mayor entendimiento, paso a contarles lo que les sucedió a dos inquietos estudiantes que, llenos de ansiedad profesional, querían incursionar ya en el campo del litigio o llevar asuntos y aun sin que fuera el momento de cumplir con su servicio social en la carrera , pidieron a los encargados de esa área que les asignaran el expediente de algún usuario para ponerse manos a la obra y demostrarle al universo entero que estábamos preparados para atender desde el más simple conflicto legal hasta ese que vivía en esos días, en carne propia Caro Quintero en el caso Camarena o el Negro Durazo contra el implacable estado mexicano o el ministro Ernesto Diez Infante quien fue separado de su cargo, al protagonizar, hace tres décadas, el caso de corrupción al más alto nivel en el Poder Judicial por liberar al asesino de una niña en Acapulco, Guerrero y ser acusado de soborno de quinientos mil dolarucos. Convencidos de que nuestro intelecto no estaba siendo desperdiciado, mi hoy compadre, un abogado de incuestionables conocimientos jurídicos sobre todo en materia constitucional, entre otras cosas y yo, aceptamos atender a una doñita cuyo problema radicaba en que un abusivo inquilino no le pagaba las rentas y de paso no le entregaba el inmueble. _ “Si van a la casa, no lo van a encontrar. Donde pueden buscarlo, es en la plaza de la uní, ahí tiene una carreta de hot dog" nos dijo. Pardeando la tarde, ahí mismo estábamos y el señor también. De acuerdo a lo que vimos encima del carrito, estaba claro que el hombre le sabía al negocio: había de todo y olía muy bien (lo cocinado, no el maistro). En cambio nosotros, en materia de arrendamiento y desahucios, a reserva de lo que diga mi compadre, no sabíamos absolutamente nada. Pudimos verbearlo con alguna palabra rara pero apantalladora, pudimos repetirle lo que habían macheteado la semana anterior para un examen de derecho civil, pudimos decirle que si no se iba, caería todo el peso de la ley sobre él, pudimos amenazarlo con floridas palabras como lo hacía una amiga en La Paz cuando hacía sus pininos como litigante. Vaya usted a saber. Lo cierto es que aquel hombre se acalambró y casi pidiendo clemencia, nos juró - y cumplió - que al día siguiente o si se podía esa noche, entregaba la casa y tan tan, asunto arreglado. Enseguida, como haciendo una tregua o a modo de bandera de rendición, nos preguntó: _¿No quieren uno ?, y volteo las salchichas con tocino que se doraban en la grasa, antes de echarlas a una ollita. _ ¡Sobres! dijimos al unísono mi compadre y yo, sin quitarle el guante de la cara, para que viera que con la justicia no se jugaba. Dos con todo nos zampamos cada uno, mientras que el señor justificaba, tembloroso, el por qué no se había salido pero sin excusas lo haría mañana a primera hora. Recuerdo que le respondimos, acaso, con sonidos guturales pues teníamos la boca llena y el dogo iba apenas a la mitad y no obstante, él nos agradecía tanta comprensión. Sobre la misión que nos tenía ahí, no sabíamos nada de nada, pero el moroso sabía menos. Esa fue la clave. En cuestiones de perros calientes él era un experto y nosotros nomás sabíamos devorarlos. Sabíamos y no. Sabía y no. En otra ocasión, fuimos voluntariosos al domicilio de una señora que vivía en la colonia El Ranchito y deseaba regularizar su terreno que poseía desde hacía muchos años. Era verano, estoy seguro porque llegamos al lugar al mediodía y a los cinco minutos ya le estábamos pidiendo agua a la doñita. Ella pudo haber querido una prescripción positiva, un declarativo de propiedad, concluyó, pero sus abogados lo que deseaban era un suero y una iluminación de Dios que nos dijera qué demonios teníamos que hacer como abogados para resolverle su problema. Lo único que hicimos fue pedirle a la señora una cinta y en ese terreno a desnivel nos pusimos a medir lo largo y lo ancho como si fuéramos aplicados ingenieros o topógrafos, sin tener maldita idea que haríamos después con esos datos. Nos retiramos de ahí, dejando a nuestra "cliente " muy contenta e ilusionada ya que por fin pondría en regla su patrimonio. Pero jamás volvimos a saber de ella. Ese es el punto: hablar y hablar sin un sonrojo en los cachetes, de lo que no se sabe y continuar por la vida muy tranquilo. El episodio estudiantil nos sigue causando risa, pero admitiendo que no sabíamos nada y menos supimos si esa cena a costillas del arrendatario fue un soborno o el pago adelantado de gastos y costas. Éramos ignorantes o no contábamos las tablas suficientes para estar al frente de un reto así y darle solución, pero lo admitíamos. Que pena. En nombre de esa dupla, les pido perdón a todos. En nombre mío, cuantimás. Porque hay que tener la responsabilidad, la valentía, el cinismo, la humildad de admitir que no sabíamos( tanto) y que existen momentos que hay que confesar que en tal reto profesional o cotidiano no estamos preparados al cien y más vale dar un paso al costado antes que poner en riesgo algo o alguien por andar de atrevidos o macizos. Digo: para que no les pase lo que hace poquito le pasaba a un compañero, quien por más que se le advirtió lo que le podía suceder en esa audiencia , no hizo caso y en su pecado llevó la penitencia. Para no evidenciarlo más, diré nomas, en sentido figurado que la cara de su rival quedó intacta, en tanto que la de él quedó peor que la de Oscar Valdez en su más reciente pelea. Pese a eso, ni se inmutó. “No soy Dios“ se limitó a decir y se fue con el sol cuando moría la audiencia. Así, ni como ayudarle. Bien pudo haberse sometido a esa máxima que equilibra la autoestima con sensatez: “para algunas cosas soy el más buey, pero en otras nadie me gana”. Digo yo. Porque luego se hace costumbre y se vuelve contagioso. Eso es grave, muy grave, ya que a pesar de mostrar tu ignorancia frente a miles de gente, ni te inmutas ni se inmutan los engañados, porque es tanto el ego de uno y la complacencia de los otros que ya no se sabe dónde empieza ni en donde termina este vanguardista juego del engaño. |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
April 2024
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